Rito de los Vientos de Invierno.
21 de junio de 2009
Geri:
El Lupus se había escondido en su madriguera desde que regresó de la batalla en el territorio del clan vecino. No sabía nada de sus compañeros de batalla, pero se reconfortaba con buenos presentimientos. Imaginaba que ellos se habían quedado con los garou de aquel extraño lugar que no representaban ningún peligro y los trataban como ídolos de homínido. Reía al recordar la vez que abrió una revista y vio esos extraños comportamientos que los homínidos celebraban. En su madriguera, Geri permaneció cuidando de los huevos de kiwi y de su pata lastimada.
Pero esa mañana, cuando se sentía olvidado por todos, alguien le extrañó. Uno de los homínidos a los que solía vender pescado en el mercado se acercó hasta la puerta de la cabaña de Geri y, con sus nudillos, tocó la madera. Gritando por la rejilla, le invitó a participar en un rito y le dijo que se vería mal si no asistía. Geri, somnoliento, caminó hasta la puerta y asomó su cabeza lupus. Tomó la invitación con su hocico y se la llevó. No entendía nada de lo que estaba ahí escrito, pero entendía que era importante. Era un rito, debía ir.
Transcurrieron las horas hasta alcanzar el mediodía. El lupus salió a proveerse de alimento fresco en el lago y a improvisar una pequeña hoguera para calentar los huevos de Kiwi. La noche no tardó en caer. Geri corrió en sus cuatro patas dirección al lago, se acicaló para sentir el toque helado del agua y se guió al ver que otros garou caminaban como en procesión hasta un lugar lúgubre donde la nieve le cubría hasta la mitad de las patas. El lugar era una especie de campamento y había una hoguera que mantenía el fuego vivo gracias a la leña que no hacía faltar. Allí aguardó junto al fuego a que la noche terminara de envolver con su sutil manto los misterios de la noche más larga.
Nolyako:
Desde la mañana, se estaba preparando para el Rito Vientos de Invierno. Aún después de haber pasado un simpático momento con Mártir de Gaia, sabía lo que debía hacer. Se encontraba arreglándose para ir al punto de encuentro. Quería ir antes que los demás, ya que esta vez sería el encargado de realizar el ritual. Recordaba cómo solía participar en estos ritos tanto en Rusia como cuando llegó a Nueva Zelanda. Era maravilloso de cierta manera correr libre y aullar salvajemente junto a sus hermanos.
Vestido con una camisa manga larga de botones de algodón blanco, pantalones de tela gruesa blancos, botas altas de cuero negro, chaqueta de algodón gris y pieles de zorros blancos sobre los hombros, Nolyako se preparaba para el rito. Llevaba guantes gruesos de algodón, un cinturón de cuero negro y un broche de un lobo plateado aullando. La ropa era incómoda, pero no quería andar desnudo por allí hasta que comenzara el ritual.
Mientras se dirigía a los establos para tomar uno de los caballos, se encontró con el mayordomo, quien le preguntó la razón de por qué saldría tan temprano. ―Bueno, quería ver cómo se encontraba el lugar. Muchas cosas cambian en un año. Informa a los demás que iré primero ―respondió Nolyako. Continuó su camino hasta llegar a los establos y montó en uno de los caballos. Aunque Alexieu le había enseñado equitación, no lo hacía a menudo, ya que prefería andar en su forma Lupus.
Montado en el caballo blanco, comenzó a cabalgar hacia el punto de encuentro, lo cual no le llevó mucho tiempo. En el camino, miraba atentamente los paisajes, el nivel de nieve y cómo estaban los bosques. Al llegar al campamento, que aún estaban terminando de montar, se quedó en la tienda asignada al Clan Luna Creciente y dejó al caballo amarrado cerca del campamento. Observaba con orgullo a los Garou, manteniéndose erguido. La noche caía y los Garou encendían las pequeñas antorchas. Estaba ansioso por iniciar el ritual.
Liv:
Habían pasado varias horas desde que ella salió del castillo y regresó al túmulo. Dejó sus pertenencias en la cabaña donde se hospedaba en esta ocasión, decidida a no cargar con tantas cosas. Con determinación, decidió transformarse en su forma lupus, una apariencia que no era habitual para ella. Su pelaje era de un rango de colores beige, marrón y blanco, con una abundancia en degradé. Tenía marcadas franjas negras alrededor de los ojos, lo que resaltaba aún más el verde intenso de los mismos. Sus garras eran blancas, y sentir su cuerpo en esta forma era reconfortante. Le permitía contemplar el mundo desde una perspectiva diferente y sentía cómo todos sus sentidos se agudizaban.
Durante los últimos días habían ocurrido muchas cosas, habían tenido múltiples pruebas que los habían moldeado y les habían permitido crecer como Garou. Liv sabía que aún tenía mucho que aprender y que le quedaba un largo camino por recorrer para convertirse en una mejor guerrera. Sin embargo, el hecho de compartir sus conocimientos con Nol la motivaba a seguir enseñando todo lo que había aprendido. Como Theurge, tenía aún más incentivo para buscar nuevos saberes, ya que ella y Keket eran las únicas en la manada con un fuerte vínculo con el mundo espiritual. Liv quería ser útil en ese aspecto también. La Garou se acostó en sus patas delanteras y luego dejó caer las patas traseras. Apoyó su hocico en el suelo, sintiendo el frío que le embriagaba estando en forma homínida. El invierno había cubierto todo el paisaje y apenas había animales que se aventuraran a salir. Los espíritus parecían estar en calma en ese momento, y Liv disfrutaba de una paz reconfortante. Sin embargo, rápidamente pensó en sus compañeros y en Geri. No lo había visto desde el ataque del Fomor y no había recibido ningún reporte sobre su estado de salud ni mucho menos alguna curación para sus heridas.
Con determinación, Liv se levantó y comenzó a buscarlo. Siguiendo el distintivo aroma de su fiel compañero, se dirigió hacia su madriguera y luego se dejó guiar por sus sentidos hasta llegar al lago cercano. Desde allí, contempló la nieve recién llegada y comenzó a dar saltos, jugando con ella. Se sacudió rápidamente y luego se dio cuenta de la presencia de muchas personas en las cercanías. Esto le pareció extraño, así que decidió caminar en silencio hasta acercarse a la fogata. No reconocía a nadie y tampoco visualizaba aún a Geri, pero sabía que estaba en ese lugar. Solo tendría que esperar.
Cristal:
Cristal camina, saliendo de la enfermería y sube a su habitación sintiendo el frío clima entre los pasillos. Las temperaturas han bajado aún más con el pasar del día, descendiendo aún más desde temprano. Mientras sube los escalones después de recibir la orden de Alexiu para ir al rito, llega a su habitación y se cambia. Viste unos pantalones gruesos de algodón que le llegan por encima de los tobillos, llevando botines negros acolchados por dentro para mantener el calor. Por dentro utiliza una franela de algodón, llevando encima un suéter blanco de lana y un chaleco blanco de algodón que le llega hasta los pies. Cubre su cuello con una bufanda y se pone unos guantes blancos de algodón que llegan hasta las muñecas. Coloca una cadena plateada alrededor de su cuello y se pone unos topes en los oídos. Adorna su frente con una diadema de puras formas circulares plateadas unidas entre sí. Su cabello está semirecogido en una media cola con varias trenzas.
Observa su cabello, el cual llega más abajo de sus caderas y piensa: —Debo cortarlo. Mira su reflejo y tonifica sus mejillas para darles un poco de color. Baja las escaleras nuevamente, agarrando el dije de la cadena en su cuello entre sus dedos y llega a la caballeriza. Toma uno de los caballos y a paso lento va observando el manto blanquecino que adorna el paisaje, dándole un toque fúnebre para algunos, pero para ella es hermoso. Lleva una ceja levantada y se acerca a donde Alexiu le había mandado, caminando lentamente.
Observa donde se indica que deben estar los del Clan Luna Creciente. Baja del caballo y respira profundamente, dejando escapar vapor de su boca. Amarra al caballo y lo alimenta y le da de beber. Durante el camino, todo estaba en silencio, se respiraba paz y tranquilidad. Sonríe levemente, mira la tienda y de entre sus manos saca el abrigo, dejando el suéter. El sonido de las voces de los demás garou alegra la tranquilidad y la frialdad de la temporada, dándole calidez a la vista. Vuelve su mirada a la tienda y entra lentamente, observando el piso mientras camina despacio.
Jack:
Un cazador homínido del Clan Luna Creciente, despertó con la certeza de que debía regresar a su hogar. Aunque le desagradaba la idea, sabía que era necesario. Alexieu, su compañero de clan, le había informado más tarde que su chaqueta tuvo que ser desechada debido a sus heridas. Afortunadamente, le habían dado algo de ropa para vestirse. Necesitaba cambiarse y ducharse, aunque resultó complicado mantenerse en pie sin el bastón y sin mojar los vendajes.
Después de terminar de asearse, Jackson se encontró frente a la cama donde estaban sus ropas anteriores y las nuevas. Sentado en la cama semi-desnudo, respiró profundamente mientras se colocaba el pantalón de algodón negro y las botas altas. La tarea se volvía más complicada con una sola mano y comenzaba a agobiarse. Sintiendo impotencia, llevó su zurda hacia su rostro, apretando la palma de su mano contra su cara. Soltó un quejido mientras lágrimas corrían por sus mejillas.
