Las cejas de la hija
31 de marzo de 2010
Narrador:
Después de su encuentro con Oso, los cachorros debían cumplir su rito de iniciación. Lobo de Odin les explicaría en qué consistía el rito. Aquella mañana, dejaron la penumbra atrás y llegaron al Reino de Gaia, una tierra de montañas escasamente vegetadas y lagos helados, con caminos de tierra y pocos animales.
Geri:
Sentado en una piedra junto al camino, Geri se dirigió a los tres cachorros: —Es momento de que os realicéis como garous adultos. Ser un garou adulto no solo significa ostentar el rango cliath, también es pelear las guerras de Gaia.— Luego, con un palo, dibujó una ruta en la arena, marcando hacia el este con flechas. —Hoy deben demostrar que están listos para tomar las riendas de su manada. Deben seguir el sendero de tierra hacia el este, encontrar a la hija y traerme sus cejas. Los parientes humanos que viven cerca se han quejado de una mirada que provoca calamidades en sus hogares. La llaman la Hija. Hace una semana, un espíritu glafino encontró lo que parece ser una guarida del wyrm—, explicó, señalando al este. —Vayan y traigan las míticas cejas de la hija.—
Atuc:
Desde la última vez que vio a Oso, Atuc se comprometió a acompañar a sus hermanos en todo momento, a pesar de que ello contrariaría a sus antepasados que sufrieron en la guerra de la rabia. Despreciaba al garou que los acompañaba, pero ver los ojos de Ikal y Ankor lo convencían de que las cosas serían diferentes al terminar la misión. Mientras repetía en su mente el mantra —nuestra gente nos necesita, debes ser fuerte—, limitaba sus palabras y conversaciones. Al día siguiente, de regreso en el Reino de Gaia, practicaba con la lanza artesanal que había esculpido, equilibrada perfectamente con su peso.
Ankor:
—Ahora que Janedra no está, todo es diferente, solo seremos nosotros, estoy muy feliz, me encanta este tipo de pruebas—, pensaba Ankor mientras se colocaba su espada en la espalda con un arnés hecho de piel de vaca.
Ikal:
Ikal había salido muy temprano antes del amanecer para dar una vuelta y realizar un saludo al gran misterio y las siete direcciones, algo que hacía habitualmente antes en su tribu. A pesar de que en el pasado evitaba cualquier responsabilidad, las pruebas recientes lo habían cambiado. —Antepasados de mi tribu, pido guía, orientación y fuerza, —meditó mientras realizaba una reverencia al espíritu creador. Al regresar, observó a Atuc practicar con su lanza, escondiéndose para no ser visto.
Atuc:
Más adelante, bajo la luz del sol, Atuc se detuvo, giró e hizo crujir sus huesos de los hombros. —¿Qué armas tienen?, —preguntó, buscando romper el hielo con sus compañeros.
Ankor:
—Yo traigo mi espada y una navaja que he tenido desde que murió mi padre, —respondió Ankor mientras balanceaba su espada para ejercitar sus músculos.
Ikal:
Ikal, al oír la pregunta de Atuc y la respuesta de Ankor, se agitó buscando nerviosamente en su morral. Finalmente encontró una pequeña daga que le había sido regalada en su tribu. “Es solo una pequeña daga”, dijo mostrándosela, antes de volver a buscar algo más en su morral. —Deberíamos prepararnos para partir ya, ¿o prefieren quedarse aquí?—, añadió, intentando disimular su disgusto mientras miraba hacia otro lado.
Atuc:
Atuc no sabía que tenía Ikal, pero cada respuesta de él era como un reto. hubiera querído agarrarle del cuello y tirarlo al suelo, luego lanzarse sobre él y agarrar sus manos con su siniesta, con la diestra ahorcarle, ver esos labios rojos volverse purpura y esos ojos rasgados, de pestañas negras noche dar su último aleteo. Sacudió su cabeza, sus pensamientos fueron cada vez eran más extraños. Respiró profundo aguantando la ira, que difícil le fue aguantar la ira. —Si me interesa, porque tenemos que pelear y no te quiero muerto, —le apuntó con su lanza en la frente sin tocarlo, bajó la lanza y se salio del camino. —Fabriquen sus lanzas, tenemos que ir preparados
Ankor:
— soy fiel a mi arma, esta espada es suficiente para él (aunque debe entrenar más) no gracias, Atuc, se conforma con su espada y navaja.
