26 de abril de 2007: Caos en la taberna

Caos en la taberna

26 de abril de 2007

Narrador: Un rugido salvaje recorrió la taberna de la Aldea cuando los motoristas llegaron, ignorando todas las señales que indicaban que se encontraban en un parque nacional, en propiedad privada y en un espacio libre de ruido. Pasaron sin problemas, simplemente por el hecho de oler a simples humanos. Alinearon sus Harley Davidson perfectamente en la acera de la entrada. Eran cinco en total: Joewy, un hombre alto de 1,82 metros, musculoso, con un temperamento fuerte y colmillos de vampiro en su collar; Toby, casi tan alto como su compañero pero delgado y huesudo, con rizos naranjas que llegaban hasta la cintura y una barbilla alargada; Ruth, una mujer alta y esbelta de raza negra, conocida como la bruja nubia y esposa de Jarol, un hombre celoso. Los motoristas se sentaron en la taberna, pidiendo whiskey a las rocas y hablando en voz alta sobre las maravillas de Nueva Zelanda como tierra de rutas.

Finn: —¿Entiendes? ¡C’est la vie! That is life! ¡Así es la vida! Mira, te digo, si lo haces, tu familia te respetará más, la gente en tu trabajo te admirará, y todos aquí te celebrarán. Y yo seré el primero en aplaudir. —Mientras orinaba en el urinario, el Fianna sostenía su miembro. Había llegado temprano después de avanzar en su entrenamiento y en su autobiografía. Finn no se molestó en mirar al lado para darse cuenta de que su compañero ya estaba dormido, recargado contra la cerámica del urinario. Al parecer, no había resistido lo que ya había bebido y se había quedado dormido hace 10 minutos mientras Finn hablaba y orinaba. El irlandés sacudió la cabeza y se acomodó los pantalones. Luego, se lavó las manos y arregló su peinado frente al espejo, guiñándose un ojo. En el reflejo, pudo ver a su amigo dormido, y Finn solo reaccionó bajando la palanca, haciendo que el agua cayera sobre su rostro y cabello.

Liv: Estaba en el lago, en una zona tranquila donde podía escuchar y admirar todo a su alrededor. Inhaló profundamente el fresco aroma del pino y la humedad del musgo. Caminaba descalza, sosteniendo sus botas en la mano, junto con su arco y flechas. Después de disfrutar del entorno, regresó al centro de la aldea.

Geri: Caminaba por el centro de la aldea, llevando consigo su capa de piel de lobo, un fetiche que cubría su espalda superior y se extendía hasta convertirse en unos pantalones cortos. Su paz se vio interrumpida por un ruido metálico y de combustión que rompió el silencio. Al mirar hacia el ruido, vio a cuatro vehículos de la tejedora pasando a solo dos metros de distancia. Continuó moviéndose hasta llegar a la taberna, donde cuatro individuos entraron. Indignado, el lupus caminó en dirección al lugar para echarlos.

Shira: Caminaba tranquilamente por el parque, luciendo un vestido negro de algodón, una chaqueta de cuero roja y unas botas de cuero negro hasta la media pierna con remaches que brillaban con la luz de la luna. La brisa nocturna acariciaba su rostro y el único sonido que se escuchaba era el de sus pasos sobre la tierra. Podía sentir cómo Gaia le hablaba a través del viento con sus susurros suaves. Mientras caminaba distraída, se encontró con una taberna que estaba en medio del parque y decidió acercarse para tomar algo. Mientras saboreaba su bebida, escuchó el ruido de motocicletas acercándose al bar. Al abrirse la puerta, su cuerpo se tensó y los cabellos de su figura humana se erizaron. Frunció el ceño al ver a aquellos seres. En ese momento, uno de ellos se le acercó, un hombre alto y delgado, quien tomó su barbilla y le dijo: “Preciosa, ven, ¿no quieres divertirte con nosotros?”. Con cuidado, deslizó la mano al bolsillo de su chaqueta de cuero roja y sacó una navaja. Tomando la mano del hombre, le miró con picardía y malicia, colocó su mano en la barra y clavó la navaja en ella. Escuchó su aullido de dolor y cómo la sangre brotaba de la herida. Ante esto, los compañeros del hombre se acercaron y, sin preocuparse, ella bebió su bebida mientras cerraba los ojos. Dejando su vaso en la barra, se preparó para pelear. Escuchó la puerta abrirse.

