30 de marzo de 2007: Bienvenida al Palacio de los Pávlov

Bienvenida al Palacio de los Pávlov

30 de marzo de 2007

Alexieu:

El Clan de la Luna Creciente se había establecido en Tasman décadas atrás con la llegada de la familia Pávlov a Nueva Zelanda a través del negocio de la energía renovable. El Palacio de los Pávlov se encuentra ubicado a treinta minutos de la aldea donde dirige la manada Semillas de Yggdrasil, y ambos lugares están interrelacionados en el mismo territorio. Cuando se trata de proteger el túmulo, ambos grupos luchan codo a codo. Alexieu Pávlov, perteneciente al clan de la Luna Creciente, es el encargado de recibir a los cachorros descendientes de Colmillos Plateados, así como de entrenarlos en el arte de la guerra, en el mundo espiritual y enseñarles diplomacia para proteger las alianzas entre el palacio, la aldea y las demás manadas.

En la mañana, llegarían dos cachorras al palacio, y Alexieu estaba ansioso por conocerlas y ubicarlas en su nuevo entorno. Esa mañana, el príncipe se atavió con un traje elegante de color blanco, adornado con estampados de flores en hilo de oro. Cada detalle fue cuidado minuciosamente, desde los broches del traje fabricados con diamantes hasta su peinado, que buscaba reflejar seriedad y una posición de prestigio. Para él, como Colmillo Plateado, es fundamental ser reconocido y respetado.

Cristal:

Ella arregla los bordes de su vestido de lino blanco con encajes bordados mientras las trenzas caen de los costados de su rostro. Con sumo cuidado, evita despeinarse y mantiene su elegancia mientras se prepara para conocer a los servidores. Los nervios atacan su mente y sus manos tiemblan. Su respiración es rápida mientras mira al piso, teniendo cuidado de no caerse. Mantiene sus pensamientos y comentarios en su boca para que no sean de mal gusto o mal recibidos. Simplemente sonríe y es amable con quienes la rodean.

Sonya:

La mañana se abre con el esplendoroso helios dejando caer su hermosa claridad sobre este remoto lugar. Ha sido trasladada aquí para encontrarse con alguien que se encargará de sus enseñanzas y entrenamiento. Ingresa al castillo con serenidad, sus pasos resonando con calma en los pasillos. Es una joven de cabello plateado y tez blanca como la luna. Viste un conjunto en tono gris claro y unas elegantes botas a media pierna completan su atuendo. Sus ojos grises se tornan más claros cuando finalmente llega al lugar esperado y, con voz serena, profiere: —Buenos días, mi nombre es Sonya.

Narrador:

El mayordomo trae tazas de fina porcelana comparable solo a las de los nobles europeos. Las coloca en una mesa central de un juego de muebles de la Rusia Imperial. El mayordomo lleva a las cachorras a sentarse y les ofrece té caliente. Les pregunta si desean galletas y les hace saber a través de una campana sobre la mesa. Aquella campana es un fetiche a través del cual, si la tocan, se llamará al mayordomo, quien escuchará y regresará con galletas o cualquier otra cosa que las chicas deseen. Vladimir, el mayordomo, se retira antes de presentarse como un humano de parentela. En ese momento, pasos serios y rítmicos suenan en los escalones, acercándose cada vez más.

Alexieu:

Baja las elegantes escaleras con pasos rítmicos, apoyando su mano derecha en el barandal. Al llegar a la planta baja, cruza miradas con Vladimir, el mayordomo, asintiendo en señal de aprobación. Sabe que las chicas han llegado y siente plena seguridad y manejo de la situación. Entra en la habitación y se presenta: —Mi nombre es Alexieu. Este Palacio le pertenece a nuestros ancestros y yo estoy a cargo de su educación y cuidado. El clan Luna Creciente fue grande entre la nación garou y nos corresponde gobernar a las otras tribus para evitar que el Apocalipsis llegue. Ambas son bienvenidas, aquí tienen sirvientes y todo lo que deseen. Es un gusto, Sonia —dice mientras dirige una mirada a la joven de imponente presencia. Luego, sus ojos se posan en Cristal, una belleza tímida pero radiante. —Y tú, ¿cómo te llamas? —pregunta amablemente. Ambas pueden decirle cuáles son sus anhelos y aspiraciones.

