18 de mayo de 2008: Cuervo ¿Dónde?

Cuervo ¿Dónde?

18 de mayo de 2008

Narrador:

En los sueños de Jack, un cuervo se presentaba siempre en la ventana de su casa, contándole relatos acerca de la creación de la raza cambiaformas. En uno de esos sueños lúcidos, el Cuervo invitó a Jack a seguirlo en una noche de luna llena, cuando Selene brillaba en lo alto del cielo. Mientras tanto, Geri anhelaba visitar al viejo Munin en la umbra, ya que había pasado varias semanas desde su última interacción y extrañaba compartir tiempo con él. Liv, por su parte, también había sido solicitada para acompañar a Geri a la umbra y disfrutar de la compañía de Munin. Además, habían extendido una invitación a la nueva cliath Gwen. Por otro lado, Finn anhelaba aventurarse más allá del reino, buscando nuevas y emocionantes experiencias. Los cuatro se encontraban en el centro del túmulo, frente a una cascada, cada uno con una aspiración distinta que los llevaba a adentrarse en la umbra.

Geri:

Después de disfrutar de un suculento pastel de cordero preparado por Martir de Gaia, Geri se envolvió en su capa de lobo Alfa (fetiche) y adoptó su forma lupus para precipitarse en la umbra. Buscó ansiosamente un lugar en el que la delicada frontera entre los mundos fuera casi imperceptible y se encontró en la majestuosa cascada ubicada en el centro del túmulo de Tasman. A pesar de la oscuridad de la noche, el lugar parecía rebosar de vida, impregnado de una energía espiritual palpable. Allí, Geri se sorprendió gratamente al encontrarse con Finn y el cuervo que Keket había recibido unos días atrás. Saludó a todos con un enérgico chirrido lupino y observó a Liv y Gwen a ambos lados de la cascada, sintiendo que todos habían convergido en aquel lugar por alguna razón misteriosa. Geri aguardó expectante, deseoso de escuchar lo que sus compañeros de manada tenían para compartir.

Liv:

La tarde había transcurrido en un ambiente agradable, rodeada de buena compañía mientras Liv degustaba las exquisitas creaciones culinarias del talentoso bartender local. Geri le había solicitado que lo acompañara a la umbra para pasar tiempo con su amigo Munin. Para Liv, aquel lobo resultaba ser un compañero atento y divertido, aunque siempre impredecible. Aceptó gustosamente la propuesta y decidió aprovechar la oportunidad para estrechar lazos con Gwen, cuyo nombre aún no lograba retener en su memoria. Luciendo un conjunto compuesto por una camisa blanca con mangas desgarradas y un estampado dorado en el frente, un elegante top en color negro, unos ajustados jeans oscuros, botas marrones y su característico cabello rizado, Liv se preparó para la travesía. Tomando su arco y flechas, junto con su cinturón de cuchillos, como acostumbraba hacerlo, se dirigió hacia el punto de encuentro, maravillándose con la imponente vista de la cascada mientras las luciérnagas empezaban a iluminar el apacible entorno. En su camino, se encontró con Finn y una misteriosa chica a la que aún no había tenido el placer de conocer. Finalmente, Geri se unió al grupo, y la reunión de la manada estaba completa.

Gwen:

Después de deleitarse con un festín de carne de venado a mediodía, Gwen había pasado la tarde paseando por las pintorescas calles del pueblo en su forma lupina, disfrutando de las animadas conversaciones que tenía la oportunidad de escuchar. Una vez caída la tarde, dejó de practicar los complejos sonidos humanos y regresó a la aldea para reunirse nuevamente con su manada. Geri, en particular, la había invitado a jugar con su amigo Munin. La idea de disfrutar de aquel encuentro emocionaba enormemente a Gwen, por lo que aceptó con entusiasmo. Tras ingerir una rápida comida, se encaminó hacia el lugar acordado. La noche se había adueñado del túmulo, envolviéndolo en una fresca atmósfera, donde solo se rompía el silencio por el canto de las cigarras y los sigilosos pasos de los animales nocturnos. Gwen inhaló profundamente el aire, percibiendo la brisa que portaba consigo el inconfundible aroma de hierba mojada y madera envuelta en la presencia de criaturas que habían transitado por aquel paraje. Al rodear la cascada, vislumbró a Liv, a quien saludó respetuosamente inclinando la cabeza y moviendo las orejas en señal de saludo.

Jack:

Jack se encontraba sentado en la cama dentro de una de las cabañas que se le había otorgado. Tenía las luces encendidas y estaba leyendo algunas páginas del libro que cargaba consigo, pero solía distraerse viendo la ventana, perdiendo así las líneas que leía. —Vamos… Aparece de una vez —pensó mientras miraba nuevamente la ventana, inquieto por la llegada de Cuervo. Se preguntaba de dónde había obtenido esa verdad. —De la boca de una médium —recordó—, de la nada brotó de arcilla que hay en el bosque de la oscura noche en que yacían las coronas de Nínive —citando a W.B. Yeats.

Después de terminar de leer aquel párrafo, cerró el libro y lo colocó sobre la mesilla junto a su cama. —No está bien dejar a alguien plantado, Cuervo —murmuró—, pero como sea, veré cuál es el motivo de tu presencia.

Se puso de pie y decidió dejar sus gafas y cuchillas en casa. No tenía intención alguna de luchar, pero si algo sucedía, sabía perfectamente que podría ingeniárselas. Abrió la ventana y se preparó para cambiar a su forma de Córvido. Una vez más, encogió sus huesos, rompió su piel, estiró sus músculos, cambiando sus dientes por un pico y sus ojos por otros. Su ropa permanecía con él. Una vez en forma de Córvido, estiró sus alas y calentó sus patas. Resultaba gracioso ver cómo lo hacía, pero estaba listo. Aleteó un par de veces y corrió hacia la ventana para alzar el vuelo y atravesarla.

Cabe mencionar que no tenía ni idea de qué hacer, pero confiaba en que algo se le ocurriría. La Luna brillaba en lo alto, tan radiante como siempre, pero volar de noche no era algo que le gustara demasiado. Comenzó a dar vueltas por encima del Túmulo, buscando alguna pista que lo llevara a donde Cuervo le había indicado. Tras unos minutos, algo llamó su atención: una cascada iluminada por la luz de la luna. Voló hasta ella y, una vez en tierra, volvió a su forma Homínida con sus cosas de antes. Miró a su alrededor y notó que algunos se estaban reuniendo en el mismo lugar.

Finn:

Finn se encontraba sentado en el borde de la cama mientras escuchaba la voz de Phil Collins acompañándolo. Se amarraba las botas de excursión, vistiendo sus jeans negros, su chaqueta café y su banda para el cabello. Tomarse el tiempo para las botas le resultaba importante, ya que le permitía reflexionar. Sería su primer viaje a Umbra de verdad. Recordó su corta estadía en Penumbra y cómo había sido una auténtica pesadilla hasta que el Sargento apareció. Esta noche no iba a dejar que el temor se apoderara de él. Recordó el dicho “mente sobre materia”, aunque era un arma de doble filo.

El Fianna apoyó sus manos sobre la cama al levantarse, cargando el walkman en su cinturón del costado izquierdo. Phil Collins, con su canción “In The Air Tonight”, formaba una excelente banda sonora para esta noche. Caminó hasta su baúl y sacó su mochila, la cual estaba cargada con alimentos rápidos que pudiera necesitar. Ajustó su Gladius a su cintura y llevó la cantimplora frente a él, completamente llena de whiskey que había comprado en un pueblo cercano. Listo para su viaje, el joven irlandés tomó un respiro profundo antes de salir por la puerta, con los audífonos puestos sobre sus oídos.

Llegó hasta el centro del túmulo en pocos minutos, aprovechando la caminata en el Reino lo suficiente antes de penetrar en la Celosía junto a sus compañeros. Después de un rato, todos estaban presentes: Geri, en su forma Lupus como siempre; Liv, radiante y elegante; el esbelto Jack, aparentemente más frágil de lo que su estructura ósea hacía suponer; y Gwen, a quien Finn estaba especialmente orgulloso de tener entre ellos. Estos eran sus compañeros, y apenas se dio cuenta, una sensación de que un sacrificio por ellos no estaba tan descabellado como sonaría se apoderó de él. —Entonces… ¿alguien quiere ir al baño antes? —bromeó, buscando romper un poco la tensión del momento.

Geri:

El lupus se mantuvo de pie un momento mientras sus hermanos de manada se reunían. Cuando todos estuvieron cerca, miró a cada uno de ellos una última vez. Tenía una sonrisa lupina en su rostro, con la cola en alto y un semblante serio. Sus orejas apuntaban hacia arriba y hacia adelante. Estaba entusiasmado por atravesar la Celosía aquella noche. Se preguntó qué hacían los demás y por qué se encontraban allí el Fianna y el Cuervo, pero tenía claro su motivo personal: solo quería ver a Munin.

Se agachó y miró su reflejo en el suelo, visualizando a través del tiempo, de las ideas, como si estuviera meditando. En cuestión de segundos, atravesó la Celosía y se encontró en una copia casi exacta del mundo físico. Podía ver su propio reflejo en el agua, solo que la iluminación era ligeramente diferente. Aunque seguía siendo la misma fase lunar, la luna llena se reflejaba en el agua. Esperó un momento en ese lugar cubierto por una niebla espesa y blanca, a través de la cual solo se filtraba la luz de la luna. Allí aguardó por sus compañeros.

Liv:

La noche transcurría y Liv sentía ansias por lo que estaba por venir en cuestión de minutos. Le encantaba pasar tiempo con sus compañeros y, al ver llegar a Gwen, sintió una sorpresa muy agradable. La saludó con ternura, le dio un abrazo y le dedicó una sonrisa cariñosa. Ya con Geri presente, se puso de pie, ya que estaba sentada en un tronco. Miró a su amigo, asegurándose de que estuviera seguro del viaje que iban a emprender juntos.

Siguió a Finn a través de la Celosía, caminando de costado como si atravesara una cortina invisible. Al otro lado, el paisaje estaba nublado y hermoso, a pesar de que la visibilidad era limitada para los ojos comunes. Miró a Geri con cierta preocupación. —No te alejes de mí, por favor —le pidió, suspirando mientras esperaba a que todos cruzaran. A la vez, su mente no dejaba de pensar en dónde se encontraría su nueva amiga, Gwen. Una gran emoción y alegría llenaban su corazón. Sabía que esa noche sería maravillosa y tenía grandes expectativas.

Gwen:

Devolvió la muestra de afecto a Liv dando saltos para lamerle la mejilla. Poco después, llegaron Finn, a quien saludó de la misma manera, y un hombre al cual no conocía. Geri se notaba entusiasmado y, de alguna manera, ella también se entusiasmaba. Debe ser el ánimo por conocer a su amigo lo que la había llevado a internarse en el bosque a esa hora, eso y la curiosidad por saber cómo se ve el mundo en la Umbra. Una vez todos reunidos, Geri cruzó, comenzando la peculiar experiencia, seguido por Liv. Ahora ya no estaba tan segura de querer entrar, pero igual avanzó con las orejas gachas, siguiéndoles con pasos titubeantes y moviendo la cola con ansiedad. Dentro, a sus ojos, todo era muy similar, pero el resto de sus sentidos estaban perturbados. Parecía que estuviera en un sueño, y ojalá así lo fuera. Definitivamente, estaba arrepintiéndose de haber aceptado aquella invitación. Gwen se colocó junto a Geri y chilló con incomodidad mientras esperaban al resto del grupo.