― Inútil Corax… ― murmuró frustrado. Tras varios minutos, finalmente se vistió completamente, sintiendo vergüenza pero insatisfecho con su vestuario. Decidió tomar una sábana de tela blanca gruesa y se cubrió el rostro y la figura con ella.
Jackson se dirigió hacia la salida, haciendo sonar sus botas y el bastón de madera. En ese momento, un mayordomo lo llamó y al acercarse, le entregó un arma: una Glock 17 cargada con 12 balas. Recordó que le había pedido esta arma a Alexieu, aunque no creía que se la daría. Asintió con la cabeza y mostró una ligera sonrisa de agradecimiento. Luego, continuó su camino hacia el hogar de la manada.
Afortunadamente, los caminos estaban despejados y Jackson caminaba lentamente hacia su destino. No fue el tiempo extra que le llevó lo que lo desanimó, sino la falta de voluntad para regresar a la aldea, aunque tampoco tenía otro lugar al que ir. Al llegar a casa, dejó la puerta abierta. Todo estaba frío y gris. Con algo de esfuerzo, encendió la chimenea para calentar el lugar y luego se sentó en el sofá.
Un tiempo después, alguien hizo sonar la madera del suelo al entrar. Era Gloria de Gaia, una aliada de James. Ella informó a Jackson que James quería que le informara sobre lo que sucediera durante el ritual. Jackson no dijo nada, ni siquiera la miró, y Gloria se marchó. Tomó su libro y comenzó a leer mientras llegaba la hora del rito. Cuando empezó a oscurecer, suspiró profundamente y cerró el libro. El antiguo reloj de bolsillo de su abuelo indicaba la hora. Dejó el libro en la mesa, apagó la chimenea y guardó su arma en un cajón junto a su cama. Colocó el reloj junto al arma, dos símbolos significativos. Decidió dejar también sus lentes de sol y finalmente salió de su hogar.
Manteniendo la misma ropa de antes, con la sábana cubriendo su cuerpo, brazo y rostro, Jackson caminó hacia el punto de encuentro que Gloria le había mencionado. Al llegar, vio a varios Garous reunidos y se mantuvo distante de todos.
Miranda Wise:
Eliora y ella estaban invitadas a un ritual de esos en los que danzan para que llueva. Durante su cena bajo las estrellas, contemplando el lago desde la comodidad de la sala de estar, se sentía reconfortada sabiendo que Eliora la acompañaría. Las habían invitado a ambas y realmente estaba entusiasmada por acudir a su primer rito.
Esa noche no pudo dormir. Cuando vio que había amanecido, fue hasta la cocina y sirvió en dos cuencos su granola, almendras, un picado de frutas y yogurt. Llamó a su querida Eliora para que desayunara con ella. Posteriormente, organizó por colores y tamaños las semillas que recogía del bosque, algunas piedras e hilos que utilizaba para hacer sus manualidades. Pensando en voz alta, se dijo: —¿A qué hora empezará?— y rio al darse cuenta de que estaba sola en su habitación rodeada de todas esas piedras y semillas. Se sintió como una ardilla loca. Ensimismada en sus actividades de ocio, perdió la noción del tiempo. El día pasó rápidamente, como suele ocurrir en invierno.
Se dio cuenta de que llegaba tarde. Buscó su vestuario: un par de botas de cuero para escalar, un pantalón jean ajustado y un abrigo de camuflaje en tonos verdes oscuros y pastel. Llevaba cadenas que sostenían un pesado dije de un búho con rubíes por ojos y pulseras hechas con semillas verdes. Dejó su cabello suelto sobre sus hombros y utilizó un poco de corrector y un brillo labial que aumentaba el volumen de sus labios. Buscó a su amiga Eliora y cuando la encontró, le dijo que era momento de irse. La ayudó a vestirse y juntas se dirigieron a una especie de campamento con tiendas. Con la vista buscaba a Geri, quería verlo.
Eliora:
Eliora despertó esa mañana con una sensación de emoción y magia recorriendo su cuerpo. Sabía que el ritual del que había hablado su amiga Miranda estaba a punto de comenzar. Bajó rápidamente las escaleras al escuchar la voz de Miranda y la encontró preparando un delicioso desayuno de granola, frutas y yogur.
Después de desayunar tranquilamente, Miranda se retiró a su habitación para hacer algunas cosas, mientras Eliora se dedicaba a preparar el vestido con el que iba a asistir al ritual. Aunque estaba nevando afuera, su cuerpo mágico era resistente al frío, ya que había nacido y crecido en Noruega. Decidió no buscar zapatos y optó por unas tobilleras tejidas de lianas para adornar sus pies.
Luego de cepillar su larga melena rojiza y dejarla suelta, Eliora se miró en el espejo y se aseguró de lucir presentable. Sin embargo, fue interrumpida por Miranda, quien bajaba apurada. Ambas se dieron cuenta de que estaban llegando tarde, así que Eliora se duchó rápidamente y aplicó aceite de rosa en el nacimiento de sus senos, cuello y brazos. Luego se puso un vestido de seda que dejaba sus senos descubiertos, con solo unos pequeños cascos dorados y joyas tapando sus pezones. La parte superior de su cuerpo quedaba al descubierto, mostrando su piel adornada con pecas. El vestido cubría únicamente su intimidad y 10 cm más allá. También se colocó las mangas en los brazos y Miranda la ayudó a peinar su melena suelta. Eliora colocó la corona y los aretes que Miranda le había entregado. Por primera vez, se dejó maquillar, con rubor en las mejillas que las dejó sonrojadas, labios en tono rosado y delineado de ojos con un pincel negro.
Impresionada por el cambio que el maquillaje le había dado, Eliora se levantó rápidamente y tomó la mano de Miranda. Ambas emprendieron el trayecto hacia el pueblo, observando la algarabía y la emoción en el aire. Finalmente, llegaron a unas tiendas en el centro, donde se encontraba una enorme fogata rodeada de leñas bien cortadas.
Tomando de nuevo la mano de su amiga, Eliora se adentró en el lugar, ansiosa por explorar todo lo que el ritual tenía para ofrecer.
Finn:
Sin requerir mucha ayuda para salir del Palacio, Finn se guió solo hasta la puerta, tomando más aperitivos en el camino. El trayecto sin marcar le ayudó a pensar un poco, ya que había salido en un momento diferente a Jack.
No se veía bien… tal vez se sentía como uno. Quizás deberíamos hacer algo. Nosotros, los lisiados, debemos mantenernos juntos. —¡Lisiado tú! Solo eres un perdedor que le gusta estar sentado todo el puto día sin hacer nada por sí mismo, vergüenza para Lugh, cállate el hocico, intento de lobo. ¿Quieres callarte? Debería intentar ponerte un nombre tonto… ¿Billy? Billy… ¿Crees que eso te sacará de la silla, vergüenza? No, no, pero no con…
Con las voces en su contra y a su favor mezclándose cada vez más indistintas, el Fianna gruñó y se levantó de la silla, acto que solo generó disgusto debido al dolor de la herida en el costado. De una patada, el Fianna abandonó la silla de ruedas, furioso de que le hubieran traído una en ese Palacio.
¿Burla? Quizás… ese Alexieu… seguro que se está riendo de ti… y lo sabes…
Con un lento caminar, Finn prosiguió hasta la aldea, localizando la ropa que se había quitado ayer, cargándola en la silla original y llevándola como carriola. Al llegar a su hogar y tirar de la pesada puerta, no le generó ningún otro sentimiento más que el solo querer acostarse bajo sus sábanas y cobijas. Por un segundo había olvidado lo que había dicho el Ruso del Rito cuando llegó uno de los emisarios de James, avisándole acerca de cómo Finn debía estar presente en el Rito. Con un portazo, Finn se deslizó por la puerta para quedar sentado contra ella, hablando en voz alta sin miedo a que alguien lo escuche.
—Todos van a estar ahí. Todos. ¿Por qué no podrías fingir al menos por una noche frente a tu puta Manada? Quizá la chica que parece albina esté ahí… mis amigos también… hm. Sería bueno agradecer a Geri. A Liv. A la albina… no sé qué habrá hecho, pero algo le voy a agradecer. Payaso.
Con esfuerzo, el Galliard se levantó del suelo para seleccionar su ropa para la noche.
Podía irse en la sudadera y los pants deportivos, rechazando esto para no verse como Thor. Finn optó por tomar una apariencia cómoda, que aún reflejara su pasado, tal como Lugh o Boud quisieran. Escogió unos jeans, una amplia franela verde amarrada a su cintura para simular una kilt más moderna, una playera con el logo de los Chicago Cubs y una chaqueta de mezclilla. Listo para salir de su cabaña, Legado recogió la banda verde de la mesita de noche, acomodando su cabello en el proceso. Llegando a la larga hoguera, vio cómo ya la mayoría estaban presentes. Sin mucho alboroto, Finn tomó asiento en un tronco, dispuesto a ver a todos los presentes. La silla le faltaba.
Geri:
El lupus se calentaba junto a la hoguera. Ese era el mejor invento de la humanidad, pensó mientras su mente viajaba al imaginario de la primera Edad de Gaia. Se preguntó por qué a los lobos no se les había ocurrido hacer pactos con los espíritus del fuego. Pronunció un gruñido casi imperceptible para los demás.