Cristal:

Siente pasos acercándose y su mirada se dirige a una imponente figura masculina, portadora de elegancia y hermosas vestiduras. A pesar de esa mirada de sabiduría, le hace sentir más pequeña al notar su imponente altura. Levanta su cabeza, respira hondo y se pone de pie para recibir al anfitrión, saludándolo cortésmente. Entre respiros profundos y con la calma en sus acciones y palabras, dice: —Muy buen día, mi nombre es Cristal Stuardo, tengo 19 años. Aunque los nervios la invaden, expresa su deseo de descubrir cosas nuevas, conocer a personas calificadas en la materia y explorar nuevas posibilidades.

Sonja:

Tras ser recibida por un estilizado mayordomo, la conduce a un salón donde la espera una hermosa mesa arreglada para disfrutar del té. Junto a ella se encuentra otra joven. Se acerca con delicadeza y observa con naturalidad cada detalle que hace de este castillo un lugar majestuoso, incluso para alguien como ella acostumbrada a los lujos. Sin apenas inmutarse, se coloca a la derecha del salón. En ese momento, unos pasos fuertes se acercan y levanta la mirada. Observa detenidamente al caballero que les da la bienvenida y, tras escuchar su pregunta, responde sin vacilar: —Mi nombre es Sonja y mi único propósito es prepararme para la defensa de Gaia. Con un leve gesto en su rostro, guarda silencio, preparándose para lo que está por venir.

Alexieu:

Sin darse cuenta, sus ojos brillan al escuchar las presentaciones de ambas jóvenes. Se sienta junto a ellas, cómodo en su presencia. Toma una taza de té con elegancia, manteniendo el dedo meñique en el aire, y les habla sobre el lugar en el que se encuentran. Les explica que este túmulo es un lugar sagrado, antiguo, impregnado de la energía del Caos y con una fuerte esencia de creación. La presencia de los espíritus es palpable, y se pregunta si ellas también podrán sentir su energía espiritual. Les informa que este túmulo no solo es su hogar, sino que también comparten con una aldea gobernada por una manada en la que predominan miembros de las tribus Cámara de Fenris y Fianna. Les invita a recorrer el lugar, asegurándoles que es completamente seguro. Les informa que los entrenamientos comenzarán temprano al día siguiente, pero que hoy pueden descansar y ubicarse en sus suites.

Cristal:

Asombrada por la belleza del lugar, muerde sus labios de emoción y temor que la embargan. Estos sentimientos contradictorios se mezclan en su interior, volviéndola tartamuda y abrumada por todo lo que está ocurriendo a su alrededor. Observa a los valiosos seres presentes, asiente agradecida y dirige su mirada al caballero de finas vestiduras. Con un porte que denota su altura y sabiduría, se siente cómoda bajo su mirada y siente instantáneamente un cariño paternal. Escucha atentamente sus palabras y, al voltear hacia una de las ventanas, suspira al ver el hermoso horizonte. Con un notable sonrojo en sus mejillas, murmura con dulzura y sin malicia: —Qué lindo… Me encantaría pasear entre los árboles y sentir la tierra bajo mis pies. ¿Se me permitiría hacerlo? Aunque confieso que tengo un poco de miedo de perderme.

Sonja:

Finalizado el recibimiento, se levanta y baja las escaleras del palacio. Llega al sitio donde se realizan los entrenamientos y toma una espada, cortando el aire con destreza. Experimentar el peso del acero en sus manos es maravilloso, el comienzo de un nuevo camino lleno de desafíos y crecimiento.

Narrador:

Los encargados del palacio se aseguran de que las maletas de las dos chicas sean llevadas a sus respectivas suites, colocando las camas y otros detalles según los caprichos de las familias nobles de los Colmillos Plateados. Sonja decide explorar las instalaciones bélicas, mientras que Cristal es escoltada por una cliath que se encuentra de vacaciones en Nueva Zelanda y, a su vez, realiza entrenamiento en el palacio. Alexieu, ocupado con importantes tareas de biblioteca, sabe que no podrá acompañar a ninguna de las dos durante ese momento. Además, les informa que una Theurge Hija de Gaia, quien vive en la aldea, será la encargada de pasar la mayor parte del tiempo con ellas, enseñándoles importantes lecciones.