El legado de Avalon Plastics
Capítulo N° 2 – Una Noche Oscura
Narrador:
La noche cubrió con su manto de oscuridad la aldea, pues la luna se encontraba en la primera fase, tan oscura y llena de misterios. Las nubes en el cielo evitaban que las estrellas iluminaran lo suficiente la aldea, en definitiva, era una noche inusualmente oscura en la que ocurrían cosas extrañas.
Liv Martir de Gaia:
A las afueras de la aldea, Liv caminaba para observar los alrededores. Llevaba puestos unos pantalones de licra azules, una blusa de color verde agua, un abrigo marrón y unas botas largas. Consigo también tenía su riñonera de cinco cuchillos, su arco y funda de flechas en la espalda. Sentía el frío de la noche en su piel, pero respiró profundamente para sentir el aroma de los árboles y los puntos. Agudizó sus sentidos, maravillándose de todo lo que percibía en ese instante.
Geri Lobo de Odin:
Cubierto desde los pies hasta el cuello con una manta de lana de oveja y la capa de lobo alfa encima, Geri descansaba en su forma homínida. Miraba el fuego consumir los leños, que pronto se reducirían a cenizas. Notó que ya quedaban pocos y veía a Finn con una mirada acusadora, como si el Fianna fuera el único con piernas para buscar más leños. Geri, utilizando una lanza de 1,50 cm de longitud como arpón para pescar, dijo con tono imperativo: —Se están acabando los leños… alguien tendrá que buscar más o nos congelaremos.
Finn:
Finn se mantenía en silencio, sentado en un tronco mientras afilaba su espada corta sobre sus piernas. Estaba cubierto con las mantas que le habían dado para la guardia y protegía especialmente su pecho y piernas del frío. Divagaba en su mente sobre lo que había pasado con la niña hace unos días. Se preguntaba quién podría haberlo hecho y por qué. Su mayor temor era que el motivo no existiera y el simple acto de asesinar a la criatura fuera suficiente. Cuando Geri insistió en buscar más leños, el Fianna se levantó del tronco y alzando la voz señaló el suelo con su dedo índice: —No deberíamos tener leños… deberíamos estar cazando, no haciendo… trabajos de guardia. Erick sabe perfectamente que somos capaces de dar caza al hijo de puta que hizo esto, pero nos tiene aquí.
Narrador:
Se escuchó un ruido en un rincón, como si alguien lanzara pequeñas piedras para molestar a los garou. El viento incrementaba la sensación térmica, silbando contra los techos de las casas. El silencio parecía una víctima de un bromista. En el cielo despejado, un zepelín automático cruzaba a unos 6 metros de altura. Sin embargo, no había niños ni cachorros a la vista.
Liv Martir de Gaia:
Estando vigilante, Liv observó todo y escuchó lo que Geri decía a lo lejos. Inhaló profundamente, dejando que sus sentidos de Theurge se agudizaran. Pero no estaba segura de qué podría ser aquel ruido. Sintió un crujido a lo lejos y tomó uno de los leños que aún no se consumían para investigar más de cerca. Caminó en dirección al lugar de donde provenía el ruido.
Geri Lobo de Odin:
¿Qué se te ocurre, Finn? —el viento movía la melena de Geri de un lado a otro, chocando con sus ojos. Era incómodo no cortarse el cabello y el viento no ayudaba. Escuchó el sonido de las piedras y pensó en ardillas. Hacía semanas que no se encontraba con ellas en el túmulo. Geri siguió con la mirada a Liv mientras ella se acercaba al rincón donde se escuchaban las pequeñas piedras chocar contra la grava.
Finn Legado de Lugh:
El Fianna, de pie, había movido su cabeza para ver hacia dónde se dirigía Liv. Había escuchado aquel ruido sin prestarle mucha atención. Siguió hablando, con las cejas fruncidas y los ojos enfocados: —Vamos a investigar, hombre…
Narrador:
La garou se había acercado al rincón donde se escuchaban las pequeñas piedras chocar contra la grava. Cuando estuvo a un metro, escuchó claramente como si un niño pequeño corriera y se metiera en uno de los puestos de venta cercanos. El fuego se extinguió por completo, dejándolos en completa oscuridad. La única fuente de luz era el leño que Liv utilizaba para guiarse. La sombra del zepelín se movía al lado de los garou.
Liv:
En el transcurso, tomé algunas varas secas y palos que estaban por el camino. Pensé con ironía que al final nos tocó colocarnos en marcha para tratar de hacer una nueva fogata. Por un momento, volvió la tranquilidad al pensar que solo era un niño el que no estaba por esos rumbos. Pero a lo lejos se escuchó un grito, aunque seguía dudando de lo que podía sentir. Así que volví al lugar donde aún había un poco de calor y prendí los leños y barras que encontré con la rama que tenía. Tomé otra vara más para adentrarme en los bosques. Iré a ver un poco más allá, no me alejaré mucho.