Jackson:

Jackson estaba sorprendido con la presencia de algunos de sus conocidos, Geri, Liv y su amigo Finn; también se sorprendió de cómo fue recibido por una cachorra, casi tumbándolo. —Oh hola, hola… Eres fuerte para tu tamaño. ¿Cómo están chicos? ¿Qué hacen todos aquí? Espera espera… ¿Cómo que antes?— Se confundió con las palabras de Finn. —¿Qué van a hacer? No estoy listo para esto —Miró por un momento a Geri. —Oye oye… ¿Qué van a… ¿¡G-Geri!? ¡Ay, no puede ser!— Llevó ambas manos a su cabeza. —L-Liv… Oye, no estén jugando, ¿qué están… ¡Liv, no!— Se puso de rodillas con una expresión de terror. —Ustedes dos, no desapares… Carajo. Finn, mi amigo… Explícame qué sucede aquí—. Se despeinó el cabello intentando analizar la situación. —N-no tiene sentido…— Se levantó del suelo, sacudió su chaqueta de cuero y sus pantalones negros. Colocó su mano sobre su frente, sintiendo las telas negras que lo envolvían como las de un luchador.

Finn:

—Hey, hey, hey… calma amigo Cuervo. Todo esto es nuevo para mí también. Ish. Aquí tengo algo que puede ayudarte. —Pasó su mochila de su espalda hacia su pecho, tirando el cierre para meter su mano en la mochila y recoger una barra de granola con vainilla. —Aquí. —Le lanzó la barra de granola a la vez que devolvió la mochila a su espalda. Reacomodó sus audífonos y le guiñó al Corax. El Fianna cerró ambos ojos y siguió las instrucciones de su abuelo, concentrándose para cruzar la Celosia, “caminando de lado” como los Ancianos le llamaban. Al abrir sus ojos, Finn se reencontró con sus compañeros y sonrió, aliviado de haberlo logrado. —Ja! Y sin tener que deberle un corte de cabello a nadie…

Narrador:

Los cuatro garou habían traspasado sin problema la celosía, dentro de la penumbra de Tasman el agua se regía como el elemento primigenio, después de todo se encontraban en el corresponsal de la Cascada, los cuatro vieron a su alrededor niebla blanca y espesa, abajo de ellos estaba el agua a una altura de 20 cm de profundidad, Selene era la única que iluminaba el lugar en su fase llena, había suficiente luz. En cuanto al Corax, se había quedado atrás en el reino de Gaia y una voz en su mente le dijo que se tranquilizara, que mirara al agua, que sintiera lo que está atrás de lo evidente, lo real, para así poder atravesar la celosía. Una especie de pileta comenzó a aproximarse a los garou reunidos, cuando estuvo lo suficientemente cerca el agua salpicó traviesamente los rostros de los hombres lobo. La luz de la luna iluminó el rostro de Liv para llamar su atención, una vez que la tuvo, la Lumula se recuperó frente a ella a 3 metros, se notaba curiosa, algo tenía que decirle.

Geri:

El lupus sintió el cálido abrazo de Liv Mártir de Gaia, se sintió reconfortado, frotó su cabeza junto al brazo de ella; también estaba ahí Gwen, con su forma de ser traviesa, divertida, lo mejor era que conocía los juegos de los lobos. “A Munin agradará” se imaginó jugando Liv, Gwen y el viejo Munin, a esconderse atrás de los arbustos, persiguiéndose por la pradera y mordiéndose las colas, después cazando algo en equipo y comiendo carne del hueso. De pronto sintió que el agua moja su rostro e interrumpe su ensueño, lo que provocó que retrocediera su nariz y estornudara al instante, colocó sus orejas hacia atrás y retrocedió un paso creando distancia con esa cosa y miró que parecía una pileta que lo había mojado, no era algo que había visto antes, alarmado por lo que podría ser intentó morder el agua.

Liv:

Después de haber cruzado, ella sentía la respuesta de su compañero al instante, sabía que podría contactar con él para muchas cosas. El ambiente era lo suficientemente agradable, Gwen había cruzado después de ella, aunque también podía verse algo sombrío el panorama, la pequeña se notaba inquieta. Liv se acercó y acarició su rostro con cariño. De repente, sintió agua cayendo, girándose y colocándose de pie para tener mejor visibilidad; no estaba realmente segura de quién o qué era. Decidió hacer lo que siempre hacía para estar más segura de lo que ocurría, agudizar sus sentidos. No tenía miedo a la presencia hasta que notó un destello de luz azul en el agua.

Gwen:

Su molestia fue atenuada por Liv, a quien le lamió los dedos de las manos después de que la acarició. Estiró las patas delanteras y curvó la espalda para liberar tensión y volvió a erguirse intentando mantener la vista atenta. El agua, que hasta hace unos segundos estaba quieta, comenzó a formar ondulaciones. Gwen se colocó en posición ofensiva con las orejas hacia atrás y gruñó en dirección al agua enseñando los colmillos, cuando el líquido salpicó haciéndola retroceder. Tal vez era el amigo de Geri, tal vez su amigo era una trucha. La sensación que percibía en su pelaje era distinta a cuando estaba mojado; sin embargo, no pudo evitar sacudirse. — ¿Qué es Lumula? — preguntó con chillidos lupinos apenas entendibles.

Jack:

Tras atrapar con ambas manos el snack de Finn, notó que empezaba a desaparecer, por lo cual dio unos pasos hacia adelante intentando seguirlo, pero fue inútil. “¡Maldito Gnomo!” Jack se quedó quieto, intentando pensar. Decidió abrir el snack destapándolo con sus manos y llevándolo a su boca. Saboreó el sabor de su contenido y le agradó mucho cómo crujía con cada mordida, pero ese no era el caso. No sabía si seguir a los muchachos o devolverse a su nueva casa y leer un poco más de su libro sobre el ocultismo. Sin embargo, sabía entonces que no podía quedarse quieto con la extrema duda del cuervo llamándolo cada noche. Abrió sus brazos con una expresión de disgusto. — ¿Cómo quieres que me calme? Ellos acaban de desaparecer. (Lo sé, también lo puedo ver imbécil, pero algo me dice que te calmes. Mira el lago, quizás tenga algo que ver con la desaparición de nuestros compañeros). Jack se aproximó al lago, haciendo sonar la tierra con sus botas con cada pisada. — No sé cómo puedes estar tan seguro. Pero la verdad no entiendo cómo pueden hacer tal cosa. (¿Has pensado en saltar?). — ¿Saltar? (Sí hombre, despeja tu mente y salta al lago, no sé, algo me dice que lo hagas). — ¿Y eso cómo me va a ayudar? Tras acabar su snack, Jack guardó la bolsa de plástico en su bolsillo, nada de desechos en el bosque. — Pienso que es una estúpida idea y el agua debe estar súper helada. Pero bueno, al menos intentaré lo que dices. Jack se quitó su chaqueta de cuero y la dejó tirada en el suelo, también se quitó las botas y su par de medias negras. Quedándose solamente con su pantalón y sus guantes de tela negra, se preparó psicológicamente para hacer el aclamado salto. Primero se transformó nuevamente en Córvido, repitiendo el proceso de antes y quedándose con sus pertenencias. Una vez en forma de Córvido, comenzó a aletear y así volar hasta una altura aceptable. Aún tenía sus dudas, pero nada lo mataría por intentar. — Espero tengas razón. Tras alcanzar la altura perfecta sobre el lago, Jack regresó a su forma Homínida desde el aire, despejando su mente por completo. Sus ojos se cerraron, ya que quería confiar en sus instintos. Finalmente, sintió en su cuerpo un ligero cambio de ambiente y en pocos segundos cayó sobre algo. Abrió sus ojos al sentir el agua en todo su cuerpo, pero su sorpresa era que no estaba en lo profundo. Se levantó con ayuda de sus brazos y luego sí se puso completamente de pie. — No sé a quién le caí encima, pero lo siento, — dijo sobando sus glúteos, aún no podía ver bien por tener toda la cara mojada.

Finn:

Apenas el agua salpicó la cara de Finn, este instintivamente llevó su mano derecha al pomo de su gladius. Retrocedió un poco y torció el rostro al desconocer de lo que hablaban, y el hecho de que pileta estuviera jugando con ellos. Todo en la Umbra le era desconocido, pero a la vez, excitante conocer algo nuevo en toda su vida. Las posibilidades de explorar son casi infinitas. — Uhm… ¿Geri? ¿Es posible… traer cosas de la Umbra hasta Reino? El Fianna se agachó para tocar y sentir la tierra y el agua escaparse entre sus dedos semiabiertos, sonriendo en emoción de algo nuevo, para pronto echar la cabeza a un lado para observar al tucán caer de cara sobre el agua, casi caricaturesco. — ¡Hey, hey, hey!

Narrador:

Cuando Jackson cruzó la celosía no tardó en caer sobre una planta acuática la cual amortiguó el impacto sin lastimarlo, el agua salpicó sobre el fianna. Aquel boceto de agua similar a una pileta no era otra cosa que un espíritu del agua que con curiosidad se había acercado a los viajeros. Debido a que Jackson cae con fuerza, a la mordida que Geri hizo al agua, así como a la inquietud de la cachorra Gwen, el agua se sintió amenazada, incómoda, utilizó uno de sus encantamientos (Inumdación). En segundos, comenzó a inundarse, de la pequeña pileta que era, se transformó en una ola que hizo lo necesario para alejar a los visitantes uno del otro.

Finn junto a Liv fueron arrastrados por debajo del agua en un remolino que los transportó hasta un lugar boscoso. Emergieron a través de un pantano, se hubieran ahogado, pero había transcurrido poco tiempo. Ambos escupieron el líquido que tenían en su boca, tenían la ropa mojada y sucia. Alrededor de ellos, los árboles eran altos y con sus copas cubrían la luz de la luna. Apenas podían ver, pero estaban juntos. A Jack, el agua lo empujó hasta una playa de rocas. Desde aquella playa se podía mirar hacia abajo: cascadas y varios lugares altos realzaban el paisaje de un valle. No había vegetación, solo rocas y la masa de agua sobre la cual había niebla. Una sombra pasó sobre él rápidamente, la sombra de una ave, seguida por graznidos. Geri fue arrastrado hasta una playa junto a la cual había un bosque frondoso. Se veían varios ojos brillantes de los espíritus que allí habitaban. Gwen cayó en un hueco de tierra en una parte con acantilados. Tenía suficiente aire, era un hueco de seis metros de altura y cuatro metros cuadrados de ancho donde estaba atrapada. Ninguno de los cuatro grupos podría regresar a la posición inicial. El agua, que estaba tranquila inicialmente, ahora tenía olas y la niebla tampoco permitía volver.

