Aventuras de Eliora y Miranda
22 de septiembre de 2008
Eliora:
El petricor matutino inundaba, junto a la niebla, las bases del bosque. Varios animales comenzaron a salir de sus madrigueras en busca de alimento o compañía en los claros. El lugar era una pradera en medio del bosque, iluminada perfectamente por Helios que reposaba sus rayos de lado, apenas acariciando a Gaia, que se estaba enfriando. Esto creaba una atmósfera bastante apacible en el parque Nelson Lakes. Lo mejor era que los turistas no llegaban hasta esas profundidades del bosque. La vida silvestre era la que tomaba posesión del lugar, llenándolo de vida y esperanza, como si la tejedora nunca hubiera desafiado a sus hermanas fuerzas y la presencia pura del Kaos fuera lo que dominaba.
Eliora se sentía diferente desde que había salido de su crisálida. El hecho de ser un hada dentro del cuerpo de una humana la inquietaba, pero en estos tiempos debía dar lo mejor de sí y vivir como tal, sin dejar que la banalidad mortal la atacara. Al contrario, debía sonreír y jamás perder la fe de que un día volvería a su hogar, su añorada Arcadia.
Era una mañana tranquila. Agradecía no estar en casa con sus padres y la servidumbre haciendo deberes y aprendiendo a ser una dama noble. Se había escapado al parque Nelson Lakes y, en medio de su tupida población de árboles, descansaba a la orilla de un hermoso lago. Desde que nació, la relación de Eliora con la naturaleza era estrecha y hermosa. Disfrutaba más que nada estar en ella y poder escuchar a los animales, el canto de cada ave, y observar cómo los rayos del sol adornan la superficie del agua. Esto le brindaba una gran paz.
Eliora se encontraba, sin lugar a dudas, en su entorno preferido, por lo que cerró sus ojos y suavemente dejó escapar parte de su glamour, permitiendo que su forma sidhe emergiera y pudiera disfrutar mucho más de donde se encontraba. Caminó un buen rato y, de vez en cuando, divisaba algunas quimeras jugueteando entre las ramas. Pudieron sentir su presencia y se acercaron, así que moviendo sus piernas, corrió por el sendero sonriendo. Se sentía tan libre que se olvidó del plano humano. Dejó que el viento moviera su larga melena y cantaba al son de las aves que la observaban curiosas de su comportamiento. Realmente no se dio cuenta de cuánto caminó y corrió hasta que se detuvo en un lago cristalino. Suavemente se acercó y, disfrutando de la humedad de la tierra, hundió sus dedos en ella, aspirando todos los aromas que desprendía.
—Ahora sí, Eliora, hora del chapuzón —gritó animada, y en un gran salto, dejó que la masa de agua dulce la envolviera y quedó sumergida por segundos, hasta emerger y batir su cuerpo y su melena. Sin lugar a dudas, debía venir más seguido a este lugar.
Miranda:
Pocas cosas recuerda de su infancia, pero estaba convencida de que la mayoría de lo que los psicólogos llamaban sueños lúcidos no eran quimeras creadas por su mente. Siendo solo una niña, imaginaba grandes reinos, princesas y hadas mágicas. Entre todas las cosas que su mente podía imaginar, no descartaba que todo fuera una mentira o una realidad, menos cuando recordaba a la chica del cabello rojo, Eliora. El simple hecho de su existencia ponía en duda la absurda diferencia entre un sueño y la realidad. Eliora se convirtió en su mejor amiga y le enseñó muchas cosas.
Ahora que ha crecido, Miranda se encuentra en un intercambio tribal, en medio de un bosque algo perdido. Con mucho cuidado, busca en su bolso unos mullos rojos y los amarra con un fino hilo de seda a las ramas que encuentra. No es su intención perderse ni mucho menos regresar a su antiguo hogar sin haber intentado.
Siente estar cerca y el canto de las aves no la engaña. Como si se tratara de una revelación mágica, ve lo que parece ser una cortina roja atravesar unos árboles a unos metros de ella. Vuelve a pensar en su amiga.
—Eliora —grita y comienza a correr, olvidando que deja un rastro de mullos rojos tras de sí.
Los árboles ya no son parte del paisaje. Un claro en el bosque y una laguna aparecen ante sus ojos. Se acerca decepcionada y se sienta sobre una de las piedras. Escucha unos movimientos y, al percatarse, ve a una figura con cabello largo y rojo, suelto.
—Eliora —balbucea, su voz temblorosa. No se está volviendo loca.
Eliora:
Eliora se encontraba en la orilla del lago, recostada sobre ésta y disfrutando del agua que se colaba entre su cuerpo y sus ropas, las cuales se pegaban a su figura debido a la humedad. Una voz dulce y femenina resonó en todo el lago. ¿Conocía su nombre? ¿Qué estaba pasando allí? Quién en aquel bosque la conocería, pensó atónita. Saltó con fuerza y comenzó a recorrer la orilla, mirando de un lado a otro en busca de aquella voz que gritaba su nombre con afán. La voz le parecía tan conocida y familiar, pero no lograba recordar de dónde la había escuchado antes. Por un momento, el tiempo pareció detenerse para ella.
Allí estaba aquella rubia sentada en una piedra. ¿De verdad era Miranda? Estaba tan cambiada en comparación a como la recordaba, pero ahora la hermosura se reflejaba en la madurez de su rostro. Limpió rápidamente y toscamente las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y, en un movimiento veloz, corrió hacia ella. Quería abrazarla y decirle cuánto la había extrañado, cuánto ella, entre todos los seres, lograba entenderla y sabía perfectamente quién era la verdadera Eliora. —¡Miranda! —gritó desesperada mientras la abrazaba y caían directo al lago, mojando sus cuerpos. ¡Miranda! ¡Cuántos años sin verte! Había perdido la esperanza de encontrar a su amiga.
Miranda:
Las piernas de Miranda dieron pasos largos, buscando una superficie sólida para estabilizarse. Perdió el equilibrio y cayeron juntas al agua. De sus ojos brotaron lágrimas llenas de nostalgia. No podía creer lo poderosa que podía ser la mente. Todos los días, desde que tuvieron que separarse, era como si la suerte la hubiera abandonado. Su vida no fue fácil en los años siguientes. Siempre pensaba en Eliora y añoraba a su única amiga sincera. La abrazó con mucho amor y logró sentarse. Al levantarse, agarró su mano para ayudarla a levantarse también. Su bolso y su ropa estaban mojados. Los mosquitos flotaban sobre el agua. Las hebillas más rudimentarias podían oxidarse, pero no le importó. Eliora estaba junto a ella después de todos esos años. —¡Cuánto tiempo había pasado! Sigues exactamente igual.
Eliora:
Al escuchar sus palabras, Eliora no pudo evitar romper a llorar como una niña cuando pierde su juguete. Se abalanzó sobre ella, estrechándola entre sus brazos como si quisiera conservar ese momento para siempre. ―No sabes cuánto te he echado de menos, amiga mía. Eres y serás siempre alguien muy especial para mí —acarició por un momento su larga melena rubia y luego, con una sonrisa juguetona, volvió a seguirle el juego de lanzarse agua y correr por toda la orilla. Miranda era la única persona en este mundo que conocía que era una sidhe y la había aceptado como lo que era. Sabía muy bien que Miranda tampoco era humana del todo y eso fortalecía aún más su vínculo. Caminaron un poco hasta las rocas que adornaban el lugar y, escalando un poco, se sentaron, haciéndole señas a Miranda para que viniera a su lado. ―¡Venga, mujer! Hay muchas cosas de las que podemos conversar.
Miranda:
Su amiga siempre fue audaz para los juegos en el agua. Pienso que eso se debe a la magia que lleva en su interior. Miranda la siguió a través de la orilla, siguiendo todo el tiempo su sedosa cabellera roja. Se había sacado sus botines de cuero del ejército de los Estados Unidos de América, que rebosaban de agua de la laguna, para poder seguir el ritmo de Eliora. La siguió hasta la cima de las rocas que adornaban el lago. Dejó su bolso y sus zapatos sobre la roca, inclinó sus hombros hacia atrás y estiró sus piernas antes de sentarse, apoyándose con sus manos sobre la roca. Retiró su cabello húmedo de sus hombros y se hizo una coleta con un lazo en forma de mariposa, dejándolo caer por su espalda. Eliora se veía magnífica con su hermoso rostro. ―Tienes razón. Tenemos que estar al día con todo lo que ha pasado durante estos largos años. El sol golpeaba sus piernas cálidamente, bronceándolas gracias a la buena ubicación de esa roca.
Narrador:
Ambas jóvenes estuvieron varias horas hablando sobre sus vidas, en especial sobre el intercambio tribal de Miranda. Después de horas de conversación entre amigas, acordaron que lo mejor era seguir juntas y llegar hasta la aldea de Tasman, una pequeña comunidad de garou que cuidaban el túmulo con el mismo nombre. Para llegar, debían seguir los senderos correctos antes de que se pusiera la noche, o tendrían que dormir en el bosque.
Eliora:
Eliora tomó de la mano a Miranda para no separarse en ningún momento. No quería volver a perder a su mejor amiga y no lo haría. Se negaba a perder a alguien tan esencial en su vida. Miranda le había estado contando sobre un intercambio tribal y que debían ir a una aldea llamada Tasman, por lo que Eliora se ofreció a acompañarla.
—Oye Miranda, ¿qué clase de personas viven donde vamos? —cuestionó Eliora, curiosa, mientras seguían caminando por el sendero. Se sentía, por alguna razón, muy cómoda y tranquila a medida que se acercaban. Además, su verdadera forma poco a poco iba apareciendo, y eso le gustaba. De alguna manera, estaba en su entorno, a pesar de desconocer a dónde iban.
Miranda:
Tener a Eliora a su lado era una bendición para Miranda. Hacía mucho tiempo que no se sentía entusiasmada por vivir nuevas experiencias y conocer horizontes nunca antes vistos. Incluso la naturaleza le parecía más completa con Eliora a su lado. Recordaba que de niñas solían celebrar la belleza de la naturaleza juntas: los arroyos de agua, las flores, las formas de las nubes y las constelaciones. Sin dudarlo, Eliora era un regalo para ella. Miranda se aferró a su mano y caminó junto a ella, sonriendo.
—Vamos a una aldea llamada Lake Valley. Es un lugar donde mi familia piensa que aprenderé lo que ellos no me enseñaron. Me dijeron que las personas allí son hombres lobo, hombres oso, humanos… —contó Miranda. Siguió caminando por un sendero bastante simple. A lo lejos, pudo ver una aldea. Aproximadamente tardarían menos de diez minutos si caminaban con la misma velocidad.
Eliora:
Por un momento se detuvo y soltó su mano para desviarse un poco a la derecha al divisar azaleas creciendo junto a narcisos. Las flores le transmitían belleza y majestuosidad, siempre las recolectaba y hacía diversas coronas de diferentes colores y tamaños. Se arrodilló con cuidado para recolectar las flores y armar rápidamente con unas pequeñas lianas dos coronas y dos pulseras.
Miranda:
Permaneció tranquila, con los brazos apegados a su cuerpo y las manos en los bolsillos de sus jeans, mientras Eliora colocaba una hermosa corona de azaleas y narcisos sobre su cabellera, que llevaba en coleta. Estaban relativamente cerca, pensando en la primera impresión que daría al llegar. Eliora se veía muy natural, pero Miranda no sabía si se miraba igual de hermosa. Sacó un gloss con escarcha de color rosa de su bolso y lo repasó sobre sus labios y luego sobre los de Eliora.
Eliora:
—¿Te acuerdas cuando jugábamos a coronarnos? —le preguntó mientras colocaba la corona sobre su larga y rubia melena, y luego tomaba su mano para colocarle la pulsera, a la par que liberaba un poco de poder sobre ella. Miranda siempre había entendido su pasión y amor por la naturaleza. Disfrutaba mucho conversar, correr, nadar y, sobre todo, admirar todo lo natural. A veces deseaba que Miranda también fuera un hada como ella, pero sabía que no podía cambiar su destino. Así que disfrutaba de esta chica especial que, sin duda alguna, había sido una bendición. —Oh, así que verás hombres, ¿y cómo serán? Los imagino como los trolls, fuertes y muy altos —se rió un poco para luego emprender nuevamente el ritmo de la caminata, pues ya estaba oscureciendo.
Miranda:
—Hombres, ellos no se pierden de nada, pensó ella. Los hombres son como esos pendientes, —murmuró mientras sacaba un par de pendientes dorados y se los entregaba a su buena amiga. Son bonitos, pero no sirven para nada más, añadió. A veces incluso resultan molestos, como cuando tienes una pelea y los pendientes están ahí para lastimarte. Sigamos adelante, agradeció mientras le devolvía la tiara. Recordaba como si fuese ayer cuando solían jugar con las tiaras. Continuó caminando hasta que divisó un letrero verde que mostraba información sobre la Aldea y el Parque Nacional. Alrededor del letrero había algunas casas, un reloj y una fuente.
Eliora:
Por un momento, ella sintió un extraño dolor emerger de las palabras de Miranda. ¿Por qué describirlos de esa manera? Sus ojos buscaron los suyos pero no le transmitieron nada, aunque su percepción sabía que muy en el fondo había una espina clavada en su corazón. Observó los pendientes por unos segundos para luego apretarlos en sus manos y seguirle rápidamente el paso. Al estar más cerca del lugar, no pudo evitar transformarse en sidhe, y todo su ser férico emergió. Por un momento dejó su humanidad a un lado, su cuerpo envuelto en un aura que reflejaba su poder en todo su esplendor.
— Quiero presentarte a alguien, Miranda — sonrió al ver a su pequeña amiga Lulu, su quimera y compañera de diversas travesuras. Un ser espiritual pero tan amado por su ser, era como su pequeña hija. Empujó un poquito a Lulu para que viera a Miranda, observando con cierta ternura cómo la quimera se acercaba un poco temerosa.
Miranda:
Sintió un aire gélido bajar por su espalda, causando que su piel se erizara. Era algo de temor, estaban en el lugar donde, con un poco de suerte, sería su hogar por tiempo indefinido, pero no sabían si los hombres lobo del lugar serían amables con ellas. No creía en eso de presentarse al entrar en una manada ajena, esas eran otras de esas estúpidas leyes de antaño. Retrocedió algo asustada y vio a Eliora casi completamente transformada, su piel brillaba y tenía un aura brillante que rebosaba de ella como reflejo de sus poderes. Una especie de cabra rosada la acompañaba a ella, definitivamente su verdadera esencia de especie era magnífica. Lo contempló en silencio por un instante y luego se acercó a ella, la abrazó y abrazó a Lulu.
— Fuiste, eres y serás la persona más hermosa que conozco, te ves hermosa — había olvidado por un instante el lugar donde se encontraba, pero ahora temía lo que pudieran hacerle a Eliora. Instintivamente buscó una pistola automática que guardaba en su talón y estuvo alerta.
Geri:
Geri, en su forma homínida, regresaba del Lago sosteniendo en su espalda un barril que contenía pescados que había atrapado en la mañana. Debido a la falta de noticias de los formori y la incertidumbre de si alguien le iba a alimentar por defender la aldea, Geri sabía que debía ganarse la vida con lo que sabía hacer: pescar e intercambiar peces por otros alimentos en los lugares de comercio de Lake Valley. Mientras merodeaba por las calles de la aldea, se había olvidado del aroma de los peces, por lo que le sorprendió mucho percibir una poderosa fragancia de flores dulces mezcladas con aceite de pino.
