Gotas de Gaia
10 de septiembre de 2009
Narrador:
La mañana dejaba al descubierto la llegada de los cachorros de la manada Danzantes de la Luna a la nueva cueva. Surgieron señales en forma de algunas tiendas improvisadas, una cocina de barro y la presencia de leños reunidos junto a la apagada hoguera. A diferencia de los días pasados, Helios esparcía sus rayos sin reserva, indicando que los fríos días habían quedado atrás.
Keket:
Ese día, Keket había tenido mucho trabajo el día anterior en la recolección de plantas y otras cosas necesarias para sus trabajos con los espíritus. Se había retirado a dormir temprano, cansada, pero no sin antes prepararse una taza de té “especial” que siempre la relajaba. Al mirar hacia la pared, con el dilema de pasar otra noche sola, suspiró profundamente y cerró sus tiernos y bellísimos ojos.
En su sueño, se vio rodeada de vientos vaporosos, fuera de su tienda, y a lo lejos observó cómo las semillas que caían al suelo se transformaban en pequeños lobeznos. De repente, una enorme sombra creció a sus espaldas, rasgando el cielo. Era el tótem del oso, grande y poderoso, con aves revoloteando a su alrededor. Con la garra del oso, se le indicó un lugar no muy lejos de su casa.
El oso se acercó y rugió, estremeciéndola por completo, para luego darle tres pequeños golpes en la cabeza con la uña. Keket se giró hacia la dirección indicada y, con un fuerte soplido, despertó abruptamente, tirándose de la cama. —Ya sé, ya sé… Bueno, esos pequeños cachorros necesitan la gran ayuda de Keket. Ok… ok, solo Keket… nada de gran ayuda…— se rió mientras tomaba sus cosas para dirigirse a ese lugar y hacer lo que tenía que hacer.
Atuc:
Un rayo de sol despertó a Atuc, abriendo sus ojos escandalizados por el contacto con tanta luz. Rápidamente, alzó su brazo para protegerse. Emitió un par de bramidos y se incorporó. Lo primero que vio al salir de su madriguera fueron a dos hermanos muertos, apilados junto a algunas ramitas recogidas a su lado, supuso que serían para quemarlos. Al acercarse, uno de los miembros de la familia le informó que habían fallecido la noche anterior. Atuc se sintió profundamente triste, pero prefirió no responder. Ellos estaban bajo su cuidado. Asintió, tocó el hombro de su familiar y se alejó un poco, con el pretexto de recoger agua para la cocina. Llevando consigo un par de jarras, se dirigió hacia la laguna y se detuvo para contemplar su reflejo. Se veía más delgado de lo habitual, dándose cuenta de que si no hubieran cazado al búfalo, la situación sería mucho peor. Colocó las jarras cerca de sus piernas, se inclinó, sumergió las manos en el agua y apoyó la frente en la superficie. Agradeció a Gaia con una oración y luego se lavó el rostro con el agua.
Ikal:
Ikal aún se encontraba acostado, escuchando los ruidos que indicaban que otros ya se habían levantado. Jugaba con una pequeña roca que había en el suelo, pero finalmente se sentó y abrazó sus piernas. Recordaba a su familia y a la seguridad que solía tener, algo que nunca llegó a valorar en su totalidad. Ahora, se encontraba en un lugar desconocido, posiblemente su nuevo hogar, rodeado de sus hermanos muertos y los que dejaron atrás antes de cruzar el portal… y el futuro era incierto. Sentía como si los espíritus de ese lugar no los quisieran o como si los suyos los hubieran abandonado, sin brindarles ninguna guía. Era solo cuestión de tiempo antes de que cada uno caiga. Se levantó y decidió buscar noticias sobre lo que estaba sucediendo. Salió de la cueva y se encaminó hacia un lugar donde pudiera estar solo consigo mismo.
Ankor:
Todo estaba tranquilo y sin problemas. Ankor solo podía disfrutar de lo que sus ojos veían. Todo era hermoso mientras Jane saltaba y reía sin cesar. Sin embargo, estaba consciente de que el tiempo pasaba rápidamente. —Diablos, Jane, deberíamos volver ya que está amaneciendo. Debo preocuparme por nosotros—. Tomó la mano de Jane y la jaló. Vamos.
Janedra:
Despierta al escuchar al muchacho que le habla. —¿Ya amaneció? —dijo aún medio dormida. —Está bien, vámonos. Levantándose del piso con un ligero dolor de cabeza.
Keket:
Se encamina con paso decidido hacia el lugar, cargando sus cosas. El silencio del lugar se rompe con el sonido que hace su bolsa con los utensilios que lleva en ella. El Espíritu dijo que era por aquí, lo recuerda… ooooh sí, lo siento, como guía su mano —dice en tono profundo—. Se detiene unos minutos para respirar, sí, es por acá… camina un largo trecho y se va acercando. Ve una cueva donde sale humo, llega al umbral, saca una cacerola y la golpea con una cuchara que tenía en su bolsa… Ya ha llegado, aquí está su amiga Keket —levanta los brazos—. Ve a unos chicos algo magullados, baja su compostura y se pone seria.