Ikal:
— toma la vara que le da, observa cómo lo mira, traga saliva, siente que se le estruja el pecho cada vez que hace eso. — (¿Por qué se siente así con él? Cada vez que abre la boca algo no le parece, nada más falta que lo agarre como la última vez con esas manos fuertes que tiene, y que lo mire con esos ojos… le encantan sus ojos… ¿qué está pasando?) — busca una piedra y comienza a dar punta a la lanza, se ruboriza, voltea su mirada a otro lado — (joder, cómo es posible que le haga pensar eso él, debe ser algo que habrá hecho la loca de Keket, pero siempre se ha sentido atraído hacia él. Espera. No. La lanza, Ikal, la lanza). — Sigue dando filo, ve que Ankor no se complica, debería ser lo que hace él, así con lo que trae, termina la punta, pero no quiere preguntarle a Atuc si está bien — Y bien Ankor, ¿cómo ves? Cree que está lista, ¿no? Em, bueno, cree que dará una vuelta, ya hizo suficiente con ustedes. — se aleja de ellos un poco con el corazón acelerado, se sienta bajo un árbol, rodea sus piernas, y con la mirada perdida en la tierra respira hondo — (aquí se quedará hasta que Geri les hable).
Atuc:
— termina de limar la nueva lanza y se levanta — si te falta un arma, tendré esta lanza para ti. — le dice a Ankor. Acomoda ambas lanzas en su espada y cuando se estaba alejando del lugar hace falta a Ikal, comienza a caminar en dirección al camino para ver si estaba ahí o si se había adelantado, pero no habían sus huellas. Cierra sus manos en puño — Ikal, Ya debemos irnos, ¿dónde estás?!!!!
Ankor:
— pues le quedó muy bien a Ikal (se supone debería preguntarle a Atuc, sabe más de eso, estos dos si que no pueden estar juntos) — después de un momento observa a su alrededor y no está Ikal — (Atuc está molesto) tranquilo Atuc, ya volverá, esperemos.
Ikal:
— escucha gritar a Atuc en un tono molesto — (diablos, diablos, diablos). Se golpea un poco la frente y se dirige rápido hacia ellos. ¿Ahora qué? (Espíritus, ¿qué le está pasando?) —Respira y se agita un poco, cierra los puños, y se para frente a él, evitando verlo— Aquí estoy, me sentí un poco mal, sabes? Pero bueno. — se acerca, toma sus cosas y la lanza — Vamos o se nos hará más tarde. (Ikaaaal él es el líder, deja que él dé la orden). Bueno, después de ti, Atuc. — aprieta fuerte la correa de su morral.
Atuc:
— pensó que fue al baño, quizá le hizo mal lo último que había comido. Sin responderle con palabras, simplemente aparta la mirada y comienza a caminar en dirección al este —
Ankor:
— bueno es hora de seguir, (siempre el ambiente se torna pesado con estos dos).
Ikal:
— (debería mejor quedarse y tomar otro camino… carajo, qué complicado es, ok mientras no sepa que pasa con Atuc, solo hará las cosas que se le indican por el bien de la manada, después hará lo que se le pegue en gana). — camina detrás de él, y se empareja a su lado — Emm, bueno. ¿Y tú confías en los blancos? Digo, si han demostrado que nos apoyan quisiera saber qué piensas… y pues, practicas bien con la lanza, te felicito. He visto que otros la usan muy bien, digo, no es que quiera decir que no sabes, pero puedes mejorar. (joder, cállate Ikal!!). — golpea su hombro — Quisiera que después de todo esto aclaremos esos roces que hemos tenido, si hay oportunidad, claro si aún quieres arreglar las cosas.
Narrador:
Estaba anocheciendo en el parque nacional Nelson´s Lake y los tres cachorros de los puros llegaban a tiempo hasta una aldea llamada Bushwyn, el poblado estaba completamente desierto, en la superficie solo había viejos trazos del periódico local con primicia un asesinato que había ocurrido hace meses en Lake Valley en Tasman. Las cosas del poblado estaban infestadas con plagas de arañas pequeñas, todo estaba muerto en general hasta la taberna, era como si hace meses no hubiera rastro de los habitantes humanos. Sin duda el escenario pintaba peor de lo que Geri les había descrito.
Atuc:
—Se encontraba en camino al lugar para terminar de una vez por todas con la obligación con Geri y el Totem. Creía que pronto los problemas terminarían, cuando notó que Ikal se aproximaba y comenzaba a caminar a su lado. Su corazón empezó a latir más fuerte, apretó las manos y la mandíbula, haciendo rechinar sus dientes. Oyó lo que Ikal le decía, subestimándolo como siempre. Sin detenerse para discutir, continuó caminando y sin mirarlo a los ojos, le respondió: —El problema no soy yo, por mí está todo bien. Eres mi hermano mayor, Uktena, y te quiero, es solo… tengo algo difícil de explicar. Me incomoda cuando me contradices, solo pienso en el bien común.