Narrador: La banda de motoristas reunidos en torno a la barra hacían chistes y se jactaban de lo lejos que habían llegado. Intentaron hacer algunos amigos en la taberna, pero ninguno de los presentes parecía amable. Toby se acercó coquetamente a una hermosa mujer y le susurró el mejor piropo que se le ocurrió. Sin embargo, la respuesta que recibió fue inesperada: una navaja atravesó la palma de su mano, dejándola prendida en la barra. Lo más extraño fue la falta de reacción de los demás presentes.

Finn: —¡Papaparaparapararapararapa! —Finn abrió la puerta del baño con el codo, cuidando de no ensuciarse las manos que se había lavado con tanto esmero. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a unos motociclistas dignos de un cliché reunidos alrededor de alguien en la barra, con botellas rotas y navajas. Finn soltó una carcajada y tomó un trago de la jarra de cerveza que estaba en la mesa junto a él. Torció el cuello y tronó los nudillos con sus pulgares. Nunca antes había estado en una pelea de cantina, pero ya podía imaginarse cómo escribir sobre ella en su libro, mejorando los versos y siendo el héroe que salva a alguna doncella. Y así, el valiente Fianna, quizás impulsado por el alcohol en su sistema, les gritó a los hombres: —¡Oído! ¡Que alguien toque el piano y que la gente lance sillas al aire! ¡Vengan, vaqueros!

Liv: Al estar cerca, Liv se puso rápidamente sus botas que llevaba en la mano. Su vestimenta del día era cómoda pero hacía que se viera bastante bien: unos jeans oscuros, una camiseta sin mangas rasgada que dejaba ver su top de color vino tinto, su cabello suelto. Llevaba un cinturón con cuatro cuchillos, una katana en su espalda y su arco y flechas. Se dio cuenta de que había motocicletas estacionadas enfrente de la taberna, algo que le hizo hervir la sangre. Observó unas velas encendidas en una de las casas cercanas, colocadas en honor de Gaia por los habitantes del lugar. Se acercó para tomar un par de ellas y, de regreso a las motos, tomó uno de sus cuchillos y lo clavó en los tanques de gasolina de todas las motocicletas. Acto seguido, se alejó a una distancia segura y dejó caer las velas al suelo. Luego, se encaminó hacia el interior de la taberna para ver qué sucedía.

Geri: Antes de entrar en la taberna, el Garou se acercó a las motocicletas para observarlas. Recordó haberlas visto en el pasado y frunció el ceño en desaprobación. —Pensé que ya no las vería, malditos humanos —pensó. Con la ayuda de sus dones, ubicó a los humanos descendientes de la tejedora y se preguntó cómo estas criaturas, que se consideraban dueñas de la creación, podían ser tan vanidosas. Su enfado casi lo hizo perder el autocontrol. Decidió dejar las motos en paz para evitar un escándalo, pero escuchó unos pasos detrás de él. Se giró y vio a Liv rompiendo las motos. —Te extrañaba, qué bueno que seguimos juntos, Liv —dijo mientras empujaba la puerta y se encontraba con la mirada de uno de los motoristas. Con voz alta y casi gritando, interrumpió: —¿Quiénes son ustedes? —Mientras caminaba furioso en dirección a la barra.

Shira: Vio cómo el motociclista a quien había apuñalado en la mano intentaba quitarse la daga, y cuando lo logró, se encontró rodeada por todos los demás, incluso uno por detrás con una botella rota listo para atacar. Sin mostrar ninguna preocupación, y escuchando las voces del hombre borracho que salía del baño, Shira sonrió de lado pensando en lo ridículo de la situación. Se giró hacia el hombre que tenía su daga clavada en la mano y vio cómo se la quitaba. De reojo, vio cómo otro hombre se acercaba por detrás con una botella en mano, pero sin dejar de escuchar los insultos y maldiciones del hombre flaco, se percató de que entraba un hombre de cabello rubio y barba poblada, a quien, instintivamente, se relamió. Sin embargo, recuperó rápidamente la compostura y, ante su situación, juntó sus manos y entrelazó los dedos. Usando sus codos, dio un codazo en el estómago al hombre que estaba más cerca, tratando de zafarse y liberarse del acorralamiento. Dijo con una sonrisa de lado: —Si ustedes dos, junto con el chico del chiste que salió del baño, son la caballería, me vendría bien recuperar mi navaja, y claro, la ayuda, si no es molestia.