Decidió dejar los peces en una de las tiendas donde solía comerciar. Había alguien en la aldea que él no conocía, y dado que los formori podían ser una amenaza, no le sorprendería encontrarse con un nuevo peligro. Una vez estuvo listo, realizó un cambio parcial en sus características físicas. Su piel se cubrió de pelo y colmillos, y sus garras salieron, transformándose en una imponente figura. Caminó con los hombros abiertos y el pecho hinchado, mientras el aroma penetraba aún más en su nariz.
Cuando llegó al lugar del que provenía el aroma, pudo oler claramente la presencia de una garou. Sin embargo, el otro aroma era extraño. Con su boca llena de colmillos por el cambio realizado, emitió un aullido de presentación, dejando claro que él era un garou lupus, perteneciente a la tribu Camada de Fenris, en el rango de Galliard Fostern. Finalmente, se acercó lo suficiente como para visualizar a la mujer loba, que era extremadamente hermosa, con cabello claro como el de Geri y cejas abundantes. La otra criatura también era igualmente hermosa, pero tenía orejas y un brillo extraño. Nunca antes había visto algo similar. Con semblante serio, las contempló por unos segundos.
—Este es el territorio de la manada Semillas de Yggdrasil. Puedo percibir por sus aromas que son criaturas mágicas. ¿Qué hacen en nuestro territorio?
Jack:
Como consecuencia de haber llegado tarde el día de ayer al entrenamiento, no fue hasta altas horas de la mañana en las que pudo regresar finalmente a la aldea. Esto, aunque fue principalmente culpa suya, tenía otros motivos. Dado que ayer, preocupado por el reciente ataque de los Formor, visitó a los heridos, Finn Legado de Lugh y Geri Lobo de Odin, les presentó sus disculpas por no participar en esa batalla. Al final del día, Geri le otorgó su laptop para pedir ayuda a un contacto suyo y así averiguar la guarida del líder detrás de todo esto. Yörax es de su mayor confianza y sabe que, junto a sus compañeros, encontrará esta amenaza.
Aunque se demoró en regresar a casa, instalar la laptop, explicarle todo a Yörax, viajar a la cascada, atravesar la celosía y luego ir al punto de encuentro con su tutor, el entrenamiento fue más duro que en ocasiones anteriores. Sin embargo, este es el camino que escogió. Sabe que no es tan fácil como otros hombres cuervos Corax han decidido. Ha abandonado la típica naturaleza del hombre cuervo. Regresó agotado física y mentalmente a la aldea, se apresuró a mantenerse activo tomando una ducha y cambiándose de ropa, ya que había faltado a sus deberes de vigilar la manada por la mañana y ya casi era tarde. Ingerió una pizza que calentó en el microondas; la había comprado días antes y la había guardado en el refrigerador.
Caminaba únicamente con su ropa interior por la cabaña, comiendo de la pizza. Buscaba su ropa para iniciar el patrullaje. Encontró sus botas de cuero altas, un pantalón hecho de tela de algodón negro, su correa de cuero, una chaqueta larga de cuero, vendas, el anillo de plata y gafas de sol. Verificó la pluma de su antiguo compañero, que colgaba de su cabellera, y su última cuchilla. Soltó un suspiro mientras sostenía esta última, ya que aunque perdió la otra valientemente, seguían siendo un recuerdo de su maestra. Después de vestirse, salió de la cabaña, sintiendo la tierra seca sobre las suelas de sus botas.
—Bien, es hora de trabajar —dijo mientras daba varios pasos hacia adelante, intercalando los pies lentamente para aumentar la velocidad de su movimiento hasta empezar a trotar. Cuando se dio cuenta, ya estaba corriendo y finalmente decidió transformarse en su forma de hombre cuervo.
Todos los objetos que llevaba se unieron a él, la transformación se volvía rutinaria y más fácil con el paso del tiempo. Aleteó las veces necesarias para sobrevolar el cielo de la manada y se dirigió al primer puesto de vigilancia. No tardaría mucho en recorrer los otros puntos, ya que conocía las mejores rutas. Cada puesto era lo mismo: verificar que todo estuviera en orden y continuar. Si había algo mal, se encargaba de avisar a los de la aldea. Sin embargo, recientemente se enfrentaban a un problema interno. Aunque se comunicaba con graznidos y silbidos, los guardias comenzaban a comprender estos sonidos. No le llevó mucho tiempo terminar y ahora solo le quedaba observar los lugares dentro de la aldea como los lagos, ríos, bosques y cuevas. Sin embargo, se sentía agotado. Por más que quisiera continuar, terminó posándose sobre una rama de un árbol, aleteó un par de veces y cerró los ojos.
El tiempo pasó y realmente no tenía que preocuparse en caso de caer, gracias a su entrenamiento previo. Aunque quería continuar el patrullaje, no podía. Estaba agotado y necesitaba descansar un poco. Sin embargo, escuchó un aullido cercano que lo hizo despertar. Al mirar alrededor, vio que se acercaban dos mujeres. Aunque por sus apariencias no parecían ser de la aldea, alzó sus alas, retiró sus garras y se lanzó hacia abajo para aterrizar en dirección a las mujeres. Aleteando, sobrevoló sus cabezas en círculos, mirando de reojo sus vestuarios. Soltó algunos graznidos y cuando notó que Geri se acercaba, se dirigió hacia él y luego giró para regresar a su forma humana. Regresó a su forma natural al caer al suelo junto a Lobo de Odin. Apoyó sus pies y manos sobre la tierra y se puso de pie lentamente. Las miró a los ojos.
—Los hombres me han llamado loco; pero la pregunta aún no está resuelta, si la locura es o no es la inteligencia más elevada —dijo seriamente a las chicas sin apartar la mirada de sus ojos a través de sus gafas de sol. Citó a un novelista popular y, aunque no esperaba una respuesta coherente a eso, quería saber cuáles eran sus intenciones.
Geri habló, ya que a diferencia de Jack, él podía olfatear mejor a las recién llegadas. Aunque Jack se mantuvo a distancia, estaba atento a cualquier movimiento, llevando su mano derecha sutilmente hacia atrás para ubicarla sobre el mango de su cuchilla. Sea lo que sea, no quería estar desprevenido después de lo ocurrido con la vendedora.
Eliora:
Realmente, lo que estaba presenciando era demasiado nuevo para ella. Siempre había estado acostumbrada a estar sobreprotegida en su hogar y con las doncellas encargadas de su cuidado. El hecho de estar al lado de su amiga Miranda y muy, pero muy lejos de casa le hacía sentir muy extraña pero curiosa. Seguiría hasta ver qué es lo que le depara a donde la ha traído su compañera.
Caminó junto a ella por lo que dedujo era una aldea. Observó a todos lados: las casas, las mujeres y pudo notar que había otras que se veían súper toscas y sin busto. ¿Qué raza serían? También observó toda la estructura de dicho lugar y pudo percibir magia por todos lados.
¿Este es el lugar del que le hablabas en el camino? – cuestionó a su amiga, que al acercarse pudo notar que estaba tensa, en guardia y alerta. Tomó su mano en la suya en un gesto de empatía y cariño. Quería que estuviera tranquila y, sobre todo, que se sintiera muy en paz. Nunca le ha gustado que sus cercanas se sobresalten. Por alguna razón que aún no conoce, le genera un malestar interno muy fuerte que alguien a quien ama pase por un duro momento.
En sus oídos retumbó de pronto un feroz aullido que le transmitió fuerza y vigor. ¿De qué tamaño sería el lobo dueño de tal sonido? Dejó a su amiga y justo cuando iba a caminar hacia el frente, dos criaturas totalmente extrañas para sus ojos se les cruzaron en medio. Debe decir que había una vestida totalmente de negro, algo que le causó cierto malestar. Nunca le han gustado las cosas o ropajes oscuros. A su lado reposaba otra criatura que iba con el pecho desnudo. ¿Qué clase de mujeres serían estas dos? ¿Por qué va sin cubrir sus senos? Posee dientes largos y garras bien afiladas. Una fuerte oleada de curiosidad la invadió y sintió la necesidad de acercarse para poder explorarlas mejor. La de negro musitó algo que supuso había sacado de un libro. Y la otra, de una vez, quería saber qué hacían en su territorio.
Sus ojos quedaron achinados por un momento. Observó el movimiento de la vestida de negro y su cuerpo percibió que venía con un arma. Por lo que se acercó un poco a su amiga y susurró en su oído ―La de negro tiene un arma.― Quien mejor hablaría con ellas sería Miranda. Ella no estaba enterada de nada y mucho menos de las intenciones de estas chicas tan extrañas que les cortaron el paso. Por un momento decidió acallar las voces de todos y caminó en dirección al centro de la aldea. Sentía muchos deseos de explorar todo el lugar. Dejó que Miranda se encargara de hablar con las criaturas que les dirigieron la palabra, demasiado raras la verdad. Aún no superaba sus ropas oscuras y la otra con el pecho desnudo. Muy poco o mal gusto por el vestir es lo que supuso. Sus pies descalzos sentían toda la grama del lugar. Pudo divisar algunas quimeras en los alrededores y comenzó a sentir las miradas de las demás criaturas de la aldea. ¿Por qué la veían así?
Miranda:
Una vez en el territorio de esa manada, se escuchó un aullido, lo que indicaba que habían llegado a su destino, Lake Valley. Miranda se sintió ansiosa y comenzó a pellizcar sus dedos. Una sombra se acercó rápidamente y, al descender, se reveló como un cuervo transformándose en humano. Esto confundió a Miranda, ya que hasta ese día creía que solo podían transformarse en lobos. Ella apenas logró esconder la pistola en su bolso, que abrazó a la altura de su cintura, con la intención de protegerse. Tomó la mano de Eliora, cuya mano estaba fría al tacto. Sentía ciertos nervios que no eran producto de la falta de seguridad en sí misma, sino más bien temor de que pudieran hacerle daño a su mejor amiga, quien era bastante inocente.
Eliora le hizo una pregunta sobre los caballeros, lo cual sorprendió a Miranda. —Hermosa, esos seres son hombres —le susurró. Los caballeros se acercaron a ellas. Miranda apretó fuertemente la pistola que sostenía en su mano. Pudo notar que ambos eran seres mágicos por su aspecto y llegada.
—Eternas Lunas, me llamo Miranda Wise, soy la nueva cachorra de intercambio y ella es mi amiga Eliora —dijo Miranda, sin dejar de mirar la pistola del hombre de negro. Con sus lentes de sol oscuros, le recordaba a los mafiosos que conoció en Nueva York cuando escapó de casa. Parecía alguien de quien tendría que cuidarse. Mentalmente, intentaba tranquilizarse diciéndose que si era amable con ellos, no le harían daño y que si se convertía en su amiga, luego podría obtener algún beneficio. Con absoluta seriedad, agregó: —No me dijeron que los hombres de Lake Valley eran realmente rudos. Asumo que estoy en desventaja, pero soy una cachorra muy importante, así que no nos hagan daño y muestren su hospitalidad —hizo una leve reverencia para apaciguar a los dos grandulones que tenía frente a ella. El rubio en particular le pareció atractivo desde el primer momento en que lo vio, incluso el sonido de su aullido era hermoso, sin mencionar su forma glabro, especialmente con todo ese pelo que resaltaba sus atributos salvajes. Miranda se sonrojó.
Dejó por un momento la mano de Eliora y buscó en su bolso un papel de su intercambio. Se lo extendió al hombre de traje negro. —Esto es para su alfa —dijo, mirando hacia abajo para no hacer contacto visual con ninguno de los chicos, ya que el de negro la incomodaba y el rubio hacía que su corazón latiera fuerte.
Geri:
El lupus notó que Vientos de Tyr le acompañaba, aunque no confiaba del todo en el corax. El viejo Munin le había advertido que se cuidara de los cuervos, pero Geri ya empezaba a apreciar a Vientos de Tyr como a un hermano de manada. Geri escuchó las palabras de ambas mujeres; la pelirroja parecía un poco loca y era extraña, le recordaba a un hipnosapo, un ser ferico que le servía y que había perdido hace mucho tiempo en la umbra. Sentía nostalgia por su pasado y, con una sonrisa que mostraba sus colmillos, reflejaba un recuerdo feliz. Permaneció en forma glabro para prevenir cualquier ataque. —Este es el territorio de la manada Semillas de Yggdrasil. Ahora que nos han visto, no podemos dejarlas ir, deben demostrar sus intenciones —dijo Geri. Observó cómo la rubia entregaba un papel a Jackson. El papel tenía grabados que los homínidos entendían, aunque a Geri no le interesaba aprender a leer. Se conformaba con hablar el idioma de los humanos. Esperó a que Jackson lo leyera o se lo entregara a Sonrisa Escarlata, sin decir una palabra. No quería que supieran que no sabía leer.
Jackson:
Jackson observó detalladamente a ambas mujeres, ninguna se parecía del todo a la otra, incluso una se parecía a Finn, pequeña y pelirroja con pecas. La rubia se presentó luego de unos susurros a su acompañante. ―Esa forma de hablar, es la de un Garou… ¿Debo confiar en esto?‖, pensó. Notó cierta inseguridad en la voz de la que se hace llamar Miranda, sin embargo, se abstuvo de vigilar a Eliora demasiado; estaba inseguro, solo podía confiar en el olfato de Lobo de Odín, no quería bajar la guardia y enfrentarse a un Formor desarmado. Esto hizo que desenvainara unos tres centímetros su cuchilla, únicamente para evitar que la parte gruesa saliera y se atascara.
―¿Sabes algo del intercambio, Geri?‖, le susurró a su compañero. Notó el interés de Miranda hacia Geri, y en el momento que esta se acerca dice: ―¡Qué te gusta la rubia!? Pero, Geri… Apenas la acabas de conocer―. Mostró una sonrisa mientras daba un paso hacia atrás, pero Geri sigue hablando de forma amenazante. ―¿Viste, Geri? Somos chicos rudos―. Aunque quería bromearle un poco a Geri, dado a que no tenían una relación cercana, se mantuvo lo más callado posible.
Miranda le entrega algo, lo cual Jackson toma con la misma mano que llega a sujetar el mango de su cuchilla. ―¿A James eh? Bueno, esto seguramente solo servirá para su chimenea. Bla, bla, bla… ¡Fianna! Bueno, desconozco lo que el Alfa haya pedido, pero ya están aquí―. Notó que incomodó a la señorita.
―¿Te gusta el pescado, Miranda? ¡Por las pulgas, Geri! ¿Qué modales son esos, hombre? Debemos presentarnos a las chicas―, dijo mientras hacía movimientos raros con sus brazos y manos, como si fuera actor.
―Mi nombre es Jackson Delany, Vientos de Tyr, amado por unos, odiado por otros. Creo… Supongo que los de la villa se molestaron con lo del incendio―, susurró esto último. Luego, se presentó alegremente ante la chica. Comenzaba a ser parlanchín nuevamente sin darse cuenta.
―Este guapo es Geri, Lobo de Odín. No habla mucho, que digamos, es un Fenrir. Yo, por otra parte, soy un Corax, Hombre Cuervo. ¿Tu amiga también es Garou?, ―comenzaba a hablar rápidamente sin darse cuenta, haciendo preguntas, presentaciones y otros comentarios relacionados con el sutil movimiento de su cuerpo.
