15 de julio de 2009: Sobreviviendo a la oscuridad

Sobreviviendo a la oscuridad

15 de julio de 2009

Atuc:

Había transcurrido al menos una semana desde la llegada de los cachorros a su nuevo hogar. Muchos estaban acoplándose al lugar, mientras que otros anhelaban regresar a su hogar en los Estados Unidos. Sin embargo, el invierno azotaba el lugar con la fuerza del espíritu wendigo y el día se había vuelto corto, mientras que la noche era larga. Lo peor de todo ocurrió cuando un ente maligno se había apoderado de la parentela y algunos cachorros, manifestándose como una gripe común, pero en un lugar nuevo y sin las plantas medicinales que conocían. La esperanza era corta y los cachorros debían buscar una solución si querían sobrevivir.

Atuc:

—¡No pueden irse! Nuestros ancestros no hubieran querido que abandonaran a nuestros hermanos. Eso es indigno de nuestro origen – se dirigió a todos, sosteniéndoles la mirada con determinación. Junto a sus pies, a unos metros, muchos de sus hermanos agonizaban con fiebre, mientras otros estaban en los huesos, incapaces de ingerir alimentos. Los que ya habían muerto los habían agrupado en un rincón del templo con la ayuda de unos Ahroun. Como una maldición del Wyrm, la enfermedad había caído sobre su gente. Sin la medicina, había poco por hacer, por lo que solo le quedaba ser fuerte y evitar que el grupo se desintegrara. Buscó con la mirada a Ankor, necesitaba su apoyo con un aullido que les hiciera comprender la gravedad de la situación a los lupus. Sin embargo, no podía decirlo frente a todos, así que siguió hablándoles. —Juntos sobreviviremos, pero debemos buscar una forma de hacerlo. Este lugar ya no es seguro.

Ikal:

Los días en estas tierras habían causado estragos y pensaba en lo que harían sus abuelos. Sabía que tenían que contactar a los espíritus del lugar, ellos sabrían perfectamente cómo combatir este mal. Observó a todos, evaluando la mejor opción para todos y elevó su voz hacia Atuc. —Creo que lo mejor sería formar un grupo de búsqueda para encontrar ayuda. Esta situación nos ha rebasado y tendremos que hacer algo para comunicarnos con los espíritus del lugar y recibir su ayuda.

Ankor

Me dirijo a Atuc, consciente de la necesidad de unirnos y permanecer juntos.— Apoyaré tu aullido, espero que así todos comprendan por lo que estamos pasando.

Janedra:

Bajo la fría nieve, la joven loba caminaba sin rumbo fijo buscando un lugar donde poder pasar la fría noche. Logró ver a lo lejos una cueva y decidió dirigirse hacia allí. Llegó a la cueva, llena de nieve, y respiró aliviada.

Atuc:

Vi unos ojos conocidos en el grupo, era Ankor, que parecía apunto de aullar o al menos eso era lo que pensé. Sonreí porque tenía la atención de algunos Garou. De pronto, uno de los Theurges habló y ladeé mi cabeza para apuntar con mi oído derecho hacia el origen de su voz. Cada palabra que decía tenía sentido para mí, asentí y les dije a todos los demás: —Sí, tiene razón. Volteé a mirarlo, notando su aspecto intrigante. Ya lo había visto y hablado antes, pero no sabía que podría ser una ayuda. Pregunté a todos: —¿Quién irá conmigo a buscar un lugar seguro?

Ikal:

Al ver la reacción de Atuc, que se apartó un poco sin mirar hacia atrás, recordé su nombre. Hablaba con sabiduría, pensé para mí mismo. Me acerqué a él y a los demás, diciendo: —No podemos seguir así. Nuestro hermano nos ha convocado y tenemos que hacer algo. Me giré hacia Atuc y puse mi mano derecha en su hombro. —Yo te apoyo, iré contigo.

Ankor:

Noté a toda la manada muy preocupada y se me ocurrió algo que un anciano de la manada solía contar. Hablaba de una planta llamada cannabis y pensé que sería genial poder conseguirla y ofrecerla a la manada para que se sintieran relajados. Además, al ser una planta medicinal con efectos relajantes, podría ser beneficiosa. Creí que sería bueno preguntar y decirle a Atuc que me acompañara, ya que no estaban tan lejos, las había visto en una colina. Observé a Atuc y dije: —Deberíamos ir a ver esas plantas llamadas cannabis.

