10 de enero de 2010: Bilagáana

Bilagáana

10 de enero de 2010

Keket:

Les había guiado a los cachorros que creyó listos hasta el centro del túmulo. Les dijo que ahí debían guardar el fetiche que habían creado, que lo ofrendaran ante el espíritu del oso para que este les bendijera y les aceptara como manada bajo su protección. Por ello, Ankor, Atuc, Janedra, Ikal y algunos otros fueron hasta el centro del túmulo llevando consigo el fetiche que les había sanado.

Janedra:

— Qué hermoso lugar, ¿no creen chicos? — decía mientras iban caminando por el lugar hasta llegar al centro, agarrando el fetiche con ambas manos para que no se cayera, ya que era importante para la manada. — Bueno, ¿qué más es lo que teníamos que hacer? Según dijo Keket, enterrarlo en el centro, ¿no?

Ikal:

— Veo que estás más distraída que de costumbre… Insisto… Debiste anotarlo o algo. Además, ¿en qué momento se censó para que llevaras la tetera o fueras de la manada…? — En su mente pensó que se exacerbaría con ese comentario. — Además, llegaste como ninfa del bosque con ese té. Y en el ritual previo te desapareciste. ¿Acaso todos en este lugar son extraños como la loca de Keket?

Atuc:

— Eso fue lo que la vieja Keket nos había dicho. Ella se había ganado mi confianza el día que rescató a mi pueblo. — Caminó rápidamente hacia Janedra. — Espera Jane, este no es el lugar donde debemos ofrendar el fetiche, es una cueva en una cascada, eso fue lo que dijo Keket. — Se detuvo a mirar el lugar, habían demasiadas cascadas y árboles. — (¿Dónde podría ser?) Creo que deben usar su intuición de theurges para encontrar el centro de este lugar, es muy extenso.

Ankor:

Llegaron al lugar, le parecía perfecto. — Hey chico, ¿qué les parece si le ponemos donde está esa piedra, está al frente del sol?

Janedra:

En ese momento, Janedra se encontraba en medio de la incertidumbre. —Entonces ¿qué hacemos, Ankor? No sabemos dónde es exactamente y si nos separamos nos podríamos perder, y tú mismo lo dijiste, es extenso —pensó mientras observaba a su alrededor, viendo únicamente rocas e insectos moviéndose en la tierra.

Ikal:

Mientras tanto, Ikal abría paso entre los insectos. —Dejen, hago el intento —murmuró para sí mismo. Se arrodilló, cerró los ojos y pidió permiso para estar allí, entonando una canción que le había enseñado su abuela, además de emitir un silbido para ver si algún espíritu se presentaba y pudiera guiarlos. —Insisto, deberíamos ir al pueblo a beber algo y dejar esta charada para otro día, ya después de esto no tendremos días libres —reflexionó en voz alta mientras continuaba con la tonada. —Esperemos… y si no… no está de más hacer otra cosa —concluyó, levantándose y observando a su alrededor expectante.

Atuc:

Mientras caminaba sin prestar atención a lo que los demás estaban haciendo, Atuc exclamó con determinación: —Eso no pasará, Ikal, no podemos rendirnos, nuestra manada necesita un tótem. Debemos encontrar la cascada. —Se detuvo y se giró para enfrentar al grupo. —Y bien, ¿van a venir o se quedarán en ese lugar? Piensen en nuestros abuelos y en nuestra tribu, ¿ellos hubieran querido que nos rindiéramos? Debemos encontrar esa cascada —reiteró, analizando los posibles lugares frente a él con ceño fruncido.

Ankor:

—Chicos, opino que sigamos buscando un lugar adecuado. Ya mismo será de noche y necesitaremos descansar —expresó Ankor, encendiendo su tabaco.

Janedra:

En respuesta a Ankor, Janedra preguntó con cierta incredulidad: —Y tú, ¿de dónde sacaste eso? —Tras un breve silencio, decidió cambiar de tema: —Bueno, como sea, será mejor buscar esa cascada, debe estar por algún lado. Esto está cansando —dijo antes de recargarse sobre una pared de piedra. Sin embargo, para su sorpresa, la piedra se movió, provocando que Janedra cayera por un pasillo a una considerable profundidad. A pesar del golpe, no soltó el repuesto del fetiche, aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.

Ikal:

Observando la situación con asombro, Ikal volteó a ver a Ankor, quien sostenía el tabaco. —Ven, como la loca de Keket nos trae el mal —murmuró para sí mismo. Mientras observaba a Janedra caer, agregó con ironía: —Y no solo el mal… La desgracia. (Bueno, eso le pasa por distraída). ¿Está bien la tetera? Jajajaja. Sin poder contener la risa, finalmente se preguntó a Janedra: —Y tú, ¿estás bien, pequeña contempla estrellas, ahora estrellada? Jajajaja. Luego, él mismo cayó al suelo entre risas.

Atuc:

Se acerca a Janedra, le extiende su mano y la sujeta del brazo izquierdo con firmeza, pero no para que sienta fuerza, es más para ser un apoyo para ella. — Espero estés bien, sujétate. — jala para levantarla, mira el fetiche que no se ha caído y aunque parece de algún metal, teme que se dañe. Observa a Ikal burlarse, pero no comprende por qué se está riendo, ve a Ankor con el tabaco. — Déjame un poco de ese chamico, compañero.