Eliora:
Eliora observaba atónita a sus amigos y dio un brinco de emoción. Por primera vez en sus años, presenciaba de cerca lo que era un ser del sexo opuesto. Mamá solía decirle que tuviera cuidado con los hombres, porque sus intenciones nunca eran buenas del todo. Realmente nunca había entendido esas palabras, pero quisiera con todo su corazón experimentar qué se siente interactuar con personas de otras razas y sexos.
Siempre la habían mantenido alejada de todo peligro y privada de muchísimas cosas. Gracias a Miranda, había ido descubriendo poco a poco el mundo a su alrededor. —Así que vosotros son hombres, qué raro sois. ¿Por qué el chico va forrado en negro? ¿Por qué tú vas con el pecho desnudo? — Di varios pasos hacia delante, nuevamente percibí un poco de hostilidad pero poco a poco fue dispersándose y noté como el chico de negro se comportaba algo bonachón. ¿Por qué el cambio tan repentino?
Eliora observa a su amiga, Miranda, quien miraba embelesada a un chico llamado Geri. Se acerca un poco y acaricia suavemente las mejillas de Miranda, su mano se posa en su corazón. Mueve sus caderas de manera juguetona y susurra suavemente en su oído:
— Puedo sentir cada latido en tu corazón, tus mejillas arden, tu cerebro está procesando todo muy rápido, tu cuerpo se está estremeciendo y puedo notar tu gusto por el chico rubio.
Besa suavemente la mejilla de Miranda y le dedica una suave sonrisa. Eliora siente curiosidad y una animación inexplicable, ganas de correr y saltar por los techos en el lugar. Su instinto feral le dice que hay muchos animales y su sangre hierve por correr con ellos. Clava por un momento sus intensos ojos azules en el chico de negro que le cuestionó a Miranda quién era ella.
— No soy una Garou, soy una Sidhe, específicamente un hada de la realeza criada por aristócratas. Mi visita es inesperada en este lugar, ya que solo vengo acompañando a mi mejor y amada amiga — dice Eliora con una amplia sonrisa, colocándose al lado de Miranda para observar cómo los chicos se relajan un poco más. El chico cuervo habla con mucha gracia, haciendo reír a Eliora, pero Geri mantiene una postura agresiva y eufórica. ¿Qué habrá visto Miranda en él? Quién sabe, pero ahora Eliora está el doble de curiosa por saber qué depara este encuentro.
Miranda:
No pensaba irse. Miró a un lado un helecho sin querer hacer contacto visual con Geri, sus labios estaban entreabiertos y húmedos, se remordió el labio inferior, lo miró rápidamente y retiró la mirada. Es más, creía que se quedaría con ellos – le respondió dulcemente. De este primer encuentro descubrió que el hombre que vestía de negro era más elocuente pero no era fácil de entenderle, tenía códigos al hablar, en especial no entendió lo que significaba que a James le serviría su carta para su chimenea, ¿quién era James?, ambos eran rudos a su manera, pensó que era algo malo, quizá se había equivocado al llegar a una manada sin una escolta, que tonta que fue, además estaba con su mejor amiga Eliora quien era inocente en todo sentido, inocente de estar ahí con ella y los grandulones, e inocente de espíritu, ella no sabía de los peligros de estar solas en ese lugar.
Eliora se adelanta y comienza a susurrarle algo que pensó no se le notaba, se sentía atraída por el garou que llamaban Geri, no debía sentir eso y menos si se trataba de otro garou, aunque a ella nunca le importaron las leyes de su raza. Se ruborizó, pero pudo disimularlo bastante bien. Ahora tenía una motivación para seguir quedándose, delicadamente se apegó al oído de su amiga y musitó suavemente: —Bella tranquila, estarán bien— lo siguiente que dijo Eliora era bastante certero, Geri sí era extraño, tenía un comportamiento agresivo como un cachorro, lo que la hizo pensar que era un hombre o un lobo, no sabía cómo definir a un lupus o homínido, apasionado y ella quería ser la persona que lo conociera más a fondo, qué había detrás de ese bravucón. ¿Podrían mostrar un poco de confianza? También era una garou y no tenía la marca del wyrm, Eliora tampoco era mala.
Geri:
Para la percepción del lupus todos se estaban comportando extraño, cuando presenciaba ese tipo de comportamiento lo entendía como un rito de apareamiento de los humanos y él no buscaba eso, era extraño que Vientos de Tyr lo quisiera emparejar con una de las jóvenes, más aún si ella era una garou como decía. Se volteó a mirar a Jackson y mostró sus colmillos gruñendo en lenguaje elevado que no lo molestara. En ese momento estaba protegiendo la manada, lo único coherente entre todas las cosas que decían fue lo que dijo la rubia, que no eran una amenaza, de lo que no estaba completamente seguro. Igual las vigilaría.
En tercera persona:
Jack notó la reacción de Geri. Calma, calma. Nadie quería revivir la guerra de rabia. Observó a la chica pelirroja por un momento. Sí eran hombres… Pues le gustaba vestir así. Contestó a su pregunta, pero la rubia lo distrajo por un instante. —¿Quedarte con nosotros? Vaya, más Fiannas en la manada Geri. Al menos es más atractiva que Finn—, soltó una carcajada como la de un pajarraco, pero fue interrumpido por la señorita. —¿Una qué, Hada? Oye Geri… ¿Cómo que es un Hada? No he visto una antes, supongo que York no es un lugar para lindas Hadas de la realeza. ¿Alguna vez has estado en Inglaterra? Por eso visto así, bueno, sobretodo en York, allí todo es Gótico—, mientras hablaba se colocaba a su lado y terminaba cruzando su antebrazo derecho detrás de su nuca, quedando su diestra en su hombro derecho.
—Que no te sorprenda, soy alguien molesto en sí. Supongo que todos los Corax lo son, pero que no te confunda. Soy algo distinto a ellos. Podría contarte todo lo que sé sobre nosotros y aún así habría mucho más que contar. Pero es suficiente de mí, mejor hablemos de ti. ¿Qué es eso de Cisne, Cine o como sea? Quiero saber, ya me llenaste de curiosidad—, mientras hablaba como un niño curioso, comenzó a caminar sin despegarse de ella. —Vamos a la villa. Tengo algunas cosillas que hacer aún. ¿Sabías que soy un vigilante? Aunque he estado ocupado últimamente, aún así soy el mejor para ese trabajo. Dejemos que se conozcan. ¿Lo notaste verdad? Si yo igual—, le susurró a Eliora las últimas palabras, todo mientras seguía caminando hacia la villa.
Eliora:
Por un momento, Eliora se sintió muy extraña en aquel lugar. Geri, el chico rubio, le gustaba a su amiga Miranda, y el bonachón cuervo hablaba sin parar. Miró a su alrededor, con ganas de correr sin parar y saltar por los techos, pero sabía que si lo hacía, su amiga la seguiría diciéndole que se comporte, recordándole que estaban en otro lugar que no era el bosque ni su casa.
Miranda siempre le había enseñado el lado humano de la vida, ya que Eliora vivía siempre en el mundo del Ensueño, debido a su estirpe. Nunca había ido a Inglaterra y no creía que pudiera soportar estar en un lugar tan oscuro, ya que eso le causaba bastante daño.
Mientras le respondía, el brazo de alguien la rodeó el cuello y se sintió algo curiosa por el contacto. Se preguntó por qué hizo eso. La otra persona hablaba muchísimo y apenas podía seguirle el ritmo. Según sus oídos, le dijo que era un Corax. Vaya a saber qué es eso. Le explicó que era un vigilante y quería saber por qué era el indicado para esa tarea.
Eliora giró para ver a su amiga, que se había quedado atrás junto a Geri. Supuso que el chico gótico la había alejado de ellos para que se conocieran mejor, pero ella quería estar cerca de Miranda. Sin embargo, comprendió que también debía dejarles su espacio.
—No soy un Cisne, soy una Sidhe —pensó para sí misma. Los sidhe eran hadas nobles provenientes de la Arcadia. Eliora se había criado en la aristocracia y era conocida por su ultraterrena belleza y su falta de conocimiento sobre las costumbres humanas. En su caso, su amiga Miranda era quien le había enseñado cómo eran esas costumbres en el mundo humano.
Mientras caminaba, Eliora observaba detenidamente todos los rasgos del chico parlanchín. Sentía muchísima curiosidad por descubrir de qué estaban hechos los hombres. Con decisión, tomó su chaqueta larga y lo detuvo. Sus ojos recorrieron su cuerpo poco a poco, y sus dedos se posaron en su cabellera para acariciarla y sentir su textura áspera en comparación con la suya, que se mantenía sedosa. Su piel era suave y sus rasgos toscos. Eliora, sin pensarlo mucho, tomó sus lentes y los retiró de su rostro. Sus dedos siguieron su recorrido, trazando cada detalle de su nariz, sus labios y su cuello. Notó que sus hombros eran más anchos, su espalda, bien tonificada, y sus piernas, bastante atléticas.
—Los hombres sí que son extraños —pensó Eliora—. ¿Me dejarías ver tu cuerpo? —cuestionó, juntando ambas manos y dando saltitos de emoción. Si algo disfrutaba, era explorar cosas nuevas a fondo.
Eliora se giró para observar nuevamente a Miranda, que yacía aún al lado de Geri, ansiando ver cuál sería su siguiente reacción y si el corazón de su amiga latiría más fuerte.
Miranda:
Pudo respirar aliviada gracias a que los chicos parecían confiar en ellas. Estaba bastante nerviosa por la recibida que tuvieron. A pesar de que fue su error por no haberse presentado al entrar en un territorio ajeno, los miembros de la manada que las recibieron resultaron ser criaturas cambiantes normales, no malignas, aunque muy particulares. Ambos estaban en los dos extremos de personalidad. Por un lado, Geri parecía ser bastante reservado y por otro, el gótico que había salido de una comedia inglesa era un hablador por excelencia.
—Supongo que le enseñará más del mundo a Eliora que yo durante nuestro tiempo juntas. Eliora, ¿dónde está? —preguntó Miranda. Perdió el contacto con su amiga al pensar en otras cosas. Estaban agarradas de las manos hace unos instantes, pero ahora estaba adelante, viendo al gótico abrazarla. No tenía palabras para describir lo que sentía, pero suponía que así se siente una madre cuando su hija comienza a tener amigos en la pubertad. Aunque le hubiera gustado permanecer cerca del apático garou, no podía descuidar a su amiga. Con largos pasos se acercó a ella, que estaba junto al gótico. —Ja, ja, ¡aquí estás, Eliora!… Solo es un chico, tranquila —dijo.
Eliora quería examinarlo y le asustaba pensar que él pudiera aprovecharse de ella. —Sabes qué, Eliora —dijo Miranda mirando al gótico—, ¿hay alguna biblioteca en su pueblo? Creo que necesitamos estudiar unos libros de anatomía, ja, ja —sonrió para romper la gélida presentación y transformar ese incómodo momento de desconocidos en algo más cálido y jovial. Mientras caminaba junto a su amiga, regresaba la mirada al rudo hombre lobo, a veces mordiéndose el labio inferior mientras inspeccionaba su cuerpo bien torneado.
Geri:
Geri sentía una mirada extraña por parte de la mujer rubia, pero no le molestaba. Aunque no lo aceptaba, él estaba pensando en el aspecto lupus de ella. Tendría un porte agradable, pelaje suave al tacto de sus patas, lengua húmeda y un aroma a hembra. Pero era una garou, prefería pensar en otras cosas. Así que comenzó a imaginar lo que seguía ahora que comenzaban a tener confianza. Mientras caminaba tras los pasos de los tres homínidos, se percató de que no sabía a qué lugar se dirigían. Pensó en algunas posibilidades. La primera era el Pub del pueblo Thirsty Wolf, pues suponía que si Jackson las llevaba a la segunda opción, es decir, con James, no quería meterse en la oficina. Era desagradable estar con un garou como Sonrisa Escarlata. A Geri compartir el aire con el Alfa le hacía sentir que le robaba la gnosis con solo estar cerca. Y no bastaba con eso, Sonrisa Escarlata era famoso por su carácter de ahroun. La tercera opción era aún más aterradora: la biblioteca.
Jack:
Llenaba sus pulmones de aire y pudo respirar un ligero aroma a flores. Tras ladear su cabeza, era el cabello de Eliora. —Bueno, Europa se ha convertido en un nido de la Tejedora y el Wyrm, sobretodo por los jodidos Vampiros. ¿Te he contado que una vez casi fui víctima de uno? —comentó. Mientras caminaba, prestó atención a sus palabras. —Es interesante saber de otros seres aparte de los cambia… —Guardó silencio en el momento en que ella tomó de su chaqueta, empezó a tocarle sutilmente. Se sintió algo incómodo, algunas zonas de su cuerpo le dolían por el entrenamiento. —Em… —balbuceó.
Rápidamente, la amiga de Eliora llegó e interrumpió. Se había sonrojado un poco, pero se abstuvo de pensar en cosas arcanas. —Sí, hay una biblioteca, aunque bastante pasada de moda de hecho. Me gustaría remodelarla, sin embargo no tengo nada de dinero —respondió. Siguió caminando hacia el valle y luego se detuvo por un momento. —Supongo que están hambrientas y cansadas por el viaje. Miranda, eres Fianna, ¿no? Perdona, soy distraído. Tenemos varios Fiannas en la manada, soné como Garou… Paso mucho tiempo con ellos, espero que no me salgan colmillos y pelo —rió alegremente. Luego, se acercó a Geri. —Geri, ¿qué tal si las llevas a la taberna? Iré a entregarle leña a James —le dijo, refiriéndose a la carta que debía llevar.
—Bueno chicas, espero verlas pronto. Iré a socializar con el Alfa mientras ustedes comen algo. Les recomiendo la pizza y las Mc’Kennas, aunque no las beban tan rápido —les dijo mientras sonreía, recordando su llegada. Se dio media vuelta después de hacer una reverencia a Eliora y se dirigió a la cabaña de James, quien seguramente estaría disgustado.
Eliora:
No entendió bien lo que acababa de pasar, pero su amiga la detuvo en seco cuando se disponía a explorar el cuerpo del cuervo. ¿Era malo o prohibido hacer esas cosas? Realmente estaba un poco desconcertada por la escena. Ella y él se vieron a los ojos como si se hablasen por telepatía. ¿Por qué semejante reacción ante una sencilla pregunta? Inspiró hondo y dejó escapar el aire poco a poco por sus labios. Por un momento quiso preguntar muchas cosas. Ahora se daba cuenta de que no sabía casi nada del mundo humano. Ojalá en esa estadía aprendiera mucho más con Miranda y los demás.
¡Sí! Llévame a esa biblioteca, quiero saber más sobre anatomía… Por un momento fueron interrumpidas por el chico parlanchín que se despedía de su lado y se iba al lado del alfa, aparte mencionó cosas que primera vez escuchaba. ¿Qué es pizza? ¿McKennas? Acarició sus largos mechones rojizos y juntó un dedo en sus labios tratando de asimilar tanta información que estaba recibiendo. Ahora se daba cuenta de lo aislada que había estado del mundo humano. Una parte de ella quería regresar a la protección de su hogar, pero otra ansiaba saber más de lo que hacían fuera de su fortaleza. Preciosa, ¿puede conocer al alfa? Le da mucha curiosidad todo esto que está pasando. Aparte, quiere ver si te harás pareja del chico rubio. Quiere saber qué comen o qué escuchan. Quiere saber tantas cosas. —Tomó de la mano a su amiga y le dedicó una suave sonrisa al cuervo luego de que se retirara de su lado con una reverencia. Adiós, cuídate mucho. —Emprendió el rumbo con ella a su lado para volver a observar todo el lugar. Quería sin duda alguna explorar todo lo que le fuera posible y sabía que con Miranda a su lado conocería muchas cosas. Vamos, beba, quiero que me lleves y me enseñes más sobre el mundo humano.