Janedra:

Empezó a caminar por la cueva, alejándose de la entrada para protegerse del frío. Mientras avanzaba, escuchó unas voces con tono de preocupación y decidió acercarse con cuidado. Al llegar, vio a un grupo de personas, algunas en el suelo y los demás hablando. Saludó tímidamente: —Buenas noches, esperando que no la rechazaran por entrometerse.

Atuk:

Estuve a punto de salir de la cueva cuando escuché una voz en un acento que no era el de nuestra gente. Giré y corrí hasta el lugar del cual provenía el ruido. Ahí estaba una joven que nunca antes había visto, eso podría ser una buena o una mala noticia. Me acerqué donde ella sin decir ninguna palabra y comencé a caminar a su alrededor a una distancia de dos metros de radio. —¿Quién eres? y ¿De dónde vienes?

Narrador:

Ikal ve a sus compañeros dirigiéndose hacia la salida de la cueva. Rápidamente toma algunas cosas que podría necesitar para el camino, sin perder de vista lo que sucede en la entrada. Se pone su morral y se dirige hacia la entrada, donde ve a una chica extraña observándolos con curiosidad. Atuk rodea a la chica y cuestiona quién es. Ikal se acerca un poco hacia ellos.

Ikal:

Veo que mis compañeros se dirigen a la salida. Tomo rápidamente algunas cosas útiles para el camino sin perder de vista la entrada. Me pongo mi morral y me acerco a la entrada. Veo a una chica extraña observándonos con curiosidad, y veo a Atuk rodeándola y cuestionando quién es ella. Me acerco un poco más.

— ¿De dónde vendrá ella? Quizás pueda ayudarnos o llevarnos con alguien para poder ayudar a los nuestros. Al verla, me trae una sensación de paz, algo que hace días no podía concebir con la situación que pasamos desde que llegamos —comenta Ikal.

Ankor:

Mientras conversan camino a la salida, Ikal y Atuk observan a una chica que parece estar asustada. Atuk rodea a la chica y sugiere llevarla con ellos para conocerla mejor.

— Creo que sería buena idea llevarla con nosotros para conocerla más —dice Ankor.

Jane:

Por unos instantes, Jane se queda callada mientras observa a la persona que rodea a la chica.

— Ho… hola, me llamo Janedra —dice tímidamente—. Estaba buscando un lugar donde pasar la noche con este frío. Mientras nos siguieron mirando, empecé a notar que algo no cuadraba con las personas que estaban en el suelo.

Atuk:

Atuk se acerca a la chica y dice:

— Hola, no causas molestias. Me interesa saber de dónde vienes, hace una semana que no vemos a otra persona. Nuestra gente está muriendo y necesitamos medicina —observa detenidamente a Janedra, esperando que provea información sobre un posible poblado.

Ikal:

Ikal se acerca a ellos y comenta: — ¿De dónde vienes? ¿Hay algún poblado cerca de aquí? Necesitamos ayuda, no conocemos el lugar. ¿Cuál es tu nombre? ¿Hay más personas que vienen contigo?

Ankor:

Ankor toma de la mano a la nueva chica y le dice: — Oye, ¿nos podrías ayudar?

Janedra:

Janedra se presenta y responde: — Me llamo Janedra. Vengo del clan Contempla Estrellas, muy lejos de aquí… Lamentablemente, vengo sola y no hay ningún poblado cerca. He estado caminando por este territorio buscando plantas. Si gustan, puedo revisar a su gente. Espero poder ayudar.

Narrador:

Uno de los cachorros convalecientes levanta sus manos en dirección a Janedra y le pide comida. El rostro del cachorro está pálido y en los huesos, hace días que no hay suficiente alimento y han tenido que racionar.

— Nos lo podemos comer —dice uno de los enfermos, generando un sorprendido silencio. Pero el cachorro convaleciente vuelve a hablar—. Si no puede ayudarnos, al menos podemos comer su carne.