Keket:
Buenos días a todo el mundo. Se acerca y los mira detenidamente, una tristeza llena su corazón. Se dirige hacia…
Atuc:
Llena ambas jarras y regresa hacia la cueva con una sonrisa dibujada en su rostro. “A mal tiempo, buena cara” —decían quienes lo criaron—. Una vez en su refugio, se encuentra con otra mujer nueva, gira su cabeza confundido. ¿Cómo es posible que tras una semana y tras la muerte de muchos de ellos comiencen a aparecer los habitantes del lugar? ¿Qué relación tiene esta mujer con Janedra?, son algunas de las cuestiones que se formula para sí mismo. Manteniéndose en silencio, se acerca a un tronco y deja las jarras para que luego sean recogidas. —Hola, yo soy uno de los mayores de aquí. ¿Quién eres? ¿Dónde estamos? ¿Hay un pueblo cerca? —irrumpe en el silencio con el afán de tener noticias—. Va a sus lados y los pocos que quedan hacen un ruedo en torno a la nueva para escuchar respuestas.
Ikal:
Después de andar un rato caminando, regresa a la cueva con sus hermanos. No había notado que otros más ya se habían ido. Con el pesar en el corazón, piensa que su situación no va a cambiar. Revisa los cuerpos para ver quiénes eran. Les comenta a los chicos que preparaban los cuerpos que regresará a ayudar y de repente escucha unos ruidos extraños. Corre hacia dentro y ve a una extraña señora y a Atuk interrogándola. Se acerca y la observa de pies a cabeza. —Y ahora, ¿de dónde habrá salido? Otra más como la nueva —dice mientras saca una navaja de su morral esperando su respuesta a las preguntas que le hizo Ankor.
Ankor:
En camino al nuevo refugio con Janedra, ve un charco de agua y lo toma desesperadamente. “Umm, deliciosa”. Llegando al refugio, nota a una persona nueva y todos rodeándola. —Oye, Janedra, ¿sabes quién es ella? —pregunta.
Janedra:
Le queda viendo a la señora rara, como si le llamara algo en común. —Qué… no, no la conozco, pero siento que pronto lo averiguaremos… ¿Será que también habla con ellos?
Ikal:
Estaba observando a Keket cuando escuchó a Atuc mencionar su nombre. Rasca su cabeza y cruza los brazos. Atuc, no percibe que venga en mal plan. Alza un poco la nariz para olfatearla.
—Eso sí le hace falta un buen baño —piensa—. Le da una sensación de tranquilidad, pero como dices, no pueden confiar en cualquiera. El wyrm puede engañarlos de cualquier manera, incluso puede ser un espía o una muy buena actriz.
Se acerca a Atuc y, dándole la espalda a Keket, le susurra: —Creo que deberías hacerle una prueba para ver si realmente viene a ayudarnos. Mira de reojo a la extraña. —A ver, señora, si dice quién cree que es… y qué tiene dentro de la bolsa, además de esa horrible cacerola.
Ankor:
Saluda a sus compañeros y se disculpa por la tardanza. —Espero que todo esté bien —añade. Luego, observa a la señora con curiosidad. —Qué rara es —piensa—. Ahora que están todos juntos, deberíamos comenzar a alimentar a los que podamos. Yo ya no creo en esas cosas; deberíamos ayudar a nuestros enfermos. Si ustedes piensan creer a esa señora, adelante, pero yo no. Me voy por el alimento, tengo mucha hambre.
Janedra:
Saluda a todos y expresa su placer de estar presente. Aunque no es parte de la manada, considera que sería bueno sentarse y escuchar las respuestas de la señora. —Siento que no es mala persona —piensa. En ese momento, el padre de la señora aparece a su lado en forma de lobo, como indicándole que confíe en ella. —Mientras tanto —propone Janedra—, ¿qué les parece si le ofrecemos algo de tomar? Sonríe a la extraña, esperando una respuesta.
Keket:
Observó a la chica y la abrazó con fuerza. —Oh vaya, qué linda chica —exclamó—. ¿Eres novia de alguno de ellos? Después de soltarla, levantó el dedo índice y dijo solemnemente: —Pero lo primero es primero. Te demostraré que me ha mandado el gran espíritu. Abrió los brazos, respiró profundamente y utilizó su Roce Materno, canalizando poder espiritual a través de sus manos para sanar a los enfermos. Luego se acercó a un enfermo, lo arropó y entonó una canción. Observó atentamente los efectos de su sanación.
Atuk:
Observó a Janedra y Ankor y se acercó a ellos para saludar. Inmediatamente se sintió mejor al ver que estaban bien. —Estaba preocupado porque no llegaron la noche anterior —les comentó. Observó cómo Janedra invitaba a Keket a sentarse y reflexionó sobre la situación. —Necesitamos saber más sobre ella —pensó. Al presenciar los poderes de sanación de la anciana, pensó en los garou de su aldea en EE.UU. Se acercó a Keket y le habló con firmeza, disculpándose por su desconfianza inicial y dándole la bienvenida en nombre de los danzantes de la luna. Luego, ordenó a un grupo de sus compañeros que reunieran a los heridos para que Keket pudiera intentar sanarlos.
Ikal:
Se acercó a Keket y se puso frente a ella. —¿Cómo hiciste eso? —le preguntó, asombrado. Volteó hacia su compañero y luego hacia Keket. Lleno de alegría, dio unos pequeños brincos y corrió hacia los demás enfermos, tocando los hombros de aquellos que estaban bien para ayudar a reunirlos cerca de Keket. Respiró profundamente, sintiendo alivio y apuro por continuar.