Geri:
Observa a Liv actuar de manera extraña, él también escuchó las pisadas. Se levantó y siguió los pasos de Liv, se volteó para ver a Finn y dijo con determinación: —Está bien. Vamos a investigar. Al voltearse, notó el zepelín volando y deseó tener esa habilidad de volar, o al menos adquirir uno de esos juguetes.
Finn:
—¿Qué pasa? —preguntó Finn sin preocupación por Liv. Dejó que ella hiciera su camino mientras él se volteó hacia donde miraba Geri y añadió con nostalgia: —Je… sé que naciste hace unos 2 años, pero en mi infancia hubiera matado por uno de esos… subirme en mis Tortugas Ninja… qué genial”. El Fianna sonrió y bajó la mirada, mordiéndose los labios y preguntándose si sus compañeros se sentían igual que él frente a la situación.
Narrador:
El bosque estaba cerca y la Garou había entrado en él sola. En el interior, se escuchaban los pasos como si varios niños pequeños corrieran y se escondieran en el bosque mientras ella avanzaba. Más adentrándose, más perseguía esos ruidos. El zeppelin se perdió entre los techos de las casas. Un rayo de luna alcanzó a iluminar frente a Geri la vitrina de una tienda, donde se encontraba el rostro de uno de los monos mecánicos con la mirada perdida y la boca abierta, mirando a Geri.
Liv:
Siguió el camino hacia el bosque durante casi dos metros. Sin querer, perdió de vista a Geri y a Finn. Se giró de espaldas para esperar y se colocó en cuclillas por algunos minutos al ver que no había ningún peligro. Se puso en pie, su leño se comenzó a acabar hasta apagarse por completo. Recogió algunas barras y troncos para colocar en la fogata y caminó de regreso hasta donde estaban Geri y Finn. —Falsa alarma —dijo mientras dejaba uno de los leños curvado como un búmerang en manos de Geri, mirándolo con cariño. —Toma, sé que te gustará.
Geri:
Al ver el rostro del mono mecánico, el lupus se movió hacia atrás, levantó los puños en una postura de defensa. Fue un instante de sorpresa, luego se acercó al vidrio para mirar de cerca al juguete. Parecía vivo. Lo dejó con algo de duda y volvió caminando donde se encontraba Finn. —Yo nunca jugué con juguetes, pero no me molestaría tener uno de esos. Parece divertido —señaló al cielo, aunque el zeppelin ya no se encontraba a la vista.
Finn:
—Ser Garou no está peleado con divertirse un rato —respondió Finn. Sonrió para distraerse un poco del caso que tenía en mente. Recordar su infancia siempre le traía felicidad nostálgica. —Venga, vamos, vamoh vamoh vamoh vamoh —comenzó a aplaudir al ritmo de sus palabras.
Narrador:
Los tres Garou que vigilaban se volvieron a reunir en torno a la hoguera que había sido alimentada por ramas secas y madera por la Hija de Gaia. Ninguno de los tres estuvo alarmado en ningún momento a pesar de las cosas extrañas que sucedían aquella noche oscura. Un instante después de que Liv dijo que era una falsa alarma, uno de los monos mecánicos se le colgó de la pierna. En la mano derecha tenía un cuchillo de cocina y lo clavó en el muslo izquierdo de Liv. La sangre salió a borbotones desde la pierna hasta el suelo. Dos monos llegaron por detrás de Legado de Lugh con platos en sus manos. Uno de ellos golpeó los platos a la altura de los oídos de Finn, provocando un sonido horrible, mientras que el otro clavó el filo de uno de los platos en la espalda de Finn, provocando una herida cortante de 2 cm de profundidad y 5 cm de ancho. Detrás de Geri, uno de los monos portaba un destornillador en la zurda y lo clavó en el brazo izquierdo del lupus por encima de la mano, provocando una herida de 3 cm de profundidad.
Liv:
Desde mi lugar en el respaldo de un tronco, observaba tranquilamente cómo las cenizas danzaban en el aire libre mientras el fuego crepitaba. De repente, uno de los monos mecánicos se acercó gateando por mi pie derecho. Pensé que solo quería acompañarme, pero en un instante sacó un cuchillo y lo clavó con fuerza. Grité de dolor y, por instinto, alcé mi mano derecha para tomar una de mis flechas rápidamente y la clavé en el hombro de la pequeña criatura. Se puso de pie como pudo y se quitó el cuchillo que aún tenía clavado en la pierna, caminando torpemente en dirección a los demás.
Geri:
El lupus sujetó el tronco en forma de boomerang que Liv me mostraba y lo acercó a su boca para examinarlo con sus colmillos. —Con un trato adecuado, podría ser una buena arma —pensó mientras mordía la madera para comprobar su calidad. De repente, sintió un dolor punzante en el brazo y, al mirar hacia abajo, vio al mono que había visto en la vitrina. Maldito, masculló. Lo agarró por el cuello con su mano derecha y arrancó su cabeza de su cuerpo. Luego, lo arrojó a la hoguera y levantó su lanza para poder defenderse.