Ankor:
—Llegaron a un pueblo. Chicos, iré a ver qué encuentro, aunque dudo encontrar comida, todo está solitario, anunció con un dejo de esperanza.
Ikal:
—Escuchó atentamente a Atuc y replicó: —Tú también provocas algo en mí. Vio que Atuc se detenía y giró hacia donde él miraba. Vaya, esto es como uno de esos pueblos fantasma, ¿qué demonios? comentó mientras observaba cómo Ankor se adelantaba para explorar. Luego, parándose frente a Atuc, propuso: —¿Tregua entonces? Extendió su mano, su corazón se aceleró, elevó la mirada y, al observar los abismales ojos de Atuc, sintió perderse en ellos.
Narrador:
El viento transportaba el aroma de un asado desde el este del pueblo; en esa dirección solo se veían casas vacías, con ventanas rotas y arañas por doquier. Al final de calle adoquinada, una tenue luz palpitante se esparcía por el camino.
Atuc:
—El momento era intenso y, sin pensar en Ankor, permitió que este se alejara. Mentalizándose de su ausencia, Atuc tomó a Ikal del rostro con ambas manos, lo fijó y se acercó con los ojos cerrados. Sus labios capturaron los de Ikal brevemente antes de soltarlo. Al abrir los ojos, lo que vio lo impactó, y avergonzado por su impulso, se transformó en lupus casi instantáneamente. Aterrado, no sintió el cambio y empezó a correr a toda velocidad hacia el sur del poblado.
Ankor:
—Caminaba cuando un delicioso aroma capturó su atención. Creo que viene de allí, pensó mientras corría con la lengua afuera en dirección al origen del olor.
Ikal:
—Paralizado, Atuc lo tomó del rostro. Al acercarse, Atuc buscó sus labios con los suyos. Ikal no logró mover ningún músculo, como si su cuerpo lo deseara. Sus labios se unieron y en ese instante, Ikal sintió cómo Atuc introducía su lengua en su boca. Respiró profundo, cerró los ojos, se dejó llevar y rodeó con sus brazos el cuerpo de Atuc, abrazándolo con fuerza. Aunque fue breve, para él pareció mucho más tiempo. ¿Qué pasó aquí? se preguntó, detenido con el viento acariciando su piel, mente en blanco y corazón agitado, mientras veía cómo la figura de Atuc desaparecía en la distancia.
La Hija:
Bushwyn, hace un año. Sofi era una mujer que vivía con sus dos hermanas menores: Alexia y Bruna, hijas del párroco del pueblo, eran conocidas por ser virtuosas y no sucumbir a los deseos carnales antes del matrimonio, y así fue para las tres hasta que en agosto de 2018, Alexa contrajo matrimonio y en septiembre del mismo año, Bruna también lo hizo. La boda de sus hermanas en principio hizo feliz a Sofi, pero los meses pasaron y en una aldea pequeña como Bushwyn, conseguir al ser amado era una tarea titánica, más en la actualidad donde nadie quiere casarse, excepto la hija del párroco. Ni la misma hija sabe con certeza cuándo comenzó a ocurrir: si fue cuando escuchó la lástima que le tenían sus amigas al verla soltera mientras cotilleaban de forma satírica en la boda de su segunda hermana mucho menor; o si fue el 14 de febrero de 2019 cuando, en el día internacional de los enamorados, fue la única que no recibió nada en todo el pueblo. Lo cierto es que el corazón de Sofi enfermó y no era una enfermedad que la medicina humana pudiera sanar, era un ennegrecimiento de su alma que se había roto, eso atrajo a entes del mundo paralelo, la umbra. Perdiciones de Rabia Amarga llegaron a Tasman atraídas por oscuros poderes de la umbra próxima, atacando a cada humano débil, seduciendo con promesas y engaños. Una de estas perdiciones llegó donde estaba Sofi y, bajo pacto, entró en su cuerpo: los primeros síntomas fueron el retraimiento y el mal humor, pero con el tiempo que pasaba entre las sombras del olvido de un padre ocupado, de sus hermanas que ahora se preocupaban por mantener un matrimonio moderno y del poco interés de los jóvenes solteros en una mujer sola y madura; su mente y cuerpo degeneraron mucho: las cejas se le cayeron y en su desesperación comenzó a pintarlas con carbón cada vez más feas, su piel se marchitó rápidamente, por lo que se maquillaba hasta parecer que llevaba una pasta pegada al rostro. Los aldeanos no tardaron en notar