Ankor:

(Esta chica es muy descuidada, a este paso le pasará algo) Oye Jane, ¿te encuentras bien? — agarra su tabaco y se lo pasa, toma Atuc. De pronto, algo llama su atención, una espada, qué raro, está hermosa. Me la llevaré conmigo, será como mi segunda mano. (Sí que pesa)

Janedra:

Al agarrar de la mano de atuc y que la ayuda a subir da un suspiro de alivio— uff.. gracias, si estoy bien, un poco raspada pero buen. —Voltea a ver a Ikal como se rie de ella— si nomas por que estoy cargando el fetiche….

Ikal:
Ikal ponía una cara seria y cruzaba sus brazos. ¿Qué? Si le hubiera pasado a él, seguro alguien se reiría. Se levantó y sacudió un poco sus pantalones, se retiró un poco de con ellos para ver el lugar y ver donde sería correcto llevarlo.

Atuc:
Atuc guardó el chamico que le compartió Ankor en uno de sus bolsillos— gracias Ankor. Si al menos les dieran un mapa o una señal. A una distancia corta vio un camino marcado entre el césped, ¿podrá ser ese el lugar?, vamos a seguir ese camino —les dijo a todos para que lo siguieran.

Ankor:
—Bueno, vamos Atuc, quiero terminar ya esta tarea y practicar con esta hermosa espada —agarró la espada y la apuntó en dirección al camino que dijo Atuc— vamos.

Janedra:
—¿De dónde rayos sacó una espada? —Sacó de su bolsa una bola de estambre y la amarró a una roca por si se llegaran a perder—más vale prevenir que lamentar—dijo mientras sostenía el fetiche y el estambre.

Ikal:
—¿De dónde rayos sacaron la espada y el estambre? Oigan, creo que deberíamos detenernos un poco, sinceramente siento que damos vueltas. Así, yo digo que no nos movamos más. Nos sentemos y relaxemos. No salimos de una para meternos en otra. Y creo que eso debieron decirle a la loca de Keket. —Volteó hacia Atúk, que era el que los estaba guiando—¿O me equivoco?

Atuc:
Atuc se giró para verlo y caminó unos pasos acercándose hacia él manteniendo su ceño fruncido, su pecho ligeramente hacia adelante, los brazos separados de su torso, las piernas ligeramente separadas y en sus ojos un brillo vivo como el fuego. —Ikal, sé que aún no soy tu alpha, pero no podemos estar desunidos y menos en este momento —dijo con determinación—. Tenemos una misión y si no quieres cooperar, tendré que hacerte cambiar de opinión. —Cerró su puño derecho e hizo tronar con su pulgar el nudillo de su dedo índice.

Ankor:
—Tranquilos chicos, sigamos buscando —dio espadazos a todos los lados —amo mi espada.

Janedra:

En algún momento le preguntarán de dónde salió. Bueno, ella los sigue, pensando que si se pierden, ya sabe a quién echarle la culpa. Se acerca hacia Ikal y Atuc para evitar que Ankor les dé con la espada, ya que lo ve dando espadasos a todos lados.

Ikal:

Su sangre hierve un poco, no le gusta que le den órdenes. Ve que los siguen caminando, Jan cuidando que Ankor no de espadasos y Atuk delante. Se queda detenido, se niega a avanzar. Se rasca un poco la cabeza y ve el sendero de regreso, se da la media vuelta, pero recuerda que no le ha servido de mucho hacer lo que quiere en contra del grupo. Le viene a la mente la loca de la keket y sus palabras, y que es por el bien de la manada. Respira hondo y exhala, voltea hacia ellos que van aventajados. —Rayos. Voy detrás de ellos agilizando el paso.

Geri:

El lupus advirtió que los cachorros no llegaban como keket le había dicho. Miraba repetidamente la posición del sol, esperando que este marcara la quinta posición en el cielo. Con gruñidos agudos se pregunta a sí mismo si algo malo les había ocurrido. Voltea a mirar la entrada de la cueva, donde estaban dos guardias del túmulo. Ellos le regresaron la mirada e hicieron una señal con sus manos, indicando al sur que se acercaban tres personas. Geri se sienta en sus patas traseras, mira hacia el sur y emite un aullido de presentación, como ordena la letanía: “Soy Geri, el Lobo de Odin. Garou nacido en la luna gibosa. Pertenezco a la manada Semillas de Yggdrasil. La Camada del lobo Fenris es mi tribu, y están entrando a mi territorio. Respondan si son amigos.”

Atuc:

Camina unos pasos en dirección a Ikal, dispuesto a agarrarle del cuello y llevarlo a la fuerza, pero Ankor se interpone con su espada. —Eso… ¿dónde lo sacaste? Pronto llega Janedra, frunce el ceño, no puede permitir que eso pase en su manada. Ikal tendrá que pagar por su comportamiento, aunque ese no fuera el momento. Sigue el camino, molesto, pensando en mil maneras de torturar al theurge; cuando en el cielo escucha un aullido de un garou. —Keket nos envió a una trampa. Un Camada de Fenris, ¿qué se supone que hace un garou Camada de Fenris aquí? Con mucho esfuerzo consigue transformarse en glabro, necesita tener un aspecto con el que pueda defender a su manada. Sus músculos se rompen y con ello su ropa se rompe parcialmente, en sus dedos las uñas se caen y en lugar de ellas salen enormes garras cubiertas de pelo negro alrededor, en su espalda y pecho le crece pelo, su boca se transforma en un modesto hocico con colmillos largos y filosos, sus orejas se tornan puntiagudas y con algo de pelo en las puntas. Con voz grave, propia de esa forma se dirige a Ankor y Janedra: —Transfórmense. Levanta su hocico y emite un aullido de presentación: —Me llamo Atuc, soy un Ahroun, una máquina de la guerra, y pertenezco a la tribu Wendigo. He venido en nombre de keket.