Lionel: Cierto hombre de Garou caminaba por las calles de un país desconocido para él. No conocía los secretos que le aguardaban, pero eso no le importaba en lo absoluto. Solo buscaba volverse más fuerte y encontrar la paz que le habían negado hace tanto tiempo. El frío de la noche se intensificaba a medida que pasaban los minutos, el viento azotaba su pecho desnudo y él ajustaba su chaqueta sin dejar de mirar el camino. De pronto, sintió ganas de beber y vio una taberna a lo lejos, por lo que decidió acercarse. Sin embargo, una expresión extrañada apareció en su rostro al percatarse de los gritos y gruñidos que provenían del lugar. Apresuró el paso con curiosidad, tratando de llegar lo más rápido que podía. Para su sorpresa, se encontró con una verdadera pelea entre aquellos de su raza y unos motociclistas. Acomodándose en una silla junto a la barra, con su voz fría y penetrante y sus ojos azules brillando intensamente, dijo: —Una botella de vodka, el más fuerte por favor.

Narrador: Jarol se vio a sí mismo confundido. En un rápido movimiento, el chico de la falda evadió lo que él pensó era un golpe certero. Su brazo regresó a la postura original, dejando desprotegido su rostro. Entonces, escuchó la voz de su compañero. Se volteó a mirar hacia atrás a Joewy, a quien vio en problemas. Rápidamente volvió a mirar a Finn, y como si lo conociera, se sintió apenado. Sus mejillas ruborizaron y los ojos se le humedecieron. Dio un golpe de colega en el hombro del Fianna y dijo: —Lo siento, hermano. No te había visto antes.» A gran velocidad, comenzó a correr en dirección a sus amigos de banda. Pero a medio camino, vio lo que le pareció una monstruosa mutación de monos y lobos. Su ritmo cardíaco se descontroló y corrió hacia la ventana gritando como un loco: —¡AHHHHH!». Saltó por la ventana rompiendo el vidrio para el efecto delirio. Ruth: Sintió que su furia aumentó cuando el hombre con pocos modales, que vestía ropa del año uno, se le acercó. No le importó que fuera mujer, aunque ella estaba acostumbrada a hombres violentos. Miró a la chica que le acompañaba y horrorosamente se transformó en una bestia peluda, un oso con forma de humano, delgado para ser oso. Su visión se nubló, el pelo de sus brazos se erizó y quiso correr hacia ella para apuñalarla con la botella, pero fue detenida por un golpe del acompañante que también se transformó en algo similar a un oso. Lo peor fue que este le rompió la botella en la mano, dejándola herida y sumida en el delirio. Joewy: Sintió el agarre de la chica que sujetaba. Sin embargo, la fuerza de ella fue insuficiente para ponerlo en frente, solo logró moverlo parcialmente y no usarlo como cortina. Después de todo, él era un hombre grande. Toby tenía el camino libre para apuñalar a Shira; sin embargo, escuchó los gritos y se distrajo. Sucumbieron ambos. Joewy logró librarse del agarre de Shira y corrió hacia la barra donde estaba un hombre de aspecto serio, cabello oscuro y ojos azules. «También los ves, son bestias, tenemos que irnos de aquí», le dijo. Por otro lado, Toby se desmayó y cayó a un lado de Shira, aún sosteniendo la navaja que a ella le pertenecía.

Finn: ¡Colega, hey! —El Fianna corrió hasta el confundido hombre y lo volteó tomando de sus hombros. En el segundo que el motociclista volteó hacia Finn, este lo tomó de los hombros y en medio de la confusión, echó su cabeza hacia atrás para golpear la cabeza del motorista con su propia frente. Un agudo y fuerte dolor le resultó en toda su cabeza, pero el Fianna continuó golpeándose contra la frente del otro, al fin y al cabo, la cabeza de Finn sanaría. Tres, cuatro, cinco veces más como martillo sobre el cráneo del hombre.