Ankor:
Mientras compartía comida con los demás enfermos y terminaba de ofrecer el alimento, disfrutó del sabor del búfalo. —Está delicioso —pensó. De repente, sintió una necesidad de espacio y se apartó bajo un árbol, recostándose. Percibió un olor agradable que le trajo paz. Se levantó y miró alrededor, encontrándose con Ailana, una cachorra de la manada. Pero algo estaba mal, veía tristeza en su rostro y la vio desmayarse. Corrió hacia ella y trató de despertarla. —¡Oye, reacciona! —gritó desesperado—. Se ve desnutrida, ¡creo que tiene una enfermedad! ¡Necesito ayuda!
Janedra:
Al ver lo poderosa que es la señora, se entusiasma y le gustaría saber más sobre lo que sabe. Mientras tanto, agarra la tetera y sale por algo de agua para ofrecer. Al salir y caminar un poco, escucha al muchacho gritando y sale corriendo a ver qué pasa.
Narrador:
Ya estaban todos los enfermos reunidos en el lugar donde había llegado Keket. Todos ayudaron y repartieron algo de comida antes de que Keket comenzara a sanarlos. Al mismo tiempo, un grito de dolor se escuchó en todo el lugar, alarmando a todos.
Keket:
Pido que traigan a los más enfermos y los pongan alrededor del fuego. Saco mi cazuela y la lleno de agua del lago, y la pongo cerca de la fogata. Empiezo a caminar, jugando con mi falda y dando cortos y pequeños brincos como cuando era niña y había alegría en mi corazón. Busco algunas piedras, 8 en total, que voy colocando en mi morral. Veo que dentro de esta cueva hay árboles y me dirijo al más anciano de todos ellos. Busco una rama de ese árbol, lo bastante larga que mida casi lo que yo, justo a los pies de él. Pongo mi mano en el árbol y dialogo con él en el Lenguaje Espiritual Nivel uno: —Gran espíritu de este árbol, tomaré esta rama con tu permiso. —Me alejo de él haciendo una pequeña reverencia y, mientras veo que acomodan a los enfermos, pongo las piedras alrededor del fuego.
Atuc:
Escuchó un grito agudo e inmediatamente fue a ver de qué se trataba. El camino estaba cubierto por una fina capa de nieve y junto a este el agua era cristalina, aún no se había congelado. A medida que avanzaba, veía a Janedra que se adelantaba a él y lo seguía hasta que se encontraba con Ankor. Ankor estaba junto a una de sus enfermas, esa chica causaba lástima al verla, pero no podía quedarse así. Miró a su compañero de manada y le dijo: —Ankor, apresúrate, tráela con nosotros, el rito está a punto de comenzar. —Mantuvo un tono serio en todo momento, luego regresó por el camino que inicialmente lo llevó a encontrarse con ellos. Al estar nuevamente con Keket, pudo sentir ligeros cambios en la naturaleza, el viento se mostraba más interesado e ingresaba c…
Ikal:
Empezó a ver a la loca de Keket dando brincos por doquier. Aún la observaba no muy convencido de ella… sí, ayudó a uno de ellos… pero… ¿sería un loco más? Sigilosamente se acercó hacia ella, viendo qué era lo que hacía. A veces veía en su rostro a una loca y en otras a una sabia. Se sentía aliviado y feliz de que alguien más ayudara, pero aún sentía una molestia: semanas sin saber de nadie, hambre, amigos muertos y de repente llegan dos salvadoras de la nada… No sabían dónde estaban ni qué otros más vendrían. Se golpeó un poco la cabeza y dejó de vigilarla para ayudar a mover a los demás cerca de la fogata. Sentía que algo le oprimía en su pecho, eran emociones encontradas, tenía que hablar con ella, no podía evitarlo. Vio que se ponía en cuclillas y se acercó…
Ankor:
Cargó sobre su espalda a la chica ailana. —Está bien, Atuc, iré con esa anciana, aunque no sé si confiar. —Cuando llegaron, le dijo a Keket: —Ayúdala por favor.
Janedra:
Viendo que los dos se fueron con la chica, fue y llenó la tetera y se puso a hacer un té para la señora y los demás. Les dejó la tetera preparada junto con unos vasos que encontró en la cueva de las cosas que empacaron. Salió de la cueva y volvió a aparecer el espíritu de su padre con ella, así que comenzó a platicar con él sobre cómo le fue de niña.
Jarabe:
Un cuerpo con forma masculina, espalda ancha, piernas y brazos tonificados, sin un rostro ni detalle, solo una tersa piel formada por la unión de hojas en forma de helecho, de hierba de san juan y otras plantas que configuraban en él una textura gelatinosa al tacto y amarga al gusto. La figura salió entre las ramas y en lenguaje espiritual interrogó a Keket, refiriéndose a ella como hembra garou y solicitando una explicación para interrumpir sus labores en el reino de la medicina.