Atuk:

Atuk abre paso para que Janedra pueda pasar y observar a los enfermos. — Yo me llamo Atuk y estoy a cargo de mis hermanos —dice, cruzando los brazos. Luego, dirige su mirada hacia Ankor, que está junto a Janedra, y después hacia Ikal, que está cerca—. Creo que nos estamos quedando sin tiempo, ya casi es de noche. Si queremos salir, debemos hacerlo ahora.

Ikal:

Observo cómo le doy paso a Janedra. Estoy confundido. ¿Podemos confiar en ella? — Está bien, Atuk… Pero la chica… Vamos —dice Ikal, siguiendo a Atuk y a Ankor. Voltea de reojo para ver a Janedra.

Ankor:

Ankor propone: — Creo que debería ir solo en busca del Cannabis y de comida. Les dejo a ustedes la manada y a la chica nueva. Volveré pronto —le guiña un ojo a Janedra—. Oye tú, chica, ¡portate bien!

Janedra:

Janedra muestra interés al escuchar la palabra Cannabis. — Espera, ¿dijiste Cannabis? —saca un frasco mediano con varias plantas—. Es la planta que acabo de recolectar. Si querían más, ya no van a encontrar. Fueron destruidas por los fuertes vientos y esto fue todo lo que quedó… No es mucho, pero quizás sea suficiente para su manada —estira el brazo con el frasco para entregarlo.

Atuk:

Atuk examina el frasco que tiene Janedra en su poder. — Y bien… —mira el frasco—, enséñanos cómo funciona eso —luego, mira a Ankor—. Si vas, yo también voy.

Ikal:

Ikal voltea a ver a Janedra, sorprendido por lo que acaba de ofrecer. — Eeem, está bien, chica nueva… —rasca su mentón, antes de voltear hacia los demás y exclamar—. ¿Alguien tendrá algo para hervir agua? ¿Alguien? —inspecciona a su alrededor en busca de algo para hervir agua.

Narrador:

Ankor, genial, ahora que estaban afuera, pensaba que deberían cazar. Sacó un pedazo de carne y se lo ofreció a Atuk, mencionando que le daría más energía. Esperaba que Atuk comiera, a pesar de que la carne estaba descompuesta, pero en ese momento necesitaban desesperadamente energía.

Janedra:

Buscó entre las rocas de la cueva dos planchas, una para moler la raíz y la otra para aplastarla. Consideró que eso funcionaría mientras el hombre se enfocaba en la tarea encomendada.

Narrador:

Un conejo asustado apareció entre los árboles deshojados por el invierno. El conejo aún no había notado la presencia de los hombres lobo cercanos, por lo que comenzó a roer las raíces del árbol en busca de algo verde. Mientras tanto, en la cueva, un grupo de enfermos se acercaba tosiendo y tambaleándose. Uno de ellos llevaba una tetera metálica y se acercó a Ikal para pedirle que se la llevara a la nueva.

Atuk:

Una vez estuvieron fuera de la cueva y a una distancia moderada, Ankor le ofreció a Atuk un pedazo de carne que tenía algunos días, pero se veía delicioso. Atuk asintió y le agradeció a su amigo, pero sugirió compartir la carne, ya que la gente estaba hambrienta y podrían conseguir algunos tubérculos para hacer una sopa. De repente, Atuk escuchó un ruido a su izquierda, aunque no logró ver nada, pudo olerlo.

Ikal:

Buscó entre las pertenencias que llevaban algo para calentar agua. En ese momento, una chica se acercó a él y le entregó una tetera para que la calentara. Ikal le agradeció y la acompañó hacia su lecho, donde la arropó. Luego, se dirigió hacia Han y le entregó la tetera.

Ankor:

Comprendiendo la situación de Atuk, Ankor decidió guardar el trozo de carne, pero le advirtió que si no comía, estaría en peor estado que los demás. De repente, Ankor percibió un olor delicioso y fresco. Parecía estar cerca. Sin dudarlo, corrió hacia esa dirección.