Se imaginaba cómo sería el mundo si los lobos hubieran hecho pactos con los espíritus del fuego. Sonrió al imaginar un hermoso mundo lleno de lupus con hogueras en sus madrigueras, sin ciudades que contaminen ni humanos que los cacen.
De pronto, Geri escuchó la voz de Keket. Levantó su oreja derecha y, a medida que las palabras de Keket se transformaban en un pequeño discurso, el lupus se incorporó y caminó lentamente con su cola a la altura de las patas, moviéndola suavemente, apenas tocando con algunas lanas la nieve blanda. Sus patas dejaban huellas profundas y oscuras, y de sus fosas nasales exhala con serenidad el vapor.
Escuchó atentamente a Keket decir un nombre: Garras Blancas. Ese nombre no lo conocía, pero se imaginó que era un garou de otra manada. Buscó con la mirada siguiendo la dirección que apuntaban los ojos de Keket y observó a un garou en su aspecto homínido que nunca había visto antes. Retiró su mirada de él y se encontró con sus vecinas del lago Miranda y Eliora. También reconoció a Liv y Finn, les saludó levantando su cabeza.
Se acercó a Legado de Lugh para saber cómo se encontraba, pero mientras lo hacía pasó nuevamente por la hoguera y escuchó a Keket ponerle a cargo de los aullidos. Esbozó una sonrisa lupina mientras se acercaba al Fianna. Cuando finalmente llegó, se sentó en el tronco junto a él. En lenguaje lupino, entre gruñidos y chirridos, le preguntó si se sentía mejor.
Nolyako:
Todo comenzó a llenarse de vida como en los años anteriores. Se podía ver cómo los Garous estaban alegres, algunos se reconocían por llevar bastante tiempo allí, otros recordaban el rito del puente. Sin embargo, sorprendió ver a aquellas chicas que una vez había visto desnudas en el muelle. Frunció el ceño al recordar el olor de la Fianna. Caminó para unirse a Cristal, quien finalmente había llegado y estaba entrando en la tienda.
—Has llegado. ¿Es tu primera vez, ¿no? No tienes de qué preocuparte, es un ritual bastante divertido —le dijo amablemente. Cristal era una compañera y sabía de su valentía. Escuchó el sonido de un micrófono, lo cual lo hizo salir de la tienda. Era Keket y les hablaba de varias cosas. Se acercó más al escenario, al igual que otros Garous. Ella mencionó que este año sería quien dirigiría el rito. No era un secreto del todo para él, puesto que Alexieu se lo había mencionado antes. Aun así, estaba feliz por tal reconocimiento. Alegremente hizo una sutil reverencia hacia Keket, mostrándole su gratitud. Después, mencionó que el maestro de aullidos sería un tal Lobo de Odin. No lo reconoció en absoluto, así que simplemente le sonrió.
Luego de eso, regresó a la tienda para finalmente quitarse la ropa en un vestidor. Después de ordenar sus cosas, se dispuso a cambiar a su forma Lupus de manera más calmada aunque igualmente grotesca. En su forma Lupus, tomó con la boca el broche de Liv, le pidió con gestos y miradas a una ayudante que se lo colocara. Después de eso, salió de la tienda en su forma Lupus. Se posicionó cerca de la hoguera mientras se preparaba para iniciar el ritual.
Cristal:
Después de ver a Nolyako salir de la tienda, sonriendo y negando, ella dejó el saco blanco que colgaba de su hombro hasta el suelo. Se quitó el suéter, dejándose solamente la camisa de lino con encaje blanco de tiras colgando de sus hombros, dejando sus pezones erizados por el frío. Su piel estaba tersa y fría en la parte de los hombros, pero sus manos estaban calientes. Depositó las joyas (dije, argollas, diadema y pulseras) en la cómoda de madera que estaba dentro y se quitó los guantes, bufanda y botas junto al saco. Soltó su cabello, dejándolo caer hasta sus caderas en ondas por las trenzas, solo dejándose la camisa de lino y el pantalón.
Se paró frente a la cómoda de madera donde había un espejo de pared, mordió sus labios y apretó sus mejillas para darse un poco de color. Solo agregó máscara de pestañas, dejándolas un poco más largas de lo habitual, aún con su tono blanquecino natural. Observó a Nolyako entrar nuevamente y después de pasar por un vestidor, salir en forma de Lupus. Apretando los rizos que estaban a los lados de sus caderas, caminó descalza hacia la hoguera donde estaba Nolyako.
—Al parecer, los que estuvieron en el campo la vez pasada, el chico Jackson y el ya no tan lisiado Finn —dijo mientras veía al distante chico Jack cubierto por una manta con su fiel bastón—. Dijo, imaginándose al afortunado pájaro carpintero que alcanzara el bastón y hiciera el nido del cual tanto se reía.
Al llegar junto a Nolyako, tomó asiento en la nieve y observó su pelaje.
Desde su posición, Jackson podía ver a los reunidos empezando por Finn, luego Geri en su forma Lupus, además de eso estaban las dos chicas recién llegadas. Se movía alrededor lentamente, haciendo uso en todo momento de su bastón. Tras eso logró visualizar a Keket, esta comenzó a dar un discurso extenso sobre lo del ritual. Todos, a diferencia de él, se acercaron para ver mejor. Al parecer, dos personas estaban encargadas de tal ritual. Internamente, se reía, le parecía gracioso que en tal ofrenda a padre Helios, no estuviera con ellos. Al fondo de su corazón, quería reír, pasar la pena entre amigos, pero necesitaba un momento para poder soportar la vergüenza que muchos Corax sentirían al saber el riesgo que había corrido.
―Arg… ¿Qué carajos haces aquí? ―se preguntó, mirando cómo todos celebraban y regresaban a sus lugares. No tenía nada que hacer en el lugar, sabía que Alexieu había dicho que todos debían participar, pero si no fuera por Gloria de Gaia, no estaría en este lugar.
―¿Soy bienvenido a este evento? Según Keket, sí… ―, se preguntó, tal vez no era el momento para estar en ese lugar. Apretó el mango de su bastón con fuerza, su corazón comenzó a agitarse y a transpirar. Pero antes de entrar en un ataque, observó a Cristal, que iba con poca ropa y caminaba por el campamento. Sonrió al verla, pero no se sentía bien como para ir a saludarla. Se sentía inútil y terminó moviéndose cerca del bosque hasta sentarse junto a un árbol.
―Según James, quería que espiara. ¿Pero qué sabría él de mi actual estado? Nada. ―respiraba profundamente, algo era cierto, necesitaba algo para desahogarse, lo más adecuado habría sido un cigarro. No deseaba nada más que otra cosa que un cigarro.
―Como me encantaría volver a surcar los cielos… ―miraba hacia arriba, extrañando todo lo que podía ver. Le encantaba vigilar la manada y sus cercanías, pasear por todos esos lugares, pero ahora no podía y tampoco podía acercarse a ver cómo iba todo.
Miranda:
Junto a ella estaba su querida amiga Eliora. Se quedó paralizada cuando llegaron a aquel paisaje lleno de nieve y volteó a mirarla. Eliora portaba un vestido color perla que combinaba con el lugar, su cabello rojo parecía una mancha de sangre sobre la nieve, era angelical. La sonrió tiernamente.
Creo que es aquí. Inconscientemente, Miranda pellizcaba sus dedos, quizá para alejar su mente de pensamientos inútiles, pues ese rito era una oportunidad para conocerlos a todos. —Vamos con los demás, querida amiga —escuchó la voz de una mujer. Era lo usual: reglas y más reglas. Aún en ese incómodo momento, algo llamó su atención, el nombre “Lobo de Odin”. Geri se llama así, escuchó con atención lo que decían de él. No pudo verlo, solo estaba un lobo blanco a quien todos miraban. Imaginó que era él porque regresó a mirarlas y saludó con su cabeza como si las conociera. Se acercó al grupo que se estaba formando en torno a la hoguera. Su rostro mantenía una sonrisa blanca, su postura era elegante con movimientos suaves, sus manos estaban ocultas en las mangas de su suéter camuflaje. Pellizcaba sus dedos.
—Éternas Lunas, me llamo Miranda—, hizo una sutil reverencia con su rostro y se acercó a la hoguera aún más, se sentó sobre un tronco junto al lobo blanco, un pelirrojo. Cerca estaban otras personas. Aguardó a que respondieran a su saludo ahí sentada.
Eliora:
Me encontraba al lado de mi amiga y con mis ojos ambarinos divisaba todo, mi piel feérica brillaba dejando ver que yo no era humana, y por alguna razón mis orejas se movían inquietas. ¿La magia del lugar lo ocasionaba? A lo lejos divisé a Geri, que estaba en su forma de lobo, por lo que levanté mi mano y lo saludé animada: —¡Geri!— Movió la cabeza al vernos. Más lejos, divisé sentada junto a un árbol una sombra, parecía un disfraz de fantasma que por su semblante no se encontraba bien. ¿Quién era? ¿Qué le habrá pasado? Mis ojos se achinaron con cierto aire de curiosidad, pero inmediatamente giré al divisar a un chico pelirrojo como yo. (¡Es pelirrojo también! ¿Será de Noruega?), pensé para comenzar a detallarlo mejor. Mis ojos brincaron a una chica hermosa con el cabello blanco y otra más que igual se encontraban ahí. ¿Quiénes serían ellas?