lo mal que se veía y en el pueblo le comenzaron a poner apodos: la cara de cera, cara de torta, gusano de yogur, ceja chola y muchos otros sobrenombres que deterioraron más la autoestima del afligido ser. Un día llegó la noticia de un asesinato en el poblado vecino, llamado Lake Valley, el cual estaba a un día de distancia a pie. La noticia impactó a toda la aldea pues no era normal que en la región se desatara la violencia, por ello decidieron reunirse en el templo anglicano para organizar unas plegarias, sin embargo cuando Sofi entró en dicho lugar todos se rieron porque, a falta de protección, se había transformado en el payaso de la aldea. Sofi perdió todo su control sobre sí misma e irremediablemente se transformó en un formor llamado La Hija, cuyas cejas de carbón brillaban por falsas cada vez que usaba sus poderes, vomitó todo lo que pudo comer, cadáver por cadáver era devorado y vomitado hasta que terminó con toda la aldea en menos de dos horas. Finalmente sola y con fama, Sofi se encargó de perseguir hombres de los alrededores e intentar seducirlos, al no conseguirlo, de alguna manera los cultivos de ellos se secaban. Hoy, 18 de julio de 2020. La hija preparaba su cena, un asado de vaca cuando un ruido fuera de su casa la alertó, al ver por la ventana vio un joven garou y como un acto reflejo saltó por la ventana en dirección al garou, arremetió contra él con una tacleada en el pecho, luego saltó sobre él, y vomitó un fluido verde venenoso con intención de llegarle a la cara.
Atuc:
Las arañas rodeaban el lugar; con sus zarpas aplastó a las que pudo y salió del establo con un salto. Era de noche y no sabía qué tan lejos estaba de Ikal o dónde se encontraba Ankor. Se culpó a sí mismo por todo. —Atuc, no puedes permitirte ser débil, se dijo a sí mismo. —Ahhgrr, —se transformó en homínido aguantando el dolor; sus huesos volvieron a cambiar junto con su piel. Al verse en ese estado, se dio cuenta de que había quedado desnudo y sin sus armas. Todo había quedado con Ikal. Aún con vergüenza pero consciente de que esa debilidad también era wyrm, siguió el camino hasta ver su ropa donde la había dejado, se acercó y comenzó a vestirse sin pensar que estaba desnudo. —Debemos buscar a Ankor, estamos en una misión, —decía mientras se ponía la correa en el pantalón. —No creas que esto va a repetirse. Ahora debemos buscar a Ankor, —no podía mirar directamente a los ojos de Ikal, pero si le hablaba seriamente e intentaba no pensar en el beso.
Ankor:
Corre a toda velocidad, aspirando el aroma embriagador del aire. —Qué rico huele; amo la comida, es vaca—. De repente, siente un golpe en el pecho, algo salta sobre él. Se esquiva rápidamente, murmurando para sí. —Diablos, ¿qué es esto? Mi intención nunca fue atacarte, solo tengo hambre pero no tengo de otra—. Mientras sacude su cabeza, su rostro comienza a cambiar: sus pies se alargan, el tono de su pelo se torna negro, sus ojos adoptan una mirada fría con sed de sangre y sus colmillos se vuelven largos y filudos. Ha adoptado su forma glabro. —¿Por qué me obligaste a esto?— grita fuerte.
Ikal:
Ve como se acerca Atuk, desnudo hacia él con esa mirada que lo caracteriza; esto cada vez se pone más surrealista, pero no lo incomoda, era como esas ceremonias con plantas sagradas, donde todo puede pasar, puedes estar en el infierno o estar en el mismo cielo, donde estás de frente a lo que temes o a lo que amas. Ve que Atuk empieza a juntar sus cosas y trata de ayudarlo a dárselas, observa que evita su mirada, así como él lo había hecho anteriormente. Ese beso le aclara lo que había pasado todo este tiempo.
—Si tienes razón, hay que buscar a Ankor, algo debe tener el lugar, tenemos que cumplir la misión —sujeta su muñeca—. No te preocupes, no ocurrirá de nuevo, pero… a mí sí me gustaría que volviera a pasar (¿qué dije?) —en eso lo suelta rápidamente—. Bueno, de seguro esto es obra de Keket o del blanco —toma su lanza y se dispone a seguir a Atuk para localizar a Ankor—. Ese chico, donde se habrá metido, siempre anda buscando qué cazar o piensa en comida.