Janedra:

Al llegar con los enfermos, Janedra comenzó a observar los síntomas que tenían. Explicó que debían moler las raíces para hacer una bebida y dársela a todos, aunque advirtió que no les gustaría su sabor, ya que era fuerte y amargo. También mencionó que debían triturar una flor junto con otras hierbas para ponerla debajo de la lengua. Les pidió que mientras ella molía la raíz, alguien pusiera a hervir agua para la bebida.

Narrador:

El conejo asustado sintió la persecución y comenzó a correr desesperadamente para salvar su vida. A medida que el lobo se acercaba, el conejo saltaba de un lado a otro, tratando de evadir a sus depredadores. Mientras tanto, en la cueva, uno de los enfermos dejó de respirar. Su piel se volvió pálida y falleció solo, junto a una roca a los pies de una estatua en el templo.

Atuk:

Comenzó a correr detrás del conejo. Ankor iba delante de él, pero Atuk se mantuvo a su izquierda para evitar que el conejo desviara su camino. Con gruñidos, advirtió a su presa para que no se desviara y Ankor pudiera atraparlo.

Ikal:

Volteó y buscó hacer contacto visual con la chica. ―Ok, chica nueva, me imagino que no sabes cómo están las cosas por aquí…‖ Se levantó para llenar la tetera, recordando que ya no podía ser egoísta y que no era momento de provocar peleas. Siguió su camino para tomar agua de la nieve fuera de la cueva. Al pasar entre los enfermos, notó que uno de ellos dejó de respirar. Dejó caer la tetera y, con desesperación, intentó reanimarlo, realizando respiración boca a boca y maniobras de reanimación en su pecho. ―Vamos, no puedes irte… ¡Ayuda!‖

Ankor:

Es claro, puedo sentir ese sabroso olor a carne fresca, no me puedo resistir. Corro con rapidez y veo que Atuc me ayuda en el lado izquierdo, genial, será mío. Salto sobre el conejo con un mordisco en su cuello.

Janedra:

Voltea asustada al oír que algo se cayó y oír al hombre junto a un enfermo gritando, se levanta y va hacia donde está el hombre y se sienta al otro lado, tocando al enfermo. —Lo lamento, pero se ha ido. —Cierra los ojos despidiéndose del compañero del hombre.

Narrador:

Con un último chirrido, el conejo estira sus patas traseras y delanteras, muriendo en un mismo acto en las fauces de Ankor. No había nada que hacer con el nuevo cadáver, los intentos de Ikal por reanimarlo solo provocaron que un hilo de sangre se escabullera por las mejillas del cadáver e hiciera un charco de sangre.

Atuc:

Me detengo en mi marcha y camino en dirección a donde se encuentra Ankor. Mis pasos son largos y calmados, observo el lugar. —No lo hubiera hecho mejor, eres un gran cazador, Ankor. —Sonrío mientras me acerco a donde mi compañero tiene a su presa. —Puedes usar esto para llevarlo. —Le extiendo una cuerda con la que quizá pueda amarrar a la liebre. —No nos olvidemos. ¿Dónde viste las plantas? Quizá encontremos algo allá.

Ikal:

Me siento sobre mis piernas. Cierro mis puños sobre mis piernas, cubro el rostro con lo que se tapaba, tomo la tetera y me dirijo hacia afuera de la cueva. Lleno con nieve la tetera y me dirijo al fuego para que se derrita y dársela a la nueva.

Ankor:

Gracias amigos, justo lo que necesitaba. Amarro a la liebre con la cuerda. Dudo que encontremos recuerda, esa chica venía por ese lugar y encontró las últimas plantas. Lo mejor será esta vez cazar algo más grande para todos. Mira, Atuc, ¡la suerte está con nosotros! Señalo con mi dedo una cría de búfalo. Es ahora o nunca, Atuc, debemos aprovechar que no está su madre.

Narrador:

Un búfalo más grande sale del follaje, por sus fosas nasales el vapor se cuela agresivamente en el frío ambiente, el cachorro de búfalo rápidamente se posiciona detrás de su madre. Mientras, en la cueva, aquellos que aún no están lo suficientemente enfermos, mueven los cadáveres a un rincón.