Una anciana hermosa que irradiaba magia hablaba desde una tarima y presentó a Geri y a tal Nolyako, a quien realmente desconocía. Mi hermosa amiga se presentó de pronto, sacándome de mis pensamientos de curiosidad, e hizo una reverencia a todos, por lo que imité su comportamiento: —Hermosa noche a todos, soy Eliora, sidhe de la casa Kohenek—. Mi amiga se sentó, pero yo decidí quedarme parada, divisando todo el lugar. La música sonaba e invitaba a mi cuerpo a moverse, pero muy en el fondo sabía que no debía estar en el lugar por mi estirpe. Estaba feliz por mi amiga, pero para mí no era el lugar correcto. Los sidhe no celebran este ritual. —Esto es para corte oscura, no para mí—, susurré en el oído de mi amiga.
Recordé mi costumbre. Aunque Miranda fuera mi amiga, debía entender que soy un Hada y que mi costumbre debe ser respetada. Le dediqué una sonrisa tierna a mi amiga y apretujé su hombro: —Me alegra por ti, pero yo debo marcharme. Corre como una loba, grita y sé libre—. Besé su frente y, sin despedirme de nadie, giré y emprendí el retorno a la casa. Me detuve a mitad de camino y retiré la corona de flores que había hecho para regresar y colocársela a Miranda, adornando su melena rubia salvaje. —Ahora sí—. Me retiré en silencio, sin decir nada y acomodando mi cabello rojizo, me fui sin que nadie lo notara. Es mejor así.
Finn:
— Bien… bien. Aquí estás. Finn, Finny, Finneeey Boahh. Solo hagamos esto y regresa a tu cabaña. Es un asco, pero es tuya, ¿no? — Tirando de su pantalón con la yema de sus dedos, el Fianna trataba de calmarse ante la situación. Curiosamente, había más gente de lo esperado, naturalmente. Todos y todas portaban sus mejores prendas, incluso Geri, quien se acercó y parecía más decente que él en ese mismo momento.
— Geri, boah, ¿qué tal, eh? Lo hiciste bien contra el Formor. Debemos hacer más estrategias. — Golpeando levemente la espalda del Lupus, Finn sonrió un poco. No había prestado suficiente atención a lo que había dicho Keket, solo había escuchado los nombres. Levantando su mirada, pudo observar a los demás. Daenerys con muy poca ropa, a pesar del frío que hacía, a Jackson… ¿vestido de Teresa de Calcuta? Un Garou que no reconocía en lo más mínimo, con una pinta extraña y dos chicas hermosas que se le acercaban. La chica, que se había presentado como Miranda, realmente era bellísima. Parecía salida de alguna revista, y no de esas que regalan en tiendas, sino de las que cobran un buen dólar. La pelirroja a lo lejos, pintaba como Fianna, pensamiento que se disipó al decir que se trataba de una Sidhe. Recordó las anécdotas de los ancianos en Dublín, que hablaban de hadas de verdad y su conexión feérica con ellos. Finn sonrió, realmente ni siquiera sabía que aún existían.
— ¡Eh, hola! ¡Ambas! Creo que… sí, creo que no nos habíamos presentado. Parecen conocer a Geri, ojalá haya sido buena primera impresión para la manada. — Finn bajó la mirada, sonriendo para sí mismo al pensar cómo Geri es un mejor ejemplo de buen Garou en esta manada que el mismo Alpha, a pesar de ser demasiado bizarro. Con su pesado acento irlandés, Legado continuó presentándose, mano al pecho. — Me llamo Finn. Galliard, Fianna, Cliath, todo eso. Un placer.
Narrador:
Los Garou que asistían se acercaron a la hoguera donde se estaban reuniendo todos. Una vez que la mayoría se había reunido en torno a la hoguera, Keket se acercó. Ella pensaba en el Corax, pues no lo había visto pero creía que él era como un Garou más y que se merecía estar en el rito. Se sintió mal por no verlo.
Al acercarse la Theurge, detrás de ella también se aproximaban sus escoltas. En sus manos cargaban un cesto grande lleno de pintura negra, roja, blanca y azul, y lo pusieron junto a la hoguera. Keket, cuidadosamente, se acercó a Nolyako y con pintura azul dibujó dos colmillos en su mejilla derecha. Hizo lo mismo con Geri, acercándose y dibujando una zarpa con pintura negra en la mejilla derecha. Ella misma se retiró lo que llevaba en el pecho, dejando sus pechos de anciana al descubierto.
Tomó ambos colores de pintura y dibujó el ciclo de un eclipse en sus pechos, mientras pedía que los demás hicieran lo mismo y los escoltas pasaban pintura a los presentes.
Geri:
Con gruñidos, el lupus le respondió a Legado de Lugh, diciendo que todos habían peleado dignamente contra el formor. Se alegraba de verlo sin la máquina de la tejedora, y la prueba del valor de todos eran las heridas. Mientras calentaba su cuerpo frente a la hoguera, Geri escucha dos saludos que le sonaron conocidos de algún lugar. Instantáneamente, con las voces en su cabeza, él estaba pensando en comida, específicamente en salchichas. Luego recordó que eran sus dos vecinas a quienes ya había visto en aquel lugar.
Cuando se voltea para mirar a la pelirroja, ella se aleja, lo cual le pareció extraño ya que todos actuaban de manera extraña, en especial los dos pelirrojos. Sin darse cuenta, la rubia que se hacía llamar Miranda se había sentado junto a él. En cierta forma le incomodaba porque no podía negar su presencia en el tronco, así que gruñó para saludarla. Seguido, Keket se le acerca y pinta su mejilla. El lupus pone su pata derecha sobre la pintura roja y se acerca a Miranda. Le pone la pata en su mano izquierda mientras la mira, luego retira su pata dejando su huella sobre ella. Posteriormente, regresa su vista a todos los que llegan al lugar. Todo parece estar listo para iniciar. Algunos garou decoran sus cuerpos con pinturas, signos tribales y glifos mientras eso ocurre. El lupus se para sobre el tronco en la parte más alta, listo para aullar.
Nol:
En su forma Lupus, los llamados de Cristal hicieron reaccionar a Nol. Era una buena chica después de todo, aunque no llevaba mucho tiempo con ellos. Le sorprendía el hecho de que no estuviera tan vestida, supuso que quería hacer algo más.
Mientras tanto, muchos comenzaron a reunirse junto a la hoguera: el chico pelirrojo que antes estaba en silla de ruedas, Lobo de Odín, la chica Fianna, la pelirroja extraña que huele a flores y Liv, quien no había hecho mucho desde que llegó. Muchos estaban reunidos.
Keket comenzó a pintar tanto a Lobo de Odín como a Nol, mientras ella se deshacía de sus ropajes. Nol se acercó a Cristal lentamente y con su boca sostuvo su ropa superior, la haló un poco para indicar que se la quitara, para que confiara en él. Juntó su mejilla lupina hacia la suya hasta hacer contacto. Luego, comenzó a caminar lentamente alrededor de ella, esperando que se desvistiera. Cualquier susurro o palabra que estuviera fuera de lugar, Nol respondía con un gruñido mostrando sus colmillos.
Cristal era una hermana para él y no dejaría que la humillaran, mucho menos a una de su tribu. Con pasos firmes, marcó el terreno y cuando ella quedó completamente desnuda, se echó encima de ella para evitar que fuera vista demasiado por los demás. Nol esperaba pacientemente por su transformación. —Sé que puedes hacerlo, solo ten calma —le susurró encima de su cuerpo. Su pecho estaba sobre sus caderas, el resto de su cuerpo tapaba sus glúteos y su cabeza le llegaba hasta el pecho.
Nol notó que Lobo de Odín estaba preparado, lo miró y asintió con la cabeza. Él era el maestro de los aullidos y debía comenzar. Nol podría seguirlo un poco más atrás, ya que se enfocaría en la transformación de Cristal.
Liv:
La noche comenzó a caer aún más y lo poco que podía dar luz era la fogata y las antorchas que se encontraban por todas partes, creando un ambiente acogedor para todos. De entre los animales nocturnos, algunas luciérnagas comenzaban a alumbrar el entorno. Observó cómo se iban incorporando algunas personas y garous que a simple vista no sabía quiénes serían, aunque reconoció a los fianna por ser alegres y vivaces. Era hermoso poder contemplar a aquellos que se reunían en pro del ritual que se celebraría ese día. Se sentó en sus patas traseras mientras Keket se acercaba al micrófono para explicar lo que se haría y quién lo realizaría. También indicó que había que pintarse para ese ritual. Movió la cola sutilmente durante toda la ceremonia, le alegró escuchar quiénes lo realizarían. Estaba entusiasmada porque nunca había presenciado un ritual así. Se alejó un poco al ver a la chica de la luna creciente y a Nol. Aunque eran de la misma tribu, era probable que hubiera algo más entre ellos, pero aún así no estaba segura. Se sentó en las separaciones de unas raíces de un viejo tronco y escuchó atentamente lo que se decían.
Keket pintó a Geri y a Noly con algunos símbolos. Uno de los guardias pasó con algunas pinturas y en su caso le grabó el signo de su tribu y el de su auspicio.
“Miro después a ambos y algo se remueve en mi interior”, pensó. Eran dos chicos geniales. Nol esperaba junto a la chica albina, lo cual le pareció raro que llevara tan poca ropa para algo así. Solo la ignoró y gruñó un poco inquieta. Respiró profundamente, esperando que con el tiempo él madure y que, además, tenga mucho más por aprender y descubrir. Confía en su potencial. Desliza sus patas delanteras para luego bajar su hocico, posándolo en ambas patas. Solo se acercará a la hora de los aullidos.