Miranda:
El chico gótico hablaba mucho y cada vez que lo miraba, a Miranda se le hacía parecido a un ave por su físico y forma de ser. El chico le preguntó si ella era una garou Fianna, a lo que Miranda, agachando la mirada y viendo el césped, respondió gentilmente con la verdad.
―Aún no he hecho mi rito de iniciación, pero mi linaje es Fianna. Wise es un apellido irlandés muy común en Estados Unidos. Las mujeres Wise normalmente son bendecidas con la magia de la diosa Gaia y son garou, es genético. Respondiendo a tu pregunta, mientras no tenga mi rito de iniciación, no soy Fianna. Miranda observó al chico gótico despedirse y se sintió feliz porque parecía ser un caballero. Al menos no tendría que preocuparse por él, sabiendo que no molestaría a Eliora.
―Fue un gusto conocerte… ―le dijo mientras el chico se alejaba de ellas―. Bye… ―Miranda se detuvo junto a su mejor amiga, notando que Eliora soplaba suavemente entre suspiros, como si estuviera sufriendo por algo. Entonces Miranda creyó entenderla; quizá lo que Eliora sentía eran ganas de explorar el mundo humano, conocer todo lo que había sido privada durante toda su vida humana.
Miranda apoyó su mejilla derecha en el hombro de Eliora y le susurró: ―Tranquila, conocerás todo sobre los humanos, empezando por la biblioteca. Y yo te cuidaré, cuentas conmigo. Miranda miró hacia atrás, recordando el nombre del chico que le gustaba, Geri. Ahora que estaban en un nuevo lugar, necesitaban un lugar donde quedarse. Pensó en preguntar a Geri si conocía algún hotel o Airbnb en la zona.
―Geri, ayúdanos. Necesitamos un lugar donde quedarnos, un hotel o un Airbnb estaría bien. ¿Conoces alguno aquí? ―Miranda revisaba los letreros del lugar y vio una Taberna llamada Thirsty Wolf.― Eh!
Geri:
―Espera, no, no, no te vayas… ―Geri se tardó demasiado en pronunciar en el idioma de los humanos, lo que en lupus sería suficiente comunicación con un gruñido para expresarse. No quería quedar a cargo de dos homínidas, porque ya sentía que los huevos de Kiwi le daban suficiente trabajo. Además, se sentía un poco intimidado por la rubia que lo miraba constantemente. Al menos la pelirroja no parecía quererlo comer. Hizo un mohín cuando Jackson desapareció, era su momento, tenía que mostrar hospitalidad ya que era su territorio. Geri levantó los hombros y los dejó caer mientras bostezaba. Luego caminó hasta donde estaban las dos mujeres, se rascó el cabello con la mano derecha y les sonrió.
―Esa es la taberna. Esa es la biblioteca. Allá está el mercado. Atrás de esas casas está el lago ―miraba en diferentes direcciones esperando que ellas se ubicaran en la aldea. El lenguaje de los humanos cada vez era mejor para Geri, aunque aún le faltaba mucho por aprender. Todas las palabras que podía usar eran verbos comunes: ir, venir, salir, correr y unos pocos sustantivos que le ayudaban a definir sus alimentos: pez, bife, cordero y su preferido, tarta. Incluso prefería referirse a los lugares con descripciones en lugar de nombres propios.
Geri se mantuvo en silencio, parado junto a ellas, hasta que la rubia lo llamó por su nombre y él respondió neutral. ―No sé lo que es un hostal, tampoco sé lo que es airbinbin ―señaló la taberna intentando ser amable con las nuevas. Pensó que si les hablaba en lupus sería peor, así que no le importaban las primeras impresiones, solo hacer lo correcto. Esa es la Taberna.
Jack:
Tras despedirse, Jack caminó hacia la cabaña de James. No le agradaba la idea de encontrarse con él, pero sabía que a Geri no le gustaba hablar con James y además no sabía cómo hablarle correctamente acerca de la llegada de las chicas. Subió los tablones de madera, haciendo resonar sus botas hasta llegar a la puerta de James. Alzó su diestra y tocó tres veces la puerta, luego dio media vuelta para no parecer interesado en las cosas que había dentro de su hogar. Pacientemente esperó la llegada de James, mientras recordaba las cosas malas que había hecho desde su llegada. El hecho de haber ignorado a los niños lo molestaba mucho. Sujetó con fuerza la carta de Miranda y su anillo de plata. Pensó en la manera en que Eliora le había ofrecido ser inspeccionado y en que alguien, como James, podría aprovecharse de eso. Eliora era un hada y, por lo que había notado, no sabía nada de ellos. Apretó con fuerza su zurda, donde llevaba su anillo de plata.
James:
Sonrisa Escarlata caminaba como un loco por cada espacio de su sala. Estaba completamente psicótico al punto de hablar consigo mismo. “―Es tu culpa, por no habértelos comido… sí… es tu culpa. Te comerías a esos niños y nadie lo sabría, ―murmuraba mientras repasaba todos esos deseos que no había podido cumplir en un mes. Mientras pisaba los trozos de uñas que había dejado en el piso, imágenes venían a su mente: él y la sangre, la sangre y los niños o mujeres. ―Sí… la carne de las mujeres tiene más grasa, es mejor. ―Sus manos tenían sangre seca hasta los codos, pues cada vez que regeneraba las uñas, se las volvía a comer.
Escuchó tres golpes en la puerta, caminó hasta el lugar de donde provenían y abrió la puerta. Se encontró con Jackson, que vestía de negro. Sonrisa Escarlata no se encontraba presentable, con el torso desnudo. Sus ojos tenían un color mate lupino, intenso y malvado. Su sonrisa lupina tenía suciedad en los dientes, suciedad de uñas y sangre propia. Su mirada perdida, por un momento se rascó la espalda. ―Saludos, Vientos de Tyr, ―dijo mientras agarraba el papel que Jackson traía en sus manos y lo levantaba. Con un movimiento de brazo, extendió el papel y comenzó a leer en voz alta. ―Blaa blaaa blaa blaaa blaaaa, más blaaa… Nueva carne de cañón. Bien. Cumples tu deber, Vientos de Tyr. Asegúrate de que ella ocupe una de las cabañas junto al lago, ―dijo James. Dicho esto, volvió a entrar en su oficina, empuñó el papel y lo lanzó contra la chimenea.
Eliora:
Sí, ella quería comer muchas frutas —pensó—. Ya sabía que era medio vegana. Su entusiasmo se reflejaba en su voz mientras acariciaba los largos mechones rubios del cabello de su amiga y pasaba sus dedos por su mejilla. Miranda, sin duda, era parte fundamental en su existencia. La amaba con todo su ser y sabían comunicarse sin necesidad de hablar.
—Lo sé, amada —respondió Miranda—. Estoy ansiosa por conocer qué nos depara este viaje. No quiero separarme nuevamente de tu lado, aunque eso implique un buen regaño por parte de mi madre. Seguramente ya desplegó un ejército de hadas para buscarme. Si hay un teléfono por aquí, quisiera llamarle y decirle que estoy contigo.
Eliora tomó la mano de Miranda y continuaron caminando juntas. —Quiero bañarme, Miranda. Me siento muy mal sin mis baños y mis aceites aromáticos. Ojalá pueda comprarlos aquí —añadió Eliora, acariciando suavemente su cabello con la mano libre. Sentía una extraña aceleración por seguir conociendo más sobre los humanos. Se sentía como una niña pequeña con un juguete nuevo. Los hombres le llamaban mucho la atención. Quería conocer a otros y ver cómo eran físicamente y en cuestión de carácter.
—Quiero verte emparejada con Geri y ser la que te ayude a dar a luz a tus cachorros —dijo, riendo en voz alta mientras despeinaba a Miranda. Jamás la había visto interesada por alguien del sexo opuesto y en esta nueva etapa de su vida quería ser la primera en saberlo todo. Además, tenía mucho interés en conocer al alfa de la manada. ¿Sería como los altos mandos de Arcadia o sería diferente? La verdad es que no tenía ni idea, pero su curiosidad iba a mil por hora.
Eliora escuchaba los cantos de los pájaros y observaba los árboles a su alrededor. —Miranda, por un instante siento deseos de salir corriendo, explorar, tocar, morder y probar todo lo que se me atraviese. Si me pongo así, no me dejes hacer una locura, ¿sí? No conozco nada del mundo y tenerte a mi lado es una bendición. Serás mi guía en esta etapa.
Miranda:
Entre toda la preocupación que sentía en su corazón por no tener un lugar donde dormir durante la fría noche, ella debía buscar coraje para arreglarse sola. Geri no le decía nada útil y tenía que cuidar de Eliora, que era inocente de toda maldad humana. Caminó hasta la entrada de la taberna y empujó la puerta que estaba abierta. Su mejor amiga, Eliora, atrás de ella, tenía un humor exaltado. Parecía disfrutar de todo lo que veía, era como cuando eran pequeñas y todo les emocionaba. Momentáneamente su risa la llevó a sentir una feliz nostalgia por no poder ver el mundo como ella.
De pronto Eliora dice algo extraño, dice que la quiere ver parir las crías de Geri. Sus ojos se abrieron como platos, dio vuelta de medio cuerpo, no pudo controlar su apariencia, sus mejillas pálidas se llenaron de color rojo, estaba completamente avergonzada y Geri estaba con ellas, ¡qué vergüenza! — Eh bella, hablamos luego de mi afán por parir — puso sus ojos en blanco y sonrió. Eliora era incorregible y eso la volvía tan especial, la amaba tanto que cada instante con ella reía agachando su rostro y viendo hacia el suelo. Caminó hacia adentro. En la taberna pudo observar que había hombres y mujeres, sospechaba que algunos eran garou. Recogió sus brazos y peinó ligeramente su cabello, dejándolo caer delicadamente sobre sus hombros hacia adelante. Sonrió y estilizó su figura, se acercó a la barra. Le sonrió al chico del bar, tomó una carta hasta una mesa y se sentó, cruzando sus piernas, a esperar que Eliora y Geri entraran también.
Eliora:
¿Qué clase de lugar era donde acababan de entrar? Por un momento se sintió mareada por los olores que se colaban por todos lados y su mente divagaba en tantos seres juntos en varias mesas. ¿Así comen todos los seres humanos? Por un momento se quedó parada en la entrada detallando el lugar en su totalidad. De repente, sintió todas las miradas sobre ella. Es cierto, no era humana y mucho menos en su forma sidhe se parecía a una, más bien podrían confundirla con un elfo de esos de fábula. Sus orejas puntiagudas y su traje semidesnudo, ¿acaso debía cambiar su ropa mientras estaba en la aldea?
Salió de golpe de sus pensamientos y se apresuró a sentarse al lado de su amiga, Miranda, que yacía con algo curioso sobre su mano. — ¿Qué es eso, nena? ¿Por qué el lugar huele tan raro? Los olores me marean muchísimo, además eso que beben huele muy raro y fuerte ¿Qué es eso? — Acarició su nariz tratando de apaciguar la molestia que le causaban los olores que estaban entrando. Se sentía algo cabizbaja al notar que prácticamente no conocía nada de la humanidad. Ahora, lo que menos quería era causarle molestias a Miranda o que tuviera que enseñarle todo desde cero. Algo muy común en su estirpe es la tristeza y le estaba causando estragos al ver que su amiga tenía que explicarle todo. Jugó un poco con sus pies sobre la madera del piso y giraba de vez en cuando para observar a diversos hombres que la observaban junto a mujeres que la veían con la ceja levantada. ¿Su estadía le resultaría una bendición o un malestar a su amiga? No lo sabía, solo rogaba porque no la separaran más de su lado.
Geri:
El lupus ya había cumplido su cometido, se presentó con las chicas y se aseguró de que no fueran invasores malvados que llegaron a la aldea. Estuvo por un momento dispuesto a llevarlas a su madriguera para que se quedaran con él, ya que se notaba que estaban perdidas y no tenían contactos. Aunque no quería llevarlas, era su obligación moral hacerlo. Cuando estuvo a punto de hablar, la pelirroja le interrumpió con una descabellada idea que violaba las leyes de la letanía. Quería que él se apareara con la garou y tuvieran cachorros metis, toda una blasfemia idea de la que Gaia encomendaría un castigo en la manada y en el mundo espiritual.
Tal fue la abominación del sentido de lo que pensó la pelirroja que Geri se arrepintió de querer llevarlas con él. No correría el riesgo de que en la madrugada, bajo la luna, sus instintos fueran superiores a sus aprendizajes. Se transformó en lupus, dejando la piel del apuesto y rudo rubio por un lobo blanco. Dispuesto a irse, sin embargo, una vez más un impulso de culpa le hizo quedarse e ingresar tras los pasos de la rubia a la taberna. Se acercó a la barra donde le dieron un bife, lo sostuvo en su boca, lo llevó a la mesa, se sentó junto a ellas sobre el entablado y comenzó a degustar su cena mientras esperaba noticias de Jackson.
Jack:
Escuchó los pasos de Sonrisa Escarlata acercarse, suponiendo claro de que fuera él y no una especie de acompañante. Al momento que escuchó abrirse la puerta, ladeó su rostro para verlo de reojo, miró su apariencia, su cuerpo sucio al igual que su ropa, su boca estaba llena de sangre, al principio imaginó que comía algo crudo. Aunque quería seguir indagando en sus pensamientos, James lo saludó haciendo que volviera a prestarle atención.
— Buenas, Sonrisa Escarlata. — dijo mientras estiraba su diestra con el papel, pero este ya le había sido arrebatado de las manos. Escuchó las palabras de James que lo molestaron un poco. — Así será. — contestó, asintiendo con la cabeza. Finalmente, bajó los escalones de madera y al llegar hasta abajo, miró hacia atrás viendo cómo James quemaba la carta. Suspiró profundamente, algo cansado. Quería irse a dormir, pero debía ir a decirle a las chicas dónde se quedarían. Caminó hacia la taberna, donde supuso que estarían dado a que les había dicho que fueran, aunque no sabía si habían seguido sus consejos. En la puerta de la taberna, vio que Geri devoraba algo. Frente a él estaban las chicas. Terminó entrando y se sentó junto a Geri.
— Bien… ¿Quieren algo de comer, beber? Yo invito, yo sí quiero un emparedado de carne y una cerveza. Estoy agotado… Ah sí, casi lo olvido. Chicas, tendrán una cabaña cerca al lago, espero no les moleste eso. Al menos podrán ver a Geri pescar en las mañanas, es un buen pescador. Creo que mejor pido emparedado de pescado, sí, creo que se me antoja algo de mar. ¿Qué dices tú, Miranda? ¿Qué comes, Eliora? Porque no sé qué comen las hadas, espero no viseras o tripas, comer ojos ya es bastante difícil, bueno realmente no saben mal pero… Lo jodido son las visiones. ¿Qué era lo que iba a pedir? — decía mientras miraba la carta al final. Esperaba que las chicas pidieran su orden, aunque carecía de un fondo monetario, sabía que no tenían problema con eso dado a sus servicios. Además, no podía dejar que las recién llegadas pagaran por su comida.