Ankor:

Atuc estaba en modo glabro, no creía que le conviniera transformarse aún hasta saber si correrían peligro otro ataque. —Chicos tranquilos, esperemos a ver qué quieren. Espero no tener que usar la fuerza.

Janedra:

Escuchó un aullido que no era de ninguno de los presentes, presentándose ante ellos. En eso observó cómo Atuc se transformaba y se presentaba ante el extraño. Esto no es bueno. Será mejor proteger el recipiente, pensó mientras lentamente se dirigía hacia unas rocas, metía el recipiente en una bolsa y lo escondía para que no le pasara nada. Con mucho esfuerzo y dificultad, comenzó a transformarse. Se puso firme y su cuerpo empezó a cambiar. Sintió cómo su cuello tronaba, causándole un gran dolor, sus manos se alargaron, convirtiéndose en garras en lugar de dedos, su espalda tronaba mientras en todo su cuerpo la piel se separaba, cambiando por un pelaje blanco y varios tonos de grises. Su rostro fue transformado por un hocico mediano con dientes de gran resistencia y afilados. Al terminar, toda su ropa quedó destrozada por el cambio y se sacudió un poco para eliminar cualquier cosa que hubiera quedado de la piel. Se llamaba Janedra, era una Theurge, sacerdotisa, y venía de la tribu Contemplaestrellas.

Ikal:

Alcanzó a los chicos y escuchó el aullido. —¿Qué demonios está pasando? —se preguntó. Escuchó a Atuk que les decía que se transformaran. —Sabía que no debimos confiar en la loca de Keket —murmuró para sí mismo mientras comenzaba a transformarse, ensanchando sus músculos y cambiando su aspecto. Rápidamente corrió y se puso delante de Janedra para resguardarla, levantó el hocico para percibir el aroma y ver dónde pudiera haber alguien a su alrededor. Escuchó que Atuk se presentaba y comenzó a gruñir y a enseñar los dientes, defendiendo a Janedra.

Geri:

El lupus escuchó el aullido de presentación de un wendigo, observó que junto a él estaban otros dos Garou, uno que parecía nervioso y una glabro que decía ser una Contemplaestrellas. Un pensamiento de extrañeza llegó a su mente, pensar que esas tribus estén juntas solo tenía una explicación: problemas en otras regiones de Gaia. Les solicitó a los guardias que lo acompañaran y caminó junto a estos hasta encontrarse con los visitantes. Se transformó sin problema en Glabro y les habló en lenguaje elevado, diciéndoles que Keket fue quien le ordenó ayudarles a entregar el fetiche como ofrenda al centro del túmulo, para que los guardianes cuidaran de este como un tesoro más. Intentó ser amable con Atuc y Ankor, ambos wendigo, les habló de su campo tribal de los Colmillos de Garm, el único campo de la Camada de Fenris que buscaba una alianza con las demás tribus para vencer al Wyrm. Luego de explicarles eso, Geri buscó con la vista el fetiche, pero no podía verlo. Entonces utilizó un don para encontrar el aroma del objeto que contenía un espíritu, además de localizar a un Uktena que estaba atrás. Aun hablando en idioma elevado les dijo que debían cooperar.

Atuc:

—Vi con algo de preocupación por sus compañeros de manada el hecho de que esos Garou con sus armas se acercaran a ellos. Se vio en los ojos de Janedra y Ankor, dio un paso hacia atrás y le habló a Ankor—. Ankor, estos son Bilagáana (nombre navajo para gente blanca), masacraron a nuestros seres amados y no lo permitiré.

Asintió ante Janedra al ver que escondía el fetiche antes de que llegaran.

—Escuchen, no tenemos armas, pero podemos causar mucho daño con combate físico. Si tenemos que atacar, lo haremos.

Aguardó a que se aproximaran lo suficiente, y decidió escucharlos. Aunque la historia que contaba el Camada de Fenris era creíble, no podía creer en las palabras de un Bilagáana, eso había provocado que el Come Almas llegara a América y sacrificara a los hermanos Croatanos.

—Ya los escuchamos, ahora necesitamos un tiempo para decidir.

Ankor:

—(Mi sueño siempre ha sido ser un guerrero, pero por dentro nunca he tenido un combate cuerpo a cuerpo; ¿será este el día en el que pase eso? Espero que no).

Observó a Ikal y preguntó:

—¿Qué piensas hacer, hermano? Tú eres como el líder para mí, ¿qué crees que debemos hacer? En lo que sea, cuenten conmigo.

Esta chica Janedra se veía tan hermosa, incluso me estaba atrayendo, pero verla en su forma de transformación me quitó las ganas.

Janedra:

—(Esto no está bien, algo anda mal aquí, algo no cuadra y se siente extraño el lugar).

Esperó a que Atuc dijera algo, pero por alguna razón sintió que no deberían estar ahí.

—Decidan rápido, chicos, esto no huele bien, —decía mientras de reojo veía a los extraños.

Ikal:

Desde atrás, resguardando a Janedra, vio que la cosa se ponía un poco tensa.

—Si realmente vienen en nombre de Keket y si es que traen armas, deberían dejarlas, —señaló a Geri—. Ves que somos cachorros y no estamos armados, deberías venir tú personalmente por lo que estás solicitando. ¿O le temes a 4 cachorros que no portan nada? Ustedes saben la historia de nuestros pueblos, demuestren que vienen en paz.