Geri:

El lupus buscaba con su mirada al viejo Munin. Pensó que era un absurdo que siempre tendría que buscarlo. Era difícil y peligroso encontrar su paradero o guarida, y al no verlo, se distrajo rápidamente con la pregunta del fianna, quien había llegado. En su forma lupus, no podría responderle, pero al menos lo intentó a través de varios chirridos. Le explicaba que existen cosas que sí se pueden llevar desde la Umbra al mundo material. Sin embargo, los espíritus no sobrevivían al otro lado de la celosía, al menos que fueran vinculados a un fetiche o a un amuleto. Aunque obviamente, quizás Finn no lo entendiera. Geri intentó cuando la cliath Gwen preguntó a Liv. Él entendió todo: el lenguaje corporal, los chirridos, bramidos. Lamió la oreja izquierda de Gwen, con un gruñido le explicó que Lúnula era como Liv llamaba a un espíritu que estaba interesado en ella. De pronto, algo extraño ocurrió. En cuanto Jackson llegó, el agua del lago enloqueció como si algo la controlara. El lupus fue golpeado por una corriente que lo llevó lejos de sus compañeros. Cuando finalmente todo se calmó, vio a su alrededor una vegetación tupida y detrás de la vegetación se podían ver varias luces. Se sintió observado, emitió un aullido indicando quién era, seguido de asumir una posición relajada con sus orejas gachas, patas separadas y cola gacha. Quería que lo dejaran pasar después de todo; pensó que eran ojos de espíritus y ese era su hogar.

Liv:

Comenzaron a caminar por el lugar. Geri estaba entre emocionado y absorto al no ver a Munin. Escuchó la pregunta de Finn y pensó antes de responder. Escuchó los chirridos de Geri, lo cual le hizo sonreír. ― Bueno, supongo que se pueden traer algunos objetos siempre y cuando sea algo especial para el portador, como un fetiche o talismán. Aunque no sabía por alguna extraña razón siempre pasaba con sus armas. Suponía que era algo que era parte de él.

Continuaron caminando cuando de repente sintió que alguien pasó haciendo bastante ruido, lo que al parecer incomodó algún espíritu. El reflejo del agua comenzó a subir rápidamente con gran proporcionalidad y fuerza. Inhaló profundamente antes de quedar bajo el agua. También perdió el equilibrio y no pudo sujetarse de algo o de alguien. Abrió los ojos pero era inútil, todo estaba oscuro. Simplemente, la corriente lo llevó sin tener alguna escapatoria hasta que de repente cesó y fue aventado a un lodazal. Sacó el agua que tragó sin querer y tosió, incorporándose hasta estar sentado. Bufó con mal genio, no por estar sucio o algo por el estilo, sino por estar lejos de los demás. Respiró profundo antes de colocarse de pie y limpiarse con sus propias manos el lodo que se impregnó en su cuerpo. Limpió el rostro, brazos y observó que, al menos, no estaba tan solo después de todo. Se dio cuenta de quién se trataba y esperó a que el señor duende reaccionara. ― Te encuentras bien ―solo preguntó y sonrió con un poco de buen ánimo. Al ver el desastre en su compañero, extendió la mano derecha para ayudarle a levantarse.

Gwen:

La respuesta de Geri me alegró. Al menos no se trataba de algo peligroso, además era prueba de que su lenguaje estaba mejorando. Tal vez la experiencia no sería tan descabellada, o eso pensaba cuando de pronto el agua se levantó en una ola y engulló a todo el grupo. Respiro profundamente antes de que el agua le cubriera la cabeza y lo mantuvo mientras observaba cómo era separada del resto del grupo. La corriente le hizo cerrar los ojos y cuando el agua desapareció, se encontró atrapada en un profundo agujero de tierra. Estando sola en la oscuridad que había abajo, lanzó un par de aullidos largos hacia el cielo, esperando que alguien pudiera escucharla. Luego enterró las patas en el muro de tierra y comenzó a escalar intentando salir.

Jack:

Poco le prestaba atención a las palabras de sus compañeros. Igual era poco lo que podía entender con exactitud a lo que se referían. No sabía si hablaban de narcotráfico o cosas así, al fin y al cabo, Finn tenía pinta de consumir ciertas hierbas medicinales. Además, escuchó a Liv hablar de fetiches, por lo cual, supuso que cualquier chica tiene derecho a uno que otro. A él le gustaban los muslos de las chicas, pero no tenía sentido con lo que preguntó Finn. Que bueno que estaban todos… No había terminado de hablar cuando de pronto sintió un gran golpe, no fue duro pero sí lo suficientemente fuerte como para arrastrarlo lejos. Notó que estaba siendo llevado por la corriente hasta otro lugar. Algo de agua comenzó a entrar en su nariz, lo cual fue una sensación incómoda. Aún envuelto en la masa de agua, comenzó a necesitar oxígeno y en pocos segundos no aguantó la respiración, abriendo la boca y tragando algo de agua en el proceso. Finalmente, terminó siendo tirado sobre un extraño lugar. Estaba completamente de rodillas con las manos apoyadas en el suelo. Comenzó a vomitar el agua que entró dentro de él y tras recomponer su aliento, se colocó sobre sus rodillas. Llevó ambas manos a su cabeza, retirando su cabello y finalmente secando su cara. ― ¿Chicos? ¿Alguien? Miró alrededor y notó que, una vez más, nadie estaba a su lado. Estaba igual que antes de saltar a este extraño lugar que desconocía, pero que Finn mencionó ser la Umbra. Se puso de pie y observó el lugar donde se encontraba. No había más que rocas y agua. Se acercó hacia la orilla, pero solo había un vacío enorme en el cual caía el agua en forma de cascada. Suerte que no trajo su chaqueta, ya se hubiera desperdiciado con todo lo que pasó. Estando confundido sobre lo que debía hacer, comenzó a caminar de un lado a otro, buscando algo que hacer. (No lo entiendo. ¿Qué debemos hacer? No veo a nadie, ni nada… ¿Acaso estamos en otro universo? Piénsalo, podría haber otro tú por ahí y si se encuentran uno con el otro seguramente explotarán. Pero no lo creo, bueno, al menos lo hubieran mencionado antes… ¿No es así?) Su pensamiento fue interrumpido por la sombra y el graznido de un ave que volaba sobre él. Miró hacia arriba y notó algo oscuro moverse entre los cielos. ― ¿Es él? (Sí, es él). Sonrió ampliamente y, tras pararse en una de las orillas de la roca, tomó impulso gracias a sus piernas para correr de un lado a otro y transformarse en Córvido en el proceso, cambiando su forma como antes y absorbiendo sus pertenencias. Aleteó con fuerza para así comenzar a subir. Había ganado suficiente impulso como para no caer. Comenzó a subir hacia donde se encontraba aquel cuervo que antes había visto en sus sueños.

Finn:

De espaldas sobre el lodo, el Fianna mantenía sus ojos bien abiertos, con cara inexpresiva, escupiendo el agua de su boca como si fuera una fuente decorativa. Sabía lo que había pasado y los resultados de eso. Llevó su mano hasta su cinturón solo para darse cuenta de que su Walkman se había inundado, y seguramente ya no funcionaba después de todo eso. Torció el rostro como le era frecuente y golpeó la tierra con su puño derecho. Elton John estaba cantando “Rocket Man” antes de que el agua se tragara a Finn y a Liv y los escupiera lejos de todos. Apenas pudo tomar aire ante la sorpresa del agua invadiendo su espacio y ahora estaba ahí, sin banda sonora, confundido y empapado. Se levantó de la tierra sin mucha dificultad y no dijo nada hasta después de ver esos enormes árboles cuyas copas cubrían el cielo. —¿Sabes? No estoy molesto… ni siquiera irritado… solo quiero saber… con mucha, mucha franqueza… ¿hay un maldito Radioshack en Nueva Zelanda? ¡Agh! —Finn continuó pateando la tierra y las piedras hasta que se le pasase el berrinche, sujetando el walkman en su mano izquierda. Después de un minuto, se echó de rodillas al suelo para calmarse. —Lo siento, Liv.

Narrador:

Entre la profunda oscuridad del bosque donde ambos garou habían llegado, una luz plateada parecía ser el único camino, mientras que lo demás era prácticamente invisible. El Walkman de Finn estaba roto, pero sabía que despertar al espíritu podría ser la clave para intentar repararlo. En ese mismo momento, también se escucharon disparos, como si alguien estuviera cazando en las cercanías, pero no se veía a nadie a simple vista.

Pluma Negra dijo: — Al fin conseguí la atención de este polluelo de corax. Es homínido, realmente se ve horrendo. Realmente nunca me gustó hacerle favores a los homínidos, recordaba el joven cuervo mientras revivía el sangriento episodio en el que había quedado ciego. Con fuertes graznidos, celebraba recordar el sabor de esas pupilas celestes, sabiendo que el corax lo estaba siguiendo. Continuó volando, consciente de que lo tenía en su cola, hasta que llegó a un árbol que tenía cerca un opulento palacio; en esa rama, aguardó a que el polluelo se acercara.

Se escucharon unas pisadas firmes entre los arbustos. Eran espíritus de animales nativos del lugar quienes notaron la presencia del lupus y, con un aullido, buscaron refugio. En ese momento, un aullido de respuesta indicaba que Munin le había escuchado y se encontraba cerca.

Geri:

El lupus ladeó su cabeza, sin esperar encontrarse con espíritus tímidos en aquel lugar o lo que pudieran ser las cosas que provocaban ruidos como pisadas firmes de algún animal en huida. Con curiosidad, asentó su cuerpo sobre sus patas delanteras, estiró su cuello y metió su hocico en el arbusto, inhalando profundamente el aroma distinto y neutro que emanaba. A pesar de haber visto varias cosas desde su llegada, eso era nuevo para él. Sin embargo, no tenía tiempo que perder con lo que estuviera en ese bosque. Dio un paso hacia atrás y miró preocupado hacia la niebla sobre el lago, sin saber dónde se encontraba Gwen ni Liv, ni el Fianna y el cuervo. ¿Qué les habría ocurrido? Al no poder atravesar ese lago, se quedó un momento ingeníandose una manera de encontrar a sus hermanos de manada. Escuchó un aullido particular, era Munin, así que siguió las hondas sonoras a través de los arbustos en dirección al lugar de donde provenían.

Liv:

Observó la actitud de Finn, molesto e irritado. Se apartó un poco para darle espacio y permitirle calmarse, ya que no era su culpa lo que le había sucedido. Trató de continuar caminando y buscando, anhelando que la Lumula la recordara. Sería increíble poder estar con ella un momento y poder ayudarla. No quería alejarse mucho de Finn, ya que juntos podrían enfrentar cualquier reto que se presentara. — Relájate y respira profundamente, ya verás cómo arreglar el Walkman. Lo importante ahora es encontrar a los demás —pronunció con calma, esperando que su compañero recuperara la tranquilidad. Se detuvo un momento para olfatear en busca de algún indicio de presencia cercana, pero el olor era más a humedad que a algún otro ser vivo. Agudizó su vista para intentar ver más allá, pero todo era oscuridad. Miró a Finn y sugirió: — ¿Y si hacemos una fogata o algo que nos brinde más luz?

Gwen:

La punzada de dolor proveniente de su pata la hizo contraerse y alejarse del muro enlodado. Se dejó caer sobre el suelo fangoso, ensuciando aún más su pelaje, y se tomó unos momentos para observar la causa del dolor. Notó que había perdido dos garras y que la pata estaba sangrando. Cojeando, se acercó de nuevo al muro para encontrarse con un extraño objeto brillante, aunque opacado por el lodo. Era claramente filoso. Esto eliminó cualquier pensamiento de seguir escalando, quién sabe cuántos más de esos objetos podrían estar incrustados y ocultos en la pared de fango. Dirigió su peso hacia sus otras tres extremidades para evitar sentir dolor al levantarse, y aulló una vez más, esperando que sus compañeros la escucharan.