Contempla el cielo, mirando la cantidad de estrellas que se encuentran en el firmamento, a pesar del frío invierno. Aunque la luna no se encontraba a la vista, espera poder verla pronto. Colocó sus orejas en alto, agudizando su oído para prestar atención, esperando a que comenzara la ceremonia. Todos estaban presentes en la ceremonia, los de su manada y algunos del Clan de la Luna Creciente. También había dos chicas que no conocía y los guardias. Espera que todo vaya maravillosamente bien.
Cristal:
Mientras Noel es pintado y camina a su alrededor, Cristal enfoca la mirada en la suya, transmitiéndole confianza a la hora de empezar a desvestirse. Procura que los puntos específicos de su cuerpo sean cubiertos por la longitud de su cabello, a la vez que por la nieve. Además de la ayuda que recibe de Noel y el clima, mientras Keket le explica más o menos de qué va el ritual y da inicio, cuenta los pasos de Noel.
Cuando finalmente está frente a Cristal, comienza a deshacerse de cada prenda que cubre su cuerpo. Prácticamente, solo lleva puestas una blusa y un pantalón. Baja los tirantes y deja que la blusa caiga a sus caderas, permitiendo que su cabello cubra sus senos. Suelta la tira del pantalón, dejando una montaña blanca que se confunde entre la nieve. Ya sin ninguna prenda encima, sigue observando a Noel mientras tiembla desde las manos hasta los pies.
Se visualiza a sí misma en su forma lobuna, apoyada en cuatro patas fuertes y largas cubiertas de pelo blanco. Tiene una cola esponjosa y el pelo cubre cada parte de su cuerpo. En lugar de nariz y boca, tiene un hocico alargado cubierto de pelo y una nariz lobuna negra. Sus dientes y colmillos son más alargados y letales. Sus ojos son de un color entre azul y gris, enmarcados entre espesas pestañas blancas. Parece como si usara lápiz delineador negro alrededor de sus ojos.
Regresa a la realidad debido a sus nervios y todavía está en la misma posición. Le pide ayuda a Noel y vuelve a intentarlo con dificultad, ya que el dolor que implica esta metamorfosis tiene un efecto colateral junto con los nervios. Cierra los ojos y siente la piel más fría de lo normal. Respira hondo, apagando los sonidos a su alrededor y dejando salir el aire. Ahora su piel ya no siente el mismo frío que antes, ahora es más cálida. Abre los ojos y su vista y su audición se agudizan. Se da cuenta de que está en sus cuatro patas, en su forma lupina. Aun con los nervios presentes, se queda cerca de Noel mientras, con la mirada, le indica que faltan los dibujos de su auspicio y tribu. Se sienta en sus patas traseras, evitando hacer algún desastre y perder el control, con las orejas gachas y la cola entre las patas.
Jack:
Todo parecía ir bien durante el ritual. Sus amigos y compañeros hablaban entre sí, comunicándose y presumiendo de sus habilidades. Mientras tanto, él se quedaba sentado en aquel lugar, oculto detrás de una sábana blanca para no despertar lástima en los demás. Se preguntaba qué era exactamente, cómo había llegado a ese punto. Ya le había pasado lo mismo con la muerte de Herman. Al menos en aquel entonces podía volar y ser quien era, pero ya no.
Ahora estaba atascado en el suelo, y así sería por varios días hasta que pudiera extender sus alas nuevamente. Se preguntaba, ¿estaba maldito? Cerró los ojos y se dejó caer sobre el suelo. Su cuerpo estaba frío, pero podía soportarlo tranquilamente considerando de dónde venía. Sentía los copos de nieve caer sobre su rostro. No abrió los ojos hasta que escuchó unas pisadas cercanas. Aparentemente, Eliora se había ido, lo cual le pareció extraño, pero supuso que eran cosas de las Hadas. Notó un extraño proceso entre Cristal y un lobo blanco, cuyo nombre tribal resultaba ser Garras Blancas, muy similar al de ella.
Comenzó a pensar por un momento si serían hermanos, dejándose llevar por la similitud de sus nombres tribales. Cristal se despojó de todas sus prendas a lo lejos, pero podía verla con mayor claridad gracias a la luz de la hoguera. El proceso culminó con la transformación de Cristal en Lupus. Al mirar a su alrededor, notó que un niño lo observaba.
—Hola, ¿cuál es tu nombre? —preguntó, curioso. El niño se llamaba Darius y tenía entre 12 y 14 años de edad. —Mi nombre es Jackson… Aunque supongo que ya lo sabías —respondió Jack. Efectivamente, el joven sabía quién era, ya que era el único Corax en ese lugar. Al observarlo detenidamente, Jack recordó a aquel muchacho que una vez había encontrado sin vida en el río. Una expresión de tristeza se apoderó de su rostro al recordar cómo lo había llevado hasta la aldea. Como Darius debía regresar, Jack le pidió que le trajera una caja de cigarrillos y, por supuesto, un encendedor. Decidió esperarlo pacientemente, ya que no podía hacer mucho más en ese momento.
Miranda:
Una vez estuvo sentada, el pelirrojo la saludó amablemente. Ella le regaló una sonrisa amigable, pero fue incapaz de decirle más. Le había caído bien, pero su mente estaba enfocada en el lobo blanco. Sabía quién se encontraba detrás de esa piel, el homínido de Geri. Todas sus dudas sobre él se disiparon cuando el lobo puso su pata en su mano, dejando un poco de pintura y su huella personal. El ruido de los demás ya no era suficiente para evitar que solo escuchara el sonido de sus uñas clavándose en la piel de sus dedos y la respiración del lobo a su lado. Perdió toda noción del tiempo, hasta que finalmente se retiró lo que tenía en la cabeza y vio que era la corona de Eliora.
—Eliora —, musitó suavemente el nombre mientras buscaba con la mirada por todo el campamento. Recorrió con la vista desde las tiendas tribales hasta la última sombra en los bosques, pero Eliora ya se había ido. Se sintió desolada por un momento, pero eso le recordó que había aprendido a vivir por sí misma. El rito en el que se encontraba era una gran oportunidad para crecer, aprender y servir a Gaia.
Finn:
En proceso de retirarse la chaqueta y la playera, el Fianna observaba cómo Miranda se iba aplicando la pintura roja para honrar a Ciervo, sacándole una ligera sonrisa. Ciervo está con y para ellos. Apuntaba alto para su Tribu, si es que así lo deseaba. Con el pecho descubierto, Finn hundió su mano entera sobre la pintura azul y la plasmó sobre la mitad de su rostro, y con el exceso de pintura trazó líneas que iban de su garganta a su pecho como si fueran venas o raíces. Tomando más pintura con sus dedos, alargó los trazos hasta llegar a sus antebrazos. Con un largo respiro, el Galliard se levantó de su asiento para estirar las piernas. Había escuchado que esa noche correrían sin parar y lo último que deseaba era un calambre. Vergüenza de Lugh sería su nombre.
Geri:
— Grrr — el lupus comenzó con un leve pero resonante gruñido que pareció pequeño pero alcanzó a escucharse en todo el campamento debido a la gravedad, el gruñido se prolongó progresivamente — GRRRUUUUAAUUU — transformándose en un ululante crescendo, aumentando cada vez más e incitando a que sus compañeros celebrantes comenzaran a gruñir con él. Con el tiempo, el sonido se transformó en un aullido hermoso — AAAUUUU. En lenguaje lupino, el aullido, al igual que lo que habían estado gruñendo, era una invitación para que Garras Blancas tomara la antorcha y los guiara.
Finn:
— ¿Es de esperar que el Altísimo, Serenísimo y Grandísimo Alpha no esté aquí? ¿La Playboy en su baño era más importante? — Finn golpeó sus manos juntas y las comenzó a frotar para tener algo de calor sobre el frío, ignorando el hecho de que Miranda escuchara las quejas sobre el Alpha, siendo nueva en la Manada. — Solo mira, Geri… un pensador renunciador, reemplazado por un incompetente, que aunque Alpha, no se toma a mano los problemas de la Manada. Aquí mismo me cortan la lengua si me escuchan sus amigos. — Con una sonrisa y un levantamiento de cejas, Finn parece pensar en voz alta. — Menos mal… existe el habla mental… ja…
Nol:
Tras presenciar la transformación de Cristal, Nol sonríe alegremente. —¡Bien hecho, Cristal! Relájate ahora y siéntete orgullosa —dice entre gruñidos y bramidos. Luego se une al grupo. Lobo de Odín lanza un aullido, comenzando con un gruñido resonante al que Nol sigue de cerca. Baja la cabeza mientras se prepara para el aullido. Cuando Lobo de Odín lo suelta, el sonido resuena de manera hermosa mientras Nol da un paso hacia adelante y levanta la cabeza, lanzando un aullido idéntico. Al terminar, ansioso y alegre, da una vuelta de 360° en su posición y asiente con la cabeza. —Es hora, todos atentos —anuncia. Toma una de las antorchas y, siendo el primero, se dirige hacia la entrada del bosque. Mira hacia atrás para asegurarse de que todos estén preparados y finalmente empieza a correr en línea recta.