Respiró hondo, volteó hacia Jan y habló con voz muy baja.

—Si, esto se pone mal, corre, regresa por donde has venido y no mires hacia atrás.

Geri:

El lupus les hizo una señal con la mano a los guardias del túmulo y vio cómo éstos se retiraron, alejándose rumbo a la cueva detrás de la cascada, donde estaba el corazón mismo del túmulo.

—Solo son los guardias del túmulo donde se están quedando, —la voz de Geri en lenguaje elevado era fuerte y gutural, como si naciera de su garganta constipada—. Es su decisión: venir conmigo o, quedarse solos y esperar una guerra con alguna de las manadas de túmulo o sucumbir ante el wyrm.

Dicho eso, Geri entrecerró los ojos y los miró por última vez, luego siguió el camino de los guardias del túmulo hasta la cascada.

Atuc:

Esperó hasta que fuera y sintió como su crin negra de su espalda de glabro bajaba a medida que sentía que ese detestable Garou europeo se alejaba de ellos, su mirada tenía fuego incluso cuando se había alejado del lugar. Vio que Ikal estaba atrás de Janedra a no más de dos metros; se abrió paso con pisadas fuertes hasta donde él estaba y, con su puño izquierdo, le agarró del cuello de su camisa y levantó su brazo para levantarlo a él. —¿Te parece correcto revelarle que somos cachorros? —lo fulminaba con la vista.

Ankor:

— Al fin se fueron, chicos. Dejen de discutir y sigamos con lo nuestro; desde que están allí, solo hay peleas. Deben estar más unidos que nunca —agarró su espada y la movió para los lados—. Será mejor que se calmen. Espero no meter la pata, pero si nadie les frena, quién.

Janedra:

Tomó del hombro a Atuc para que se calmara.— Ankor tiene razón, será mejor tranquilizarnos y, más que nada tú, Atuc. Eres el líder de la manada y tienes que estar alerta. Si andas enojado, solo nublarás tu juicio y nos pondrás en riesgo a todos —se retiró y sacó la bolsa entre las rocas donde se encontraba el fetiche—. Así que… ¿qué piensas hacer ahora? —lo veía fijamente a los ojos, firme pero tranquila.

Ikal:

Sintió cómo lo tomaba Atuc de su camisa y sintió el peso de su mirada; cerró sus puños, manteniendo los brazos abajo. —¿No crees que ellos ya se dieron cuenta? —miró hacia ellos—. Si fueran a hacernos algo con lo que dije, lo hubieran hecho; además, escucha al maestro que te está dando un consejo —señaló a Ankor—. Tiene más sabiduría que tú y yo y, con esa actitud que tienes hacia mí, nada más estás demostrando que estamos desunidos y que fácil pueden acabar con nosotros. En otro momento, si quieres, arreglamos esto… y ya me dirás qué carajos te traes conmigo —respiró agitadamente y vio a Janedra, que se acercaba a él y lo calmaba—. Calma, calma; este Atuc me mueve muchas cosas por dentro…

Geri:

El Galliard llegó hasta donde se encontraban los guardias del túmulo y, junto a ellos, caminó hasta una de las salas donde se celebraban los consejos formales del túmulo. En ese lugar, había un canal de agua; caminó de lado, reflejándose en ese canal de agua subterráneo que salía y se unía con la cascada. Pronto se encontró a sí mismo en la penumbra de aquel salón, donde había varios espíritus pertenecientes al túmulo, incluido Munin, quien lo llevó hacia un apartado zócalo dentro la misma cueva. En las paredes estaban pintadas figuras de arte rupestre que mostraban la historia de un garou que cuidaba de unos cachorros lobos huérfanos que la madre Gaia había reclamado la vida de su madre. Geri examinó cada figura en la caverna y, cuando terminó, le preguntó a su amigo espiritual: ¿Cuál era el significado?

Atuc:

(Ikal siempre me estaba cuestionando y dándome la contraria; lo único que quería era figurar mis nudillos en su hermoso rostro, carajo, si tiene un hermoso rostro) pensó y miró sus labios color lacre, que buen color tenían. Con su derecha, agarró aún más fuerte de su camisa, junto a su cuello, lo jaló duro para soltarlo al momento en que la espada del loco de Ankor casi le corta la pierna. Atuc dio dos pasos hacia atrás y soltó el agarre de sus puños; sintió cómo esa ira salía de él a través de sus uñas y le tranquilizaba un poco—. Bien, tienes razón, Ikal… Pero tú eres quien nunca está de acuerdo conmigo —aceptó, en algo, la culpa a regañadientes, mientras comenzó a regresar por el camino por el que llegaron al lugar.

Ankor:

— Chicos, creo que desde ahora yo y Jane veremos las cosas que nos convienen. Están actuando mal. Llegaré a apreciarles, pero si esto sigue así, temo que tendré que usar la fuerza. No me obliguen —(solo yo sé en la bestia que puedo convertirme; ellos aún no saben de mi pasado. Estoy harto de tanto conflicto; es lo que menos quiero ahora).

Janedra

—Bien dicho, Ankor. Aquí las discusiones son inútiles, necesitamos un líder y solo veo a dos cachorros peleando por ver quién es el más fuerte —se colocó su bolsa y afirmó de manera resuelta, comenzando a caminar en la dirección del extraño—. Si no quieren seguirme, no lo hagan, pero si me acompañan, espero que actúen como verdaderos Garou… —dijo, mirando fijamente hacia adelante, consciente pero preocupada por la severidad de sus propias palabras.

