20 de julio de 2007: Un juicio de disciplina y redención

Un juicio de disciplina y redención

20 de julio de 2007

Narrador:

Se había convocado a una ordalía en el centro de la Aldea. El motivo era la ruptura y la violación de la novena letanía ocurrida en el incidente de los motoristas. Todo Garou, parentela y criatura que perteneciera a la manda Semillas de Ygdrasil estaba invitada.

Días después de los hechos sucitados en la taberna por parte de dos miembros de la manada, Liv Martir de Gaia y Geri Lobo de Odin, la mayoría de los habitantes acudieron y formaron un círculo en torno al centro de la aldea. Animados y curiosos esperaban la llegada del Alfa y los infractores de las leyes sagradas de la nación Garou.

Erick:
Tras haber acordado una ordalía días antes para sancionar a los Garous implicados en faltar a la novena letanía, Erick convocó y decidió el castigo. En la mañana de la ordalía, la plaza central estuvo llena de miembros de la manada, y luego de asegurarse de que todos estaban presentes, Erick caminó hasta el lugar y se posicionó frente a los implicados. Alzó sus manos pidiendo silencio. —Hola a todos los presentes, estamos aquí para sancionar a estos hijos de Gaia—, dijo. Estirando su brazo derecho con la palma abierta apuntando en dirección a los infractores, añadió: —Como Philodox y Alfa de esta manada es que los castigaré de manera ejemplar bajo el Rito del Grajo—. Después de dar su aprobación, asintió hacia Keket. —Por favor, proceda—.

Keket:
Entre la multitud, Keket se volvió y vio a su discípula parada atrás de ella. Se agachó para susurrarle al oído. —Sígueme, no te separes. Este será tu primer acto público en la manada—. Le sonrió amablemente, pero con seriedad, y se abrió paso entre la multitud. Se posicionó en la mitad de todo el espacio que formaba el círculo de espectadores, frente al Alfa. Escuchó el discurso del Philodox, asintió de acuerdo y habló en voz alta. —Así sea Alfa. Nuestra especie, desde el Concordato, hemos mantenido nuestra existencia en secreto, guardando el Velo, la ilusión de que este mundo lleno de magia, primitivo en esencia, ya no existe. Respetando al humano como elemento esencial en la victoria de Gaia contra el Wyrm, pero al mismo tiempo el humano con la tejedora es un peligro para nosotros. Es por esto que la novena letanía es tan importante para nuestra supervivencia como especie—. Señaló a los dos infractores, que fueron arrastrados por dos ahroun en forma crinos. Tenían una imponente presencia de tres metros de altura y exuberantes en musculatura y fuerza. Los dejaron en medio de todos. —Estos dos hermanos violaron la novena letanía hace cinco lunas, y merecen El Rito del Grajo, castigo que servirá como ejemplo a todos los presentes, para que cuiden las Letanías—. Hizo una reverencia al Alfa Erick y luego miró a Shira. —Shira querida, ¿has traído los pedazos de madera?—.

Shira:
Corriendo por un momento la cortina que cubría la entrada al recinto de su mentora, Shira vio a la manada reunida y sintió nerviosismo. Allí estaba el Alfa dando su discurso y los castigados sujetos por dos ahroun. Apretó la cortina y giró su cabeza para mirar a Keket, quien con sus palabras la tranquilizó. Caminó tras ella, guardando una distancia prudencial, con los troncos en su mano. Cuando se pararon en medio de todo, apretó fuerte los troncos y solo volvió en sí cuando Keket le pidió los troncos. —Sí, aquí tienes los troncos Keket—.

Geri:
Apenas Keket terminó de colocar la última boca tallada, Geri perdió el control de sí mismo. Sobre sus músculos, tendones y lengua, comenzó a hablar en voz alta, narrando una historia casi olvidada por su mente. —Estuve perdido en la Umbra y cuando los englinos se agotaron, quedé atrapado en la urdimbre. Intenté muchas veces alimentarme de las arañas, bajé de peso y si no me hubieran encontrado los Guerreros de Zenda, no estaría aquí para contarlo. Sentirme indefenso como aquella vez fue lo más vergonzoso que me ha sucedido—, confesó. La falta de control sobre sí mismo y la cruda anécdota lograron deprimir por un instante al Fenris que usualmente tenía su humor alto. Finalmente, agachó la mirada.

Liv:
Observando el procedimiento que realizaban las mujeres del rito, Liv sentía que su visión se nublaba. Comenzaba a sudar frío hasta perder el conocimiento y terminar en el suelo. Sin pensarlo y con la lengua un poco pesada, recordó algo que a nadie le había comentado, algo doloroso pero ocurrido antes de encontrar su verdadero camino como Garou. —En una ocasión intenté terminar con mi vida al sentirme sola e incomprendida. Creía que no era importante para nadie o útil. A la edad de 18, cuando comenzaron mis cambios, no tuve alguien que me guiara. Mi madre había fallecido cuando nací y mis abuelos cuando tenía 17. Tuve una recaída y tomé unas pastillas, una cantidad considerable, para acabar conmigo. Pero en sueños escuché a mi madre Elisa, quien me explicó quién era y para qué fui escogida. Decidí buscar más respuestas y darle sentido a mi vida. Hasta que encontré el túmulo de Zenda—, confesó antes de desmayarse. Quedó en un sueño o pesadilla, no sabía cómo describir el vacío que su mente tendría en ese instante.

Narrador:
Las experiencias vergonzosas narradas por los infractores no alimentaron un morbo deshonesto en los presentes, todo lo contrario. En este apocalipsis, las historias de los Garou resultaron ser tristes y duras. Algunas lágrimas cayeron por las mejillas de parentelas y Garou. Muchos se retiraron del círculo de la vergüenza que habían formado. Ambos infractores, por orden del Alfa, fueron trasladados a sus casas. Todo había terminado.

Keket:
Miró a Shira, tomó su mano y la llevó lejos del lugar de la ordalía, a las calles de la Aldea. Le comentó sobre una nueva misión. —Sé que estás ansiosa por subir de rango, y yo creo que estás preparada. Has demostrado disciplina y coraje. Te daré una misión. Vigilar durante setenta y dos horas las fronteras del túmulo, sin dormir. No creo que lo que ocurrió con los motoristas pase inadvertido para los humanos, y menos en el siglo XXI. Si pasas la prueba, serás Fostern. Inicias mañana. Créeme que tengo medios para vigilarte—.

Shira:
Caminó al son que era jalada por Keket, lejos de toda la multitud y de los culpables que dentro de sus círculos habían dicho sus secretos más vergonzosos. Lo de ella había sido triste y una lágrima rodó por su mejilla porque sabía lo que era querer suicidarse. Lo de él le dio impotencia porque, siendo Theurge, pudo haberlo guiado. Cuando estuvieron suficientemente alejadas, Keket le dio su misión para subir a Fostern, la cual escuchó atenta. Una misión de vigilancia de setenta y dos horas. Cuando acabó, asintió con firmeza mientras su semblante cambiaba a una sonrisa de felicidad.