La Hija:
El vómito de la hija cae junto a la cabeza del garou que comienza a transformarse. Con una sonrisa dibujada en su torcida boca, la hija celebró que su vomito formó un charco que le quema la espalda al cachorro. La sonrisa malvada de La Hija se borra cuando siente que le quema la espalda, emite un alarido como una banshee por el dolor. El cuerpo de la hija se ve en la necesidad de cambiar para poder protegerse. su cuerpo se vuelve escamoso, escamas de 5cm de grosor color negras, comienza a polucionar desde adentro hasta convertirse en algo parecido a un hipopótamo por su tamaño, con escamas de cocodrilo, sus cejas son grandes, negras y levantadas, su rostro es de una humana deforme con una máscara que parece una pasta de maquillaje, sus manos se transforman en grandes zarpas de un reptil, largas como de dos metros cada extremidad. Siente como la mano del garou le intenta arrancar el rostro pero esta solo consigue embarrarse de purulento maquillaje y revelar un rostro horrible. Agarra con su mano izquierda el brazo que tiene la espada y comienza a golpearlo contra la tierra para que suelte el arma, vuelve a vomitar en dirección al rostro de garou que ahora aparente un hombre lobo clásico, vuelve a vomitar esta vez en dirección al pecho del garou.
Atuc:
Puso su mirada sobre Ikal. En ese momento, un grito agudo lo rescató de su momento de debilidad ante el wyrm profanador; después de todo, no era tan fuerte como creía. —Vamos, en eso debe estar implicado Ankor. —corrió tan rápido como pudo y al fondo vio cómo una criatura similar a una lagartija gorda estaba sobre Ankor— ¡Ehhh!, ¡Déjalo! —En menos de un segundo envió la lanza en dirección al cuello del formor para detenerlo. Corrió más rápido aún hasta alcanzarlo y se barrió en la tierra para acortar distancia e intentar derribarlo.
Ankor:
—Maldita hija de puta, me quemó el pecho. —intentó escapar saltando, pero quedó herido e intentó huir lo más que pudo para sanarse.
Ikal:
—iba a toda prisa detrás de Atuc, cuando vio a ese monstruo sobre su hermano, algo en su interior se encendió y le dio la fuerza para ir sobre de ella— ¡Ah! —se lanzó sobre de ella.
La Hija:
La formor observa y mantiene sus cejas altas frente al cachorro garou que intentaba escapar de su poderoso agarre. Por el forcejeo, el vómito que caería en el rostro cae a unos cinco centímetros del cabello del cachorro; una gota cae en la ceja izquierda y el pecho del garou, provocándole que la piel se le desprenda del músculo. La formor siente un primer golpe que no le hace nada, es como si una piedra pequeña le golpeara la armadura; sus escamas son como un blindaje frente a unas simples lanzas. Sin embargo, un segundo golpe desde esa dirección le provoca emitir un alarido agudo y horroroso, una lanza se mete debajo de sus escamas donde se ubica su estómago y le traspasa. La punta de la lanza se queda incrustada. Al mirar al lado de donde proviene su dolor ve a dos garou: uno salta encima de ella y otro que le había clavado la lanza, con su mano derecha le abofetea al garou de la lanza, se incorpora en dos patas y se tira de espaldas antes de ir tras de su presa.
Atuc:
Su cuerpo fue lanzado contra la pared de una casa; oportunamente, su antebrazo derecho aguantó el golpe. Agarrándose el brazo lastimado, se levantó y miró a sus hermanos en problemas. —¡Busquen algo con lo que podamos detenerlo!— gritó lo más fuerte que pudo, y vio cómo el formor ponía la atención en él. Saltó para sujetarse de la ventana y con fuerza entrar en la casa. Dentro de la casa había un aroma a carne quemada; eso significaba que tenían combustible. Corrió en dirección a las escaleras intentando escapar a la segunda planta, sabiendo que ese monstruo le perseguía.
Ankor:
Aún se siente herido, pero es un guerrero. Se levanta, corre hacia donde esa criatura para darles tiempo— corre atuc.
Ikal:
La bestia comenzó a sacudirse, era más difícil de lo que había pensado. Él puso su pie en la espalda de la criatura y se impulsó hacia atrás, rodando en el suelo 3 veces. Observó que la bestia estaba herida por la lanza en su vientre; probablemente podrían herirla nuevamente por ahí. Vio cómo la criatura lanzaba a Atuk hacia la casa. —¡Busquen armas! —les pedía Atuk gritando. Furiosa, la bestia iba detrás de él, seguida por Ankor, quien daba tiempo para crear un plan. Él se dirigió hacia la casa para seguirlos.