James:
James ya no podía soportar el hecho de estar sin alimentarse. Dar vueltas por su oficina le estaba afectando más de lo que podía soportar. De algo estaba seguro esa noche, se alimentaría. Subió al departamento en la misma cabaña donde tenía su oficina, tomó un baño rápido y se vendó los dedos lastimados. Buscó una ropa jovial con la cual pudiera llamar la atención de alguna desconsolada parentela que buscara acción. Se hizo la barba dejando un corte masculino de barba perfilada. Agarró una jacket de cuero color café oscuro, jeans azul marino y botas de cuero café. Se puso un collar con un dije de la Armada de Inglaterra. Fue a la taberna donde buscaría a una víctima.
Ingresó directamente a la barra tras la mirada de quienes estaban sometidos por su poder. Él podía imaginarse el miedo de los demás, estaba acostumbrado y disfrutaba de eso. Se sentó dando la espalda a la barra, brazos abiertos y mirada morbosa. Con las piernas abiertas, mientras el joven bartender buscaba la bebida que normalmente consumía el Alfa, James miró a cada uno de los presentes hasta que notó algo extraño en una mesa. Había dos mujeres que nunca antes había visto, la primera rubia y la segunda pelirroja. Junto a ellas estaba el lupus Geri y sus ojos en el túmulo, el corax Jackson. Con una sonrisa retorcida, miró a la mesa y levantó únicamente los dedos de su mano derecha moviéndolos en un gesto masculino de lado una sola vez.
— Hey. — Cuando el bartender regresó con su whisky doble sin hielo, lo agarró con su diestra y se acercó a la mesa, poniendo su pelvis contra la madera, apegándose de manera incómoda entre la rubia y la pelirroja. Dejó el whisky en la mesa y puso sus manos en el cuello de ambas por atrás, se presentó con su voz ronca. — Soy el Alfa, Sonrisa Escarlata. Encantado. Estoy aquí porque quería darles la bienvenida. — Miró los ojos de Geri, luego los de Jackson. Miró hacia abajo a la rubia y a la pelirroja. — Pero en la carta era solo para una garou. — Miró a Jackson, los ojos de James parecían encendidos por fuego.
Miranda:
Por los destellos de las luces nocturnas, pudo ver que iluminaban cada uno de los detalles del lugar, rústico. Al observar el menú, se le antojaba una pizza española. También pudo ver comida vegana. Mientras buscaba la bebida, Eliora ingresó y luego un lobo blanco. Pudo notar que todos voltearon a mirar a su mejor amiga, que se veía hermosa con su cabello color fuego flotando entre destellos de las luces del lugar, sus pecas y curvas. Le sonrió y ella vino hacia ella a la mesita donde estaba. ―Esto es un menú,― le dijo levantando la carta y acercándole las imágenes impresas de todo lo que el lugar ofrecía: vino, pizzas, cocteles. ―Este lugar es una taberna, aquí venden bebidas alcohólicas porque a los humanos les gusta embrutecerse con eso.
Su mirada buscó al lobo blanco que regresaba a su mesa con un pedazo de carne en su hocico. Le sonrió a su amiga. ―¿Has visto a los chicos?― El gótico respondió a su pregunta al ingresar a la taberna, así que allí está uno. Pensó, se sentó con ellas. No podía esperar otra actitud de él, como un ave parlante les hablaba de lo que fue su encuentro con el alfa y que tendrían donde vivir: vivirían junto a un lago. ―Eres muy amable,― asintió ella con una sonrisa dibujada en su rostro. ―Comida, sí, pues estaba viendo este menú y lo único que se me antoja es una pizza española pequeña y, para Eliora, verduras.― Sintió una mano masculina tocarle el cuello al tiempo que vio un cinturón con una evilla grande metálica apoyarse en la mesa. No le gustaba que le tocaran. Levantó la mirada, un hombre con aspecto de violador en serie regresaba a mirarla, pero qué…. Estuvo a punto de invocar a los demonios, pero él habló y era el alfa. Miró a Eliora, estaba incómoda por cómo las tocaba, como si se hubiera apropiado de la confianza que nunca le brindó. Movió sus hombros en silencio, incómoda, intentando que retirara su sucia mano de ella, esperando que el gótico dijera algo.
Geri:
El lupus sentado junto a ellas las observaba comportarse bastante extrañas. La mujer a la que llamaban Eliora se parecía mucho a él. Habían tantas cosas que los dos compartían, como la falta de conocimientos sobre los humanos. Cocinar los alimentos quitándoles sabor o las miradas de la mayoría de presentes, hombres y mujeres, que caían sobre la pelirroja, como si ella representara alguna amenaza a sus inseguridades maquilladas bajo ropa o accesorios. Todos deberían ser más libres como la pelirroja, pensó en ella como alguien a quien ayudaría o apoyaría por ser como él.
Cuando estaba por terminar su jugoso bife, un aroma conocido apareció en el lugar. Se relamía el hocico con las sobras del bife. Su compañero de manada ingresó con buenas noticias que compartió en la mesa: ellas se quedarían junto al lago, eso era cerca de su madriguera. Todo parecía ir de maravilla para Geri, que tenía una feliz noche porque hace un tiempo sus preocupaciones eran otras. Ellas eran personas que el lupus acababa de conocer y parecían interesantes. Pero no todo podía ser perfecto en un día lupino. Sonrisa Escarlata llegó con su presencia pesada. Geri saludó al alfa con una cómoda reverencia, sentándose sobre sus patas traseras y agachando la cabeza por unos segundos.
Jack:
En el momento en que Sonrisa Escarlata entró a la Taberna, la sonrisa de su rostro desapareció, transformándose en una expresión seria. No le agradaba que estuviera allí. Al parecer, se había cambiado, limpiado y vendado, dado a la forma en como lo encontró en su cabaña. Aunque escuchaba las palabras de Miranda, se enfocaba en las acciones de James, que no tardó mucho en llegar a ellos, posando sus manos sobre las chicas. Le preguntó sobre el Hada y realmente le molestaba. Siendo el Alfa, sabía que no estaba bien de la cabeza y que tomaría la inocencia de Eliora para su propio beneficio.
—Vino con Miranda, su nombre es Eliora. Ambas son pareja. ¿Algo más que quieras saber? —le preguntó al final, alzando su zurda con el anillo de plata en su dedo medio. Claro que había mentido, para prevenir algo más. Su mano se posó sobre su boca, mientras que su codo se posó en la madera de la mesa mientras hablaba. Y antes de que alguno hablara, se levantó de la mesa y caminó hasta quedar junto a Eliora.
—Eli, cariño, quiero mostrarte algo grandioso. Ven, acompáñame —le dijo a Eliora frente a ella, inclinándose hacia adelante y dirigiendo su mano zurda hacia su hombro, sin embargo su anillo de plata tocó la piel de James intencionalmente para que quitara su mano.
—Oh, lo siento mucho, Alfa. Olvidé que siempre lo traigo, es un regalo y no me gustaría perderlo —le dijo a James. Siempre intentaba utilizar su gran lógica, ocultando sus intenciones y haciendo algo más para evitar más sospechas.
—Vamos, vamos. No te quedes allí, cariño —tomó su mano izquierda con su diestra para levantarla. Luego comenzó a caminar hacia la rocola, moviéndose rápidamente para evitar que se quedara cerca de James. Notó que estaba con muy poca ropa, así que llevó sus manos hasta su chaqueta de cuero negro.
—Sé que dijiste que no te gustaba lo negro, pero debes usar algo. No creas que soy celoso o algo por el estilo, solo quiero alejarte lo más de él —comenzó a quitarse la chaqueta y finalmente se la colocó detrás de los hombros. Era lo suficientemente larga como para tapar su cuerpo, y se podía cerrar aunque siempre la usara abierta.
—¡Mira! Apuesto a que nunca antes habías visto esta máquina. Bueno, resulta que con ella puedes hacer sonar música. Algunas necesitan monedas, pero esta no. Elige una, tocas aquí… aquí y finalmente aquí. Luego me acompañarás a pedir lo que gustes. ¿Si sabes qué vas a pedir, no? Bueno, adelante —le dijo a Eliora amablemente mientras le mostraba la rocola de la Taberna. También le indicaba cómo usarla. Luego la llevaría a la barra a pedir comida para la mesa. Aspiraba a que James se alejara finalmente.
Narrador:
La noche avizoraba una luna aminorada por un cielo nublado pero suficientemente hermosa para engalanar la vida nocturna en la aldea de Lake Valley, la cual era escasa y más aún se tornaba silenciosa, lúgubre y carente de ritmo sin los canticos del fianna. Legado de Lugh no estaba con todo su sequito de cliaths y cachorros ebrios.
Eliora:
Finalmente conocía un poco más sobre las costumbres humanas y su forma de relacionarse. Se acercó un poco a su amiga Miranda para observar los distintos tipos de comida que le señalaba en lo que le explicaba como menú. Sonrió mucho al observar cada plato y al escuchar que pidió verduras para ella no pudo evitar emocionarse. La conocía mucho y, a pesar de tener muchos años separadas, aún recordaba su amor por la comida natural y sana. Giró luego para observar al lobo que yacía frente a ellas. Le hizo mucha ternura verlo devorar lo que supuso era un trozo de carne y se rió un poco para estirar su mano y apretar la mano derecha de su amiga.
—Aun recuerdas mi amor por las verduras y los vegetales. —Por un momento se dedicó a observar más su alrededor, observó un artefacto raro en una esquina que la hizo fruncir el ceño al preguntarse internamente qué era. En cuestión de minutos llegó a su lado el chico gótico parlanchín, lo saludó e hizo que su alegría aumentara al saber que se quedarían junto al lago. Miranda y ella se vieron transmitiéndose muchas cosas, entre ellas un buen baño en el agua como solían hacerlo cuando terminaban de correr por el bosque. Por un momento se dedicó a observar más su alrededor, observó un artefacto raro en una esquina que la hizo fruncir el ceño al preguntarse internamente qué era.
De pronto su cuerpo comenzó a temblar mucho y su semblante decayó algo, no se sentía nada bien; su estirpe tiene una debilidad muy prominente y es que la banalidad y la maldad les afectan demasiado, a tal punto de hacerlas desmayar y debilitarse. Una mano sujetó con fuerza su cuello haciéndola brincar por la impresión, era fría al tacto y cuando giró su cabeza para ver quién era, su malestar aumentó aún más. Por lo que pudo escuchar era el alfa de la manada llamado James. Podía percibir la banalidad y la maldad latente en su cuerpo y esta emanaba hacia ella chocando literal contra su cuerpo.
Se sentía muy mareada y pronto los olores de las comidas y bebidas comenzaron a hacer estragos en su cuerpo. Temblaba y estaba sudando frío. La sonrisa maquiavélica en la cara de aquel hombre mandó reflejos a su cuerpo. Por un momento escuchó al chico parlanchín hablar algo y levantarse. Se levantó rápidamente y llegó a su posición para tomarla de la mano y alejarla de aquella escena. —¿Qué estaba pasando? —Giró a ver a su amiga transmitiéndole en su mirada que no se sentía bien y que ansiaba salir de ese lugar. —Necesito… Salir… de aquí…
Jackson:
Apenas pudo susurrar cuando sintió la chaqueta negra del chico sobre su cuerpo. Automáticamente la tomó con ambas manos para quitársela, era algo oscuro y eso agregaría aún más malestar a su cuerpo. Apretó su mano para tomar un poco de impulso y caminar con algunos traspiés hasta la salida. Las ganas de vomitar eran tan fuertes que apenas pudo quitarse de la puerta y llegar a unos pequeños matorrales donde comenzó a vaciar las frutas que había comido durante su viaje en el bosque. Se sentó en el suelo y rogaba que su amiga viniera pronto. La necesitaba a su lado pero ya no podía más con semejante malestar. Su mirada se fue apagando poco a poco y no recuerda nada más de allí.
Miranda:
Caminaba de regreso a su hogar junto al lago del pueblo Lake Valley. En sus manos sostenía un cesto de mimbre con las compras para la semana: pescado, carne roja, pollo, verduras, frutas, yogurt-crema, granola, frutos secos, salsas que le gustaban para las carnes, pan tostado y objetos de aseo personal indispensables. Se sentía realmente entusiasmada por el lugar donde estaba. Lake Valley distaba mucho de la Gran Manzana donde había estado viviendo hace una semana. Este era un pueblo pequeño pero con encanto si es que se le podía describir así, “pueblo”. Era más una aldea donde sus habitantes eran similares a Eliora y a ella, eran sobrenaturales, criaturas con magia en su mayoría. Repasaba lo bien que la habían tratado en el mercado cuando le permitieron pagar con tarjeta. Mientras más se acercaba al lago, pudo apreciar una vista maravillosa que tenía de su cabaña. La casa estaba parada sobre el agua del lago, tenía seis pilares de hormigón que se levantaban orgullosos para sostener una casa grande con balcón al lago. Unas gradas que llevaban a un muelle personalizado donde había un bote, el reflejo de la tarde vibraba con vida propia haciendo del lugar una visión rural hermosa de la que no disfrutaba desde que vivía en Whala Whala.
Eliora:
Por un momento, su hogar en Noruega vino a su mente y su cuerpo ansiaba estar en su cama. El malestar que le provocó aquel hombre dejó secuelas aún. Se encontraba sentada en la cama acariciando su larga melena, suspiraba hondo para tratar de sobreponerse al malestar. Le extrañó mucho que su amiga Miranda no estuviera con ella, así que se levantó con algunos traspiés, pero pudo reponerse. Observaba la linda estructura donde se encontraban. La madera perfectamente cortada y adornada le daba la sensación de estar en una casa de Boggans. Sonrió ante ese pensamiento. Caminó por todo el lugar acariciando algunos artefactos que desconocía, reconoció sillas y mesas pero lo demás no. Por un momento se acercó a la ventana y sus ojos brillaron de alegría al ver el hermoso lago tan cerca de la cabaña. Siempre y desde su nacimiento su madre le cuenta que le apasiona bañarse y nadar en los lagos. Le hace sentir libre y hermosa. Sonrió de manera muy amplia al observar la masa de agua. Cuando venga Miranda le dirá para tomar un baño en el lago. Por un momento quiso salir fuera de la casa pero se dio cuenta que todo estaba cerrado. ¿Por qué? Mientras observaba el lago, la voz de su amiga la sacó de sus pensamientos.
Miranda:
—Aquí estoy Eliora. Oh vaya, traes muchísimas cosas. ¿Qué es todo eso? —Su querida amiga Eliora salió a recibirle justo cuando terminaba de guardar las cosas. Se acercó a ella y la abrazó fuertemente—. Te ves preciosa, creo que estás bien de salud. No sabes lo preocupada que estaba. —Suavemente acarició sus hombros, brazos y recorrió sus manos por el reverso de sus manos acariciándolas y dejándolas con mucha pena como si quisiera poderla tocar todo el tiempo. Eliora, estas son las cosas que necesitamos para nuestra semana. Cada fin de semana tenemos que hacer compras para el resto de la semana. —Alcancé un delantal y me lo puse ágilmente, agarré una rodaja de pan que había comprado. Lo corté por la mitad, le puse encima mantequilla blanca y marmite, alcancé dos platos de color rojo tierra. Puse ahí ambos aperitivos y serví un zumo de durazno en dos vasos. —Sírvete, querida. Necesitas estar fuerte. —Le alcancé su plato y jugo, luego tomé el mío y me lo llevé hasta la mesita que teníamos en el balcón donde me senté—. Ven, mira cómo se ve el lago desde aquí. Sabes, creo que podría vivir aquí siempre. Me encanta, me recuerda tanto nuestra infancia, la naturaleza siempre presente y los animales.