Keket:
—Cierren ese círculo que he trazado, ¡el espíritu de Jarabe se ha manifestado! —les decía a unos cachorros que estaban en la entrada. Una vez cerrado el círculo se levantó y comenzó a mover los brazos en forma de danza para hablar con el espíritu de las hierbas y solicitar su favor en el Lenguaje Espiritual. —Oh gran espíritu del jarabe, pido tu ayuda para que tu sagrada medicina esté dentro de esta… —volteó a todos lados y miró la tetera— —Que tu sagrada medicina esté en este sagrado recipiente que algunos le llaman tetera, pero no es una tetera, es una sagrado reciente, que quede claro. Estos cachorros necesitan ser sanados desde su espíritu. Compadécete de nosotros y bríndanos tu medicina. —Tomó un poco de tabaco de su bolsa y lo arrojó al fuego. Esperó la respuesta del espíritu mientras seguía levantando las manos y hacía movimientos con ellas.
Atuc:
Atuc estaba reunido con Keket y los demás cachorros, solo aguardaba a que se iniciara el ritual. Nunca antes había participado en un rito como ese, pero pudo notar que la garou tenía experiencia en ese tipo de cosas. Aunque era nueva, no desconfiaba de ella. Ella se sentía como parte de Gaia, emanaba un aura de sabiduría y bondad. Vio que había reunido algunas plantas, como el helecho. Con eso, invocó un espíritu. Al principio, no lo percibió hasta que escuchó unos pasos que se acercaban al oeste. En ese instante, frunció el ceño y pensó que Ankor llegaba tarde o alguien se incorporaba al círculo. Pero al verlo, se quedó estupefacto. Era un ser muy diferente a lo que había visto en la antigua manada y en toda su vida. Tenía unos colores degradados en verde y café, su textura se podía notar que era algo acuosa. Agachó la mirada con respeto ante el ser que ahora los acompañaba y se sintió reconfortado, confiando en que todo mejoraría.
Ikal:
Ikal estaba impresionado por las habilidades de Keket. Nunca imaginó que alguien la tomara en cuenta o que supiera hacer esas cosas. Ver cómo de la nada transformaba el ambiente y convocaba a un espíritu lo dejaba con la boca abierta. ¿Qué tan fuerte era Keket?, se preguntaba. A veces parecía muy joven e inocente, pero en sus ojos se percibía algo más. No le gustaría estar en una situación en la que tuviera que enfrentarse a ella. Ikal estaba atento a cada cosa que Keket hacía, a los permisos que daba y a los detalles que cuidaba. Había muchas cosas que le gustaría aprender de esa peculiar garou.
Ankor:
Ankor había dejado atrás sus dudas sobre Keket. Algo en él le decía que era una mujer sabia. Esperaba que pudiera ayudar a su amiga y sanar a todas las personas enfermas. Solo le quedaba mirar con asombro y confiar en que todo saldría bien.
Janedra:
Después de hablar sobre su infancia con su padre, Janedra le pidió que la acompañara. Caminaron juntos durante unos minutos, alejándose de la cueva. A medida que avanzaban, podían escuchar el sonido del agua cayendo y se acercaron al lugar. «Es hermoso, padre, ¿no crees?», dijo Janedra, observando cómo el agua cristalina caía libremente entre una roca grande y el resto del lago. El padre respondió: «Hija, es momento de que purifiques tu cuerpo y espíritu en las aguas». Mientras Janedra admiraba la cascada, replicó: «Tienes razón, padre. Solo espero que no venga alguien a espiar». Se acercó a la cascada, se quitó la ropa y dejó solo su ropa interior en la parte inferior. Apiló y dobló su ropa en la parte seca de la cascada, y luego se sumergió bajo la cascada de un solo golpe, cerrando los ojos. Permaneció de pie, uniendo sus manos como si rezara a los espíritus. Mientras estaba bajo el agua de la cascada, Janedra oró durante un largo rato.
Jarabe:
El espíritu naturae se cuestionó a sí mismo qué ganaba al encomendarse en ese objeto para ser utilizado por esos garou. Llevó su mano derecha hacia su mentón y exhaló una ventisca con olor a las plantas que lo componían, haciendo que pequeñas semillas volaran en dirección a la cascada y se depositaran en el fango. Miró a Keket y le preguntó si tenía el chiminaje, aunque en realidad lo que Jarabe pretendía era prolongar la situación y comprender más a aquellos seres que lo habían invocado.
Keket:
Estando en cuclillas, Keket se rascó el mentón, pensando en qué ofrecer a cambio a Jarabe. Se le ocurrieron muchas ideas, algunas muy diversas y otras bastante extravagantes. Como siempre, su mente divagaba entre pensamientos y recuerdos. Sintió una suave brisa llenándose del aroma herbal que anunciaba la presencia de Jarabe, lo cual la volvió al presente. Miró a su alrededor y vio a los chicos, huérfanos y perdidos. Sintió pesar en su corazón. Luego, volvió la mirada al espíritu de Jarabe, se levantó decidida y lo miró a los ojos.
—Oh Jarabe, que generosamente has surgido de esta mezcla de plantas… permíteme honrarte después de este trabajo y petición que te hago. Estas hierbas aromáticas de las que has surgido tendrán dos destinos. Una parte volverá a la tierra, depositada en el lugar más sagrado y especial de esta cueva. El resto estará dentro de este bastón que tengo a mi lado, como un recordatorio para el portador de que el camino puede ser cruel y difícil, pero siempre habrá una lección. Y al estar aquí presente, que esta manada recuerde la generosidad que nos brindas hoy. Para que ellos, en un futuro, superen su etapa de cachorros y sepan guiar, ayudar, proteger y sanar a otros cachorros que encuentren en su camino. Y como recordatorio de que todo está unido en un vínculo sagrado con la bendita Gaia, y que tienen una responsabilidad con la nación Garou —dijo Keket con amor mientras ofrecía su chiminaje a Jarabe.