La Hija:
En persecución, la Formor observa que el Garou ingresa por la ventana. Ella no pierde tiempo y lo persigue tan rápido como puede, golpea con todo su peso y rompe la pared y la ventana, lastimándose la cara por las astillas, quedando sin maquillaje. Ahora su rostro se puede ver a la luz como una superficie podrida con larvas de mosca; solo quedan intactas las cejas. Comienza a dar puñetazos contra el techo de la primera planta, destrozándolo y viendo cómo la segunda planta se colapsa desde arriba: las tablas caen, el mobiliario y todo lo que está arriba. Mientras hace eso, siente un dolor agudo en su espalda, era la espada de Ankor que se había incrustado a quince centímetros de profundidad. El Formor intenta girarse torpemente y su zarpa rompe la escalera que era demasiado pequeña para subir por ella. Finalmente, en ese movimiento observa al Garou que había escapado, el de la espada, lo mira con odio, sus cejas se levantan y algunas larvas caen al piso desde su rostro. Con ambas manos, golpea la superficie de madera lo más fuerte que puede en dirección del Garou que le había clavado su espada; la madera se levanta en la esquina donde está el Garou, pretendiendo golpearle.
Atuc:
Estaba en el segundo piso dispuesto a todo por sus compañeros de manada, incluso a su propia muerte. Frente a él pudo ver una bodega que tenía herramientas; había una sierra eléctrica, un hacha, un pico, entre muchas otras cosas. Corrió en dirección a estas cosas para equiparse, mientras corría el piso explotaba desde abajo, el formor estaba destruyendo la casa. —¡Acá hay armas! —Agarró el pico, el hacha y la sierra eléctrica. En el momento que encendió la sierra eléctrica, el piso se rompió y cayó en la parte baja de la casa, afortunadamente cayó sobre un sofá dado que el monstruo miraba a Ankor, lo estaba atacando, y saltó sobre él.
Ankor:
El formor está más furioso, sacude todo; él esquiva los tablones que caen poco a poco del techo, rompe una ventana y sale de la casa. —Diablos, Atuc está dentro, tendrá que entrar.— Entra y observa a Atuc peleando y con una sierra; corre para coger un hacha. Agarra el hacha y le da en el pecho al formor.
Ikal:
Él va detrás de ellos, al momento de entrar a la casa, ve cómo se desploma el techo, llenando de un humo de polvo el lugar. Sus hermanos pelean contra la bestia; rápido se dirige hacia el sofá donde había caído Atuk y toma el pico. Se acerca cuidando que los movimientos de la bestia no le alcancen y, con su impulso, le clava el pico en el vientre donde estaba enterrada la parte de la lanza. Jala con su peso el pico para tratar de abrirle más la herida.
La Hija:
Con malicia e ira observa como el joven garou escapa de la tabla le había lanzado, acto instantáneo siente como su espalda es dividida, en su estómago siente un dolor agudo, es un pico que otro de los garou le clava en mitad de su abdomen, también en su pecho siente que se le mete un hacha. Su grito de dolor es impensable, es horrible. Para no sentir dolor y no desfallecer, activa su poder de especie, aquello que caracteriza a los formori de rabia amarga, el modo berserker, aún sangra pero no siente nada, su batalla es insensible hasta la muerte, ningún dolor es suficiente para ella. Con su brazo derecho agarra de las piernas a Ikal gira, sosteniéndole en el aire lo lanza contra Atuk. Una vez piensa se deshace de los dos garou busca con su mirada horrenda , cejas levantadas y encuentra al garou de el hacha, corre donde él mientras vomita en el camino.
Atuc:
La guerra es su espacio y es su camino. De pronto, él ve que el formor deja de gritar, agarra a Ikal de las piernas, lo lanza contra él; deja caer a un lado la cierra y agarra de la cintura a su compañero de la manada, amortiguando su golpe. Sin embargo, él cae contra una de las vigas rotas, siente un gran dolor en su pierna derecha. Mira los ojos de Ikal, son bastante profundos y sus pestañas le parecen larguísimas, sonríe: —¡estás vivo!… mantente vivo, esto no nos sobrepasará. Hay que rescatar a Ankor, esa criatura siente una afición especial por él; —camina cojo en busca de la cierra, levanta la cierra y corre con gran esfuerzo detrás del formor, cuando lo alcanza hace un corte transversal en sus piernas a la altura de los muslos.