Eliora:
Su amiga la tomó en sus brazos y en ese momento se sintió como una pequeña bebé rodeada de mucho amor. La amaba con todo su ser. Miranda representaba una parte muy profunda de ella, y al verla acariciar sus manos buscó su mirada y le sonrió ampliamente. Gracias por preocuparte, la banalidad y maldad de James hicieron estragos en su cuerpo, pero se sentía mucho mejor, aunque un poco mareada, pero eso pasaría. Observó todas las cosas y enseres que compró, lo cual resultaba bastante complicado para ella, ya que desconocía totalmente la civilización. Wow, no sabía que eras tan buena haciendo comida, me tienes que enseñar a hacer platos humanos. Asintió ante la invitación de Miranda para tomar el pan relleno y caminó detrás de ella para observar que se dirigían al balcón para apreciar mejor el lago. Tenías razón, los recuerdos la invadían. Recordó cómo se conocieron y cómo eran aquellos tiempos. Miró con cierta melancolía hacia el lago, por alguna razón se sentía algo decaída. Supuso que era la banalidad que había causado eso. Giró su cuerpo rápidamente y se sentó junto a su amiga para disfrutar de lo que le había preparado. Gracias Miranda, gracias por cuidarme y guiarme en esta etapa.
Miranda:
Eliora era demasiado hermosa, pura, fuera de este mundo. Su corazón rebosaba de alegría con cada latido que ella sacaba de ella. Su respiración se calmaba en su presencia y se sumergía en un estado de felicidad compartida. Sin darse cuenta, estaba sonriéndole y riendo.
—Recuerdo cuando le puso la corona a la ardilla y ella caminaba galante con sus patitas juguetonas por el tronco. Mi mano tocaba la base del vaso delicadamente para levantarlo sin regarlo y llevarlo a mis labios, beber humedeciéndolos y volviendo a sonreírle a Eliora. El silencio también era precioso cuando estábamos juntas. En ese lugar, la calma auguraba un nuevo comienzo, sabíamos que estaríamos bien apoyándonos mutuamente. No hay de qué agradecer, amiga. ¿Te sientes bien? No te veo muy bien. Avísame, por favor, si algo te ocurre. Si quieres, puedo llamar a un visitador médico. Estoy segura de que alguien en esta aldea conoce sobre medicina, y no está mal buscar ayuda. No todos los humanos son como James.
Eliora:
Observaba a Miranda por un momento mientras sus labios proferían palabras. Es cierto, recordaba su tiempo juntas cuando eran pequeñas. Sonrió ampliamente y, por alguna razón, la embargó una sensación de calidez que desconocía. ¿Así se sienten los humanos con sus seres amados? Cómo olvidarlo, y el oso que las hizo correr y escalar un árbol. Estalló en carcajadas, tapando su boca para que no se escapara el alimento que reposaba en ella. Aquel oso solo quería jugar con ellas, pero Miranda se asustó tanto que corrió de una manera muy salvaje y fue a parar a la cima de un árbol, aferrándose a las ramas. Un momento que atesora con especial devoción.
Dio varios bocados al pan relleno que Miranda le había ofrecido. ¡Qué delicioso sabía! Y el jugo estaba aún más fantástico. Siempre había sido fanática de las frutas y todo lo que las involucra. —CORRISTE toda asustada y el lobo te buscó con mucho amor para jugar.— Continuó riendo y luego limpió un poco su boca. Observó por unos segundos el lago, tan pacífico, tan resplandeciente y tan natural. Su cuerpo la incitaba a correr por el muelle, saltar al agua y hacerse uno con ella. Para ella, el agua representaba libertad y calma. Se sentía bien, hermosa, solo debía descansar y recuperar su magia por completo. Quería conocer a todos allí e interactuar con ellos. Quería saber de todo, pero no sabía por dónde empezar. Desde que llegaron allí, no había podido volver a su forma humana, y eso le llamaba mucho la atención. ¿Sabrías por qué? No lograba entenderlo muy bien. Casi siempre iba de sidhe en su hogar, pero en otros lugares su forma humana se hacía presente. Aquí era totalmente lo contrario.
Miranda:
Su mente se teletransportó a esos salvajes momentos en el bosque. Los animales silvestres, los aromas de la naturaleza, las tardes que revivían felices, llenas de aventura e imaginación en su memoria. No pudo dejar de sonreír. Con sus manos pellizcaba sus dedos como si tuviera algo extraño en la punta de sus uñas, algo por lo cual incomodarse. En realidad, a ella también le parecía extraño que Eliora tuviera su forma sidhe en este lugar. No estaba segura de por qué era, pero había pensado que quizá era por su edad. Imagínate, llegas a una determinada edad y brotan esas elegantes orejitas.
Se imaginaba que Eliora tenía diecinueve años. Ella era tan perfecta. Su piel era una porcelana con pecas, ni imaginaba que pudiera tener arrugas en algún momento. Y sus ojos eran un espejo del cielo, celestes o azules, parecían unas gemas. Quizá en la madurez su especie era así, se quedaban en su forma cuando cumplían los diecinueve. No importaba, igual era su mejor amiga. Intentaría darle ánimos. —Eliora, me gusta mucho tu forma de especie. No sé por qué cambiaste aquí, pero pienso que no es nada para asustarse—. Miró al interior de su hogar, apretó sus labios y arqueó ligeramente sus cejas. Debemos redecorar este lugar. ¿De qué color te gustarían las paredes y qué ideas te vienen a la cabeza?
Eliora:
Flores, comentó Eliora en voz alta, entusiasmada por la idea de su mejor amiga. Si bien amaba las flores, imaginaba tenerlas en lo que ahora podría llamar su hogar. Observó el lugar con detenimiento, pensando en cómo podrían adornar las paredes o las puertas, tal como en su castillo. O quizás podrían sembrarlas en el patio y crear un hermoso jardín, al igual que en la entrada.
—Me encantaría comprar seda y hacer cortinas para adornar, revivir con mucho color las cosas y decorar cada sitio —dijo, ilusionada—. Los sidhes siempre vivimos rodeados de adornos y lujos, y me encantaría recrear algo de ello aquí. Además, me enseñarás cómo decoran los humanos sus casas, porque esta no me gusta para nada —rió divertida mientras se levantaba de su asiento y caminaba hacia el muelle.
Disfrutaba de la brisa en su rostro y se volvió para empezar a bailar y cantar de manera juguetona. —Me encanta la idea de poder estar en mi verdadera forma. No creo que se deba a mi edad hermosa, naturalmente podemos entrar a nuestra forma humana sin ningún problema. Quizás debe ser alguna magia que está en este lugar —dijo mientras hacía varias vueltas y un grand jeté, para luego correr hasta el borde del muelle y girar hacia su amiga—. Ven aquí, vamos a nadar un poco, beba, como en los viejos tiempos.
Miranda:
—Podríamos comprar pinturas en la aldea y decorar nosotras mismas las flores. La seda será más difícil de conseguir en este lugar, pero nada que no podamos conseguir por Amazon —dijo Miranda observando a Eliora mientras ella se levantaba con su característica gracia de hada y comenzaba a bailar.
Miranda siguió con la mirada a Eliora, contemplándola. Le encantaban esos arranques de libertad, hacían que se sintieran como niñas nuevamente. Dejando de picar sus dedos, se levantó y comenzó a danzar tras su amiga. Dos pasos al frente y estiraba su blusa para sacársela, un paso atrás movía su cadera suavemente mientras con sus manos dejaba la blusa para quedarse únicamente con su sostén y una faldita corta. Eliora se había adelantado, por lo que Miranda alcanzó el control remoto del sofá para encender el equipo de música conectado a su Spotify. Siguió con ritmo de música chill en todo su cuerpo, moviendo las manos de izquierda a derecha y abajo mientras daba vueltas.
—Allá voy, —siguió bailando, cruzando sus piernas con gracia hasta llegar al muelle donde se encontraba su mejor amiga. La miró de pies a cabeza con una sonrisa y una mirada felina, mientras seguía moviéndose con el ritmo.
Eliora:
En su casa siempre se escuchaba música clásica para sus clases de ballet. Debido a su estatus noble, nunca había escuchado la música que ahora su amiga había puesto, pero debía admitir que sonaba bastante bien. —Ámame o déjame ir—. No entendía la letra para nada, pero el ritmo se colaba en su sangre y pronto se encontraba en el muelle, moviendo sus caderas de un lado a otro. Giraba y seguía el movimiento de su cuerpo. Para ella, la música expresaba libertad y valentía, y ambas eran una combinación hermosa.
Sonrió a su amiga y se acercó hasta ella. A medida que caminaba, se despojó de la pequeña túnica que llevaba, quedando totalmente desnuda. El aire acariciaba su cuerpo y la danza hacía que su melena se moviera como una flama ardiente. Tomó a Miranda de las manos y comenzaron a moverse juntas, riendo a carcajadas. Le dio varias vueltas y saltó a su lado. Qué sensación tan hermosa. Le encantaba estar desnuda y el simple hecho de poder estarlo junto a alguien especial, marcaba algo íntimo y de conexión. —¡Vamos, nena! Sé libre y danza—, dijo entre risas, antes de separarse y tomar su túnica para jugar con ella como si fuera una cinta o algún adorno de la danza. Sin duda alguna, estaba disfrutando mucho de ese momento.
Narrador:
El día lucía con escasas nubes que navegaban el cielo como veleros, permitiendo que los rayos de Helios reflejaran hermosos colores en la superficie del lago. Las hojas de las plantas buscaban ansiosamente esos rayos, como un anuncio de que el invierno se acercaba.
Geri:
El lupus dormía plácidamente, calentando entre sus patas los huevos de Kiwi que cuidaba. De pronto, unas extrañas vibraciones de sonido llegaron hasta su madriguera. Era obra de la tejedora, pensó Geri. En el techo de la cueva, podía ver cómo las raíces descubiertas se movían. Anonadado por la actividad, se incorporó, dejando cubiertos con hojarasca los huevos. Reptando, se acercó hasta la salida de su cueva que daba al lago. Bastó solo sacar su hocico y luego su cabeza para captar el aroma de sus nuevas vecinas, Miranda y Eliora. Apenas habían llegado el día anterior, pero no se imaginó lo ruidosas que serían. Se tapó con ambas patas las orejas. No distinguía con su mirada lupus a la distancia, pero podía olerlas.
Miranda:
Sentía la música en todas partes, hasta en el aire que respiraba. Moviendo sus manos de arriba abajo en elipses, apoyando la punta de su pie izquierdo hacia adelante, seguía el ritmo con la cadera. Estaba disfrutando tanto sentirse libre junto a su amada amiga, que se había despojado de su ropa. Sintió un poco de recelo por querer hacerlo también. Eliora era una hada, era muy normal en ella y de niñas recordaba que muchas veces se bañaban desnudas. Al final, ¿qué más daba empezar una nueva vida? Era un momento ideal para romper esos paradigmas que se planteaban como correctos. Y para qué. Miranda vio como un reto a sus propios límites y, con rebeldía, bastó un instante para que ella desabrochara su sostén, los botones de su faldita, retirara sus bragas, sus vestiduras cayeron sobre el muelle pesadas, cargadas de normativas sociales. Ahora sentía el aire recorrer su cuerpo con libertad. Levantó las manos, estaba completamente desnuda, siguió bailando moviendo lentamente en forma elíptica sus hombros, su cintura, estirando sus piernas para dar pequeños saltos y giros. Era sensacional, Eliora, se sentía tan bien despojarse de toda esa ropa. Con sus manos acariciaba sus modestas curvas, que aunque no eran amplias, eran firmes y esbeltas, lo que Gaía le había dado.
Eliora:
—¡Sí! ¡Qué hermoso tu cuerpo, beba! —caminó hasta el lado de Miranda y pasó la tela por su cuerpo, para luego lanzarla a un lado y volverla a tomar de las manos y danzar. Le dio varias vueltas y luego ella la rodeó moviendo las caderas. Sentía la música resonando por todo el lugar y sentía cómo su magia volvía a su estado natural. Miranda creía en ella y en que era un hada, y eso para alguien como Eliora era una fuente de magia. —Gracias —le susurró al oído—, para luego girar varias veces en posición de ballet y así correr con fuerza y en un gran salto caer en el lago. Cerró los ojos y se dejó envolver por el agua, sintiéndose uno con ella. Nadó hacia la superficie para sonreírle a su amiga. —Venga, preciosa, está súper deliciosa el agua como en los viejos tiempos.
Geri:
El lupus, a pesar de sus sentidos, no entendía lo que estaban haciendo las dos chicas nuevas. Sabía que quizá bailaban, pero tenía que verlas para entenderlo mejor. Decidió visitarlas, y era una buena oportunidad de interactuar como homínido. Salió de su cueva en su forma lupus, para avanzar con zancadas rápidas hasta llegar a la cabaña donde ellas vivían. Cuando llegó, estuvo en la puerta, donde se transformó en homínido. No necesitó abrir la puerta, ya estaba abierta, se les olvidó así. Observó el aparato de sonido, molesto por ser un instrumento de la tejedora, pero sintió algo diferente. Sin darse cuenta, vio sus piernas moviéndose en saltos involuntarios. No podía evitar moverse, bailar. Esa música tenía una especie de encantamiento. Salió bailando por el muelle, poniéndose atrás de Miranda y bailando. Geri solo vestía su capa de lobo alfa, que incluía un taparrabos.
Miranda:
— ¿En serio piensa eso de mí? Es mi mejor amiga. Me gusta su cuerpo curvilíneo y sus pecas, pecas de guapa amada Eliora. — Sonrió traviesa, sigue bailando, la música está muy buena, tanto que me recuerda que hace más de seis meses en los Hamptons fue la última vez que bailé como una desquiciada, que me enfiestaba con música tan alegre. — Cierra los ojos y una lágrima de felicidad baja por mi mejilla. Con los ojos cerrados, escucha a su mejor amiga hablarle del agua del lago, mientras la música le acaricia los oídos. Siente algo detrás de ella, una sensación cálida, una respiración quizá, como si una persona estuviera ahí. — Eliora, ¡no!… jajajaja, su risa es fina y aguda, no vayas a lanzarme al lago, hermosa. — Lancemos juntas. — En ese momento, abre los ojos y ve a su amiga frente a ella. — ¿Quién está atrás? — Sus ojos se abren como platos.
Eliora:
— Sí, allí voy… — Se ríe y camina rápidamente hasta ella, su cuerpo aún no está empapado de agua pero quiere lanzarse ya. — Comienza a abrazarla para empujarla hacia el agua, recordando cada instante de su niñez juntas y cómo se sumergían siempre en ríos y corrían por el bosque desnudas.
Por un momento suelta a su amiga que se ha quedado inmóvil preguntándose qué pasa. Mayor es su sorpresa y alegría al ver que el chico llamado Geri ha llegado.
— ¡Geri! — Da muchos saltitos de emoción y se le acerca para invitarlo a que baile con ellas. — Lo toma de la mano y baila a su alrededor, ya que no parece saber bailar y lo nota algo impactado. Pero le sonríe mucho y toma a Miranda de la mano y la junta con la de Geri.