Jack:

Cuando alcanzó la altura del cuervo, se dispuso a mirar a los lados. No había nada más que una densa niebla, no fue capaz de ver completamente el lugar en el que se encontraba. El cuervo no decía nada y se limitaba a mirar hacia atrás, al menos para observar si lo estaba siguiendo.

―¡Oye! ¿¡A dónde vamos!?― Sus preguntas en forma de graznidos y silbidos fueron ignoradas con éxito. De pronto cruzaron una especie de nube, casi perdió de vista al cuervo, pero logró distinguirlo por su oscuro color. Continuó aleteando, siguiéndolo hasta donde podía. Por suerte, no se cansaba fácilmente. Su amigo Yorax sí se cansaba mucho en sus viajes por Inglaterra. Siempre tenían que parar a descansar. Siempre le decía que su vicio por el cigarrillo le traería consecuencias a la hora de alzar el vuelo, pero nunca le escuchaba, ni a él, ni a Herman…

―¿Por qué estás aquí?― Preguntó nuevamente, pero fue ignorado. Tras atravesar la densa niebla, se percató de que estaban mucho más alto de lo que estaban antes. Cuando miró hacia arriba, contempló numerosas estrellas y constelaciones. Se quedó maravillado por todo lo que podían ver sus ojos, retrasándose en el vuelo. Cuando miró nuevamente al cuervo, notó que estaba lejos. Aceleró sus aleteos y recuperó su posición inicial. Cuando comenzó a bajar nuevamente, se adentraron en otra neblina. Lograron atravesarla rápidamente, dado a que iban en descenso. Llegaron a otro lugar donde había un enorme árbol junto a un palacio con una estructura hermosa. Incluso le parecía conocido, pero no sería posible, dado a que nunca antes había estado allí.

El cuervo se posó en una de las ramas y en pocos segundos él se posó en una de las que estaban frente a él. Lo miró, esperando alguna respuesta de su parte.

Finn:

Ya que… -Finn se levantó, apoyando sus manos sobre sus rodillas y quitándose el agua en exceso de él. Le respondió a Liv como podía. — No lo sé… lo natural sería que buscáramos una salida… Pero quizá prender un fuego ayude más. El Fianna notó entre los árboles una especie de luz que parecía emanar desde más lejos, y sus pies se movieron hacia ella casi por instinto. — ¿Una salida? Bueno, al menos sabemos que no está totalmente oscu… —Un balazo se escuchó que venía desde más allá, uno, otro y otro. Como si alguien estuviera persiguiendo algo que no pudiera alcanzar. — Sí, definitivamente ahora no podemos esperar aquí… Vamos, vamos…

Narrador:

Finn y Liv caminaron esquivando todas las balas perdidas que atravesaban el bosque. Finalmente, llegaron al claro del bosque, era un claro de luna. Varios resplandores, al menos diez, levitaban alrededor de la pradera umbral. Lentamente, como si pastaran, ninguna de esas lunas reconocía a los garou. Una bala pasó justo a la altura del hombro de Finn, causando un corte de 30 mm que rasgó la ropa. Anunciaba que el cazador o lo que fuera estaba demasiado cerca. Por el sonido, las lunulas se excitaban y comenzaron a moverse más rápido.

Pluma Negra se acerco saltando sobre la rama del árbol hasta que estuve lo suficientemente cerca como para, solo extendiendo mi ala, golpear la cabeza del Corax. Aunque lo hubiera querido hacer, no lo hice. Simplemente le hablé claro entre graznidos: — Hijo de cuervo, te he estado esperando hace veinte años. Estás acá por desgracia mía, pero bueno, eres un hijo de cuervo. Quiera o no, tengo que enseñarte. ¿Ves ese palacio? — Con mi ala extendida, le indiqué el palacio que se encontraba custodiado por espíritus ancestros de los Colmillos Plateados.

Munin no tardó en llegar. Como en todos los encuentros, comenzaron a jugar hasta que se cansaron. Luego siguieron el camino que Geri había tomado para llegar hasta él. Cuando estuvieron junto al arbusto, vieron nuevamente los ojos brillantes. Ambos metieron sus hocicos en la planta, algo picó sus narices.

Los aullidos de Gwen se escucharon por gran parte de los acantilados, sin embargo, no había espíritus de Gaia cercanos. Aunque la frustración que se acumulaba en la lupus atrajo una compañía molesta que en el pasado la había conocido. Aunque inconscientemente era la perdición de la ira, una Rabia Amarga, aunque no tenía conciencia ni podía hablarle, siempre estaba cerca de Gwen. Similar a unas avispas, las cuales rápidamente se pegaron en el pelaje de la cachorra, usando encantamiento enrabietar, la obligaron a entrar en frenesí.

Geri:

Geri pensaba que se sentía mucho mejor estar cerca de Munin en la Umbra que cuando el lobo vivió en Sttaburdalein. Jugar a perseguirse era costumbre de ambos y la mejor manera de cuidar al cachorro. Esa era una lección para mantener lejos al Wyrm que había aprendido. En el camino, cuando terminaron de jugar, le comentó a Munin que había extraviado otra vez a Liv, pero ahora sentía doble culpa por la lupus Gwen, a quien había invitado a jugar y no sabía nada de ella. Geri llevó a su amigo lobo a través del camino que habían transitado. Cuando estuvo cerca del aquel arbusto donde vio las luces rojas que parecían ojos, misteriosamente estaban ahí. Se acercó, metió el hocico y sintió como si algo le picase en la nariz, una especie de objeto punzante pero inofensivo.

Liv:

Llegando a la pradera, ella ve a las lúmulas. Intenta continuar tranquila, frena en seco y se gira para tener visibilidad del tirador. Respira profundamente y, antes de que suelte un nuevo disparo, extiende sus dos manos. Fluye su don en ondas hasta llegar al arma del cazador. Toma el arco y la flecha, agudiza la vista y le dispara una flecha en dirección a donde percibe aquel sujeto. Se gira en dirección al camino, un tramo, mirando a Finn y le pregunta una vez más: —¿Te encuentras bien? Antes de que responda, camina en dirección al sujeto que los sigue. Al fondo, escucha un aullido. Mira a Finn y le hace señas con su brazo derecho para que mire qué ocurre.

Gwen:

No había obtenido respuesta. Mantuvo su pata levantada y aulló de nuevo, pero lo único que apareció cerca de ella fueron un montón de avispas. Gwen intentó morderlas y aplastarlas con sus patas, como hacía de costumbre con los bancos de mosquitos, pero estas se adhirieron a su pelaje. No podían herirla, no a menos que picaran en su rostro. Entonces, ¿por qué se sentía tan amenazada y furiosa? De pronto, tenía la incontrolable necesidad de escapar, por lo que comenzó a correr en círculos en el agujero.

Jack:

Notó cómo aquel cuervo comenzó a dar saltos hacia él, hasta finalmente estar a pocos centímetros de distancia. Alzó su ala y esto lo hizo saltar un poco, creyendo que sería abofeteado con su ala de alguna forma. Comenzó a hablarle, claro que en forma Córvida, por lo cual comprendió lo mejor que pudo el lenguaje del ave. Hablaba de forma extraña y él estaba acostumbrado al acento europeo, pero tampoco conocía mucho de los acentos fuera de los provenientes de Inglaterra o Alemania. Notó que le dijo que mirara aquel palacio. La verdad, seguía pensando que le resultaba familiar. —Sí, lo veo… — asintió con la cabeza por inercia, como haría un Homínido como él. No tenía la necesidad, pero era una costumbre. Escuchó que también le enseñaría algunas cosas, por lo cual recordó a sus mentores, tanto Aleshka como Yorax. Sin embargo, este cuervo, sea quien sea, hablaba de una forma similar a la de Aleshka, con un tono arrogante y como si le molestara ser quien lo guiaría. Nuevamente recordó aquellos meses de entrenamiento con Aleshka. Fueron duros y muchas veces recibió algún que otro castigo por sus idioteces, por ello retrocedió un poco instintivamente, dado a que ella solía golpearlo de esa forma. Pero a esta persona no la conoce, no le resulta familiar y no parece ser la misma que vio en sus sueños. —Tengo un mal presentimiento de esto… — Enfocándose nuevamente en el palacio, decidió recorrer su memoria a días pasados. Finalmente, recordó que en sus vuelos de rutina observó a la distancia un palacio, aunque desconocía si era habitado por alguien. Este se encontraba también en el túmulo donde ahora vivía. —Lo recuerdo… ¿Estamos en el túmulo?

Finn:

El balazo apenas había llegado al Fianna en su hombro, acto de lo cual le hizo perder el equilibrio y tambalearse, llevando su mano izquierda a sostener la herida, manchándose de sangre y tela rota. Levantó la mirada después de un quejido y vio cómo una Liv disparaba una flecha a algo que estaba detrás de él. Finn frunció el ceño y se limpió la sangre de su hombro en los pantalones, caminando hasta el sujeto con tono decidido. Escuchó el aullido y las indicaciones de Liv, pero decidió ignorar ambas, sin despegar la mirada del atacante de los Garous. —Por alguna puta razón… por alguna maldita razón siempre me tocan los disparos a MÍ. Formó un puño con su mano derecha en camino hacia el cazador. —Ve tú, Liv… creo que tengo un asunto pendiente. Ni siquiera las lumulas fueron de su interés tanto como acabar y sacarle algunas respuestas al intento de cazador.

Narrador:

La Theurge hizo caso omiso a las lúnulas del lugar, ya que pensó que había cosas más urgentes: sus hermanos de manada. Grave error. Aunque su don fue efectivo y el arma de aquel ente se rompió, luego intentó darle al sujeto con una de sus flechas. El ruido de la conmoción atrajo a una de las lúnulas, que desconcertada abrió un portal que absorbió a Martir de Gaia, llevándola a un lugar distinto. Finn no corrió la misma suerte; él se salvó al caminar hacia adelante en ese momento, en busca del supuesto cazador. Liv reapareció en una carretera que cruzaba las montañas de la región. La carretera estaba en buen estado y era antigua, mientras la luna llena iluminaba plenamente el lugar.

Pluma Negra: —Así es, seguimos en Tasman. ¿Qué te hace pensar que es otro lugar? —las ansias por golpearlo con su ala aumentaban con las preguntas absurdas de evidentes respuestas, pero se contuvo. Era su deber ayudar a los hijos de cuervo. “Escucha con cuidado, quiero que recuperes algo por mí. Mira a través de la sexta ventana del tercer piso. Eso que brilla, tráeme y te contaré por qué estás aquí”, dijo el ave, dando vuelta para volar a una rama más alta.

Munin entró en el arbusto y se encontró con varios espíritus animales de Kiwi, los cuales se juntaron formando una bola de plumas felpudas. —¿Qué hacen aquí? —interrumpió Munin a los animales. Se notaba que estaba hambriento con la presencia de las criaturas.

El frenesí del zorro logró incomodar a la perdición, que en forma de enjambre voló por encima de Gwen, evitando el desorden. Mientras la joven Fenris corría alrededor del hueco, comenzaron a caer trozos de barro y poco a poco fueron llenando el lugar. Así perduró mientras tenía el frenesí, hasta que estuvo cerca de la salida del hueco, a dos saltos de poder salir. Pero cuando estuvo a punto de lograrlo, terminó su frenesí y la perdición intentó poseer el cuerpo. En ese mismo momento algo se rompió bajo la tierra y se llenó con lo que Gwen había logrado, dejándola en iguales condiciones que las iniciales pero con la perdición atacando.