Atuc:

Ankor, no creo que sea buena idea… Doy unos pasos atrás, con mi mano derecha jalo el hombro de mi compañero. No podemos atacarlo de frente, tenemos que actuar con estrategia. Mi otra mano en mi mentón y mis ojos viendo las nubes. ¿Recuerdas el acantilado que está a cincuenta metros de aquí? Lo único que tenemos que hacer es llevar a esa bestia allá. Con dificultad cambio de forma a lupus, antes de empezar a correr, volteo a mirar a Ankor, con un gruñido de idioma lobo no tan pulido, le hago entender que corra. Envisto contra el búfalo para tentarlo. Cuando está a punto de atacarme, doy ágiles saltos hacia atrás, aproximándome cada vez más al acantilado.

Ikal:

Dejo a mis compañeros que sigan acomodando los cuerpos de los que han fallecido y me dirijo hacia Janedra. —Oye chica, ¿cómo vas con lo que estás haciendo? ¿De dónde aprendiste a hacer eso? —Mientras la observo contestarme, me rasco el mentón, aún preguntándome de dónde demonios salió ella.

Ikal:

Dejo a mis compañeros que sigan acomodando los cuerpos de los que han fallecido y me dirijo hacia Janedra. —Oye chica, ¿cómo vas con lo que estás haciendo? ¿De dónde aprendiste a hacer eso? —Mientras la observo contestarme, me rasco el mentón, aún preguntando, ¿de dónde demonios salió ella?

Ankor:

Genial, todo salió como esperábamos. Atuc me dice que debería ser nuestro nuevo hogar, por qué no, estaría genial. Tenemos agua y comida. Vamos al campamento, Atuc.

Janedra:

Si ya puse la raíz en la tetera y se está entibiando la bebida, y ya terminé la mezcla de hierbas para ponerlo debajo de la lengua. Mientras le contesta, agarra la mezcla y la pone en un pedazo de tela que tenía en el bolsillo. Aprendió un poco de hierbas por parte de unos monjes en su niñez, solía caerse mucho, así que aprendió a hacerse sus propios medicamentos caseros. Agachando la cabeza, recuerda a los monjes con tristeza. En fin, ya está. Se levanta y agarra la tetera dirigiéndose al primer enfermo.

Atuc:

Camino junto a Ankor en dirección a la caverna, en el camino recojo algunos tubérculos enterrados bajo la nieve. Estos servirán para cocinar con ese conejo, pienso para mí mismo en tono bajo. Aún hay luz de día y la cueva está lo suficientemente cerca, por lo que calculo que en breve estaremos allá. En mi mente están algunas imágenes de Ikal hablándoles a todos con tono seguro.

Ikal:

Oye chica, ¿de qué monjes hablas? ¿Sabes dónde estamos? —La sujeta del brazo antes de que siga, la suelta viéndola a los ojos—. Confío en que los espíritus te trajeron por una razón y que ese medicamento que has preparado nos ayudará. Me dirijo hacia los demás chicos, necesito que me ayuden a encontrar leños secos para hacer otra hoguera.

Ankor:

Voy marcando el camino rasgando árboles, para evitar perdernos cuando regresemos —espero que todo esté bien cuando lleguemos, me preocupan todos.

Janedra:

Al escuchar el ruido, se despierta asustada. Así que solo se sienta abrazando su bolsa, encogiendo los pies.

Atuc:

Al llegar a la cueva, lo primero que noté fue el mal olor. No sabía que nuestros enfermos y los que atravesaron al más allá habían comenzado a apestar. Me abrí paso hasta ubicarme en el centro de la cueva, agarré una roca y un sartén y comencé a golpearlo. ¡Atención! ¡Debemos movernos ahora!

Ikal:

Estaba apilando algunos leños para quemar a nuestros muertos. Escuché los golpes que hace Atuc, me dirijo hacia él y le agarro la muñeca del sartén. —¿Qué es lo que estás haciendo? —lo suelto. —¿No ves que algunos están recuperándose? —lo miro y bajo ligeramente la mirada, su mirada me llega a intimidar.

Ankor:

Al llegar algo apesta. Agarro el conejo, lo parto en partes pequeñas para los más hambrientos. —Oye, Atuc, infórmalos mientras yo veré a nuestra gente que necesitan y ayudaré. Buscaré a la chica nueva —espero que esa nueva chica me dé esas plantas, las necesito.