Finn:
Un sonido alarmante resonó en sus oídos y antes de que pudiera reaccionar, sintió un posible cuchillo atravesando su piel entre los omóplatos. Apretó los dientes con fuerza, sorprendido por el ataque sorpresa. Giró para liberarse de lo que estaba colgando de él y atrapó al maldito mono con su mano derecha después de dar un par de vueltas. Sus ojos con círculos rojos aún le aterraban, como cuando era niño. Agarró al mono por el rostro y lo azotó contra el suelo varias veces antes de terminarlo a patadas. Tomó una piedra que estaba cerca de los restos mecánicos del mono y se volteó, buscando al otro mono de los platos. —¡VEN ACÁAAAAAAA! —Las venas de su cuello estaban marcadas y aprovechó la adrenalina para arrancarse el cuchillo de la espalda con su mano izquierda. Al hacerlo, notó que su herida se abrió y sintió un fuerte dolor, pero logró lanzar el arma al suelo y corrió hacia el mono como un jugador de fútbol americano. Lo envió volando con su pie descalzo, haciéndolo chocar contra un tronco y romperlo en pedazos. Sin detenerse, agarró firmemente la piedra y la levantó, listo para lanzarla a cualquier cosa que se acercara, sabiendo que su espada corta aún estaba en su lugar.
Narrador:
El autómata que atacó a Liv fue atravesado por una de sus flechas en el hombro, lo cual dañó los engranajes que le permitían usar las piernas, dejándolo arrastrándose con ayuda de sus manos mientras perseguía a la theurge. El autómata que atacó a Geri quedó derritiéndose en la hoguera mientras la madera avivaba el fuego. Los engranajes se dispararon con una explosión de fuego y cayeron fuera de la hoguera, sin lastimar a nadie. El primer autómata que atacó a Finn en la espalda, a la altura de los omóplatos, quedó completamente destruido, dejando solo los engranajes y los ojos plásticos apagados en la tierra. El segundo autómata, el mono de los platos, salió volando como si fuera un saque de fútbol americano hasta estrellarse contra un tronco, donde perdió la cabeza literalmente. Sin embargo, se incorporó sin cabeza y comenzó a caminar hacia Finn. Bajo las mantas que estaban junto a la hoguera aparecieron cuatro monos más, todos armados con cuchillos de cocina en la mano derecha. Dos de ellos se acercaron a Lobo de Odín, uno se unió al mono sin cabeza y se acercaron a Legado de Lugh, mientras que el último se unió al mono que se arrastraba para ir tras Lamento de Gaia. Los seis autómatas cerraban el camino, confinando a los garou en un círculo alrededor de la hoguera.
Liv:
Bufó al ver al mono arrastrándose por el suelo y luego observó cómo los monos que habían atacado volvían a moverse por todas partes. Se acercó al que estaba en el suelo y lo pisoteó como si fuera una cucaracha. Tomó una nueva flecha y la encendió en el fuego de la fogata. Luego tomó el arco que tenía en su espalda, colocó la flecha en el arco y apuntó al mono, disparándole con precisión en la cabeza. Observó toda la zona y tomó tres flechas más, encendiéndolas también en la punta. Apuntó a los otros monos que estaban cerca. Intentó caminar, pero aún sentía algo de dolor. Miró a Geri y le preguntó: —Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Las flechas serán suficientes para detenerlos?
Geri:
Levantó su lanza apuntando hacia uno de los monos que se acercaba. Dio dos saltos hacia adelante para tomar impulso y lanzó la lanza hacia el mono. Luego agarró al otro mono por el cuello cuando se acercó lo suficiente, le arrancó la cabeza y la arrojó a la hoguera para que se consumiera. Miró a Liv mientras ella le preguntaba algo:
—No veo más de esas cosas —respondió agitado—. Creo que ya acabamos con todos. Tenemos que advertir a los demás. Agarró la manta de donde habían salido los juguetes, la puso en el fuego para que se consumiera y luego observó el cielo. Ya era la madrugada y pronto amanecería.
Finn:
—Pues ni modo. —Aunque su hombro le dolía, dio un paso adelante y lanzó la piedra en su mano directo al pecho del mono con la cabeza intacta. El impacto lo lanzó varios metros de distancia, lo cual aprovechó para seguir pateándolo como si fuera un balón de fútbol americano, estrellándolo una y otra vez contra el tronco. Una vez que el mono no era más que un montón de engranajes, se volteó, agarró su espada corta del tronco en el que estaba sentado y la clavó en el pecho del mono golpeado con la piedra, dejándolo empalado allí. —Nunca… nunca entendí cómo a los niños les podía gustar esto.
Narrador:
Poco a poco, la claridad aumentaba y Helios se posicionaba en el cielo, dejando atrás los misterios de la noche y la oscuridad. Las aves comenzaron a trinar y los animales diurnos de la aldea, incluyendo los garou y la parentela, llenaron el lugar con los típicos sonidos de sus actividades. De la hoguera, solo quedaban carbones y los estragos de los autómatas que yacían inmóviles. Trozos de engranajes, madera quemada y plástico desperdigados por el campamento nocturno formaban el paisaje. Los tres garou estaban vivos y tenían una historia muy interesante que contarles a todos.