Liv: Con la chica en el suelo soltó un suspiro recapacitando que había hecho algo que no debía. Observó a Geri a los ojos y salió de la taberna. Volvió a su forma homínida y, percatándose de que quedaría completamente desnuda, encontró ropa extendida y se vistió rápidamente. Respiró hondo antes de regresar, sabía que había hecho algo horrible y trataba de guardar sus lágrimas para ella misma; su semblante decae un poco, no era nadie en ese mismo instante. Pero deberían calmar un poco el ambiente y continuar de la mejor manera posible. Así que, con un nuevo atuendo, entró en la taberna y se disculpó con los humanos que se encontraban allí. Habló en voz alta y clara, verlos producía en ella un escalofrío por todo su cuerpo, pero trataba de tranquilizarse y buscar su centro para razonar con ellos de la forma más amable posible en esos momentos. Y luego ver cómo se dan las cosas. Pues, por su transformación, todos quedaron quietos por un instante. «Disculpen por nuestro pocos modales y nuestra rudimentaria bienvenida, solo que no nos gustan las personas extrañas en nuestros territorios. Si todos se calman podemos llegar a un especie de acuerdo y podrían seguir con vida», dijo mientras se sentaba en una de las sillas de la taberna, esperando una respuesta más coherente.

Geri: Segundos después de que la morena cayera herida, Gerí vio que se trataba de una simple humana. “Qué hice”, pensó, y recordó que al llegar a la taberna su olfato le había advertido que eran humanos, pero cuando vio a Liv transformarse reaccionó rápido y las cosas se descontrolaron. Volteó a mirar a Liv, se encontró con la hermosa mirada de su compañera de manada y sonrió mostrando angustia. Luego volvió a su forma homínida, la capa de lobo le acompañaba en toda forma sin dejarlo desnudo. Escuchó a Liv salir y fue tras ella, la siguió hasta la cabaña donde estaba ella y le esperó fuera hasta que saliera con otra ropa. Ella salió y él la acompañó. Cuando volvió a la taberna, no supo qué decir.

Shira: Ella vio el caos estallar a su alrededor. Su fuerza no fue suficiente para mover al enorme hombre, así que supo que debía transformarse. Maldijo por no romper el velo antes. Estos pensamientos se arremolinaron en su cabeza mientras sentía cómo su captor la soltaba y se dirigía hacia un hombre de cabello oscuro que estaba bebiendo en la barra. Se encontró cara a cara con aquel que sostenía su navaja, completamente desprotegida. De reojo, vio cómo la joven dama y, detrás de ella, observó cómo el hombre con su navaja se distrajo ante los gritos y finalmente cayó junto a ella, desmayado. Se agachó para recoger su navaja mientras veía cómo uno de los motociclistas salía corriendo despavorido por la ventana, y la persona con la falda golpeaba a otro en la cabeza. —Creo que esto es mío, lindura —le dijo al hombre vestido con faldas—. Y luego continuó—: Oye, amigo, deberías parar o se la romperé. Miró a su alrededor y, después de ver que la dama y el caballero rubio de barba poblada volvían, escuchó cómo ella se disculpaba con los presentes y dijo: —Ustedes sí que saben cómo montar una fiesta. Shira colocó su navaja en su estuche y regresó a la barra, pidiendo: —Cantinera, otra cerveza, por favor —mientras se sentaba en una de las banquetas.

Narrador: Jarol logró salir ileso de la taberna donde estaban aquellas criaturas monstruosas. Tenía sus manos temblando de horror, el corazón a punto de estallar. Mecánicamente montó su moto lo más rápido que pudo y arrancó a 120 km/h. En minutos, abandonó la aldea. El hombre de cabello negro y ojos azules que bebía en la barra no se molestó en responder a Joewy, pensó que no era asunto suyo. Joewy, por su parte, no insistió más de dos veces. Se incorporó e intentó salir por la puerta de entrada al tiempo que vio que los dos monstruos volvieron a ser humanos y salieron por dicha puerta. Cuando él intentó hacer lo mismo, se encontró en el umbral de la puerta con tres hombres altos, de aproximadamente 1,95 cm, robustos, cabello castaño, caucásicos. Uno de ellos lo detuvo sujetándole las manos, colocándole unas esposas. El otro entró, recogió a Toby y lo cargó sobre su hombro, y el último agarró a Ruth de las manos y la esposó. Tras ellos, entró Keket. —¿Qué ocurre aquí? —nadie respondió hasta que ella estaba saliendo de la taberna. Entonces, un adolescente parentela le contó todo con nombres y detalles, le dijo: —Fueron Geri y Liv, se transformaron decorrieron el velo. —Me encargaré de esto, no es posible que esto ocurra en este túmulo que siempre fue un lugar respetable —respondió Keket y salió por la puerta principal junto a sus tres acompañantes ahroun y los tres humanos afectados por el delirio.