Ankor:
Observa que el formor toma una nueva apariencia, se nota más enojado. Corre hacia donde se encontraba el cuarto de herramientas y trata de encontrar algo con lo que podría hacer más daño a este monstruo. De pronto, ve un galón de gasolina que estaba tirado donde se suponía era el cuarto de herramientas. ―Intentará molestarlo para que lo siga y así rociar gasolina. ―¡Oye tú, maldita criatura, sígueme! ―Le tira un pedazo de madera y el formor viene hacia él con su vómito asqueroso. Observa una manguera pequeña que estaba en el mismo sitio, la agarra, mete la manguera en el galón de gasolina, absorbe lo que más puede y tira gasolina sobre el formor. Busca en sus pantalones un cerillo―es el último, no puede fallar, ―tira el cerillo sobre el formor, logrando prender fuego.
Ikal:
Todos lastiman como pueden a la bestia, y ella lanza un terrible sonido, que llega a ensordecer un poco, sin embargo, parece que no siente dolor, lo único intacto son esas horribles cejas. No se divisó que tomó de las piernas y levantó a Ikal. —¡Suéltame demonio! —trató de erguirse para pegarle con sus puños y sintió cómo lo lanzaba, aventándolo sobre Atuk. Sintió, en cierta manera, que estaba bien, pero volteó hacia Atuk que fue el que se llevó la peor parte. Le dio gusto ver que estaba bien y ver que por primera vez le sonreía, le levantaba más el ánimo. —Sí, estoy bien. —Trató de ayudar a Atuk a incorporarse, buscó rápido donde pudo quedar el pico, entre todo el tiradero. Al no encontrar nada, empezó a transformarse en glabro. —(tengo que ayudar de alguna manera). —Sus uñas comenzaron a crecer, aumentó un poco de estatura, sintió como se estiraban sus orejas y se afilaban sus colmillos, tanto pies como manos cambiaron, se dirigió corriendo detrás de ellos, dio un gruñido y saltó sobre la formor y se sujetó con sus garras y en la parte de su espalda y con una mano libre la arañó.
La Hija:
Observa con desagrado que el garou al que perseguía pudo salvarse, no obstante la sustancia dejaba un gran rastro tras ella y por mala fortuna de los dos garou que la perseguían, pisaron el acido. En principio no fue un problema porque tenían zapatos, pero pronto las suelas de sus zapatos terminaron de derretirse. El caso del garou de la sierra eléctrica al encontrarse cojo se quema, pero el que se transforma en glabro, antes que los zapatos terminen de consumirse en acido, logra saltar sobre la formor. La hija tiene a Ikal en sus espaldas, no lo siente, ella quiere matar al que persigue, pero el glabro le termina de abrir la espalda con un zarpazo, ella sin sentir nada se acercaba más y más a Ankor, no se percató de lo que él hacía, hasta que fue demasiado tarde, observa que le arroja un líquido y seguido le cae un cerillo encima, el cuerpo de la hija se enciende en llamas altas color verde que se degrada en amarillo y blanco. En el momento en que se enciende en llamas la hija el garou que estaba en su espalda también lo hace. Finalmente La hija cae sobre el piso aun ardiendo y con su último respiro dice: —yo solo quería un esposo…
Atuc:
Corría tras la hija y pensó que podría alcanzarla, pero su pierna no estaba del todo bien, le dolía y no podía correr tras ella al ritmo de los demás. Por un mal momento olvidó que ella expulsaba ácido de su boca constantemente; al cabo de unos segundos sienté que sus pies le arden, intentó saltar a un lado, pero esa sustancia le consume la carne de los pies hasta el punto de que sus huesos se pueden ver. Se abrazó las rodillas y ahogó un grito de dolor espeluznante apretando su mandíbula y cerrando sus ojos, se arrastro por el suelo buscando alguna pared con sistema de agua para romperla.
Ankor:
Observaba cómo el formor se extinguía, murmurando que sólo quería un esposo—(sí, claro, y yo quisiera que Gaia fuera mi novia). Se movía rápidamente hacia donde estaba Atuc para sacarlo de la casa. Aunque no lograba apagar el incendio, lo cargaba sobre su espalda y lo sacaba al exterior. —¿Estás bien, Ikal?— preguntaba con urgencia.