Liv:
Observa a Finn en un momento y le dedica una sutil sonrisa. Le encanta su personalidad y su buen sentido del humor. También tiene momentos serios, pero siempre busca el lado amable de las cosas. Escucha el gruñido de Geri, que es la señal para comenzar el ritual. Se levanta y emite gruñidos leves en respuesta, intercambiando luego gruñidos más fuertes. El aullido final se convierte en un eco del suyo. Mueve la cola emocionada, suspira mientras baja la mirada; últimamente ambos han estado distanciados. A veces teme perder la amistad que han construido. Observa a Nol con la antorcha, algo confusa. Deciden hacer lo mismo. Ladea la cabeza y busca la mirada de Geri, esperando que le explique.
Cristal:
Aullaba alto tratando de que sus sentimientos de euforia, alegría y emoción se noten. Se levantó en sus cuatro patas y caminó sobre ellas, observando a Nol dar comienzo al rito. Lo siguió con sus orejas en alto y la cola levemente levantada, moviéndose.
Jack:
El tiempo pasó y Jack esperaba ansiosamente. Escuchó un gran aullido cerca y movió su cabeza para ver mejor. Era Geri quien aullaba, seguido por el lobo blanco que estaba con Cristal, y finalmente, muchos más se unieron. Jack miró al suelo, decepcionado, no solo por el hecho de negarse a participar, sino también porque parecían no tenerlo en cuenta. Unos minutos después, escuchó unos pasos y al mirar, vio que era Darius quien traía todo lo usual. Darius le explicó que la carrera ya había comenzado después del aullido y que, aparentemente, todo iba bien. Jack le agradeció a Darius y lo dejó ir, pero antes de irse, Darius le dijo que debería unirse en lugar de esconderse. Jack rió internamente, tal vez tenía razón.
Miranda:
Miranda tomó una antorcha y la acercó a la hoguera, siguiendo al otro lobo blanco. De pie, separó sus piernas y ligeramente movió sus manos mientras blandía la antorcha contra el aire como si fuera una espada. El contacto de la antorcha con el aire producía ruidos casi humanos. La noche mística y oscura añadía un sentido de misterio a lo que estaban a punto de hacer. Miranda se sentía poderosa con esa rama llena de fuego en sus manos. Tenía ganas de aullar y le costaría controlar su transformación. Decidió que no se avergonzaría por sus aullidos en forma homínida. Inhaló suficiente aire para llenar sus pulmones y, después de los aullidos de los presentes, aulló tan tenebrosa como pudo. Fue un alarido agudo que salió de su garganta sin necesidad de cambiar.
Jack:
— Dime, Miranda, ¿qué harás? — suspiró profundamente mientras sacaba un cigarro, sosteniendo la caja con su mano derecha y sacando el cigarro con la izquierda. Lo colocó en su boca y lo soltó, luego tomó el encendedor de la misma forma y lo encendió. Inhaló el humo hasta llenar sus pulmones y lo retuvo por un momento antes de exhalar. En ese momento, recordó una canción: «This Town, don’t feel mine… I’m fast to get away… Far.» Continuó fumando su cigarrillo, lo hacía de manera lenta, solo para sentir un ligero alivio en su alma.
Finn:
Pess o’ shite. Con su pesado acento irlandés, Finn recogió la antorcha y la acercó a la hoguera, sujetándola lo más lejos posible. No era que le tuviera miedo al fuego, sino a quemarse vivo y morir rostizado en gritos. Se alejó de la hoguera con algo de nervios y logró un poco de altitud al subirse a una formación rocosa, permitiéndole aullar desde su misma forma homínida. Con una relajación de su garganta y de su lengua, Finn aulló como pudo, de un tosco aullar hasta alcanzar suaves notas como si estuviera él mismo en Lupus.
Geri:
Antes de comenzar a correr, Geri miró hacia atrás y se encontró con Martir de Gaia. No la veía hace tres días, por lo que se sintió afortunado de verla. Le sonrió de medio hocico, luego miró a Miranda y se inspiró en la determinación que la cachorra mostraba. Asintió con su cabeza sin dejar de mirarla. Finalmente, comenzó a correr lo más rápido que pudo en dirección al bosque. A quien llamaba Garras Blancas corría a su par con la antorcha. Mientras corría, Geri aullaba lo más aterrador posible buscando asustar al Wyrm y honrar a Gaia para que el sol volviera a calentar. Los aullidos que emitía eran producto de una acumulación de sentimientos de ira. Llenaba su mente de razones para seguir luchando contra el Wyrm. En su mente apareció la imagen del Fomor que mordió la pierna de Legado de Lugh o el heroísmo de Vientos de Tyr en la última pelea. Razones que en sus hermanos de manada no faltaban.
Nol:
Era el primero de todos, corría entusiasmado por medio del bosque mientras iluminaba el camino a los demás. Se sentía orgulloso de ser el cabecilla entre tantos otros Garous. Corría sin ningún límite, sintiendo el frío de un lado y el calor del otro. Fuego y hielo se mezclaban entre sí. Se excitaba cada segundo, su hocico estaba medio abierto para sostener de forma correcta la antorcha y evitar que se cayera. Vapor salía de su boca al exhalar, era maravilloso sentirse así, libre. Escuchaba los aullidos de Lobo de Odín, le recordaban aquellos días en los que participaba. También le tocaba aullar como una bestia descontrolada, era más joven en esos tiempos. No podía mirar hacia atrás, se enfocaba en el camino, en la ruta por el bosque para evitar perdernos. Aunque lo recordaba, aunque se veía diferente al año pasado. Sus patas se hundían y expulsaban la nieve del suelo, su corazón palpitaba con fuerza.
Liv:
Observó a Geri y le devolvió una sonrisa amablemente. Contempló por unos minutos lo que sus compañeros hacían, era algo hermoso, mágico y emocionante. No podía quedarse atrás, ella al igual que ellos tenía muchas razones por las cuales correr, aullar o rugir. Pero sobretodo quería que el invierno termine pronto y el sol regrese, que los animales salgan y que vuelva el color verde al bosque y a las praderas. Tomó una de las antorchas con su hocico con rapidez pero a la vez teniendo cuidado con el fuego. Inhaló profundamente una bocanada de aire para así comenzar a correr lo más rápido posible e ir por el camino que Nol había trazado por el bosque. Sus patas se movían de adelante hacia atrás, iba con buena velocidad pero sin dejar atrás a los demás. Y al lado de Geri, quien aullaba, se le erizaba el pelaje al escucharlo. Continuó con la trayectoria, la nieve era suave al contacto y la llama del fuego caía de vez en cuando. Se percató de que no cayera en la nieve, no quería causar un nuevo incendio.
Cristal:
Sigue las antorchas de los demás en sus cuatro patas y aulla a la luna, sintiendo la nieve bajo sus brazas y el sonido de las llamas en las antorchas. Aúlla con rabia, aúlla con pasión, aúlla para enfrentar las asechanzas del wyrm que los rodean en cada momento. El sonido que hacen sus reputaciones agitadas por el ritmo hace sus respiraciones agitadas. Al venir de regreso, espera que las luces pasen alumbrando la ruta. Por momentos debe frenar para no irse de frente y darse algún golpe. Va detrás de la mayoría cuando van de regreso y observa cómo sus patas delanteras se hunden en la nieve, se detiene para dar saltos en su propio eje de la emoción.
Jack:
Sentado mientras fuma de su cigarrillo, mira hacia su costado, todos habían partido, al menos la mayoría de los Garous, ya no queda nadie. Expulsa el humo de sus pulmones mientras siente cómo se achican a medida que lo hace, es placentero sentirlo, no es un adicto claro pero necesita algo con qué poder estar tranquilo y controlar su ansiedad. Piensa: Bueno Jack… Si no te vas a ir, entonces qué harás? mientras que el calor del cigarro calienta su cuerpo, lo consume sin parar aunque de manera lenta, sin necesidad de tomarlo con atracones. Sostiene su cigarrillo con sus labios mientras toma el bastón con su zurda; con fuerza comienza a levantarse, la voz de su cabeza tiene razón, a final de cuentas, como también Darius: —Bien, ya va siendo hora de que colaboren ustedes dos también —dice mientras mira hacia sus piernas. Comienza a caminar saliendo del bosque con el cigarro encendido, es tan hábil que lo consume y expulsa el humo sin problema, una técnica ordinaria con los labios, aunque incómoda, debe admitir. Camina por el campamento, aún tiene las sábanas encima por lo cual es difícil que varios puedan reconocerlo, camina hasta quedar cerca de la hoguera, deja el bastón apoyándose contra su cuerpo, luego consume por última vez el cigarro dando un largo jalón y termina lanzándolo sobre la hoguera. Retoma el bastón con su zurda y mira hacia el bosque mientras las llamas iluminan su cuerpo.
Miranda:
Miranda corría lo más rápido que podía, saltaba sobre las raíces de los altos árboles, las rocas y otros obstáculos del bosque. El paisaje se veía casi desierto debido a que sus aullidos tenían ese efecto de depredadores en los animales. Seguía aullando aterradoramente y avanzando detrás de los miembros de la manada. Ella era la única que no tenía un rango en ese lugar, pero no sentía prisa por alcanzar uno. Era difícil seguir el ritmo con el que corrían los lupus. Finalmente, vio que regresaban y al fondo se veían las luces del campamento.