Atuc:
El espíritu que Keket había invocado tenía un aspecto tan real como el de cualquiera de los que nos encontrábamos en aquel lugar. Estábamos todos reunidos y podía ver en los rostros de mis compañeros concentrarse en el rito. Aun así, sentí que alguien faltaba, y no era algo ilógico debido a que muchos de los nuestros ya no estaban. Personas a las que extrañaba ver sonreír junto a la hoguera y contar historias fantásticas. Me sentí un poco melancólico.
Ikal:
Veía maravillado la escena. Se levantó un poco de su lugar y se dirigió al extremo del círculo que había trazado Keket. Cruzó sus brazos como si no le importara lo que estaba pasando, pero preocupado volteaba afuera, viendo si había señales de Janedra. Sabía que eso era importante, quería que estuviéramos presentes aunque no formara parte de nuestro grupo. Tampoco podía salir del círculo, en vista de las cosas que podía hacer la loca de Keket.
Ankor:
Todo era tan genial, solo podía observar y aprender. Rascó su nalga mientras observaba con asombro, sintiendo que las cosas saldrían mejor con Keket. Pero notó a su compañero Atuc triste y entendió sus pérdidas. La mayoría éramos huérfanos y teníamos que mantenernos juntos. Agarró su hombro y dijo —Ey, tranquilo amigo, nos tienes a nosotros.
Janedra:
Caía el agua y la voz del chorro se dejaba sentir en todo el espacio. Dejó todo lo malo, la debilidad, el miedo, el temor. Pidió energía y fuerza para seguir en su camino, continuar hacia adelante y no mirar al pasado. Decía eso en su mente antes de poder salirse del agua. Un rato después, salió con el cuerpo relajado y tranquila. Al terminar, rezó a nuestra gran Gaia, dando gracias por el baño, y finalizó poniéndose de nuevo su ropa mientras su padre seguía ahí cuidándola.
Jarabe:
El espíritu sintió que la theurge le ofrecía obsequios suficientes. Pensó que ella era una garou que honraba las tradiciones y conocía de plantas, lo que le alegró momentáneamente. Jarabe asintió, levantó sus manos y la mitad de las plantas levitaron en dirección a él. Se pegaron en su cuerpo formando parte de su materialización, y una vez Jarabe cobró el chiminaje, le pidió a Keket que limpiara el recipiente e iniciara el ritual.
Keket:
Hizo un hoyo en la tierra lo suficientemente amplio para que quedara la tetera dentro. Tomó el bastón y se dirigió a las 4 direcciones del círculo y abrió una entrada en ellas. Sintió cómo el aire salía por las mismas, como si una cápsula se abriera y dejara salir todo lo que contenía. Se dirigió a Ikal, que lo veía en un extremo, y con la tetera en la mano, se la puso en el pecho. —Agárrala chico —le dijo. Vio renuencia en su rostro y le dio un palazo con el bastón en la cabeza, le dio un pellizco en la mejilla y unas cachetadas suaves.
—Anda muchacho, este ritual tiene un tiempo y una forma, y andas muy paradito y cruzado de brazos. Necesito que la lleves al río y la metas al agua, intenciona su purificación, ya que será el vehículo donde será depositado Jarabe. ¡Pronto! Que te tocará velar fuego. Se dirigió hacia la hoguera y vio a los cachorros. —Necesito que me ayuden a preparar a los más enfermos. Traigan más agua y hierbas como las que ven aquí. Debemos prepararlos para el trabajo, que aprovechen esta oportunidad para purificarse. Volteó con Atuc. —Ey guapo, necesito un favor de ti. Comanda a los chicos en lo que me preparo, ¿quieres? —Puso su mano en su mejilla y le sonrió suavemente.
Atuk:
No entendía qué era lo que Keket le encomendaba hacer con los miembros de la manada. Cuando sintió sus manos en sus hombros, los levantó para que las retirara. Sacudió su rostro y se volteó a mirar a sus compañeros de manada. Ankor estaba allí. —Le dije que no me pasaba nada y que también lo apreciaba. —Le dio ánimos y le dijo que vivirían, y que trajera a su amiga, que la mantuviera cerca porque tenía fe en que se curarían. —Le dio una palmada en el hombro y luego, a Ikal, le dijo que tuviera cuidado y no se alejara. Por último, a los otros garou que estaban reunidos, mirando a los más sanos, con voz firme les pidió que ayudaran a Keket en lo que necesitara.
Ikal:
Tomó la tetera de mala manera, sobre todo por el golpe que le dio en la cabeza. Parecía que no le importaba la molestia que le había causado. —Ahora resulta que haré el trabajo que ella había venido a hacer… —Pero las palabras de Atuk lo tranquilizaron, incluso sintió un ligero sonrojo. Sacudió su cabeza como tratando de regresar a lo que le había sido encomendado. Se puso en la entrada del círculo, con el dilema de dejarle la tetera en el suelo. Incluso esbozó una sonrisa por esa idea, pero veía a sus compañeros, algunos luchando por seguir con ellos…
Otra vez recordaba lo que le había dicho su abuelo, que no fuera egoísta… Lo recordó, recordó a su abuela… Suspiró y se dirigió al lago de la cueva. —Ya habrá oportunidad de un día molestar a Keket… claro, solo a manera de juego, no quiero que me reviente otro golpe peor en la cabeza por hacerla enojar. —Se dirigió al lago y tomó con sus manos agua de allí y la derramó en la tetera, hasta sentir que estaba lista. La recogió y se dirigió hacia donde estaban todos. Se paró fuera del círculo que trazó Keket y, sin decir palabras, se dirigió hacia ella y se la entregó. Se sentó a su lado para recibir sus siguientes indicaciones, dando un largo bostezo hacia ella.