Janedra:

Al escuchar el ruido, se despierta asustada. Así que solo se sienta abrazando su bolsa, encogiendo los pies.

Atuc: Espera. Con mi diestra le doy un ligero empujón a Ikal para hacerlo retroceder. Sin mirarlo, ni bajar mi tono de voz, me dirijo a todos. Nuestro fin debe ser sobrevivir, no podemos quedarnos aquí ni un segundo más. Junto a Ankor, giro sonriendo de lado y localizo a Ankor destrozando la liebre y repartiendo pedazos de carne cruda entre los enfermos. Eh, encontramos un lugar mejor, son cuevas, hay agua y no se ha congelado, también tenemos alimento allá. Con mi diestra señalo a los ahroun que aún están vivos o al menos pueden caminar. Ustedes deben ayudar a cargar a los enfermos. Veo el montón de cadáveres apestados en un rincón. No podemos llevarnos a nuestros hermanos que pasaron al más allá, pero volveremos por ellos…

Ikal:

Siento el empujón de Ankor, respiro hondo y veo a mi alrededor. Sé que tiene razón, por el momento no podemos hacer mucho. Volteo hacia él. —Oye Ankor, estoy de acuerdo, pero creo que tenemos un pequeño problema. El brebaje mágico de Jan creo que los relajó demasiado o los está sanando muy profundamente. Mientras digo eso, voy por mis pertenencias a mi lugar para alistarme.

Ankor:

Agarro a Janedra de la nalga. —Oye nueva, ¿tienes un poco de esas plantas?

Janedra:

Le da una cachetada dejándole la mano marcada. Si tengo, y a la otra te irá peor.

Atuc:

Escucho que Ikal se refiere a algo que la extraña puso en la bebida, mis ojos se abren como platos. Observo que muchos están relajados en el suelo como si su mente estuviera en alguna región de la umbra. Bien, igual no podemos dejarlos, Ikal. Tenemos que levantarlos. Todos levanten en sus hombros a los enfermos. Agarro de las manos a uno de los enfermos y lo pongo sobre mi hombro derecho. Con mi brazo izquierdo le acomodo una manta en su espalda, luego tomo algunas cosas que nos puedan servir en el nuevo lugar, como un reloj de cuerda, unos utensilios de cocina y un par de lanzas.

Ikal:

Mete sus cosas en su bolsa y se las cuelga al hombro. Se dirige rápidamente hacia los muertos y saca de su bolsa un poco de una mixtura que tiene para ofrendas. Toma un poco y lo esparce donde se han apilado. —Gran espíritu, sé generoso con ellos de vuelta contigo—, inclina un poco la cabeza y se dirige hacia los demás para ayudar a los que no pueden caminar y llevarlos al lugar a donde los han de guiar Atuc y Ankor.

Ankor:

Oye Janedra, tranquila. Solo dame un poco entre los dos. Necesito esa planta, escuché un rumor y quiero probar.

Janedra:

Está bien. Pues espero te sirvan. Ya no queda mucho. Saca de su bolsa una tela cerrada con lo que queda de las plantas. Solo no las consumas seguido, ¿vale? Le sonríe. Bueno, iré a ayudar con los enfermos, con permiso. Se retira y se va con uno de los enfermos para llevarlo.

Atuc:

Regresa a mirar que todos salgan con alguien en sus brazos. Se siente bien por el hecho de que ya no hay más reclamos, todos colaboran. Espera que nadie muera mientras van a la nueva cueva. Suspira hondo y sigue caminando, notando que se acerca cada vez más al punto donde vieron a los búfalos. Alguien conoce a estos animales —señala la huella de un búfalo—.

Ikal:

Va cargando a uno de los enfermos y poco a poco se empareja con Janedra. —Oye, no tuve tiempo de agradecer. Muchas gracias. Solo tengo una duda… ¿Eres algún tipo de hippie? Mis abuelos decían que ellos siempre cargaban esas cosas para ponerse… cuál era la palabra… groovies. ¿Eres de esas chicas? ¿O qué más sabes de esas plantas? Lo observa expectante de saber su respuesta.