Mientras Finn se acercaba a la sombra, el hombre que se encontraba atrás disparando apareció cortando unas lianas con la bayoneta. Paul Mckenna se limpiaba las ramas de los árboles de los hombros y pantalones. Vestía su uniforme color arena, el que había usado en las dunas de Egipto. Tenía la fecha de Liv atravesando su sombrero por la mitad. —FIRMES, —fue su primera reacción al ver a Finn. —¿Finneas Rowan Mckenna qué haces aquí? Deberías estar matando perdiciones, no holgazaneando en la penumbra —lo miraba de cabeza a los pies-.

Geri:

El lupus siguió a Munin a través de los arbustos. Cuando finalmente estuvo dentro de ellos, la oscuridad gobernaba el espacio. Con su olfato logró visualizar a los espíritus que estaban ahí. Nunca antes vio algo igual. Eran unas aves que parecían no tener alas, un poco más grandes que su cabeza. Además, su cuerpo era torpe y pequeño, de patas grandes, bastante primitivas o diferentes. Se habían colocado juntas, tímidas. Geri miró a Munin, que se relamía el hocico. Entre gruñidos, le dijo que era mejor irse a buscar a sus compañeros de manada, que se habían extraviado por culpa del lago, y que los espíritus animales se miraban indefensos. Mordió el lomo de Munin para retenerlo y llevarlo con él.

Liv:

Miraba a Finn algo enojado, pero eso de mucho no importaba. Cuando de la nada algo la tira en un torbellino, alejándola de todos. No entendía qué ocurría. Se sintió agobiada y mal decepcionada de ella misma. Cayó en una carretera donde el cielo se encontraba despejado y la luna en un brillo claro. No tenía el ánimo de nada en ese momento. Supondría que quien la había llevado hasta allí era el espíritu que había conocido en otra oportunidad. Estaba llena de emociones, tenía más miedo que emoción. Se sentó en el suelo, se acurrucó y comenzó a llorar de la nada. Sabía que tenía que ser fuerte, pero ya se estaba agotando. El brillo se acercó más a ella, con duda y curiosa, no entendía qué le pasaba. Liv limpió las lágrimas de su rostro, trató de recomponerse, se colocó de rodillas y cerró sus ojos. No quería ser fuerte en ese momento. Se tranquilizó y, en silencio absoluto, todo ruido que se encontraba a su alrededor, comenzó a mover sus manos en ondas y giros. Inhaló profundo para concentrarse. Sabía que en su camino necesitaría de su nueva compañera. Se puso de pie y abrió sus ojos. Comenzó a danzar en aquel sitio apartado, entre giros y movimientos. Los árboles comenzaban a moverse con el viento. Durante los movimientos, el viento tomaba más fuerza. Las hojas que se encontraban en el suelo subían y bajaban con los movimientos que la Theurge de ella emanaban unos destellos de luz. Tomó la flauta que había hecho en anterior ocasión y la empezó a tocar, en una melodía alegre y sutil, un ritmo hipnótico. Continuó así para dejar la flauta en el suelo, al mismo tiempo que comenzó su nuevo rito mientras realizaba aquellas ondas de luz. Sin pensarlo, comenzó a transformarse hasta terminar en su forma lupus. Aulló a la luz de la luna, para finalizar su danza.

Gwen:

Estaba llena de barro, el dolor en su pata volvía a presentarse, y el agujero había vuelto a ser profundo. Aún no terminaba de comprender el porqué había tenido la imperante necesidad de correr como una loca sin llegar a ningún lado. Mientras, el enjambre de avispas se mantenía cerca de ella, estaba claro que algo tenían que ver, pero ¿qué diablos eran esas cosas y por qué se negaban a alejarse? Pronto no logró pensar más en ello. No eran simples insectos, podía sentir cómo intentaban apartarla del control de su propio cuerpo. No les había causado daño alguno con sus patas y sabía que no sería diferente si volvía a intentarlo, pero igual resistió la posesión con su fuerza de voluntad.

Jack:

Escuchó las primeras palabras del cuervo y sintió que le quería golpear por su torpeza, pero se mantuvo quieto, analizando sus palabras. —Pues es la primera vez que estoy aquí, no había visitado este lugar antes, además de cierta forma todo es diferente aquí… Aun no entiendo completamente donde estamos —pensó mientras el cuervo continuaba hablando del palacio. —Vale… pero no entiendo que tiene que ver el objeto con todo esto. ¿Hay alguien en aquel palacio? Bueno, igual no tengo opción. No vayas a desaparecer. —Había hablado tan rápido entre graznidos y silbidos que dudaba si aquel cuervo le había escuchado del todo, pero aun así, colocó su cuerpo viendo hacia el palacio, alzó sus alas y movió sus piernas como si estuviera corriendo para luego comenzar a agitar sus brazos en forma de alas e iniciar su vuelo. Salió del árbol rápidamente, aún ni se había percatado de analizar la situación en la que se encontraba, pero siempre le emocionaba hacer algo que requería un poco de riesgo, le llenaba de excitación la adrenalina que esto conllevaba. En el aire, no apartaba la vista de la sexta ventana del tercer piso; tras alcanzar la altitud suficiente, pudo ver mejor lo que había dentro del palacio, todo estaba oscuro, sin embargo, algo brillaba en su interior. Voló hasta acercarse lo suficiente para posarse en la cornisa de la misma ventana, en efecto, había un objeto sumamente brillante, una luz clara que le llamaba de cierta forma. Intentó buscar la forma de entrar, pero todas las ventanas estaban cerradas cuando pasó cerca de ellas, la cornisa era muy corta como para transformarse en su forma Homínida e intentar abrirla. —Es más inútil que antes —murmuró frustrado—. ¡Joder! Bueno, no queda de otra… ¿En serio cómo pierdes algo así? Claro, si es que realmente lo perdió… Tengo la sensación de que me está mintiendo. Bah… ¿Qué más da? —se dijo a sí mismo mientras comenzaba a volar nuevamente, esta vez alejándose de la ventana. Luego giró en forma de U y, tras estar bien ubicado y a una buena altura, regresó a su forma Homínida aprovechando la caída en dirección a la ventana para atravesarla.

Finn:

Separado de su compañera y en busca del cazador, Finn se cubrió la herida del hombro una vez más, olvidando el puño que había formado. La imagen del Sargento hizo que retrocediera, cerrando su boca y parándose firme en su lugar, hablando sin ver a los ojos al sargento, solo al árbol que tenía enfrente. —Sargento. Un enorme gusto, como siempre, señor —dijo Finn, ladeando una sonrisa al notar cómo portaba la bayoneta—. ¿Creo que nunca me contó de su tiempo en Egipto? ¿Fue Cairo? ¿Hitler buscando el Arca de la Alianza? —preguntó, negando con su cabeza y dejando la seriedad por un momento para no hablar con el Sargento, sino con su abuelo—. ¿Qué hacía con el rifle aquí? No me diga que me estaba disparando para probarme… ya no tengo 5 —bromeó mientras se acercaba a quitarle la flecha del sombrero de Paul, rasgando la tela de este—. Whoops.

Narrador:

La lúnula se sintió atraída por el ritmo que había inventado la theurge para honrarle a ella, movimientos coordinados y una música suave en la oscura noche que dominaba la carretera. Llenó de gnosis al espíritu, y en el reflejo de la luna sobre el asfalto aparecieron los colores plateado y dorado, girando en ondas cerradas y tubulares. Era la Lúnula, amiga de Liv, quien se sintió feliz por el nuevo rito. Lentamente comenzó a acercarse hasta estar junto a Mártir de Gaia y la envolvió, girando junto a ella y dándole brillo. Empáticamente mostraba interés y gratitud, colmando a la garou. Luego, en forma lupus, con ganas de pedir algo a cambio, la lúnula no sabía qué era lo que quería.

La ventana se rompió produciendo una onda sonora que alertó a algunos de los espíritus que habitaban la penumbra de aquel palacio. Pasos fuertes se escucharon venir desde abajo del castillo, y un espíritu se acercó a la puerta de la habitación donde estaba el corax. Era un espíritu ancestro que aguardó atrás y luego golpeó con sus nudillos fuertemente. —Nina, ¿estás ahí? Alexieu. ¿Rompieron la ventana de otra vez, verdad? —preguntó el espíritu en busca de respuestas. Hubo silencio.

Uno de los espíritus kiwi dio un paso al frente anteponiéndose al grupo. —Lobato, pareces una criatura noble, defendernos de tu amigo lobo es noble. Cualquier otro nos hubiera cenado —dijo el espíritu kiwi. Munin giró la cabeza, sabiendo que no les comería, pero el espíritu kiwi continuó hablando. —Tengo una misión para ti. Veo que en ti está esa esencia que tenemos los espíritus animales.

La lupus intentó resistirse a la posesión de la perdición, sin embargo, el espíritu del wyrm invadió su cuerpo. En ese momento, la lupus dejó de saber lo que ocurría, perdió la noción del tiempo y espacio mientras el espíritu del wyrm, utilizando su don para levitar, levantó el cuerpo de la lobata llevándola a un bosque cercano, cerca de donde estaba Finn. Aunque no lo sabía, el espíritu tenía otros planes para ella.

Paúl Mckenna observó mientras su nieto retiraba la flecha del sombrero. Se sentó cerca con la mirada perdida en su pasado y comenzó a contarle aquella historia. —Fue cuando los Italianos declararon la guerra a los Ingleses. Mussolini, ese ente del wyrm, en especial, estaba completamente corrompido por la corrupción. Todos esos esbirros quisieron tomarse Egipto y las rutas a Oriente. Pero yo no les dejaría. Junto con otro pelotón Fianna, nos volvimos piratas del desierto, les robamos los suministros que se los llevaban a Libia para que no pudieran abastecerse. En nuestro tiempo como piratas del desierto, conseguimos los mapas y todo lo que planeaban esas criaturas, que en su mayoría eran formori —relató. Cuando terminó de contarle la historia a Finn, le dijo: —Ahora tú guardas esta historia, asegúrate de contarla en tu día a día. Aprende que las acciones heroicas no siempre son éticas. Pero a ver… ahora que estás aquí, debes aprender algo. ¿Cómo van esos dones?

Geri:

El lupus no quería enfadar a Munin, pero aquellos animales se miraban indefensos. Geri puso su hocico sobre el hombro de su buen amigo. En lenguaje de lobo le dijo que volvería con algo para compensarle, una liebre o algo que subsanara el no cazar a esas criaturas en ese momento. Le aseguró que buscaría la manera de no hacerles daño, ya que no estaban ahí para eso. Debían ayudar a sus hermanos de la manada que una vez más los había extraviado en la umbra. Para ello, necesitaba las habilidades de rastreo de Munin, pero no quería dejar a esos tímidos espíritus. Se agachó, posando su cuerpo en las patas delanteras, con su nariz cerca del pico de aquella avecilla. La miró y parpadeó un par de veces, esperando que le dijera lo que quería que hiciera por ellas.

Liv:

Mientras observaba y sentía la reacción de su nueva amiga, igualmente se sentía a gusto y feliz de que le haya gustado lo que había interpretado. Cuando estaba en su aspecto lupus, era difícil pronunciar palabra alguna. Dio algunos saltitos en sus cuatro patas, en señal de que estaba feliz de estar allí con su compañía y aulló en varios tonos. Luego, se sentó en sus patas traseras y la miró fijamente, con los ojos brillantes. Agachó sus orejas, algo indecisa en lo que estaba por pedirle. Pero era hora de hacerlo, así que respiró profundamente y le dijo en un lenguaje espiritual que le encantaría que fuera su guía y que siempre le ayude, que la acompañara donde ella fuera. A cambio, le ofrecería ese chimichaje. Se acostó en sus patas delanteras, esperando alguna respuesta.