Ankor:
Al inicio no conocía a esta señora, pero ahora que lo demostró estaba dispuesto a ayudar. —Señora, lo que necesite solo dígalo, estoy dispuesto a dar todo por esta nueva manada y por mi amiga. —Podía observar y, antes de ayudar, observó a Keket. Se preguntaba si estaría con ellos hasta el final o algún día los abandonaría.
Janedra:
Bueno padre, creía que era momento de irnos a la cueva. Creía que era hora de reunirnos, aunque no era de su manada, pero se habían portado bien con ella… Bueno, creía que algo incómodos por llegar de la nada. Ni siquiera ella sabía dónde estaba, pero en fin, iban. Se iban alejando de la cascada rumbo a la cueva con los demás.
Jarabe:
Utilizando sus encantamientos, desvaneció su forma para convertirse en hojas y viento que sobrevolaban la cueva con destellos de luz amarillos y verdes, iluminando cada rincón del lugar mientras se preparaban para el rito.
Keket:
Sacó de su bolsa el tabaco y rodeó el círculo que hizo para enterrar la tetera. Hizo unas oraciones en su lengua natal… Respiró el aroma que desprendía Jarabe en el ambiente. Vio que llega Ikal y le entrega la tetera. —Escucha muy bien con atención, el proceso que acabas de hacer purifica el fetiche. Es necesario fortalecerlo en el vientre de Gaia para que pueda soportar a Jarabe. Intencionaré para que se nutra de nuestra divina madre. Después le daremos aliento de vida en las direcciones y posteriormente tú te encargarás de cuidar ese fuego donde estará la tetera… Así que pon atención. Los detalles son importantes en el rito, no puede haber fallas. Jarabe ha sido generoso en atender nuestro llamado y no podemos cometer errores a su honorable espíritu.
Tomo la tetera y la depositó en el hoyo, la cubrió de tierra y puso sus manos sobre la tierra, visualizando cómo se gestaba el fetiche, cómo crecía dentro de la tierra y comenzaba a palpitar para recibir los favores del espíritu, el aliento de la vida. Intencionó su trabajo, poniendo el corazón sobre la tierra donde estaba la tetera. Pasado un tiempo, la sacó y le dijo a Ikal que llevara la tetera a las 4 direcciones para que tomara el aliento de vida de los rumbos cósmicos. Una vez regresada a ella la tetera, la tomó. Se acercó a la fogata y las llamas querían abrazar al precioso objeto como nodrizas. Se acercó y ellas acariciaron sus manos sin llegar a quemarlas. La depositó en el fuego, que amorosamente la tomó y la abrazó. —Observen cómo Gaia les responde. Ikal, alimenta este fuego por 3 días y estará listo Jarabe, si así lo desea, para darles sus favores.
Una vez hecho esto, se dirigió hacia Ankor e inclinó su cuerpo hacia él. —Sé que eres muy especial, la naturaleza habla a través de ti. Ayuda a tus hermanos a traer más leña para el fuego y hay que traer comida, habrá festejo. Así que caza, tú serás su proveedor. Se acercó a Atuk. —Has hecho buen trabajo con los tuyos. No derrames pesares por el pasado como esta anciana, tienes un brillante futuro. Se acercó a los enfermos y tomó las hierbas que le habían traído, y comenzó a hacerles curaciones para ayudar en el proceso de sanación una vez que estuviera lista la tetera.
Atuc:
Al parecer, todo estaba funcionando a la perfección en el ritual. Hasta Ikal parecía disfrutarlo. Al ver que muchos se aislaron del círculo, Atuc se incorporó, limpió la tierra impregnada en su pantalón y miró hacia los lados. Les dijo a unos Garou que le ayudaran. Tres Garou fueron junto a él, levantaron a los enfermos y los colocaron en una fila, sentados uno junto al otro y a su vez a dos metros de Keket y el rito. Los enfermos parecían sentirse bien o, al menos, eso es lo que sus rostros con algo de color transmitían. Atuc se dirigió a Keket y le preguntó si se pondrían bien y en cuánto tiempo podrían tomar la medicina o recibir un poder que los sanara. La verdad no tenía claro qué era lo que tenían que hacer, pero intentaba tener todo organizado para que sus hermanos sanaran.
Ikal:
Ikal se acercó a los que traían leños y los comenzaron a acarrear cerca de la fogata, apilándolos uno por uno, mientras observaba cómo se coordinaban para el rito. Observaba dónde estaba Jan, si ya había llegado… no veía señales. Todo esto le recordó a una ceremonia que hacían en los tipis. Comenzó a formar una media luna de tierra alrededor del fuego, y en medio puso algo de la medicina que tenía Keket. Tomó algo de las hierbas que tenía en su morral y las esparció sobre la leña, agradeciendo a los árboles que hoy les compartían su madera para alimentar al fuego. Tomó tabaco de la bolsa de Keket y lo presentó a las 4 direcciones, depositándolo en el fuego.