Ikal

Llevó su mano a la cabeza y arrebatándose del cabello mientras miraba hacia Ankor y observaba a los demás. Continuó detrás, manos en los bolsillos y con un dejo de nostalgia. Se acomodó la camisa tocando su pecho con la mano.

Geri

Ellos no están aquí por azar, son parte de nuestra historia, resonaban en la mente de Geri las palabras de Munin. Meditó sobre la importancia de su presencia en el Túmulo. Con determinación, aceptó el consejo del espíritu, se arrodilló, acarició la cabeza de su amigo y, convencido, dejó la sala del consejo para observar al grupo dirigido por la hembra Garou mientras descendía.

Atuk

No puedo permitir que se enfrenten a esto solos, frunció el ceño, sus ojos ardían mientras luchaba por razonar en su forma glabro. Recordó los tiempos en que no participaba en los consejos y se negó a dejar que sus hermanos se aventuraran sin su protección. Se unió a ellos, decidido y en forma Glabro, preparado para cualquier peligro.

Ankor

—Necesito practicar más —se dijo a sí mismo tras intentar cazar un águila con su espada y fallar. Guardó su arma y escaló un árbol cercano para permanecer vigilante, mientras el resto hablaba.

Janedra

—Madre Gaia, cuídanos y protégenos de estos extraños, no sabemos qué nos depara el futuro —oró en silencio, su mirada fija en el camino, esperando que sus compañeros estuvieran preparados para lo que viniera.

Ikal

Si salimos de esta, le diré a Keket que cambie esa cazuela ruidosa, se prometió a sí mismo, respirando hondo y usando su percepción para detectar cualquier amenaza mientras cuidaba desde la retaguardia.

Geri

Espero que vean más allá de sus diferencias tribales, Geri reflexionó, viendo a los jóvenes desde su posición y confiando en que la unión sería su fuerza contra la amenaza común.

Atuc

Debemos estar preparados para cualquier cosa, pensaba, analizando el terreno y calculando estrategias mientras se aproximaba al punto de encuentro, encontrándose con la despreocupada figura del Camada de Fenris que los recibía.

Janedra

—Por favor que se calme —deseaba en silencio, observando cómo Atuc comenzaba a dialogar con el anciano, y esperando que el ambiente tenso se relajara para poder pensar con claridad.

Ikal

Mantuvo su postura alerta y estudiaba el área discretamente. ¿Cuántos están con nosotros? ¿Dónde están los enemigos? —siguió vigilante, listo para proteger a Janedra y a sus compañeros en caso necesario.

Geri:

—Tranquilo Atuc, nadie les va a hacer daño aquí. Este es un lugar sagrado de los espíritus de Gaia. —El lupus se incorporó y caminó hacia los cachorros que finalmente habían llegado. Los miró uno por uno, analizando su aspecto, incluso al que estaba en el árbol, recordando cuando él era un cachorro lupus y perseguía presas para alimentar a la manada y caerles bien a los Garou con rango. Observó a la chica que estaba con ellos, cuyo rostro no era de una nativa y vestía distinta. La señaló con el dedo: —Tú no eres como ellos, ¿de dónde has salido?

Ankor:

—Todos estaban tan asustados. Deberían estar tranquilos, no presiento señales de peligro. Espero no equivocarme.

Janedra:

—Vi como el extraño me señalaba diciendo que no soy de ellos, ciertamente no lo soy. Soy otra extraña más en la vida de ellos pero decidí quedarme ahí con ellos, así que lo miré directo a los ojos. —Soy una extraña más en estas tierras lejanas, vengo de mi tribu Contempla Estrellas más allá del mar. He viajado por varios lugares antes de llegar aquí, busco mi camino en la madre tierra y ampliar mis conocimientos. Busco un hogar donde me acepten, no busco ser enemiga de nadie y ayudo a quien lo necesite. —Luego de hablar, suspiró tranquila, algo nerviosa por lo que pudieran decir.

Ikal:

—Vio a Gerou y era distinto a lo que sus abuelos y ancestros comentaban de su gente. Se destensó un poco, dejando de cerrar los puños. Notó que los chicos estaban algo más tranquilos. Tomó aire y de su bolsa extrajo una pequeña cantimplora con agua, acercándose a Jan, a quien escuchaba siendo cuestionada. La tocó suavemente en el hombro y le ofreció agua. —Luego me repones el agua que tomes. —Le dijo con una mirada algo despectiva.

Geri:

—Pero estás con ellos. Síganme. —Geri entró en la cueva esperando que le siguieran. Dentro había un espacio con una estatua del tótem oso en el centro, tallada en roca. Tomó una vasija de porcelana y la llenó de agua, la vertió sobre una superficie cóncava a lado de la estatua. Las antorchas permitían que el agua reflejara el techo y la estatua. Se sentó y miró a la estatua. —Espíritu oso, te he traído a estos cachorros como Munin me lo dijo, espero honrarte con mis acciones. —Luego, hizo una señal para que todos entraran al lugar.

Atuc:

—Miró a sus compañeros de manada, asumiendo que Janedra era una más de ellos debido al tiempo que habían pasado juntos y su lealtad. Le sonrió y tocó su hombro, luego miró a los demás. —Creo que ya es tarde. —Dijo, consciente de que no podía detener a los tres, pero dispuesto a acompañarlos en la travesía. Soltó a Janedra y siguió al Camada de Fenris hacia la cueva. Al entrar, aflojó su camisa debido a la humedad, revelando sus abdominales delineados. Se acomodó en una roca para observar cómo Geri llenaba una especie de charco con agua.