Finn:
De un salto de la piedra en la que se paraba, el Fianna corría en dirección a sus hermanos, manteniendo el fuego alejado un poco de él mientras lo hacía. Era la primera vez que corría en Hominido desde su encuentro con los Formor que lo dejaron en la silla, y definitivamente no estaba listo para un paso tan grande. Alguien con piernas tan cortas debía casi brincar sobre cada paso, algo en lo que Finn no se sentía muy confiado todavía, pero aún así intentaba, gritando y pegando alaridos con aullidos mientras cruzaba el bosque, lleno de nieve. Sabía que esa noche, de alguna manera, Boudicca estaba con él, corriendo y aullando como uno. El regresar fue más deprisa que la ida, confiado en que no estaba solo en este rito a pesar de su miseria constante. La imagen de la Reina Guerrera y la canción Thunderstruck de AC/DC era la que le daba la banda sonora a su paso.
Geri:
Las emociones que en ese momento sentía el lupus eran variadas. Por un lado, le colmaba una nostalgia de lo inalcanzable. ¿Cómo podría él cambiar el pasado y que nada le hubiera ocurrido a Vientos de Tyr y a Legado de Lugh? Si bien no eran de la Camada de Fenris, habían demostrado ser guerreros dignos de respeto. Por otro lado, se sentía realizado por lo que le parecía un rito sin errores. Corría tan rápido como podía a través del bosque, con ágiles saltos que le permitían avanzar más rápido que la mayoría de los garou presentes. Sus zarpas grandes y fuertes se aferraban a la superficie, dotándole de mayor impulso. Con su cabeza en movimiento circular, aprovechaba para levantar su hocico y aullar fuertemente en dirección al cielo. Su aullido tomaba fuerza de la nostalgia que sentía por los que no estaban y por lo que había cambiado, el mundo era un lugar cruel. Geri advierte que ya están regresando al campamento, por lo que aúlla aún con fuerza. Finalmente, llega al campamento con una sonrisa lupina y su lengua hacia afuera, exhalando y volviendo a su respiración habitual. Ha sacado todo el mal sabor de ver a sus compañeros de manada mal, ahora se encuentra reconfortado y listo para lo que siga.
Nol:
Seguía corriendo, marcando sus pasos sobre la nieve. Nuevamente, escuchaba los aullidos de Lobo de Odín anunciando su regreso. Seguía sin preocupación dado a que el ritual había sido realizado con gran éxito. Se preguntaba qué pensaría Alexieu de esto, al saber que cumplió con el ritual a pie de la letra, sin problemas ni dudas. Esperaba alguna deliciosa cena. Continuó corriendo a través del bosque, moviéndose entre los árboles y las grandes rocas que se encontraban en el camino. Su cuerpo estaba caliente debido a la excitación, era divertido. Cuando finalmente llegó al campamento, vio una figura cerca de la hoguera. Lo había visto antes en el palacio mientras se encontraba inconsciente. Según Liv, su nombre era Jackson. Corría el rumor de que era un Corax. Sabía poco de estos seres, pero algo que sabía claramente es que son hijos de Helios. Calmadamente, se acercó a él con la antorcha en la boca aún. No sabía qué iba a hacer, solo tenía que devolver la antorcha a la pila, pero aquel sujeto llamaba su atención.
Liv:
Liv continuó los pasos de los chicos. El bosque estaba lo suficientemente tranquilo y hacía mucho tiempo que no se sentía así; era gratificante volver a sentirse libre, sin tener que pensar en tantas ataduras y normas impuestas por la sociedad actual. Con el paso del tiempo, la sociedad se ha consumido en las redes de la tecnología, y esto resulta agobiante. Se olvidan de lo realmente importante: nuestra madre Gaia y todo lo que nos rodea. El mundo se corrompe y es nuestro deber luchar contra eso. Escuchó el aullido de Geri para regresar y dar término al ritual. Continuó la ruta, siguiéndolos de cerca. Puso la antorcha en la fogata y soltó un aullido imponente, largo y encantador, lleno de alegría y satisfacción. A pesar de no estar cansada por el recorrido, sentía una gran dosis de adrenalina recorriendo su cuerpo. Daba algunos saltos de alegría, moviendo la cola. Tenía ganas de jugar, pero se detuvo por un instante y observó a Geri, con quien tenía mayor confianza. También observó a Nol, para ver si ya podrían hacer algo diferente.
Cristal:
Cristal corrió de regreso en sus cuatro patas, tratando de calmar su respiración. Vio cómo Nol se acercaba a Jackson, quien todavía estaba en su forma de lobo. También regresaban los demás garou, cada uno en su forma correspondiente, ya sea homínida o lupus. Dejaron sus antorchas en su lugar después de soltar sus aullidos, liberando la ira, el desenfreno, el dolor y la angustia, alejando así al Wyrm con sus aullidos. Se acercó a Nol, bajando las orejas como señal de respeto, y observó a Jackson mover ligeramente la cola. Sin esperar respuesta, caminó hacia atrás, dirigiéndose hacia la hoguera para buscar donde había dejado sus ropajes después de la transformación.
Jack:
Después de unos pocos segundos, una antorcha se acercó rápidamente. Al estar más cerca, notó que se trataba de un lobo blanco, específicamente Garras Blancas. Junto a él llegó Geri, a quien reconoció fácilmente. Garras se detuvo junto a Jack, quien lo miró por un momento y suspiró profundamente. Soltó el bastón y se apoyó lo mejor que pudo sobre sus pies. Al menos ya podía mantenerse de pie, a diferencia de esta mañana.
—Hola. ¿Me permites? —dijo Jack a Garras mientras tomaba la antorcha de su hocico sutilmente con su zurda. Se enderezó y con la antorcha elevada comenzó a hablar— Helios, estos Garous han solicitado tu luz. Te pido que les des el calor que tanto veneramos nosotros, los Corax; pues bien sabes que somos tus hijos como lo somos del Cuervo. Ilumina nuestro invierno y siempre nos mostraremos agradecidos.
Al finalizar, lanzó la antorcha a la hoguera. Esta, al contacto, avivó las llamas haciendo que resonaran los leños y partículas se alzaran al aire para luego apagarse. La helada brisa le pegó en el rostro levantando su sábana, la cual aún se encontraba tapando parte de su rostro. Ahora estaba al descubierto. Los demás comenzaron a llegar. Varios lobos a los que no lograba reconocer del todo, únicamente podría reconocer a Cristal, cuya apariencia era igual a la de Garras. Además, se quedó mirándolo por un momento.
—Gracias, has hecho un buen trabajo también —dijo Jack a Garras mientras tomaba nuevamente el bastón y comenzaba a caminar hacia un tronco que se encontraba cerca de la hoguera. Allí decidió sentarse mientras sentía el calor del fuego. No estaba cómodo con las múltiples miradas, pero era mejor que quedarse dentro del bosque y continuar con sus problemas. Sin sufrimiento, nunca habría sido bendecido. Recordó en su cabeza tales palabras. Sabio quien las haya escrito.
Miranda:
La dejaban atrás con facilidad. Correr con dos piernas era realmente difícil cuando aquellos con los que competía eran lobos y estaban diseñados para ser más rápidos que los humanos y homínidos ordinarios. Quiso parar, pero en ese momento encontró una salida. No rodearía todo el camino, usaría un paso en el bosque que la acercaba al lugar del campamento. Es por ello que llegó con los demás y nadie se había dado cuenta. Igual, ser cachorra era una especie de manto de invisibilidad. Dejó la antorcha en la hoguera y se sentó en un cómodo y sólido roble viejo.
Finn:
Trae acá. Después de una intensa corrida, Finn terminó lanzando la antorcha a la hoguera desde buena distancia, recuperando el aliento perdido. Hacía tiempo que no corría de esa manera desde los Formores, pero al menos se sentía alegre de no haber perdido su habilidad.
Geri:
Ya todos regresaban al campamento a medida que las luces de este se hacían cada vez más notorias. Una vez en el campamento, Geri escuchaba el ruido de los cuernos fernis, tambores e incluso las gaitas. Algunos gritos de la parentela del lugar provocaron un baile llamado el haka. Al salir, vio lo que parecía un fantasma, pero tenía el aroma a corax. Se sobresaltó, agachando sus orejas hacia atrás y frunciendo la nariz. Ese ser logró quitarle la antorcha con la ayuda de la impresión, de una manera extraña: —le rezaba a Helios—. Geri ladeó su cabeza para analizarlo mejor, mirándolo extrañado por la imagen y la situación. Dudaba en la naturaleza de esa criatura, al final decidió que era Vientos de Tyr y no un espíritu. Aunque estaba confundido por la imagen extraña del corax, esbozó una sonrisa lupina y un gruñido de aceptación.
Observa a Mártir de Gaia salir del bosque. Geri agacha su parte superior del cuerpo anteponiendo sus patas para inclinarse sobre ellas, espera que esté desprevenida y se abalanza contra ella en una carrera de juego intentando morderle la cola.
Jackson:
Rió entre dientes mientras Liv le entregaba la antorcha, consciente de que no estaba completamente seguro de lo que estaba a punto de ocurrir. Pero una vez que el ritual estuviera completo, no habría marcha atrás. El entorno parecía estar envuelto en una atmósfera fantasmal, a pesar de reconocer las sábanas y el bastón de madera, que eran indudablemente del palacio. Sin pensarlo demasiado, Jackson lanzó la antorcha al tiempo que dedicaba unas palabras a Helios. La escena le pareció fascinante, especialmente cuando la llama hizo contacto con los leños, avivando el fuego. En ese momento, una helada brisa destapó el rostro del joven, revelando una imagen que jamás había presenciado.