Gwen:

Comenzó a dar vueltas en el agujero, completamente desesperada al ver que aquello persistía. Al sentir que era poseída, vomitó su cena en dirección a las abejas, justo antes de ser levantada y perder el conocimiento de lo que estaba ocurriendo.

Jack:

Allí estaba él, justo frente a aquello que quería poseer aquel cuervo. Se acercó para analizarlo bien, calculando su peso mientras llevaba su mano derecha hasta la boca, pensativo. Tras mirar a su alrededor, notó una bolsa hecha con tela y la tomó. La bolsa estaba llena de arena. Tras analizar bien el objeto, comenzó a remover la arena hasta imaginar cuál sería el peso adecuado. Una vez lo tuvo, alzó ambas manos, una para tomar el objeto y la otra para dejar la bolsa de arena en su lugar. Debía hacer el cambiazo rápidamente. Gotas de sudor recorrían su frente y, tras un suspiro, lo hizo. Tomó el objeto brillante con sus manos y dejó la bolsa. Sonrió ampliamente, pero de pronto escuchó un golpe a la puerta, lo que lo hizo brincar del susto. Su corazón comenzó a latir rápidamente. Tomó una gran bocanada de aire para no gritar y, mientras escuchaba las palabras de alguien, corrió hacia la ventana, clavándose un pequeño trozo de vidrio en la planta del pie. Sin embargo, tras saltar por la ventana, se dispuso a cambiar nuevamente a su forma Córvida, uniendo así a su cuerpo el objeto brillante que le había pedido el cuervo. Realizó un Rito de Talismán Dedicado. Se convirtió en córvido en la caída y solo tuvo que estirar sus alas para finalmente planear por el aire. Ajustó sus brazos para girar hacia el árbol y, una vez lo tuvo de frente, comenzó a aletear para subir. A pocos metros, dejó de mover sus alas para dejarse llevar por la física y llegar al árbol mucho más rápido. A pocos metros del árbol, volvió a estirar sus alas, ralentizando su velocidad, y comenzó a dar vueltas alrededor del árbol donde se encontraba el cuervo. Tras encontrar una mejor apertura, descendió hasta finalmente posarse frente a él. Dijo en forma Homínida: —Fue pan comido, pero debo dártelo con mi forma Homínida, vamos a otro lugar. Extendió sus alas y aleteó un par de veces para que el cuervo se apresurara. —Ja, debiste verme entrar y tomar el objeto. Fue genial.

Finn:

Sentado en un tronco, el Fianna escuchaba las historias de su abuelo. Escuchar el hecho en palabras de su ancestro le era satisfactorio a otro nivel. Pura guerra. Finn asintió y de su cinturón le pasó la cantimplora a su abuelo, compartiendo del alcohol tras una buena anécdota. —Gracias. Estos Garous solo hablan de tiempos más lejanos, casi olvidando aquellas historias que no están tan lejos de nosotros y el mundo que conocemos. Los ojos de Finn se iluminaron al verde cuando su abuelo le preguntó, sonriéndole y continuando la conversación entre ellos mediante un habla mental de nivel uno. —Nada mal… pero siempre se puede aprender más, ¿no? Es lo nuestro… aprender y aprender.

Narrador:

La lúnula quería ser alimentada durante la Luna Nueva, la fase más oscura, pues en ella se sentía menos poderosa y cumplía con sus actividades de una manera bastante restrictiva. Moviendo su cuerpo lentamente alrededor de Liv, recordaba no poder iluminar su claro de luna a plenitud. Quería recibir suficiente gnosis en algunas de esas ocasiones para no descuidar su espacio luminoso en el bosque junto al lago. A cambio, la lúnula le ofreció empáticamente guiarla cuando estuviese perdida y, bajo su luz, cuidar de ella.

Pluma Negra se inmutó al ver al corax acercarse sin el objeto que había solicitado. A medida que se acercaba, graznaba hasta que estuvo lo suficientemente cerca y, moviendo sus alas festivamente, le comunicó que lo tenía pero en su forma homínida. El cuervo exhaló desde el fondo de su pecho, como si se deshiciera de una carga. Rápidamente, con su pico, aferró una delgada rama superior sin arrancarla, usándola solo para cubrir a ambos. Le insistió: —Lo tienes, entrégame mi tesoro.

Se desesperaba por recibir el objeto y volar lejos. A lo lejos, vio a través de la ventana del palacio al espíritu ancestro que había ingresado a la habitación y no tardaría en extrañar el objeto que ya no estaba. Con graznidos, Pluma Negra insistió: —Sígueme, acá no estamos a salvo.

Voló junto a él y, luego de superarlo, graznó de vez en cuando para que lo siguiera. Lo trasladó hasta el bosque donde se encontraba el Fianna. Llegó a un árbol que tenía un agujero en la mitad y se podía ver los tesoros que Pluma Negra codiciosamente guardó ahí. El cuervo se posó en una rama resistente, esperando a Jackson.

El espíritu kiwi no tardó en mencionar el verdadero propósito que buscaba en el lupus: —Son cinco huevos de Kiwi que están en peligro. Los huevos están dispersos en la frontera del bosque y, por la rareza de nuestra especie, son valiosos para los humanos. Geri, debes asegurarte de que los huevos sobrevivan para equilibrar las criaturas de Tasman. Así lo ha previsto el tío Kaos.

Poseer a una lupus de la Camada de Fenris no era tarea fácil. La Rabia Amarga sentía que algo le arrancaba cada momento que pasaba enganchada al cuerpo lupino. La perdición logró aferrarse, poseerla parcialmente, pero en ese estado no le serviría de mucho. Optó por sacar a la lupus del agujero. Cuando estuvo en la superficie, caminó hacia un bosque sin siquiera saber que se encontraba cerca del Fianna. A vista de los demás en umbra, la lupus poseída parcialmente tenía un enjambre impregnado como un parásito en el pelaje. Caminó hacia donde se encontraba Finn, se desmayó y volvió a cobrar consciencia a los pies del Fianna.

Paul McKeena recordaba todas esas experiencias en la guerra. De ser un galliard, le hubiera puesto el sueño en la mente de Finn, pero en vida fue Ahroun. Se contentó con contarle superficialmente los hechos, aunque en sus recuerdos los remembraba con violencia extrema. Recibió la cantimplora con una sonrisa similar a la de Finn y bebió el contenido, expulsándolo al instante. —Esto es orina, ¿qué tomas, soldado? Se limpió los labios con un pañuelo y, tras hacerlo, se agarró con ambas manos la cabeza. Miró con extrañeza a su nieto y le preguntó: —¿Qué haces en mi cabeza? Si acá podemos conversar, ¿o acaso ves a alguien que escucha? Indicó con sus manos a su entorno, donde ubicó a la cachorra que llegaba y un par de cuervos sobrevolando los árboles. —Evidentemente nos escuchan. ¿Mejor así? He pensado en enseñarte algún don que te sirva en la vida. —Comenzó a hablarle por la mente.

Geri:

Escuchó detenidamente lo que Kiwi tenía que decir y miró en los ojos de Munin. La historia se repetía como a los lobos de Stabbursdalen, los humanos con su ego destruían la valiosa creación. Gruñó asintiendo a lo que el espíritu le había explicado. Estaba indignado con la actitud de los humanos, ya que para él, la vida de esas criaturas valía como cualquier otra. Esa lección la había aprendido con el tiempo y por ser lupus, viviendo de cerca el genocidio de los lobos en Noruega. Para Geri sería un privilegio poder luchar por las causas justas y esta era una de ellas. Por eso aceptó ayudarlos, se despidió lamiendo el pico del espíritu para luego aullar. Antes de regresar a buscar a los suyos, le pidió ayuda a Munin con unos gruñidos, necesitaba encontrar a Liv y a Gwen.

Liv:

Sentía a la Lúnula claramente y entendía lo que le daba a entender. Se acostó un momento contemplando el brillo que irradiaba su compañía. Le agradaba sus leves brizos plateados y dorados, le gustaría poder brillar así. Se acercó tomando una posición de juego con las patas delanteras semidobladas y las traseras rectas, su cola ondeando. Corrió dando pequeños saltos y aulló llamando la atención antes de ocultarse. Ladeó la cabeza para después decirle que necesitaba encontrar una vez más a sus compañeros que otra vez se habían dispersado por Umbra. Le explicó quienes habían cruzado esta vez con mirada triste y le dijo que Geri la había invitado una vez más para jugar con Munin, pero había algo que cuando cruzaban algo los separaba y ella sentía sus orejas gachas. Continuó narrando y por lo mismo necesitaba de ella. No olvidaba la petición de la Lúnula, a la cual aceptó alimentar con su rito cuando fuera luna nueva, tocando su flauta siempre a la orilla del lago. Se acostó con su hocico en el suelo pensando en lo que ocurría, no podrían estar más tiempo en Umbra o quedarían atrapados y desaparecerían.

Gwen:

Abrió los ojos lentamente. Podía sentir su cuerpo terriblemente aturdido, como si hubiera estado bajo los efectos de algún sedante. Apenas pudo ponerse en pie, comenzó a chillar descontroladamente mientras morisqueaba su pelaje con desesperación, lanzando una que otra dentada al aire y restregándose contra el suelo, primero su rostro y luego su lomo impulsándose con sus patas. Realizaba los mismos movimientos bruscos que los perros cuando tienen encima un problema grave por infestación de pulgas. Solo podía pensar en aquel enjambre, en cómo la había dejado fuera de combate tan rápido y en lo mucho que quería librarse de ellas. Continuó revolcándose en el suelo, sin detenerse a observar dónde se encontraba y con quién.

Jack:

En el momento que aterrizó, notó al cuervo muy interesado por el objeto que le había mandado a buscar antes. Aunque calmó sus nervios, no paraba de pedírselo, lo cual le indicaba su gran interés en el objeto en particular. Jack se sentía atraído por él, pero no a gran nivel como el cuervo. No tardó en estirar sus alas y comenzar el vuelo, mientras le gritaba sobre un posible peligro. Recordó la voz detrás de la puerta y alzó sus brazos en forma de alas, dando algunos pasos hacia adelante y finalmente comenzando a aletear hasta alcanzar al cuervo. Volaba a su lado hacia otra dirección desconocida, pero sentía nervios por aquellas palabras de advertencia. Aun así, estaba confiado, en el aire pocos son sus depredadores. El cuervo superaba en velocidad, siendo un Córvido a toda mecha. Aunque Jack era un novato, se movía bien, pero aún le faltaba mejorar mucho. “Más niebla al frente…”, pensó mientras volaban. Tras atravesar la niebla, ingresaron a un bosque que le resultaba interesante, dado que todos los árboles parecían tener años creciendo, uno más grande que otro. El cuervo lo llamaba de vez en cuando y volar aquí se sentía muy bien, sin gases tóxicos ni aeronaves capaces de aniquilarlo. Finalmente, el cuervo llegó a su árbol, pero Jack debía entregarle el objeto que tenía en forma de Homínido. Bajó hasta la tierra con dificultades para aterrizar bien y, tras tropezarse, cambió de forma quedando tirado en el suelo. Realizó el Rito de Talismán Dedicado, volviendo a su forma natural, estirando sus huesos, sus plumas cayendo, su pico regresando a ser una boca y sus ojos siendo reemplazados por otros. Recogió sus cosas y en su mano tenía el objeto. Se levantó lentamente y se quedó en el suelo, esperando a que el cuervo viniera por él, mirando hacia arriba con el dichoso objeto en su mano derecha.