Ikal:
Se alejaba del cuerpo de la hija, no sin antes recibir las quemaduras de las llamas. Caminaba en cuatro patas para evitar respirar el humo del fuego que consumía la casa; recordaba vagamente la salida entre tanto escombro. Intentaba salir por la puerta y al ver que Ankor ayudaba a Atuc, salía y los veía afuera. Se tumbaba boca abajo observándolos, tosiendo por el humo. —Qué bueno que están bien— pensaba, recostándose de lado mirando a Atuc, sonreía, sintiendo finalmente claros sus sentimientos hacia él. Ankor se acercaba.—Creo que sí, gracias Ankor, fuiste muy valiente con esa cosa— Ikal expresaba mientras ponía su mano en la cabeza de Ankor y le despeinaba un poco el cabello. Se recostaba sobre el piso, contemplando las chispas y el humo atravesando el cielo.
Atuc:
Ankor lo ayudaba a salir de la casa; una vez a salvo, observaba el lugar y las llamas. —¡Las Cejas! ¡No entren, tendremos que esperar a que el fuego termine!— exclamaba. Se quitaba la camisa y la rompía en vendajes, aplicándolos a sus pies que luego amarraba juntos. Se arrastraba hasta un cerco e improvisaba unas muletas de madera.
Ankor:
Sonreía a Ikal. —Genial chicos, deberíamos sanar esas heridas. ¿Qué opinan, seguimos o vamos a un lago? Estamos todos sucios— sugería, volviendo a su forma normal, exclamando un poco de dolor mientras la transformación sucedía.
Ikal:
Se quitaba la camisa quemada mientras veía cómo el incendio devastaba la casa. —Chicos, necesitamos agua. ¿Dónde está la hippie con sus hierbas raras en este momento?— reflexionaba mientras se levantaba con dificultad debido al dolor de las quemaduras. Era crucial lavar las heridas para evitar infecciones y desconocían qué otros peligros podrían acechar. Observaba otras casas y se acercaba lentamente a las ventanas. —Seguro alguna de ellas tendrá algo para primeros auxilios— pensaba mientras veía un palo de la altura adecuada para apoyarse, lo tomaba y se acercaba a una puerta medio abierta, cruzando el umbral en busca de algo para curarse.
Narrador:
El cielo se oscurecía precipitándose en una nevada, los copos de nieve caían sobre las llamas apaciguando el fuego con las bajas temperaturas. La nieve continuaba por unas horas y, cuando finalmente terminaba, todo el lugar se encontraba apagado.
Atuc:
Me había protegido en una de las casas vecinas, allí encontré unas conservas y las calenté en una cocina eléctrica, mientras aguardaba que terminara de nevar. La nieve le caía perfecta para completar la misión. Al cabo de dos horas, se movió con ayuda de las muletas hasta la casa del incendio, agarró un cuchillo y arrancó las cejas al formor que estaba muerto, las guardó en una bolsa — Ankor e Ikal, es hora de irnos. Envuelvan un poco de comida, tomen armas, agua y vámonos donde el garou europeo —terminó su oración con desprecio—
Ankor:
Es hora de irnos (diablos, después de eso necesita una ducha) —agarró su espada y en camino hacia el garou europeo.
Ikal:
Exploró en algunas de las casas, tomó una vieja mochila que llenó con víveres y medicamentos, un viejo quinqué y una lámpara, tomó algunos cuchillos y esperó a que Atuc les diera las indicaciones. (Bueno, es hora de marcharnos). Bueno, pues vámonos, aunque podríamos esperar a que la tormenta pare. —Miró a los chicos, en especial a Atuc —Bueno bueno, al mal paso darle prisa.
Narrador:
Finalmente, los cachorros llevaron las cejas de la hija a donde Geri les había dejado, allá entregaron el poderoso fetiche a Geri y a Keket.
Geri:
El lupus esperaba a los cachorros con pintura que Keket había fabricado en base a pigmentos vegetales y aceites; al observar que llegaban con las cejas del formor, sonrió y se acercó a ellos. —Por la voluntad del Espíritu Oso, reconoce su rango de Cliath, de ahora en adelante son adultos. —Con su zarpa derecha, uno por uno, Geri pintó las frentes de los cachorros con la marca de sus respectivas tribus, lo cual era parte de sus estudios del Registro de la Plata. —Wendigo —les dijo mirando a los ojos a Atuc—, tu nombre tribal será: Viento que Susurra Sangre. Wendigo —les dijo mirando a los ojos a Ankor—, tu nombre tribal será: Aullador Nocturno. Uktena —les dijo mirando a los ojos a Ikal—, tu nombre será: Caminante Nocturno.