Se preguntó internamente por qué estaba rezando a Helios. El chico parecía un Garou común, aunque tenía un aroma distinto. Sin embargo, no quería desperdiciar energía en ese tipo de cuestiones y continuó su camino después de asentir con la cabeza. Sin embargo, antes de seguir adelante, llamó a Cristal con un gruñido y un bramido. —Cristal, sígueme —dijo mirando hacia atrás.
Dirigiéndose a la tienda donde sus pertenencias le esperaban, Jackson ingresó al vestidor y se propuso cambiar de forma. Con determinación, logró completar la transformación y volvió a su forma homínida para participar de manera más eficiente en la fiesta.
—Mis ropajes, por favor —solicitó Jackson extendiendo su mano derecha fuera de las sábanas. Una criada le entregó sus prendas y él comenzó a vestirse nuevamente, tratando de recrear el atuendo con el que había llegado. Era incómodo, pero evitaba que sintiera el frío con mayor intensidad. Una vez listo, esperó a que Cristal hiciera lo mismo. No se molestó en verificar si ya estaba dentro de la tienda, ya que seguía ocupado acomodando su vestimenta.
Liv:
Ella observa cómo los demás van llegando al lugar. Jackson se acerca y dice una plegaria a Helios, que ella puede escuchar claramente. Es interesante escuchar a un corax de esa forma, sin juzgarlo. Por el contrario, es algo bueno. El calor de las antorchas se aviva, dándole calor a todos. Como Hija de Gaia, ella podría hacer mucho más, pero en ese preciso momento prefiere contemplar a los demás. Después de correr por los alrededores, su energía ha aumentado tanto que siente que sus emisiones aumentan con euforia, alegría y amor. También agradece a los espíritus del invierno por haberlos acompañado durante estos días. Su calor corporal es estable y la adrenalina que siente en ese momento la impulsa a pedirle a los espíritus mayores que devuelvan el calor a todos los rincones del lugar y que escuchen sus clamores para que lleguen hasta madre Gaia y continúen con el ciclo de la naturaleza.
A lo lejos, la aurora comienza a brillar sobre la nieve del lugar. Las luces suponen que los espíritus han escuchado de buena manera, iluminando de forma danzante y maravillosa. Liv sonríe a Geri porque esta será una buena noche de invierno. Ella corre en dirección a él, da un salto con sus patas delanteras y luego con las traseras para rodear el torso de su compañero y comenzar a jugar con él, gruñendo al mismo tiempo. Termina de jugar y se adentra en el bosque, trepa a un árbol y observa los alrededores de una mejor forma.
Cristal:
Escucha a Nol diciéndole que lo siguiera y aún en su forma lobuna, lo sigue, moviendo ligeramente su cola, sintiendo cómo sus patas se hunden en la nieve, dejando un rastro. En el camino a la tienda, busca con sus ojos y su olfato sus ropajes entre la nieve, que al ser blanca, claramente es más difícil distinguirlos. Al llegar a la tienda, no los encuentra, y espera sentada en sus cuatro patas a que Nol termine de vestirse y que, por obviedad, entienda que no encuentra su ropa.
En ese momento, su ropa aparece mágicamente en su campo de visión junto con otra sirvienta, y le ladra, haciéndole saber su falta de tela o bueno intento, y pidiéndole ayuda con sus ojitos y orejas hacia atrás mientras se vuelve a transformar, sintiendo cómo todo vuelve a su lugar y sin sentir más pelo encima, más que su larga y despeinada cabellera. Al ponerse nuevamente la ropa interior, decide por un vestido suelto blanco de lino y el mismo saco que llevaba al llegar, robándose los tobillos. Desenreda su pelo y lo deja caer libre, solo colocando una delicada diadema en su frente en forma de gota de cristal amarrada en cadena blanca, ligeramente sostenida por la base de su cabello. Adhiere base de coco en sus labios para hidratarlos por el frío, juega con ellos mientras aplica un poco de rubor y peina sus blancas pestañas y cejas, dejándolas lo más decente posible.
Al finalizar, voltea y observa cómo Nol sale de la tienda, se despide de la chica que no sabe su nombre y camina por la nieve, adentrándose en la entrada de varios árboles y arbustos en forma de laberinto y juguetea con la nieve entre sus pies, sintiendo cómo la tela cae y se enreda con esta, humo brota de su boca por el frío mientras que por dentro siente gran alegría, observa la copa de los árboles y recuesta su cabeza en la base de su cuello, sintiendo una corriente de aire juguetear con su cabello, levanta ligeramente su saco y el lino del vestido, dándole una sensación de libertad, muerde sus labios a la vez que deja que una carcajada salga melodiosa de su garganta y cierra sus ojos, dejándose caer en la nieve.
Jack:
Sentado en la hoguera, al menos se sentía satisfecho de haber hecho algo durante el ritual, aunque hubiera sido insignificante al final. Pero quién sabe, tal vez Helios mismo escuchaba sus palabras y comprendía que, aunque fuera un Corax, también podía ser de sus favoritos.
Finneas se acerca a Jack y comienza a hablar rápidamente mientras él suelta un suspiro que se convierte en vapor al salir de su boca debido al frío. —Menudo parlanchín resultaste ser… ¿Qué te puedo decir? —le sonríe mientras levanta la mirada al cielo, con la esperanza de volver a volar lo más pronto posible. —La mayor parte de tu vida anhelas poder escapar, volar y ser libre. Cuando lo logras, comienzas a ver el mundo con otros ojos, ya he visto la muerte antes. Aunque eso no me quitó mi libertad, no como esto… —Alza su brazo derecho, que sigue vendado. —Estas son las consecuencias de mis acciones, debo cargar con ellas. Aún así, no puedo darle la espalda a la manada. Me pregunto… ¿Trajeron tu bebida en esos barriles? —Le dice mientras sonríe y siente la nieve caer sobre su rostro.
Miranda:
Una vez sentada, observa que Geri se acerca a una loba, siendo evidente la confianza entre ellos. Lleva su mano a la cabeza preguntándose por qué ella aún no controla sus formas. Aquella loba desdichada le lleva ventaja. Aprieta sus delgados dedos tan fuerte como puede y golpea sus nudillos contra el roble donde está sentada. Ellos juegan y ella está sola. Eliora vuelve a aparecer, pellizcándola en la palma de la mano enfadada. No se quedará así. Se levanta de un salto y va directamente a la mochila de un familiar que vaga por el lugar. De ella saca la cena que seguramente era para su novio garou. Busca la carne, deja el resto y se aleja, segura de que nadie la vio hacer eso, dado que es invisible por ahora. Toma una de las ramas que está acumulada junto a la hoguera, coloca generosamente la carne formando una brocheta. La carne es suave y abundante, parece la de una ternera. Rápidamente, el aroma de la carne comienza a elevarse a medida que se calienta y no es necesario hacer nada más, el viento lleva el delicioso aroma en dirección a Geri.
Finn:
—Maldito Edgar Allan… —Niega con la cabeza, frotando sus manos juntas para generar calor por la fricción.— No lo sabe. No cree que se quede en la celebración. Quizás tome un pay y se lo lleve a casa. No hay mucho que celebrar de este lado. Nos vemos luego.
El Fianna se despide de su amigo y se dirige a su casa con los bolsillos sobre sus pantalones, saludando con la cabeza a quienes se encuentra en su camino. Se dice a sí mismo: “Hiciste lo que tenías que hacer… y lo hiciste bien como pudiste. Deberías estar orgulloso. ¿Quién habla en este momento? Quizá todos. Solo vete a dormir, Finneas. Deja que el Finn de mañana se preocupe”.
Con la mente en otros pensamientos, el Galliard toma un pay de la mesa y llega a su cabaña unos minutos después, asegurando la puerta detrás de él. Deja el alimento sobre la mesa y saca un solo tenedor de un cajón antes de sentarse en un banquito y comer en silencio, escuchando las celebraciones afuera, demasiado ocupado saboreando el dulce sabor de la crema.
Narrador:
Keket se preguntó por qué el fiestero más famoso de Lake Valley había decidido abandonar el lugar tan repentinamente. Aunque no obtuvo una respuesta inmediata, no permitió que eso le impidiera seguir con sus planes. Convocó a los músicos y a las cocteleras, asegurándose de que todo estuviera en orden para que la fiesta pudiera comenzar.
La energía en el lugar era contagiosa mientras Keket se aseguraba de que cada detalle estuviera perfectamente coordinado. Las luces brillaban con intensidad, proporcionando una atmósfera acogedora y festiva para todos los presentes.
La gente comenzó a llegar, emocionada por la perspicacia de Keket para organizar un evento tan especial. Conversaban animadamente mientras disfrutaban de la deliciosa comida de los puestos y se deleitaban con los refrescantes cócteles preparados por el talentoso equipo de Keket.
La música llenaba el aire, animando a todos a bailar y divertirse. Aquella noche, Keket demostró una vez más su capacidad para crear momentos inolvidables y hacer que la gente se sumergiera en la alegría de la fiesta.
A medida que la noche avanzaba, el ambiente se volvía más animado y las risas resonaban en todas partes. Keket sonrió satisfecha, feliz de ver cómo su arduo trabajo había dado sus frutos y cómo todos estaban disfrutando de una noche mágica en Lake Valley.