Finn:

—¿Pero qué dice? Si es una buena cocción… Si me quiere enseñar un don, también arroje una receta nueva. Estoy seguro de que usted sabe bien de eso. Algo me dice que su pelotón y usted no sobrevivieron la guerra… completamente sobrios—. Guiñando su ojo derecho y ladeando su sonrisa, el Fianna le asintió a su abuelo. —Nunca se sabe quién puede escucharnos… esta es la mejor manera. ¿Imagina la utilidad que pudo haber tenido en una de sus misiones al norte de África? Esos putos Nazis no sabrían ni de dónde se hace un buen strudel, ¡Ja!—. Finn volteó hacia un extremo del claro y reconoció a Gwen, que no tomó ni un momento para voltear arriba, sino para rascarse y morderse como si se tratara de quitar algo. Tomó su mochila en ambas manos y continuó hablando con su abuelo tras ir a ver qué le pasaba a la chica. —¿Podrá verlo? Oh… sí… olvídelo…—. Negó con la cabeza tras olvidar su encuentro con Liv y se arrodilló frente a Gwen, tratando de enforcar su rostro en el suyo, tomando el hocico de ella en su mano. —Hey, hey, hey, hey… ¿qué te picó a ti?—

Narrador:

Ambas habían aceptado el pacto, ahora que estaban listas para acompañarse por un lazo que duraría mientras ninguna de las dos faltase a la promesa, solo quedaba regresar con los hermanos de manada a la Hija de Gaia, pero la Lúnula no sabía dónde se encontraban los compañeros de manada, sentía empáticamente los miedos y anhelos de Liv por lo que también estaba preocupada aunque no podía hacer mucho. Agitándose rápidamente, se disculpó con la theurge y la llenó de brillo sobre la piel que comenzó a marcarse con puntos brillantes de color plata, los cuales al juntarse con otros formaron constelaciones aunque apenas eran incipientes pues Liv era nueva vinculándose con esa estirpe de espíritus. Para iniciar, ya tenía a la cruz del sur en su brazo derecho, los colores solo serían visibles durante las noches en la umbra. Cuando terminó de disculparse, la Lúnula creó un portal, a través de ese portal se podía ver como un espejo a la aldea. Liv solo tendría que cruzar para encontrarse fuera de la penumbra, a salvo.

Pluma Negra observó abajo del árbol, Jackson se había transformado en un humano, cómo detestaba a esas criaturas, sin embargo, el corax estaba sosteniendo el objeto en su mano. El cuervo escuchó que bajara y sin protestar, aunque le hubiera gustado lanzar excremento, voló hacia abajo en círculos alrededor del árbol, apenas moviendo sus alas más planeando hasta aterrizar con un torpe salto. Se acercó dando brincos y moviendo su cabeza de atrás hacia adelante, siempre mirando el objeto y graznando aunque Jackson quizá no lo entendería en esa forma, el cuervo le estaba hablando en forma osca: —¿Por qué has tomado esa forma vergonzosa?.. Entregarlo, cabezón, cabezón, entrégame mi precioso—. El objeto que tenía Jackson no era otra cosa que un fetiche, el cual era de gran valor, pero el cuervo no lo sabía. El cuervo solo sabía que brillaba y lo quería para su colección.

Munin avanzó a grandes saltos a través del paisaje umbral, era un experto rastreando las trochas de espíritus que sabían algo de los garou desaparecidos, lo que lo llevó hasta un bosque de árboles antiguos y gigantes. Árboles que susurraban en lenguaje espiritual. Aunque él no lo sabía, estaba cerca de encontrarse con Finn y Gwen. Munin sentía a Geri correr detrás de él, casi iguales. Suponía que se retrasaba porque también estaba interpretando los aromas, aunque el lupus no era diestro rastreando, no lo suficiente como lo era su amigo lobo espíritu. El rastro se marcaba más en ese lugar del bosque hasta que finalmente vio a una garou lupus, la cual se notaba tenía algo maligno en el pelaje. Solo con ver a la lupus, se detuvo y comenzó a gruñir como si se encontrara con un enemigo. Esperó a Geri para actuar.

Paul Mckeena miró la cantimplora de su nieto, tras señalarla acusatoriamente espetó sus palabras con saliva, mientras una vena se ponía en su frente llena de líneas expresivas. —Es suave, soldado—. Para el veterano de guerra, un buen trago era el que contenía varios grados de alcohol, uno que fuera destilado por manos fiannas y que haga arder la garganta al pasarlo. Pensar en el whisky le dio una idea fundamental. —Tráeme un whisky que me recuerde mis días en el campo de batalla y te enseñaré un Don que vale la pena, Soldado—. Cuando terminó de hablarle, notó que Finn se había alejado unos metros. Se levantó acomodando sus medallas de honor en el traje, caminó unos cuantos pasos y vio una criatura enferma. —¿Eso es un Danzante del Espiral Negra?… o sí, recuerdo esos malditos sacos vacíos que utilizaban los fetiches con perdiciones.

Geri:

El lupus avanzaba tan rápido como sus cuatro patas le permitían, seguía al viejo Munin a través del paisaje umbral del túmulo. Varios aromas extraños de los diferentes espíritus de Gaia llegaban a la nariz del lupus, distrayendo su mente con ideas de posible peligro o de la ubicación de sus amigos. El lago en ese entonces se apreciaba tranquilo bajo la compañía de la luz de la luna, en un ensueño líquido. Aún con recelo, Geri intentaba rodear el agua para no tocarla, aún recordaba la mala experiencia. Estuvieron corriendo por algún tiempo sin reposar, no se cansaba ya que estaba acostumbrado a recorrer largas distancias en Noruega desde cachorro y tenía energía de sobra. A lo lejos pudo ver cómo iniciaba un espeso bosque de montaña. Habían varios espíritus, plantas casi con la edad del hombre, espíritus animales, algunos que con sus sonidos típicos del bosque distraían a cualquiera que tuviera prisa y rastreara. En esa parte de la penumbra, los espíritus no eran tantos como en el Reino de Gaia, pero sí suficientes para denotar que la penumbra de Tasman no estaba completamente desértica. Mientras más se acercaba, notaba que Munin olfateaba profundamente hasta que finalmente se detuvo en frente y comenzó a gruñir. Geri se colocó delante de Munin con un salto para defenderlo de cualquier amenaza que hubieran encontrado. Pensó ver alguna criatura que no fuera de su agrado frente a él, pero estaba la Lupus hija del Alfa, Gwen. Ella mordía el aire y su pelaje como intentando quitarse algo. Geri no entendía lo que ocurría, ni por qué Munin se había puesto así de molesto. El lupus pasó por alto y aulló para que supieran que se encontraba ahí, luego caminó en dirección a donde se encontraba Gwen para saludarla con gruñidos y brincos, intentó jugar con ella, pero ella estaba extraña y se veía diferente. Con lenguaje de lobo, le preguntó qué ocurría y por qué actuaba así.

Liv:

Ella volvía a su forma humana, caminando en círculos mientras pensaba en los demás. La noche en Umbra no deseaba convertirse en una pesadilla, y ella la respetaba profundamente. A medida que el tiempo transcurría, observaba la luna creciente, sintiendo su preocupación. Respiró hondo para mantener la calma y no perder el equilibrio. Su nueva compañera se posó sobre ella, acariciando su piel de una manera mágica e incomparable.

A lo largo de su brazo derecho, recordaba la experiencia anterior cuando se sentía perdida. La luna creciente la tranquilizaba. Poco a poco, se fueron formando incrustaciones en su piel con puntos brillantes de platino y colores indescriptibles. Unas lágrimas escaparon de sus ojos al darse cuenta de que ya no estaría sola, siempre cumpliría su promesa. Juntas, fusionaron sus existencias en su rostro. Era increíble cómo un momento difícil se convirtió en su recuerdo más maravilloso. Agradeció profundamente a Gaia por brindarle tanto.

Volvió a pensar en Geri, preguntándose dónde podría estar. La luna creó un nuevo portal, desde el cual se podía contemplar el pueblo. Antes de dirigirse allí, se abrazó a sí misma y le agradeció en susurros con una sonrisa. Tomó su flauta y cruzó el portal, adentrándose en lo que ahora se había convertido en su hogar. Caminó hasta la orilla del lago y se sentó, esperando que sus compañeros aparecieran mientras tocaba su flauta.

Gwen:

Pronto se le revolvió el estómago y terminó por vomitar de nuevo, esta vez únicamente saliva y lo que le quedaban de jugos gástricos. En ese lapso que dejó la pataleta en la tierra, se percató de que no estaba sola. La voz que se dirigió a ella hizo que se colocara en posición de ataque, enseñando los colmillos y gruñendo con fuerza en dirección al sonido. No estaba de humor para más visitantes espirituales con malas intenciones y tampoco le quedaba mucha energía para hacerles frente. Fijó sus ojos en los del sujeto que tenía enfrente, se trataba de Finn. Ya no estaba atrapada en el agujero, aunque como de costumbre no sabía cómo había llegado hasta ahí. Detrás de ella escuchó algunos gruñidos y a Geri hablándole. El ver rostros conocidos logró tranquilizarla, bajó la guardia y comenzó a chillar pidiendo ayuda. No tenía cabeza en ese momento para intentar hablar en la lengua humana: ¡Las abejas robarán mi cuerpo! gritaba entre chillidos y gruñidos mientras volvía a restregarse contra el suelo y a mordisquear su pelaje.

Jack:

Observa al cuervo descender en círculos hasta aterrizar en el suelo, nota que también aterriza de forma torpe, lo cual le alegra de cierta manera, por lo que sonríe. Mientras el cuervo se acerca, nota cómo este no le quita los ojos de encima al objeto. Comienza a dar graznidos uno tras otro, pero no logra entenderlo. —Qué molesto eres, menuda pérdida de tiempo… No hice más que hacerle un tonto favor a este pajarraco —piensa, sintiéndose estafado, como cuando se compra un producto en línea y llega una marca más pirata que el mismísimo Perro Negro. —Ten —dice, bajando su mano y lanzando suavemente el objeto sobre la húmeda tierra. Pasa sus manos por su pantalón, que aún está húmedo y resulta incómodo. Finalmente, mete las manos en los bolsillos y mira atentamente al cuervo, preguntándose qué habrá pasado con los demás. Mira hacia arriba, pero solo puede ver el cielo cubierto por las numerosas ramas y hojas de los árboles gigantescos. —Realmente es hermoso —se dice en voz baja.

Narrador:

En la aldea Liv, Finn se encontraba a salvo aunque aún tenía la duda de lo que había ocurrido con sus amigos. Por otro lado, el claro de luna en el bosque estaba más resplandeciente de lo normal, la luz llegaba hasta la tierra y las criaturas que allá habitaban la recibían cómo un regalo, una caricia cálida de una hija a su madre. La lúnula se sentía más fuerte gracias al rito.

En ese momento, Pluma Negra agarró con su pico torpemente el objeto que añoraba hace décadas. Con graznidos, dio las gracias a Jackson, avizorando que lo buscaría pronto. Con pequeños brincos, comenzó a alejarse hasta finalmente emprender vuelo alto y entrar en su madriguera ocasional donde escondía sus tesoros. Ahí colocó el objeto valioso.