Ankor:

—Cuando regresemos, tendremos que entrenar. —Comentó después de dar una palmada en el pecho a Atuc y colocó su espada en el suelo para luego observarla.

Janedra:

—Observó cómo Atuc le tocó el hombro y le sonrió, lo que le alivió un poco al hacerla sentir acompañada. Aún así, al verlo quitarse la camisa y a Ankor sentado en el suelo, se preguntaba qué debía hacer ahí, además de cargar con el fetiche. Optó por sentarse a una cierta distancia de Ankor.

Ikal:

—Anda, no seas tímida. —Le dijo a Janedra, inclinándose hacia ella. —Él confía en ti y parece que te dio el visto bueno, creo que es una buena señal. —Miró a Atuc, distraído por un momento, pero luego volvió a enfocarse. —¿En qué me quedé? Ah sí, es una buena señal. —Le tranquilizó dándole unos golpecitos en la espalda. Buscó un lugar donde sentarse y lo encontró cerca de Atuc, a quien examinó con detenimiento. Se sacudió un poco, moviendo la cabeza y tronando las vértebras de su cuello, sintiéndose tenso. Puso las manos sobre sus piernas y se mantuvo atento a lo que estaba por suceder, sin querer cometer errores.

Geri:

El lupus pudo ver en el reflejo del agua a los garou ingresar de uno en uno al lugar —Bien, acérquense, vamos a entrar en la umbra— Inhaló profundamente y exhaló para limpiar sus sentidos y aclarar su conciencia —Será muy fácil. ¿Lo han hecho alguna vez?

Atuc:

—Estuve una vez, junto a…— En ese momento miró a Ikal Las sombras del lugar y la iluminación de las antorchas se miraban bien en la piel de ébano del theurge —Así fue como llegamos a estas tierras—. Caminó hacia el lado del lupus y se paró frente a él Se sentó y apoyó sus manos en el borde, de forma que sus dedos de las manos estaban dentro del agua, sus rodillas sobre la superficie de roca Miró a los ojos de Geri y luego al agua

Ankor:

Se sintió muy relajado —Recuerdo que esto lo hago cuando voy a dormir Me gusta meter pensamientos positivos— Inhaló y exhaló

Janedra:

Ve cómo Ikal le da algo de beber y unas palabras mientras se retira En voz baja dice —Gracias Me alegra ser parte de una familia de nuevo— Voltea a ver a Geri con la mirada distante

Ikal:

La estatua es impresionante, no creía que existiera este lugar donde están ahora, ni tampoco había imaginado estar con las tribus que habían tenido problemas sus ancestros en el pasado Esto es lo que sus abuelos llamaban El Gran Misterio, que teje los caminos y los encuentros y desencuentros Ahora poco a poco capta más las palabras de ellos Recuerda un poco cómo hacer lo que les pedía Geri, era muy parecido a lo que hacía con sus abuelos, cuando estaban en ceremonia de tipi, y también cuando fueron llevados allí De todos modos observa y aprende de lo que él quiere enseñar Mira también atento a Atuk, cómo lo hace, cómo se inclina para ver su reflejo en el agua, voltea a ver a los demás para ver si no le observan, continúa viéndolo, curioso, sintiendo esa sensación en su estómago, en su pecho Siente esa extraña sensación de hablar con él en este momento Se levanta y se acerca, viéndolo de reojo Voltea hacia Ankor y Jan para que se acerquen un poco más para seguir las indicaciones de Geri

Geri:

—Necesito que vayamos a la umbra, para encontrarnos con el tótem del túmulo— Miraba su reflejo en el agua —para caminar de lado e ingresar a la umbra necesitan una superficie reflectante—

Atuc:

Estaba atento a lo que hacía el camada de fenris, yo le seguía pero no perdía de vista a los miembros de la manada

Ankor:

Me siento bien pero a la vez quiero tabaco Observa a Jane ¿Será que si le tiro una piedra, pensará que fui yo? ~tirar piedra~

Janedra:

Siente que algo duro le pega y voltea a donde sintió el dolor pero solo se soba El que me haya pegado lo pagará con creces

Ikal:

Se levanta, sacude un poco su ropa y comienza a caminar en dirección de los muchachos, ve que Ankor le tira una piedra a Janedra Le da un poco de risa y trata de aguantarla para no distraer a Atúk Le hace una seña a Ankor de que pare de arrojar piedras, mueve las manos y gesticula en silencio, dando a entender que después que salgamos siga, ahora no Voltea a ver a Janedra, se acerca a ella y le da unos golpecitos muy suaves en su cabeza, se encamina nuevamente hacia Atúk Se sienta sobre la tierra, cierra los ojos y comienza a respirar profundamente, percibe el aroma de la cueva, escucha los sonidos que hay dentro de ella, sigue su respiración, sintiéndose en un gran vacío que le hace calmar su mente

Geri:

El lupus les había terminado de explicar cómo caminar de lado Una vez terminó de hablar, miró a todos con una expresión de conformidad Se sintió seguro de que todos entendieron —Los espero en la penumbra con el tótem oso—, miró su reflejo y sin dificultad atravesó la celosía que era delgada en ese lugar, desapareció y en el otro lado con lo primero que se encontró fue con una sombra grande

Atuc:

Veo a Ankor jugar, no es el momento pero esa acción me recuerda al hogar que tienen en la cueva, y lo mucho que se divierten allá Parte de mí también quiere jugar, pero me resisto, es un lugar sagrado y debemos honrarlo Lo miro amenazante esperando que deje de lanzarle piedras a Janedra Mientras todo eso ocurre, el camada de fenris desaparece, simplemente ya no está en el mismo plano —Bueno, nos ha dejado Vamos a seguirle o ya recapacitaron Es una mala idea confiar en los lobos europeos Si cambiaron de opinión, vámonos—

Ankor:

—Creo que todo está listo, lo mejor será regresar—, agarro mi espada y me levanto —Vámonos chicos, creo deberíamos darnos un baño—

Janedra:

Se levanta y agarra la bolsa con el fetiche y suspira —Pues yo no confío mucho, pero si ustedes van, yo voy, al cabo qué puedo perder— Aprieta con fuerza el cordón de la bolsa con algo de miedo

Ikal:

Calmó su mente y caminó de lado atravesando la penumbra siguiendo a Geri unos pasos para entregar lo que les pide Se detiene para esperar a los que faltan Mete su mano en su morral, sujeta el colmillo que le dieron sus abuelos, para pedir su fuerza y protección

Narrador:

La penumbra en el centro de Tasman era un lugar muy diferente al que se encontraban fuera. No había una cascada, ni agua; en su lugar era un bosque con algunas piedras iguales a las de la caverna, los árboles susurraban y daban sombra. Al fondo, por el occidente estaba Anthelios brillando como un sol rojo, y sobre Geri e Ikal, la luna en su fase creciente. Había mucha niebla en el bosque aparentemente vacío.

Geri:

—El lupus no esperó mucho y se encontró con uno de los cachorros, asintió. Que bueno que estás aquí. Estoy seguro que oso vendrá —dijo confiado por todas las coincidencias que durante el día habían sobrevenido—. ¿Dónde están los demás?

Atuc:

—Estaba a punto de irse, pero antes de dejarlo todo se inclinó en el lugar sagrado y pensó en sus ancestros. Les pedía que le entendieran porque dejaba el lugar: los garou europeos les habían robado todo, habían violado y desangrado a Gaia, por eso estaba regresando al campamento. Entonces notó que Ikal ya no estaba en el Reino de Gaia, era difícil la decisión dejarlo, pues a pesar de que Ikal no reconocía su autoridad, no por eso dejaba de ser su hermano mayor.

Ankor:

—Por lo que veo, todos van a ir. Ok, vamos, que podemos perder; igual, estamos juntos en esto.

Janedra:

—Se acercó a la cascada de la cueva donde estuvo el garou y se quedó viendo su reflejo hasta que respiró profundamente. Ok, ya creo que todos pasaron… Ufff… es mi turno entonces —Bueno, es hora—. Cerró los ojos y caminó lentamente hasta cruzar a la umbra, ya que no sabría qué era lo que se encontraría del otro lado con aquellos garous; se aferró a la bolsa cuidando el fetiche y abrió los ojos poco a poco, esperando a que nada pasara—. Wow, uff, no pasó nada, vamos bien por ahora.

Ikal:

—Vio que pasaba uno por uno, no vio a Atuk, se regresó unos pasos por donde venía, tocó el hombro de Janedra y le pidió que continuara, se detuvo esperando a que todos estuvieran. Trató de fingir que no le importaba que faltara alguno… Pero era Atuk, no podía seguir sin él. Se rascó la cabeza y cruzó sus brazos, frunció un poco el ceño, pero su corazón latía un poco acelerado.

Geri:

—Espera… no te vayas, ellos deben intentar atravesar la celosía también —dijo el lupus dirigiéndose al cachorro que parecía preocupado por sus compañeros. Se le notaba inquieto por las expresiones de su rostro—. Además, esta es la penumbra, aquí no es buena idea separarnos —Geri miró que llegó la chica, también asintió con su rostro—. Bienvenida Janedra.

Atuc:

—Solo quedaban Ankor y él, ambos wendigo. Qué ironía que por el hermano mayor, nuevamente tuvieran que tratar con el hombre blanco —Emitió un gruñido fuerte, estaba disconforme con lo que había ocurrido—. Ankor, no podemos quedarnos acá, caminaremos de lado y apoyaremos al Hermano Mayor —su mente lo transportó a la convivencia en la aldea en Estados Unidos, donde fueron muy unidos, pero ahora su tribu eran los cachorros que se tenían los unos a los otros—. Se acercó nuevamente al agua que había preparado el Camada de Fenris, miró su rostro y con mucha fuerza deseó estar en el otro lado. En principio no lo logró, pero luego se entregó a Gaia en mente, dejó de pensar y comenzó a sentir. En un abrir y cerrar de ojos estaba junto a Ikal y Janedra, se quedó mirando a Ikal y le dijo: Me alegro de que estás bien.

Ankor:

—Bueno ya pasó Atuc y creo debemos apoyar a los demás por qué no. Después de todo, son mis hermanos y me encantan las aventuras —observó al agua muy concentrado—. Hola, chicos, he logrado pasar —todos se ven bien, me alegro—.

Janedra:

—Ve que ya todos están donde mismo, camina poco a poco a donde se encuentra Atuc, va abriendo la bolsa y lentamente saca el fetiche —Atuc —entregando las manos entregándole el fetiche—. No sé por qué pero creo que tú deberías tener aquí el fetiche; creo que lo vas a necesitar más que yo —sonríe tranquila como si nada malo fuera a pasar—. Sé que no soy de su tribu pero… gracias por dejarme quedarme aquí y ser parte de ustedes —sin notarlo los ojos de Janedra se le llenan de lágrimas, su corazón sabe que está en paz y encontró un lugar el cual llamar hogar.