Posteriormente acomodó los leños del otro lado de la media luna quedando el fuego en el centro, los acomodó en forma de V y fue apilando uno sobre otro para irlos metiendo poco a poco a la hoguera. Con cada paso que daba, se acordaba de lo que le habían enseñado, y con un pesar en su corazón recordaba el rostro de su abuelo enseñándole las ceremonias de su pueblo y entendió por qué había sido duro con él. Quizás él sabía lo que vendría más adelante para él. Respiró profundo y comenzó el trabajo que le había sido encomendado.
Ankor:
Vaya, Keket le pide un favor. Tendrá que salir ya antes de que se vuelva de noche. Irá a traer leña, y le encanta la caza. Fue por leña con 2 Garou más y consiguieron con éxito. También cazaron un ternero de vaca. El festejo estará genial. Observa a Keket y le dice: —Aquí está lo que me pediste, ¿necesitas algo más? Por cierto, ¿me das un poco de ese tabaco?
Janedra:
Al llegar a las afueras de la cueva, Jane ve cómo hay movimiento y se pregunta qué es lo que está pasando. Termina de entrar y ve a muchos de los enfermos en un solo lugar y a una joven nueva enferma. Sin hacer mucho ruido para no estorbar en lo que se está haciendo, se va a unos metros de donde se encuentra Ikal y solo se sienta. Ve cómo su padre se va con la señora y con un gesto le dice adiós y desaparece. Jane sonríe con una mirada tranquila y feliz.
Narrador:
Jarabe estuvo revisando cada grieta, risco, planta o fuente de agua por tres días y tres noches. Al amanecer del cuarto día, decidió que el lugar estaba limpio, pues definitivamente en el lugar no había wyrm, era pura energía del Kaos. Los animales extrañamente ignoraban el invierno en aquel espacio. Por otro lado, los Garou estuvieron presentes en el rito en todo momento y muchos comenzaban a mejorar con el alimento que trajo Ankor, con los cuidados de Keket y la atención de todos en general.
Keket:
Tres días y tres noches después, Keket tomó una vara y pidió a Ankor que cerrara el círculo en todas las direcciones. Se acercó a la hoguera. Las lenguas de fuego bailaban cuando se acercó, y las chispas que saltaban le decían que el recipiente ya estaba listo. Llamó a Atuc —Ven hijo, ponte a mi lado—. Tomó el bastón con sus manos, tomó un poco de tierra, lo esparció en él, lo roció con poca agua y lo presentó a los 4 vientos, por último, lo pasó sobre el fuego. —Atuc, necesito que alguien hable y responda por la manada—, dijo. —He visto el fuego en tus ojos, que es el mismo que ha estado presente en esta hoguera. Los ancestros han hablado, mi corazón lo ha sentido. Porta este bastón de mando, tú serás el que vele por estos cachorros, tienes lo necesario. Dentro de él estarán una parte de las hierbas que se le han ofrecido a Jarabe—, le dijo a Atuc, extendiendo el bastón hacia él haciendo una pequeña reverencia. —Te reconozco y me reconozco—.
Volteó hacia la hoguera. —Tan amoroso el abuelo fuego, toca mis manos y me guía a tomar la tetera.— A pesar de que había estado 3 días en las llamas, estaba en perfecto estado. Keket sentía su fuerza, ya que estaba consagrada con el poder de los elementos. Veía a los cachorros y levantó, diciéndoles: —El trabajo está casi hecho, gracias a sus corazones por su rezo. Gaia nos ha favorecido.— Giró hacia Jarabe y le ofreció el fetiche. —Amoroso hermano Jarabe, me dirijo hacia ti—, dijo en Lenguaje Espiritual Nivel uno. —Agradecemos que hayas sido nuestro huésped en este lugar y en este tiempo. Generosamente has atendido este llamado. Te pido nos concedas el favor de brindar tus dones de tu sagrada medicina a este recipiente.— Lo levantó más alto, sintiendo cómo cambiaba el ambiente y el aroma a hierbas medicinales comenzaba a llenar el aire.
Atuk:
La garou que nos estaba ayudando me habla de una manera como si hubiera visto un destino en mí. Me hace sentir extraño que ella piense eso de mí, sin embargo, estaba seguro de algo en esas semanas que pasaron. Yo era capaz de hacer cualquier cosa por mi gente y si alguien tenía que guiarlos por el buen camino, ese era yo. Tomé el báculo con ambas manos y agradecí a Keket con una reverencia corta. Miré lo que me había otorgado; era un palo con algunas características que lo hacían diferenciable de otros.
Sin embargo, no pude evitar que una pequeña y quisquillosa voz en mi mente me dijera: —podría ser una espada o algo de metal, ¿es en serio un palo?—. Estuve a punto de reír, pero el momento me necesitaba serio. En voz alta les pedí a todos que pusieran atención: el rito se realizaría y Keket estaba a punto de consumarlo con sus habilidades. Les dije que dijeran conmigo un mantra en el que le dábamos la bienvenida al espíritu que vincularíamos con la manada. Sería nuestro primer fetiche y lo cuidaríamos, lo honraríamos y lo usaríamos cuando sea necesario.