Ankor:

—Gracias, Janedra. Espero que esta cosa tenga efectos, me siento muy cansado.

Janedra:

—Hippie, jajajajajaja —se ríe de lo que le dice el muchacho—. No, no, nada que ver. Verás, yo estudié mucho tiempo con unos monjes desde mi niñez. Solía caerme demasiado y siempre tenía que curarme, así que me enseñaron a hacer algunas cosas, y lo último que me enseñaron fue hacer unguentos comestibles como los que les di a su gente, pero nada de eso xD. Por eso cargo plantas para después molerlas y hacer mis medicinas —le sonríe—.

Atuc:

Nadie sabía, se parecía a un toro le dijeron algunos de los que me acompañaban, pero era más grande, un bisonte, pero era más ancho. Nadie me pudo responder de qué especie era la huella y menos podíamos saber en qué continente o lugar del mundo nos encontrábamos, o si seguíamos en este mundo.— Bien, llegamos.— Frente a él están unas estructuras rocosas que forman cuevas en torno a un jardín y una laguna que no se ha congelado. Allá está nuestro alimento. Señala al búfalo que yace muerto, con el cráneo roto en una roca, pero su cuerpo y carne están intactos.

Ikal:

Conforme avanzan, ve aún extrañado a Janedra. Sigue el camino por donde les guía Atuc y ve detrás a un animal al que señalan… Todo aún sigue siendo extraño y la chica no les sabe decir a qué lugar han llegado. Conforme avanzan, se acercan a un nuevo lugar… Hay una extraña sensación de alivio. Al cruzar el umbral, queda atónito y sin querer deja caer a quien ayuda. —Lo siento, hermano, perdón, ando distraído— lo levanta y lo lleva a donde están acomodando a los enfermos.

Ankor:

Caminando rumbo con todos, se le caen las plantas en el fuego. Diablos, no las he votado al fuego. De pronto siente un olor extraño y muy relajante que sale del fuego, es el humo. Lo aspira. —Esto está rico, al rato iré con los demás.

Janedra:

Al terminar de llevar a todos los enfermos al nuevo lugar, nota que falta alguien de los muchachos. —Oigan, falta el muchachito que estaba con ustedes—, voltea a ver afuera. ¿Se habrá perdido? Iré a buscarlo. Se sale de la cueva regresando por donde vino.

Atuc:

Contento, ve cómo algunos de los presentes encienden el fuego y acomodan las cosas. Él, por su parte, está pendiente de la seguridad y extensión del lugar donde han llegado. Cuando termina de revisar, se da cuenta de que la visitante ya no está. —Oye, ¿dónde está la nueva?— le dice a una de las mujeres que han llegado con ellos. Ella solo lo mira y niega con su rostro. —Y tú, ¿la viste?— le dice a uno de los garou, el que se calienta junto a la hoguera abrazando a su parentela enferma. Él responde que regresó a la cueva. Vaya… Tú ve por ella —le dice a uno de los ahroun sanos.

Ikal:

Termina de ayudar a acomodar a los enfermos y revisa cómo están con el somnífero que les dio Janedra. Toma sus cosas y se aparta un poco de los demás, acomoda sus pertenencias y con un suspiro voltea a ver a todos con un mejor semblante.

Ankor:

Nota todo tan relajante, de pronto ve a alguien llegar, era la nueva. La abraza y le dice: —Aspira de ese fuego—, todo es tan hermoso. Cree sentirse un poco excitado al verla. Luego le pregunta: —Oye, ¿no sabrás dónde puedo encontrar más plantas?

Janedra:

Al entrar a la cueva, el muchacho la abraza y ella percibe un olor raro pero tranquilizante. Con tono ya como de borracha por inhalar el humo de la cueva, le dice: —Oye, tu manada te busca. Debemos irnos, lobito— y lo termina abrazando para no caerse.

Narrador:

Todos los cachorros habían llegado a un lugar donde podían descansar tranquilos. Por otro lado, la noche apenas comenzaba para Ankor y Janedra, quienes a la luz de la hoguera donde quemaban plantas de marihuana, empezaban a tener alucinaciones y visiones.