— ¡Vamos, bebé, a danzar los tres! — Grita eufórica y la canción alcanza su punto álgido para comenzar a mover sus caderas de un lado a otro, sintiéndose llena de adrenalina.
Narrador:
Misteriosamente, el sol se hace presente en medio del invierno. El viento se ha calmado lo suficiente para hacer menos desagradable el agua del lago, aunque fácilmente está bajo 0°C, lo que gusta a los cardúmenes, mientras que en los bosques cercanos los conejos se alimentan de las últimas plantas que sobrevivieron al cambio estacional.
Nolyako:
Después de una pacífica noche de correr, aullar y jugar por el bosque, Nolyako quedó rendido en las cercanías del palacio del Clan Luna Creciente.
En la mañana, despertó a su hora habitual de siempre. Lo primero que hizo fue estirar sus patas en diferentes direcciones mientras soltaba un bostezo, abriendo su hocico para soltar una bocanada de aire. Al terminar, se puso de pie sobre sus cuatro patas. Notó que no se encontraba dentro del palacio, aunque no era una sorpresa. Le incomodaba dormir sobre el suelo rocoso; prefería la húmeda tierra. Dio algunos pasos hacia adelante, ladeando su cabeza de un lado a otro y sacudiéndose la tierra y la humedad del cuello. Seguía soñoliento, por lo cual comenzó a olfatear en busca de algo de comer antes de que el sueño volviera a ganarle.
Caminaba mientras inclinaba la cabeza hacia el suelo, oliendo con concentración en busca de una presa a quien coger. Entre todas, le gustaban los conejos. No tardó en conseguir un rastro, el cual comenzó a olfatear con fuerza hasta saber a dónde le señalaba. Cuando por fin lo supo, soltó un ladrido e inició una carrera en dirección al conejo. Al fin, algo delicioso.
Corría hasta que el olor del conejo se volvía más intenso. Sin embargo, este se percató, por sus enormes orejas, de que algo se aproximaba. No tardó en echar a correr, y cuando finalmente lo vio, empezó a correr más rápido que antes. Mantenía su hocico abierto, las exhalaciones de aire que salían formaban vapor dado a que su cuerpo entraba en calor. Nolyako notó que el conejo al que perseguía era mucho más rápido que los que había capturado anteriormente. Sabía por dónde moverse. ¡Ya deja de huir! No se percató de cuánto tiempo llevaba tras el conejo o cuánto tiempo había corrido lejos del palacio, pero al final no pudo capturarlo, dado a que se escondió en una madriguera bastante profunda. Su hocico no podía entrar en ella. Frustrado, gruñó y dio varias vueltas sobre su mismo eje. Pero algo llamó su atención: era una música que sonaba a la distancia.
Nolyako volvió a olfatear nuevamente y notó un aroma extraño, desconocido hasta entonces. Interesado, empezó a andar despacio hasta el lugar donde sonaba la música. Vio a varios juguetear en el muelle. No entendía tales acciones, pero su estómago comenzó a rugir. Algo en la cabaña olía bien. Se escabulló por el bosque lentamente hasta llegar atrás de la casa. Sin embargo, cuando el olor era más intenso y su estómago rugía, recordó a Alexieu y sus enseñanzas sobre cómo le había dicho que robar no era bueno, menos a una manada aliada. Soltó nuevos bramidos mientras usaba su pata diestra para acariciar su hocico. Terminó saliendo a un lado de la cabaña. La música era más intensa entonces. Se sentó junto a ella, mirando a las criaturas bailar. Por su olfato, notó que dos eran Garous: uno Fianna y el otro Fenris. ¿Qué hacen? ¿Eso es música?, moviendo su cola atento.
Geri:
Geri levantó su mano derecha para saludar a Eliora y Miranda, aunque la última solamente tenía sus ojos bien abiertos como si estuviera asustada. Él le sonrió igualmente. La música estaba en alto volumen, por lo que callado siguió bailando, haciendo torpes pasos. En un momento de inexperiencia, tropezó en sus piernas de homínido y sus manos extendidas, para no golpearse, tocaron a Miranda y a Eliora, empujándolas en dirección al lago.
Miranda:
Miranda sintió el brazo de su mejor amiga, recorriéndole la cintura de una manera siempre tan cálida, llena de cariño. Acarició delicadamente con las yemas de sus dedos su mano que la abrazaba, sin poder creer quién había llegado. Dio un brinco hacia adelante y preguntó:
—Hola Geri… ¿Qué haces aquí?
No entendía por qué él estaba allí y bailando. ¿Acaso Eliora lo había invitado? Sus reacciones ese día eran lentas y olvidó que estaba desnuda. ¿Cómo reaccionaría Geri al verla? Sintió que toda la sangre de su cuerpo estaba en sus mejillas. Con sus manos, se apresuró a taparse, viendo que él bailaba junto a Eliora. Entonces se recordó a sí misma que debía romper esos miedos impuestos, debía volver a ser más como su amiga, libre. Se relajó y comenzó a bailar aún más sexy para que él la viera. Sus manos bajaban y subían por sus piernas y cintura, movimientos rápidos de cabello de abajo hacia arriba y vuelta. Pero no vio venir a Geri, quien tropezó contra ellas.
Eliora:
Geri trataba con dificultad de seguirles el paso. Se dijo a sí mismo que seguramente era la primera vez que bailaba, por lo que se rió mucho con sus pasos. Movió sus caderas al ritmo de la música, sintiéndose en su zona de confort. Sus manos vagaban por todo su cuerpo, movía su largo cabello de un lado a otro. Un arranque de libertad inundó su sangre. Dio muchas vueltas y gritó eufórico, liberando magia sin querer. Sentía cómo la magia emanaba de su cuerpo, erizando su piel. De pronto, giró y vio que Geri se les venía encima. ¿Querría abrazarlas? No, esa no era la respuesta. Lo único que vio después fue el hermoso azul intenso del agua que las envolvía. Nadó un poco más adentro para luego impulsarse cual sirena hacia la superficie y dar un fuerte salto.
—¡Me siento tan libre! —gritó.
Miró a su amiga, que parecía bastante sorprendida de verla. Acarició su rojizo cabello y nadó a su alrededor, moviendo sus piernas rápidamente y dándose la vuelta para flotar tranquilamente. Qué bien se sentía estar en su elemento natural. Geri y Miranda nadaban en un solo sitio, mientras que ella les daba vueltas como un pequeño tiburón, asechándolos.
Nolyako:
Nolyako notó que aquellos seres realizaban movimientos raros asociados a la música que sonaba fuertemente. No se percataron de su presencia debido a su extraña danza. En el momento en que Nolyako se dio cuenta de que sonaba como Alexieu, alzó las cejas sorprendido por las acciones de esos seres. Sus ojos se abrieron como platos al notar que las costumbres refinadas del palacio finalmente estaban haciendo efecto en él. No podía entrar a tomar lo que quisiera ni presenciar los juegos de los demás sin sentir vergüenza. Decidió sacudirse por completo, se levantó sobre sus cuatro patas nuevamente y comenzó a caminar hacia el muelle. La música resonaba en su cuerpo y su cola comenzó a moverse de lado a lado sin detenerse, a pesar de que le resultaba molesta. Estaba acostumbrado a la música clásica del palacio y rara vez escuchaba tambores para rituales.
Cuando llegó al muelle, Nolyako descubrió algunas prendas de ropa en el suelo y comenzó a olfatearlas. Tenían un fuerte aroma a Fianna. Intentó quitarse una extraña prenda que quedó colgando de su nariz, pero perdió el equilibrio y cayó sobre el muelle de madera, esparciendo la ropa por todas partes. Finalmente, se quitó la prenda del hocico y estornudó involuntariamente. Sin importar lo que hiciera, ahora olía a Fianna, lo cual le frustraba. Pegó su nariz contra la madera del muelle y rasgó sus garras sobre ella. En ese impulso, percibió un olor mejor y metió su cabeza dentro de esa prenda, la cual olía a flores y sutilmente reemplazaba el olor de Fianna. Su cola seguía moviéndose sin importar sus acciones y, por supuesto, había olvidado que los tres sujetos estaban cerca.
Geri:
El lupus tomaba bocanadas de agua y luego las arrojaba apuntando a la cara de Miranda y Eliora. Los sonidos de alguna manera llegaban a todo su cuerpo, mientras la máquina de la tejedora resultaba divertida. Geri se mantenía a flote con sus piernas, observando a ambas chicas que jugueteaban con él. La rubia le tiraba agua y la pelirroja lo rodeaba. Geri se tiró hacia atrás, comenzó a nadar de espalda y luego se sumergió a unos dos metros de profundidad. Emergió un poco, agarró a cada una de ellas de un pie y las jala hacia abajo.
Miranda:
Su amiga la emboscaba en el agua como si fuera un animal marino. Miranda la vio nadar en círculos como un tiburón, lo cual le causaba ternura y le sacaba una sonrisa. Ahora que sabía que ella estaba allí, Miranda tenía que sorprenderla para seguir con su juego infantil. Se viró hacia su dirección para mirar sus profundos ojos océano, que solo reflejaban el agua del lago. Levantó sus manos hacia las mejillas de su amiga para acariciarla y dijo: —¡Boo! Te encontré.
Cuando la acarició, dejó de sentirse únicamente como Miranda, ya que sus poros se conectaron al tacto. Sentía el espíritu de su amiga conectado con el suyo, porque acariciar es eso, dejar de ser uno mismo para sentir un poco del alma de su mejor amiga. Sin embargo, su concentración en ese momento mágico se vio interrumpida, pues recibió un gran susto. Sintió que algo le agarró la pierna derecha e intentó pelear para que la soltara. Se hundió antes de poder decir algo a Eliora y Geri. Bajo el agua, su cabello flotaba disperso como una medusa sin control. Con los ojos abiertos, investigaba quién la había sujetado y solo veía una sublime figura curvilínea junto a ella. ¿Eliora? Esto debía tratarse de una broma. Bajó la mirada y, ahí estaba, Geri, el lupus infame. Se inclinó para agarrarle de las orejas, pero la luz de la superficie desapareció y una silueta se movió sobre el muelle.
Eliora:
No pudo completar la frase que iba dirigida a su mejor amiga. Pronto, su tobillo fue tomado por algo o alguien y se vio sumergida. Parpadeó varias veces, viendo a ambas direcciones tratando de entender qué pasaba. Vio los hermosos mechones rubios de su amiga sumergida, por lo que nadó con fuerza hasta ella y, de un fuerte abrazo, nadó junto con ella hasta la superficie. —¡Geri te vi! —se rió muchísimo junto a ellos dos. Se sentía muy en su elemento natural.
A pesar de estar rodeada de humanos, se sentía muy a gusto con sus ahora conocidos humanos. Luego, estaba Miranda. Ella era más que una humana para Eliora. La observó durante un buen rato y nadó a su lado. Amaba sus rubios mechones y sus cejas bien pronunciadas. Su cuerpo esbelto y atlético, junto a sus rasgos bastante rudos, la hacían una mujer hermosa y temeraria, todo lo contrario a ella. La amaba muchísimo y era sumamente especial para Eliora. Geri, igualmente, era un chico precioso, con esos rulos dorados cual sol de mediodía y esos hermosos ojos que contrastaban perfectamente con su piel blanquecina. Ambos son tan hermosos —susurró bajito para tomar aire y sumergirse de nuevo, nadando lentamente hasta el muelle. Se apoyó en el borde e impulsándose, se sentó en este para dejar solo sus pies sumergidos en el agua. Saludó a su amiga y dejó que el viento suavemente secara la humedad de su cuerpo. Amaba estar desnuda y sentir la naturaleza en su máximo esplendor.
Nol:
Se sentía mejor cada vez que respiraba, dado a que el olor de Fianna estaba siendo suplantado por el de flores y tierra húmeda. Escuchó el agua sonar drásticamente, lo que lo hizo levantarse. Pero ahora tenía otro problema y era que la mitad de su cuerpo ya estaba dentro de lo que parecía ser un vestido. Con tanto movimiento, terminó sacando la cabeza, al igual que sus patas delanteras. Logró ver a una mujer, aquella pelirroja de antes, aunque ahora estaba toda mojada. Su estómago comenzó a exigir su desayuno. Aquella persona olía extraño, se comenzó a interesar de donde provenía. Por lo cual se fue acercando lentamente, con las orejas hacia arriba y los ojos abiertos. Su boca estaba cerrada, se enfocaba en el olor que emanaba. Aunque se acercaba lentamente y lo más sigilosamente posible, su cola no paraba de moverse con el ritmo de la música.
—Detente… Ya detente, es suficiente —este movimiento comenzaba a molestarse un poco. Realmente, no estaba acostumbrado a este tipo de música, pero su rara cola estaba más interesada en ella que él mismo. Al notar que no se detenía, miró hacia atrás y comenzó a perseguirla dando vueltas, soltando ligeros gruñidos hasta atraparla con su hocico. Luego terminó echándose sobre el muelle de madera. La soltó por un momento, aburrido. Comenzaba a tener más hambre cada vez. Soltó otro bostezo, haciendo algo de ruido, pero que sería mínimo por el nivel de volumen que estaba reproduciendo aquella música. —Creo que debería regresar…
Geri:
El lupus movió sus tonificadas piernas, de manera que emergió en instantes a la superficie. Tomó una bocanada de aire fresco y exhaló vapor. Sin darse cuenta, la temperatura comenzaba a precipitarse. Nadó detrás de la pelirroja hasta que alcanzó el muelle. Con sus manos, se agarró de la superficie de madera. De un tirón, se sacó al entablado y se sacudió con ayuda de sus manos. Ahora sentía hambre, su estómago le gruñía fuertemente, como si tuviera un puma atrapado ahí. Si al menos tuviera un bife cerca o un pedazo de eso que Martir de Gaia preparaba para los amigos de Finn en la taberna (Pizza). —Tengo hambre —dijo mirando a las anfitrionas, manteniendo sus cejas inclinadas, pupilas húmedas y dilatadas en una expresión tierna.
Les dijo a las hermosas mujeres, con cero educación pero mucha ternura, ya que estaba acostumbrado a decir lo que necesitaba sin mayor esfuerzo, vergüenza o eufemismos que al final solo entorpecían lo que buscaba. Caminó por el muelle, no obstante su aspecto era homínido, pero a su olfato llegó un aroma extraño, algo que identificaba como los primeros niveles de aroma de una identidad lupina o lupus. Al bajar la vista, observa a un lobo blanco, parece joven, al menos un año menor a él cuando utiliza su forma lupus.
—¿Está aquí un lobo? ¡Alguien lo conoce! Hola colega, grrr grr agrrr —con gruñidos intentó pronunciar palabras en idioma de lobos para saludarlo, decirle que le alegraba verlo. Luego siguió caminando sin dar importancia al lobo. Tenía hambre y quería algo de la cocina. Al atravesar la puerta de la casa, la música sonaba aún más fuerte. Con torpeza, en medio de la sala de estar, comenzó a dar brincos arrítmicos, pero que a él le sabían bien.
Miranda:
Su pie finalmente era libre, Geri la había dejado de sujetar. Nadó tras él con intenciones de darle una lección, pero no pudo alcanzarlo. Quería dejar rojas esas orejas traviesas. Siguió a su curvilínea amiga de cerca, siempre sonriente por tenerla con ella. Aunque estaba agobiada por la sombra que vio cuando estaba sumergida, pensó en lo bendecida que era por tener a Eliora a su lado después de todos esos años, y lo afortunada que fue al conseguir su perdón por irse así. En ese momento de su vida no tenía poder de decisión, sus padres le imponían reglas rígidas. Como en los viejos tiempos, estaba feliz con ella.