Ikal:
Habían pasado 3 días de estar velando fuego. Todo el lugar respiraba un ambiente muy especial. A pesar del trabajo de este tiempo, había muy poco cansancio. Eso sí, estaba todo tiznado por estar moviendo los leños para alimentar el fuego. Noté que en este ritual los detalles son importantes, y que a pesar de lo extrovertida y a veces dispersa que pareciera ser Keket, cuando hace un trabajo, se enfoca en lo que hace. Hay una parte de mí que quiere que todo esto ya acabe, para poder seguir con mi vida. Pero las cosas ya son diferentes. Recapitulo muchas cosas, veo que Keket le ofrece un bastón a Atuk y le dice unas palabras. Al parecer, Keket lo reconoce como jefe o algo así. Creo que no fue muy democrático. Esbozo una sonrisa, me encanta verlo con ese semblante de chico malo. Espera, ¿qué estoy pensando? Volteo rápido al fuego, enseguida veo que la anciana ya está terminando los detalles para usar “esa tetera”. Respiro profundamente y me acerco un poco para ver qué hará ahora Keket con ese utensilio de cocina.
Ankor:
Keket me entrega una vara. —Cerraré el círculo—, no entiendo muy bien, pero esperaré para ver. Y de pronto, Keket señala a Atuk como un futuro jefe. No me sorprende, es un buen amigo. Espero algún día pelear a su lado.
Janedra:
Ve cómo a los muchachos les entregan objetos para ayudar con el ritual. Ella solo se abstiene de ayudar con lo que es necesario mientras los chicos tienen sus deberes que les pide la anciana. Ayuda a reunir agua para mantener hidratados a los de la manada.
Jarabe:
El espíritu escucha a Keket y sale desde un escondrijo en lo profundo de la cueva, como una brisa que lleva consigo hojas aromatizadas. Se arremolina frente a todos y una voz profunda como un eco se escucha. —Reposaré en el recipiente que me encomendaron, el cual solo puede ser activado por un miembro de esta manada. Solo puede ser usado en una emergencia por día. Para lo cual, deberán llenar con agua la tetera y activarme con tres caricias en la tapa—. Dicho eso, como una ráfaga, Jarabe se rodea la tetera haciéndola relucir como nueva. En la superficie se dibuja en relieve una figura de una mujer dando de beber a unos garou en forma crinos. En unos segundos, la tetera deja de brillar. El fetiche está terminado.
Keket:
Tomó la tetera entre sus manos y la acercó a su pecho, como si abrazara a un niño. Llena de felicidad en su corazón, derramó lágrimas de alegría. Agradeció a su amigo, su hermanito Jarabe, por estar en esa tetera. Observó la tetera y sintió su aroma y su palpitar. Estaba viva la tetera, sentía su fuerza. Agarró a los chicos que tenía cerca y les dio un abrazo de oso a Atuc, levantándolo y dándole besos en ambas mejillas. Así fue con los chicos que tenía cerca. —Janedra, ven mi niña hermosa, llénala de agua, como no la ha indicado Jarabe. Me dispondré a dar de beber a los chicos esta medicina.—
Mientras Janedra iba a llenarla, Keket dio brincos y saltos alrededor de la fogata, riéndose de la bendición del rito. Se acercó a Ankor y le acarició la cabeza. —Trae el alimento, esto es celebración, esto es sagrado.— Rió, disfrutando de ese momento. Sintió como el aire del lugar se aligeraba y se llenaba de magia y sobre todo de esperanza para estos cachorros.
Atuc:
Hizo a un lado su rostro para evitar que Keket lo besara. Con una sonrisa cordial, se separó, ya que realmente le incomodaba que no tuviera noción del espacio personal de cada persona. A él nadie lo besaba, al menos que fuera una novia. Le agradeció con palabras, contándole lo importante que fue su llegada y lo que significó para ellos. Querían tenerla cerca como una mentora. Lo dijo creyéndose con la palabra de todos los presentes.
Ikal:
Vio que a Keket se le había caído la canica y la vio saltar de un lado a otro como una loca feliz. Jamás había conocido a una persona así. Creía que era normal en ese lugar. Ahora sí podía respirar y decir que el mal tiempo desde que llegaron ya había pasado. Se retiró un poco, se sentó y descansó. Por fin había acabado.
Ankor:
—Voy por el alimento para celebrar, esto es genial. Todo volverá a la normalidad a pesar de muchas pérdidas—, pensó mientras agarraba tabaco. Cuando Keket prendió eso, llamó su atención y quiso fumarlo. —Este día lo celebro al máximo—, dijo mientras envolvía el tabaco en una madera seca y se lo fumaba. —Estoy feliz—.
Janedra:
Vio cómo todos consagraban la felicidad de que todo esto había terminado. El sufrimiento de los hermanos de los chicos había terminado y una nueva aventura estaba por venir. De felicidad, lloró al ver cómo muchos bailaban y se abrazaban entre sí. Dio gracias a Gaia por dar esta bendición y por la ayuda que recibieron. —Bendito sea, ha terminado el sufrimiento. Ahora todos a celebrar—, dijo emocionada y feliz.
Narrador:
Uno de los cachorros sanos preparó el jarabe tal como le había indicado el espíritu y lo sirvió entre sus compañeros. Mágicamente, conforme lo tomaban, recuperaban el color en sus rostros y la fuerza en sus mentes y cuerpos. Todos celebraron esa mañana su recuperación con la vaca que había traído Ankor.