Ikal:

—Escuchó atento a Geri, pero no dejó de quitar el pie en donde estoy, veo que atraviesan los demás y fue como si se refrescara un poco mi pecho —Vi atento como Janedra se acerca y le da el fetiche—. (Por favor ahora esto será un valle de lágrimas) —Me puse un poco celoso al ver como se acercaba hacia él, lo más que he estado de él fue hace rato allá afuera, (en fin, ¿pero por qué me molesto?)—. —Me volteé algo molesto y sigo a Geri.

Geri:

—Geri pensó que la parte más difícil de su misión se había concretado, después de todo, consiguió que los cachorros de los puros lo siguieran hasta el corazón del túmulo —Atuc, el fetiche lo deben dejar en una bóveda que debe encontrarse ¿aquí? —el lupus lo dijo con un tono algo desconcertado porque era la primera vez que estaba en la penumbra en las cascadas—. Finalmente al mirar entre los árboles y las rocas se percató de lo que Keket le había dicho, era la bóveda, un muro con huecos abiertos y cerrados con piedras en las que figuraban glifos, contenían diversos fetiches escondidos y estaba atrás de los cachorros —allá déjalo—.

Atuc:

Con una sonrisa dibujada en su rostro, se acercó a Janedra. A pesar de que ella no tenía su mismo origen, la sentían parte de su tribu. De sus manos agarró el fetiche que ahora debían entregar, un mandato de Keket al que sus compañeros de manada asentían. Atuc no estaba de acuerdo ni en desacuerdo, pero la jornada intensa le había enseñado que un líder sin el apoyo de los suyos no es nada. Con su mano derecha libre, acarició la mejilla izquierda de Janedra en señal de agradecimiento. —Gracias, hermana garou —dijo. Luego se giró y observó a Ikal comportándose de manera extraña. Quiso decirle algo pero optó por el silencio, además, el garou europeo le había dado una orden, o al menos así lo percibió, y eso lo llenó de una furia súbita que tuvo que reprimir por estar en un lugar sagrado.

Oso:

El sonido de pasos pesados rompió el silencio del lugar y una brisa con olor a almizcle lo inundó todo. De repente, un rugido grave y profundo reveló al Gran Oso. Erguido sobre sus patas traseras, con una altura intimidante de seis metros, miró a los tres cachorros y a Geri. —Geri, has hecho un gran trabajo; me has traído lo que he esperado desde el fin de la Guerra de las Lágrimas. Has mostrado diplomacia entre las tribus garou y has dado esperanza a Gaia con ello; sin embargo, aún debes hacer algo más por mí —le dijo. Luego, el Oso volvió su atención a Janedra. —Janedra, Estrella de la Mañana, mis glafinos han seguido tus pasos desde que pisaste esta tierra. Por un destino que no comprendo, has llegado a acompañar a los cachorros perdidos, pero no puedes estar presente en este momento. Tras decir esto, abrió un portal exclusivo para la cachorra, que mostraba la cueva y a Keket junto con los demás cachorros perdidos. —Debes ir con Keket —El Oso luego miró a Ankor, Ikal y Atuc. —Ustedes tres deben hacer el rito de iniciación; Geri les guiará. Él conoce los problemas que abruman nuestro querido túmulo.

Ankor:

Observó al gran oso y pensó impresionado sobre su tamaño. Vio a Janedra irse y le deseó suerte como una hermana. —Suerte, hermana —murmuró. Ahora que solo quedaban los tres, se sentía intrigado. Las cosas se estaban poniendo más interesantes, y a él le gustaba eso.

Janedra:

Janedra se volteó hacia el grandioso y gran oso, quien le dijo que no debería estar allí y le abrió un portal hacia Keket. —Entiendo, señor, lamento las molestias —expresó, y luego se dirigió a los chicos: —Cuídense, volveremos a vernos pronto, hermanos —. Después de esas palabras, cruzó el portal y llegó a la cueva donde estaba el resto de la manada y la abuela Keket.

Ikal:

La voz del tótem del Oso resonaba en su ser, como si su poder traspasara y moviese su cuerpo. Miró el portal que se abrió para Janedra, por donde sus hermanos y Keket habían partido. Sintió preocupación por ella, aunque rara vez lo demostraba e incluso solía molestarla. Observó cómo entregaban la tetera al gran espíritu del Oso y la colocaron en su lugar. Se erguió, sabiendo que debían pasar a la siguiente prueba, comprometiéndose mentalmente a hacer todo lo posible por cuidar a los suyos.

Geri:

Después de que Janedra atravesara el portal y el Oso terminara de hablar, Geri intervino. —Lo que dice Oso es cierto. El túmulo no está sano como quisiéramos, pero si serán una manada de este lugar, es mejor que lo vean por ustedes mismos —. Con una reverencia al Gran Oso, se volteó y salió de la cueva, siguiendo una senda espiritual que los llevaría al corazón del bosque umbral. —Síganme —les dijo.

Atuc:

Interiormente, Atuc desaprobaba seguir órdenes de los garou europeos. Aunque la orden del espíritu de Oso le había caído mal, no les quitaría a su manada la esperanza y la seguridad que ahora sentían. Asintió sencillamente, no sin que su corazón albergara un ardiente sentimiento de enfado y venganza que empezaba a tomar forma. Era un momento crucial que sentía cambiaría su mente.