Se escuchó la voz de Finn seguido de algunos gruñidos y chirridos conocidos a través del bosque, alertando a Jackson de que estaba cerca. Eran sus compañeros, finalmente se encontró con los demás. Munin se acercó a Gwen y le entendía perfectamente los gruñidos, al igual que Geri. Ambos exploraron aquellos insectos impregnados en el pelaje de la lupus, eran extraños, nunca antes habían visto algo igual. Pero se podía sentir que eran una presencia maligna.

Ambos escucharon sobre las abejas. Munin les dejó a todos entre gruñidos que no podrían sacarlas. El Sargento hizo lo mismo pero agregó: —La solución es asesinarla—. Agarró su bayoneta con una cara de demente, se acercó a toda velocidad e intentó atacarla, pero en ese momento, Munin se interpuso y le habló en el idioma de los espíritus, diciéndole que el ataque era innecesario y que eso se podía solucionar en el Reino de Gaia con un exorcismo. Paúl Mckenna comprendió y dejó que todos se marcharan. Sin embargo, antes de que cruzaran la celosía, miró a su nieto y dijo: —No olvides el whisky. Si me traes un buen whisky como los que se preparaban en la guerra, fuerte para calentar la sangre, llenar las articulaciones de líquido sinovial, agudizar los sentidos y la tensión para enfocar a los Fianna en el enemigo, entonces te recompensaré—.

Una vez que todos estuvieron listos, Finn, Jackson, Gwen y Geri atravesaron la celosía y aparecieron en un bosque cercano a la aldea. No fue difícil después seguir los caminos y llegar a la aldea a salvo.

Historia – Piedra del Camino

Helios se posicionaba en el firmamento como omnipresente celeste que iluminaba y devolvía a la vida a las criaturas diurnas con una mañana cálida. Dentro de la casa que el Alfa le había asignado a Geri para que viviera, el lupus había cavado su madriguera donde yacía atento a lo que acontecía. Apenas descansaba, tenía la mirada fija en una pronta salida junto al lago. Con su pelaje lleno de tierra tan pronto sintió el calor que emanaba Helios, se acercó reptando a través del canal subterráneo que había diseñado, saltó sobre la canoa con el remo agarrado por su hocico y avanzó a través del lago. Las ondas que provocaba su bote sobre las profundas aguas lo relajaban, para él era como un regalo de la vida, pues por esas ondas de agua se acercaban al barco atraídos por el movimiento y golpeteo varias criaturas de lago, aves y peces.

Esa mañana Geri no tenía planeado enfrentarse a ninguna amenaza, por lo que no se preocupó en equipar su lanza ni la red de pesca. Consigo solo traía su amuleto acomodado entre su pelaje, siendo uno con él mismo, así como sus colmillos para defenderse. En medio del silencio matutino, solo pensaba en los Kiwi y su misión. Los Kiwi le habían pedido que cuidara los huevos que estaban en los confines del territorio del túmulo. El lupus estaba decidido a conseguirlos y cuidarlos. Cuando finalmente cruzó el lago, se maravilló por la vista que tenía de la aldea. Sin embargo, aún debía recorrer varios kilómetros. Quedarse en aquel lugar sería perder valioso tiempo. Ató la canoa al tronco de un árbol para encontrarla allí al regresar e inmediatamente corrió en busca de los huevos.

Sin mucha dificultad, avanzó hasta la punta de la montaña para tener una mejor perspectiva del túmulo. Aguardó un instante para apreciar el paisaje lleno de acantilados, praderas y bosques. Un ave que sobrevolaba el lugar se acercó a Geri y le dijo que se fuera, que esa parte de la montaña era su territorio de caza. Geri se negó a moverse sin antes obtener algo de información. Le preguntó sobre los Kiwi, si sabía algo. El ave le indicó que buscara en lugares donde hay humanos, ya que ellos siempre toman cosas del bosque. Geri se despidió y lentamente descendió, sin despegar su nariz a 20cm de la superficie, siseando rápidamente en busca de un rastro. Ya casi llegaba a la frontera. Supuso que los huevos no tenían un rastro, ya que con un aroma no sería difícil encontrarlos. Tampoco confiaba en todos los animales para preguntarles, algunos eran depredadores, especialmente zorros, gatos salvajes o perros que se adentraban en el bosque.

Después de indagar por qué camino seguir, se dio cuenta de que su aroma lo delataba. Ya estaba en las fronteras con los humanos. Se acostó boca arriba y frotó su espalda contra el musgo. Utilizó su amuleto (Piel de Camaleón: Activo – Permite que el pelaje del garou se funda con el entorno). Su cuerpo, para los demás, se miraba como parte de la vegetación. Hasta los animales más tímidos salían pensando que ya no estaba y, con razón, necesitaba disminuir su presencia. El parque nacional en sus confines estaba plagado de lugares turísticos para humanos, pero el peligro más inminente eran los cazadores furtivos, quienes nunca faltaban y sobornaban a otros humanos. Ver a un lobo sería algo incomprensible.

A mitad del día, un aroma llamó su curiosidad: un campamento humano donde preparaban un asado. Había casas rodantes y algunas tiendas de campaña. Geri notó que no había perros ni otras mascotas en aquel lugar. Por el contrario, los letreros dejaban claro que estaba prohibido traer perros, gatos y otras criaturas, así como plantas de otros lugares, por el cuidado de la fauna nativa. Si escaparan, se alimentarían de los animales del lugar, que no tenían defensas naturales. Geri pensó dos veces antes de seguir con su aspecto lupus, ya que usar camuflaje atraería peligro cuando terminaran los efectos. Además, ya dominaba su apariencia de homínido. Se aseguró de que nadie lo estuviera viendo y realizó el cambio a homínido. Buscó ropa en uno de los equipajes del lugar y se mezcló con los campistas.

El lugar al que el lupus había llegado era un camping lleno de gente joven. Según lo que leía en las instrucciones de registro, era una fiesta privada de ecologistas de todo el mundo. Caminó observando las cosas que tenían los humanos. Lo que más le molestaba era la cantidad de objetos extraños que empleaban para las funciones más simples. “La tejedora estaba loca”, pensó. “No era más cuerdo que el wyrm”, negando con su rostro. Continuó acercándose casi como un zombie al aroma del asado. La joven que lo preparaba lo saludó informalmente mientras lo miraba con curiosidad entre sus pupilas como gotas de cielo. Él solo asintió, mirando aquel delicioso asado de cordero. Ella le ofreció un wrap con verduras y granos germinados.

Otra mujer salió de una tienda y se acercó a saludarlo. Le contaron mientras comían que ambas eran de San Francisco, dos mujeres que acampaban y viajaban solas. Estudiantes de historia del arte. Hacían bromas de la ciudad, lo cual el lupus no entendía. Él, por su parte, las divertía con su extraño comportamiento, especialmente por las curiosas historias del bosque: aromas de la tierra o sonidos de insectos. Ellas pensaron que tenía un problema, que no era muy inteligente. Y cuando le preguntaron su nombre, les dijo que se llamaba Geri, lobo de Odin. Para ellas, no hubo mejor broma: estaban con un pseudovikingo loco. Lo llamaban Odin. Él no podía revelar su origen, aunque se lo preguntaron. Dejó la barbacoa, necesitaba orinar y quería hacerlo en el árbol. Una de las chicas se rió y le explicó que debía ir al baño y se fue a los baños. Cuando estuvo allí, se preguntó qué lugar era ese. Era como una caja, a diferencia de todo el bosque.

Esa noche se quedó en el campamento, junto al río, viendo al reino etéreo saludar en la teluria con un fascinante espectáculo de colores celestes. Por un momento, se dejó llevar. Olvidó quién era realmente. Ya estaba completamente a gusto entre los humanos. Además, se sentía agotado de todos los problemas que tenía en la Aldea. Junto a una hoguera improvisada por los campistas, se ganó la simpatía de una de las chicas, quien no se soltaba del brazo del lupus. Muchos se acercaron a tocar instrumentos musicales, bailaban y asaban malvaviscos. Geri abrazaba a la joven humana por la cintura. Cuando las luces se apagaron, fueron a la tienda de la joven, donde la noche los cobijó en un cálido abrazo.

A la mañana siguiente, Geri no entendía lo que había ocurrido. Solo lamentaba dejar a su conquista. Pensó que no volvería a ver a aquella chica y, en el fondo, lo sabía. Recordó la historia que el viejo Munin le contó sobre una hechicera que encantaba a sus víctimas en un ensueño que duraba años. No quería caer en ese ensueño, menos aún con una humana. Siguió su camino por las fronteras del túmulo. Más tarde, encontró un santuario, un lugar donde había animales sueltos, pero que ya no eran salvajes. Habían perdido la razón de su especie. Entre ellos vio un Kiwi en una foto. Al acercarse, encontró los dos primeros huevos de aquellas aves. Eran grandes. Los agarró con ambas manos y los llevó consigo, poniéndolos en los bolsillos de la cazadora que se adueñó del campamento.

Salir del santuario fue fácil. Al menos ahora solo le faltaban los otros tres huevos. Siguió rodeando los límites del Túmulo, ahora con dos responsabilidades a su cargo. Ya era mediodía y Geri pensaba en la joven y el asado. Cuando llegó a un letrero de una zona donde planeaban construir un edificio de la tejedora, vio algo claro, casi blanco, entre el césped. Otro huevo de Kiwi. Pensó que esas criaturas ponían sus huevos en los lugares más horribles. Estaba cada vez más cerca de encontrar los que le faltaban. Siguió el camino. Era espantoso, como un río de concreto, un río de muerte donde encontró al menos dieciséis animales atropellados durante el recorrido.

Nuevamente, se internó en el bosque con los animales. Ya solo le faltaban dos huevos de Kiwi para cumplir su misión. Siguió buscando en cada cueva, acantilado y pradera. Era realmente difícil encontrar algo que no tuviera un aroma. Sin embargo, era su deber hacerlo. En un acantilado, vio otro huevo. Escaló, lo que le tomó el resto del día. Esa noche, dormiría con el estómago vacío, con cuatro de los cinco huevos de Kiwi a su cuidado, en una cueva de aquel acantilado, a 130 metros por debajo de la superficie más baja. Observando el hermoso paisaje del acantilado, se envolvió alrededor de los huevos y se quedó dormido.

Antes del amanecer, descendió con cuidado. No quería hacerles daño a los pequeños Kiwi que aún no habían nacido. Siguió su camino. Había rodeado gran parte de los límites y ahora estaba extremadamente cerca de la aldea. El último de los huevos lo encontró en un camino de montaña, a la vista de quienes por allí pasaran. Sin duda, si no los hubiera encontrado, todo habría salido mal. Regresar a la aldea fue más fácil que dejarla. Solo le tomaría unos minutos mientras amanecía el 10 de junio de 2019. Al llegar a su bote, metió cuidadosamente los huevos en la ropa humana y los llevó hasta su madriguera. Una vez allí, les hizo un nido. Al terminar, fue al mundo espiritual para buscar a los espíritus. Una vez allí, estos se movieron para que viera la recompensa que le habían prometido: una Piedra del Camino que celosamente custodiaban en medio del arbusto. Geri preguntó qué era eso y los Kiwi le explicaron que servía para conectar túmulos. Geri volvió a su madriguera con su recompensa, esperando el momento para contarle a Keket sobre la piedra.