Eliora:
Eliora se encontraba disfrutando de su vista al lago cuando, de repente, todos decidieron moverse. Siguió a su amiga, quien rápidamente tomó algo que parecía ser una tela para envolver su lindo cuerpo. Justo cuando Eliora iba a alcanzarla, se detuvo en seco al darse cuenta de que había un lobo frente a ella. Era un hermoso lobo de pelaje blanco, envuelto en su túnica y con una expresión curiosa en sus ojos. Eliora se acercó animada hasta él, sintiendo cómo su amor afloraba. Era una imagen tan tierna ver al lobo con su túnica envuelta en su pelaje.
—¡Hola, hermoso! ¿De dónde saliste? —acarició suavemente la cabeza del lobo y luego se inclinó para darle un tierno beso en la nariz. Eliora corrió rápidamente hasta la casa, donde la música resonaba en el ambiente. Comenzó a bailar de nuevo mientras daba pequeños pasos. Llegó a la cocina, donde su mejor amiga tenía un plato en la mano. —Salchichas —dijo su amiga—, ¡hay salchichas veganas para ti, hechas de legumbres!
Eliora se alegró mucho al escuchar esto. Su amiga, Miranda, la conocía muy bien. —¡Sí, quiero! —se sentó en uno de los muebles y observó cómo todos jugueteaban por todo el salón. Por alguna razón, le encantaba ver y explorar todo lo que estaba sucediendo. Se sentía muy feliz y animada, y deseaba que ese momento durara para siempre.
Nol:
De pronto, todos estaban cerca. Primero fue el Fenrir, quien se dirigió a Nol como si fuera una especie de Parentela, lo cual le molestó un poco. Después se acercó la Fianna, quien se quejó por el desorden de sus cosas. Nol se levantó y estiró su cuello hacia un lado de forma orgullosa. No tenía intención de seguir respirando su aroma de todas formas. Finalmente, la chica a la que más interés le tenía se le acercó, saludándolo y dándole un ligero beso en la nariz. Realmente olía bien, salvaje y pacífica. Nol movió la cola de alegría al respirar junto a ella. A pesar de todo, todos se dirigieron hacia la cabaña. Había oído que había algo de comida.
Nol se levantó interesado y comenzó a caminar hacia la cabaña, manteniendo la túnica puesta. Subió los escalones pero se quedó en la puerta, sentado sin pasar sin el permiso del propietario. Sabía que no era parte del Clan como para meterse en casas ajenas. De repente, percibió un delicioso olor a salchichas. Le encantaba comerlas en el palacio. Nol hizo algunos sonidos raros en busca de atención. Dio algunas pisadas con sus patas delanteras sobre la madera y finalmente se echó sobre ella, moviendo la cola sin parar.
Geri:
El lupus seguía moviendo sus piernas bastante torpe como si no tuviera experiencia moviéndose con ese tipo de música de homínidos, aunque la disfrutara. Después de todo, lo que a él le gustaba eran los tambores, la flauta, música tranquila con la que solía despertar pensamientos y recuerdos. Siguiendo las vibraciones del sonido, moviéndose bruscamente los músculos definidos en su espalda, se mantenía activo. La rubia se le acerca para hacerle compañía en su danza, a lo que Geri responde con un ajetreado tango. Hasta que nota que ella se aleja, por lo que pensó que ella buscaba un objeto en el lugar. La perdió de vista por lo que pareció un pequeño momento, en el que aprovechó para mirar afuera al lobo y la pelirroja saludarse de una manera bastante agradable. Ambas recién llegadas eran realmente agradables y llevaderas como personas. Estaba bastante contento por tenerlas como compañeras de manada, aunque la pelirroja era más parecida a una humana mágica, algo que solo vio una vez antes con su compañero Hipnosapo-Junior, a quien extrañaba. Pero la pelirroja le recordaba. Por otro lado, la rubia era amable y le miraba de manera extraña. Suponía que le agradaba. Escuchó la voz de la rubia mencionar una palabra desconocida. Se dio la vuelta hacia donde provenía el ruido y advirtió esas deliciosas cosas que ella sostenía en las manos. Geri no se permitía la molestia de aprenderse los nombres de los alimentos de los homínidos, pero en ese instante se relamió los labios. —Yo quiero también— el lupus se sentó en el sofá a mirar lo que ella hacía con esa comida, esperando que no la arruinara con alguna cosa humana que no hacía falta y que muchas veces estropeaban todo lo bueno de la carne.
Miranda:
Eliora, Geri y hasta el lobo blanco probarían una receta que hacía la madre de Miranda los días domingos en Walla Walla. Todos tenían hambre, aunque ella no tenía idea si le saldría como a su madre, pero al menos conocía que los ingredientes los tenía en la nevera, entonces probaría intentarlo. Buscó veinte salchichas frescas, cinco para cada uno, cuatro cebollas, 2 copas de vino blanco y 2 vasos de caldo. Lo primero que hizo fue rayar las cebollas para luego ponerlas en una paila con aceite de oliva a fuego lento. Mientras se escafalaban las cebollas, mantenía su pierna izquierda contenta con la música, al igual que su cadera que se movía al ritmo de la música.
Preparó las quince salchichas, lavándolas y asegurándose de que tuvieran ligeros cortes a los lados para que la cocción llegara hasta el centro. Agregó las salchichas a la paila donde se preparaba todo, añadió sal y el vino blanco. El vino, en un momento, comenzó a evaporar. Miranda acercó su rostro a lo que preparaba, el vapor acarició su olfato, tenía un aroma muy bueno. Entonces añadió el caldo para que no se secara y una cucharita de harina de maíz. Colocó todo en la pequeña mesa de desayuno que tenían en su casa, Eliora y ella, y los invitó con una sonrisa: —Está listo, tomen asiento—. Colocó unas pinzas y cuatro platos: uno para el lobo, otro para Eliora, otro para Geri y otro para ella. Preparó tres juegos de cubiertos, se incorporó estirando su cuerpo para abrir la alacena donde tenía diferentes salsas. —Hermosa, podrías servirle el plato al lobito—, escogió la salsa de mostaza para las salchichas y salsa picante mexicana. Las dejó en la mesa y de la nevera sacó una jarra con agua helada para no perder el sabor de la comida.
Eliora:
Mientras estaba sentada, Eliora observaba a su amiga sacar varios ingredientes. Sintió un nudo en la garganta de nostalgia, sin duda alguna ya no era ninguna niña, se había convertido en una hermosa mujer. Se levantó rápidamente y fue hasta su lado para observarla mejor. Miranda picaba los vegetales con rapidez y agilidad, incluso añadió lo que llaman bebida alcohólica. El plato se veía delicioso, y Eliora estaba ansiosa por probarlo.
—Qué rico se ve eso —bailaba al ritmo de la música y en un suave movimiento se dejó ir hasta la mesa, donde se sentó sola. ―Claro que sí, linda― atendió a la petición de su amiga y con cuidado alcanzó el plato con su mano derecha y lo que supuso era una cuchara enorme con la otra. Intercambiaron lugares y Eliora comenzó a servir el plato de Geri. Supuso que por su tamaño, debía comer más que Miranda o ella, así que sirvió una buena cantidad y lo colocó en la tabla. ―Ten, Geri― no le había pedido, pero quería ayudarla, así que se tomó la molestia de servir para todos. Con cuidado, sirvió en menor cantidad a Miranda y la colocó en la mesita. ―Esta es tuya, beba. Ven, lobito lindo, todos a comer―, sonrió ampliamente a su acompañante lobo mientras tomaba un plato y se lo servía. Se levantó y se lo alcanzó allí en la puerta donde se encontraba. ―Ten, cosita linda, cómetelo todo―, acarició su suavecito lomito y se giró para caminar hasta la mesa. Se sentó y sirvió para sí misma. ―¿Hacen algo más antes de comer?
Nol:
Nol observaba atentamente el movimiento que ocurría dentro de la casa. Aunque la música ocultaba todo sonido mínimo posible, el olor era sumamente exquisito y eso lo emocionaba aún más al ver que estaban sirviendo la comida. La chica pelirroja le entregó un plato y Nol, emocionado, se levantó sobre sus cuatro patas y movió su cola como señal de alegría y agradecimiento. Pasó su lengua por su antebrazo, demostrando su gratitud.
Luego, se acercó al plato, inclinó su cabeza hacia abajo y abrió su hocico, sacando su lengua para tomar las salchichas. Las masticó sintiendo el delicioso jugo mientras las trituraba. Ignoró las palabras que decían. La comida sabía demasiado deliciosa. Relamió lo que quedaba del plato al terminar y se sentó en el suelo, con el hocico abierto. La túnica que llevaba comenzaba a fastidiarlo, era igual que llevar ropa humana.
Geri:
El lupus miraba cautelosamente cómo la rubia hacía malabares con los alimentos, como si se tratara de juguetes. No entendía por qué los homínidos tenían esas extrañas costumbres de preparar los alimentos, ponerles cosas distintas y cambiarles el sabor. Para él, era un estropicio. Siguió observando cómo la rubia cortaba la carne y luego la mezclaba con las cebollas. Creía que había arruinado todo al poner esas dos cosas juntas, pero cuando vio el vapor y el aroma delicioso que emanaba, sus fosas nasales se inundaron con la esencia de la carne y el líquido de la botella.
Se incorporó emocionado y se acercó a la mesa, sentándose a la izquierda de la pelirroja. Con una sonrisa amplia y los ojos brillantes de ilusión, observó la comida. La pelirroja se adelantó y le sirvió un montón de comida. En la mesa, vio unos objetos metálicos con los que los homínidos comían de manera peculiar, pero él los ignoró por completo. Tomó las salchichas con sus manos y se las llevó a la boca, devorándolas sin apenas masticar. Engulló todo lo que entraba en su boca humana, hasta que solo dejó en el plato las cebollas. —Gracias —dijo, aunque para él eran solo palabras protocolarias que había aprendido. Como lupus, creía más en las acciones que en las palabras. Ahora, consideraba a la rubia su amiga, simplemente porque ella lo alimentaba.
Miranda:
Al terminar de poner la mesa, Miranda se sintió en casa. Estaba rodeada de Eliora y amigos, y eso era más que suficiente para ella. Siempre se había sentido extraña en los lugares donde vivía, incluso en la casa de Vasile, donde tenía que actuar como si fuera de alta cuna para ser aceptada. Ahora, solo podía culpar a su infancia por eso. Se sentó con todos ellos y colocó unos vasos en la mesa para que se sirvieran agua. —Espero que les guste esta receta, es de mi madre —compartió mientras ponía mostaza en las salchichas y las esparcía con el cuchillo.
Luego las cortó y delicadamente las llevó a la boca con el tenedor. Al masticar ese bocado, su mente viajó en el tiempo. Recordó una vid floreciendo junto a la ventana de su casa de campo en Walla Walla, mientras el sol de primavera entraba como una nueva vida en su hogar. Era una niña traviesa que no quería ni siquiera sentarse a la mesa, prefería comer hincada para desafiar las reglas de sus padres, quienes la querían recta y obediente. Entonces, su mente retrocedió a esos años felices cuando jugaba con Eliora en los bosques, antes de empezar la escuela. Sin darse cuenta, soltó un suspiro mientras se sentía igual que cuando era niña.
Eliora:
Para Eliora, el tiempo se detuvo en ese momento. El olor de la comida llenaba el lugar, evocando calidez, amor y comprensión. La música de su amiga, la compañía de los nuevos amigos y todo lo que los rodeaba la hacían sentir realmente en casa. Se preguntó si así era como se sentía ser humana. Miró hacia abajo por un momento, sintiéndose feliz y emocionada. Observó a todos y probó un bocado de la comida, que sabía delicioso. Decidió imitar a su amiga, picando la salchicha y probándola. Cerró los ojos y disfrutó del rico sabor en su garganta, luego tomó un poco de agua y siguió comiendo.
De repente, los recuerdos de su madre acudieron a su mente. Recordó cómo solían sentarse juntas junto al lago, compartiendo frutas y compañía. La extrañaba muchísimo y ansiaba volver a verla. Giró la vista hacia Miranda y supo en lo más profundo de su ser que pronto debía partir para reunirse nuevamente con su madre. Por eso, decidió atesorar cada momento a su lado. Susurró en voz baja: —Los amigos son para siempre, me lo dijiste tú mamá. Luego, continuó comiendo y disfrutando de la compañía de todos. Rió mucho y se sintió totalmente en su ambiente. Quería hacer muchas cosas con Miranda, probarse ropa humana, descubrir nuevas costumbres y miles de cosas más. Sin duda, pronto descubriría todo eso.
Nol:
Le agradaba estar así, pero sabía que tenía cosas que hacer además de estar como polisón en la manada vecina. Ya contento por haber comido, sacudía todo el cuerpo, meneando su cabeza, la cual ayudaba a sacudir su cuerpo también. Soltó un amigable ladrido como despedida y se retiró por la puerta aún con la túnica puesta. Daba pasos ligeros alrededor del lago y lentamente comenzó a cambiar de forma. Su cuerpo aumentaba de tamaño y su pelaje se caía a montones, sus colmillos caían al suelo mientras que los huesos de su rostro tomaban la forma Homínida. Todo su cuerpo pasó por una metamorfosis que sería dolorosa para aquellos que apenas daban su primer cambio, pero ya era costumbre a pesar de que prefería estar en su forma Lupus. Ya en esta forma, se puso de pie y se retiró la incómoda túnica, dejándola caer al suelo. Se encontraba desnudo pero no le preocupaba, comenzó a correr por los bosques hasta regresar a casa. De una u otra forma debía acostumbrarse también a su forma Homínida. Una vez en el palacio tomaría su ropa y conversaría con sus compañeros del Clan.
Geri:
El lupus caminaba lentamente al salón de estar. En el camino, con sus manos acariciaba su abdomen ligeramente levantado por la cantidad de alimento que se había comido. En la sala, observó en el juego de muebles uno de ellos cubierto por una manta decorativa, la mordió y se la llevó al sofá donde anteriormente había estado sentado. Se recostó cubriendo su cuerpo en el acto en un gesto que parecería descortés, pero para él era normal hacer lo que quería. En ese momento, solo quería descansar de jugar. Por varias horas había soñado con la rubia, sus sueños eran realmente extraños. En el muelle se lamían las bocas y se acariciaban mutuamente. Finalmente, despertó sobresaltado por lo que había soñado. Pensó que un espíritu del wyrm debía estar detrás de esa pesadilla porque él aseguraba que no le gustaba ella por ser una garou. Se incorporó, se transformó en lupus. Quiso ir donde ella para despedirse antes de marchar e intentar desconectarse por un tiempo para no sentir esa atracción extraña de la rubia. Corrió hasta su madriguera, que no quedaba lejos. Allá intentó pensar en otras cosas, pero era como un hechizo todo.
Narrador:
Después de una tarde de diversión en el lago, una sabrosa receta con salchichas y vino blanco, todos regresaron a su cotidianidad. Nolyako regresó al territorio del Clan Luna Creciente, Geri a su madriguera a ver por los huevos de kiwi, Eliora y Miranda se quedaron en su casa adaptándose a su nueva vida que acababa de comenzar.